jueves, 16 de noviembre de 2017

Día Mundial de la Filosofía

Todos los años por estas fechas (este jueves es el Día Mundial de la Filosofía, establecido por la UNESCO) me pregunto por qué me empeño en enseñar filosofía – soy profe del asunto –. Y también me pregunto por qué habrían de quererlo los demás – cada uno de mis alumnos o cualquier otro ser humano – . Si la filosofía fuera solo una cuestión mía o de unos pocos, como la astronomía o el rugby, no estaría tan claro eso de que se deba enseñar a todo el mundo.


Pero no, no es una cuestión particular ni baladí. Todo lo que hacemos y padecemos es efecto de las ideas que nos bullen por dentro. Seamos o no conscientes de ellas, sean las nuestras o las que, sin querer, tomamos de otros, sean verdaderas o falsas, buenas o malas, justas o no, tenemos la cabeza llena de esas ideas, y todo lo que hacemos, percibimos, sentimos, deseamos y pensamos (sobre el mundo, sobre nosotros, sobre los demás...), absolutamente todo, depende de ellas. Hasta respirar lo hacemos (mecánicamente) porque pensamos que mola vivir; en otro caso nos pondríamos la soga al cuello y dejaríamos de hacerlo... Sobre todo esto trata nuestra última colaboración en el diario.es Extremadura. Para leer el artículo completo pulsar aquí

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