miércoles, 30 de enero de 2019

Ética para noruegos



Algunos de mis alumnos de Ética se escandalizan cuando les hablo del sistema penitenciario noruego: condenas muy breves, prisiones que parecen pueblos idílicos, presos que, además de estudiar o trabajar, esquían, pasean en bici, cocinan o usan el ordenador en espaciosas celdas individuales a las que acceden con su propia llave... Como el objetivo fundamental es la rápida reinserción de los reclusos, se les permite vivir casi como si estuvieran en libertad. Mis alumnos no dan crédito. Cuando añado que el índice de reincidencia en Noruega es el más bajo del mundo (un 20%, a diferencia de países como EEUU, donde llega al 76%), algunos se muestran indignados. «Sí –me dicen–, es posible que el sistema noruego sea más eficaz; pero no es justo». «¿Por qué? –les pregunto yo–». «Muy sencillo, profe: porque los criminales tienen que sufrir, tal como han hecho sufrir a los demás».
Estas dos ideas de justicia, la «ley del talión» que citan mis alumnos, y el principio de reinserción de las cárceles noruegas, no solo están en las antípodas en cuanto a cómo hay que responder al mal (con lo mismo –la venganza–, o con lo otro –el bien de rehabilitar al preso–), sino también en cuanto a cómo interpretar ese mismo mal.
Para tratar este asunto empecemos por un sencillo dilema. Veamos... (Para leer el artículo completo pulsar aquí).





miércoles, 23 de enero de 2019

¿Qué mérito tiene "tener mérito"?


Nadie triunfa por méritos propios (ni es culpable de su fracaso). Nadie tiene la culpa ni el mérito de nacer rico o pobre, ni de estar más o menos capacitado para aquello que más se valora en su entorno social. Sin embargo, esta idea, la de que uno es el principal responsable de su éxito o fracaso, la del "hombre hecho a sí mismo", por falsa que sea, es el pilar ideológico -- el nuevo opio del pueblo -- de un sistema (el nuestro) -- incluyendo la educación que damos a nuestros alumnos -- que se disfraza de meritocracia para justificar su iniquidad... De esto trata nuestra última colaboración en El Periódico Extremadura. Para leer el artículo completo pulsar aquí. 




miércoles, 16 de enero de 2019

¿Pero no son los tontos más felices?


El anti-intelectualimo moderno, con su raíz religiosa (rebrotada en el fideísmo protestante y sus variantes contemporáneas –como el evangelicalismo–), es consustancial al populismo conservador (sus valores –la familia, la patria, la tradición...– formarían parte de ese presunto «estado de naturaleza» presto a corromperse por el exceso de sofisticación intelectual). El problema es que también es consustancial a la casi totalidad de la cultura moderna, especialmente la anglosajona (tan tradicionalmente recelosa de la «intelectualidad» como apegada a la religión y la democracia). Hoy día, el anti-intelectualismo es el nexo de unión entre movimientos tan dispares como el neoconservadurismo y el ecologismo radical, y empapa y vertebra la cultura de masas (de inspiración, justamente, anglosajona), la espiritualidad «new age», los movimientos alternativos o el «pensamiento postmoderno»... De todo esto trata nuestra última colaboración en El Periódico Extremadura. Para leer el artículo completo pulsar aquí. 

miércoles, 9 de enero de 2019

El sentido de la vida.


A mucha gente las preguntas filosóficas les parecen cosas de niños, una pérdida de tiempo, un ocuparse de algo irreal o, cuando menos, imposible de resolver. ¡La economía, la técnica, la política, la ciencia: eso sí que son cosas serias de las que merece la pena hablar!... Pues fíjense que es la ciencia –por no hablar de las necesidades inmediatas, los artilugios técnicos o las trifulcas políticas– lo que me parece a mi cosa de chiquillos. ¿Qué más dará de qué estén hechas o cómo se muevan las cosas –clamaba el viejo Sócrates tras leer a los ‘físicos’ de su época– si no sabemos por qué ni para qué son o se mueven?... Galileo hizo bien al retractarse –decía Albert Camus–: nadie se suicida porque sea la Tierra o el Sol lo que gire alrededor del otro (pero sí por no encontrarle sentido a la vida)... De esto trata nuestra última colaboración en El Periódico Extremadura. Para leer el artículo completo pulsar aquí. 

miércoles, 2 de enero de 2019

¿Qué pasa con la caza?


¿Es comparable el dolor del animal que se acosa y mata con el placer que obtiene el cazador al acosar y matar (y hablo de la caza deportiva, donde no hay otro fin que ese placer)? ¿Cómo es posible obtener placer del sufrimiento de otro ser capaz de gozar y sufrir? ¿Y, dado que parece posible, se debe plegar uno a ese placer? ¿Y debería permitirse que otros si se entregaran a él? Es curioso, pero se prohíbe, por ejemplo, la conducta de aquel que obtiene placer destrozando la propiedad de otros, o deteriorando bienes públicos (como el que "grafitea", o el que expolia, o destroza patrimonio...), pero no aquel que lo obtiene destrozando a un ser vivo. ¿Es más valiosa una pared, un cuadro, o cualquier otro objeto, que un ser vivo capaz de sentir placer y dolor?... De esto trata nuestra última colaboración en El Periódico Extremadura. Para leer el artículo completo pulsar aquí.