miércoles, 13 de noviembre de 2024

Escuela pública y desinformación

 

Este artículo fue originalmente publicado por el autor en El Periódico Extremadura


Lo leí en el periódico a través del móvil y me quedé ojiplático. La noticia decía que el Banco de España había prohibido la emisión de un programa del humorista David Broncano porque el personaje al que entrevistaba (el «ufólogo» Iker Jiménez) confesaba que la fuente secreta de su fortuna era una plataforma de inversión capaz de reportar beneficios tan increíbles que todo el sistema bancario podía venirse abajo…

A los quince segundos me di cuenta de que era una treta publicitaria (además de una estafa piramidal), pero durante ese tiempo fui víctima, como miles de millones de personas cada día, de una noticia falsa. En el mundo hay «fábricas» dedicadas, las veinticuatro horas del día, al lucrativo negocio de producir desinformación a demanda; actividad para la que, además de crear falsos artículos de periódico y vincularlos a direcciones web originales (a esto se le llama «cloaking»), difunden imágenes trucadas, videos falsos y hasta imitaciones de voz generadas por IA. La capacidad para engañar en la jungla digital es casi infinita.

Y cuando hablo de engaño no me refiero solo a caer víctima de una estafa económica, sino también política.  Acabamos de ver ganar las elecciones del país más poderoso del mundo a un tipo que acusa a los inmigrantes de comerse las mascotas de la gente. ¿Cómo es esto posible? Es cierto que el poder se ha construido casi siempre alrededor de mitos, sofismas y mentiras de lo más burdo. Pero pensábamos que en nuestras sociedades democráticas, descreídas y relativamente bien educadas, esto ya no era posible. Y ya ven.

 ¿Cómo salvarnos de esta epidemia de desinformación, puesta muchas veces al servicio de estrategias políticas fascistoides que creíamos marginales, pero que van lentamente ganando terreno en nuestras permisivas e inevitablemente complejas democracias? No es fácil responder. Los medios tradicionales ya no son una referencia común, y la ciudadanía se disgrega en facciones o «parroquias» mediáticas (perfiles sociales, grupos en redes, seguidores de tal o cual personaje…), tan polarizadas y aisladas entre sí que impiden contrastar la información o mirar las cosas desde otro punto de vista. 

Frente a esto se pueden proponer medidas regulatorias que sometan a un mínimo control de calidad los flujos de información, pero dado el carácter global y la titularidad (fundamentalmente privada) de estos flujos, tales medidas serían poco menos que testimoniales. Valdría mucho más invertir en educación. La escuela es hoy el único lugar de socialización que permanece relativamente a salvo de la descomposición ideológica de nuestras comunidades. Me refiero eminentemente a la escuela pública, pues gran parte de la privada y concertada tiende a reflejar el mismo patrón de segmentación que produce el mundo digital.

Solo una escuela pública fuerte, que nos obligue desde niños a convivir y dialogar con los demás, por diferentes que sean de nosotros, y que nos enseñe a juzgar de manera crítica, profunda y desapasionada la información que recibimos a diario, podría salvarnos de la siniestra involución histórica que asoma desde casi cualquier lugar desde el que oteemos el horizonte.

1 comentario:

  1. Como tengo dicho "agradeciendo devidamente al "Z" de este lado", los gobiernos de los paises que exportan gente tendrán que invertir más en desenvolvimiento laboral para evitar las masas de desocupados a pulular desgobernadamente en las calles, como hoy en dia.

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