Pretender que el arte esté libre de
ideología es ilusorio (e ideológico). No hay representación estética que no
esté cargada de ideas. Incluso cuando busca «liberarse» de todo
contenido, como ocurre en la pintura más formalista y abstracta, el arte nos
transmite creencias y valores. El propio
culto a la libertad formal o a la creatividad individual de la estética moderna
representa (por ejemplo) una exhibición de valores occidentales frente a los de
otros regímenes políticos y culturas…
Por lo mismo, presumir que un espectáculo
como el Festival de Eurovisión carece de contenido político es absurdo. Antes
que nada porque el propio Festival se autodefine como un evento político en el
que se participa como representante de tal o cual nación y en el que las
naciones se seleccionan en función de su cercanía a la esfera política y
cultural europea. Es por eso por lo que, además de a los países propiamente
europeos, se suele invitar a otros ideológicamente próximos pero alejados
geográficamente (como Australia o Israel), o a otros más cercanos y a los que
se quiere aproximar también ideológica o políticamente (como Turquía, Marruecos
o Rusia). En este último caso se entiende que el Festival tiene por objeto
promover – a través del trabajo de los artistas y del propio carácter simbólico
del evento – los ideales y valores europeos (los derechos humanos, los
procedimientos democráticos…) en lugares en los que aún no están
suficientemente considerados.
Por todo lo dicho, resulta completamente
pertinente expulsar del Festival a aquellas naciones que no solo no respetan
los valores que se celebran en él, sino que se mofan olímpicamente de ellos. El
caso de la Rusia de Putin está clarísimo: no solo por la invasión ilegítima de
un país vecino, igualmente perteneciente a la órbita cultural europea, sino por
ser tal invasión la expresión práctica de un movimiento político e ideológico
de antieuropeísmo declarado promovido explícitamente desde el Kremlin.
¿Y qué duda cabe en el caso del Israel de
Netanyahu? El actual gobierno israelí no solo lleva más de un año aplicando una
estrategia de exterminio sistemático de la población civil de Gaza, saltándose
todas las normas del derecho humanitario y burlándose de los tribunales
internacionales de justicia, sino que inspira sus aterradoras acciones en un
ultranacionalismo religioso (no mucho menos fundamentalista que el de Hamás o
Irán) incompatible con los valores que Europa representa. ¿A santo de qué
íbamos, pues, a invitar a un festival paneuropeo a representantes de Estados
cuyos gobernantes vulneran brutalmente las leyes y principios europeos, se
burlan públicamente de sus instituciones y utilizan descaradamente el Festival
como instrumento de blanqueo de sus crímenes?
Artículo-denuncia, si señor
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