Este artículo fue originalmente publicado por el autor en El Periódico Extremadura
La Fundación CEOE, presidida por la exministra
de Empleo del Gobierno de Mariano Rajoy, Fátima Báñez, ha presentado, como
proyecto estrella del 40ª aniversario de la entidad, la difusión en todas las
escuelas de Primaria del país del cómic «Olegario,
el duende que se hizo empresario», con
objeto de promover el espíritu emprendedor y celebrar los valores liberales.
¿Alguna objeción? Yo no encuentro ninguna.
Siempre y cuando nos aseguremos de que los niños y niñas tengan exactamente el
mismo acceso a materiales divulgativos en los que (por ejemplo) se promueva el
espíritu cooperativo, se plantee el decrecimiento económico como posible salida
a la crisis ecosocial, o se den a conocer los valores republicanos.
Entrar en polémicas en torno a quien «adoctrina» y quien
revela «verdades como puños» es (o debería ser) poco pertinente en política educativa, y en
otros ámbitos, y a nivel superficial, inútil: unos dirán que el adoctrinamiento
proviene de una izquierda empeñada en demonizar al mundo empresarial sin
reparar en que vivimos en una democracia liberal sustentada por el libre
mercado; y otros dirán que el adoctrinamiento proviene de una derecha
empresarial obsesionada con desacreditar a un Estado que, sin embargo, no deja
un momento de intervenir (la última, tras los aranceles de Trump) para sostener
el tinglado empresarial y financiero.
Ahora bien, la escuela, tal como la entiendo
yo al menos, tiene dos propósitos principales: (1) exponer a los niños y niñas
a todas las ideas o doctrinas posibles (incluyendo las más políticamente
incorrectas según unos u otros); e (2) infundirles, a la par, la capacidad para
cuestionar esas doctrinas, argumentar y dialogar en torno a ellas, y generar un
universo intelectual y moral propio. Cuanto más y mejor se trabaje en promover
ese espíritu crítico, reflexivo y autónomo, más ideas diferentes podremos permitir
que se expongan tranquilamente en clase. Máxima diversidad de ideas y máximo
desarrollo del juicio crítico: esta es la fórmula idónea para educar (sin
adoctrinar) a las personas.
Aunque diríamos que, en rigor, en la
escuela no se adoctrina intencionadamente a nadie. No solo porque todo el que
(según nosotros) «adoctrina» está sinceramente convencido de que dice la verdad, sino porque
la escuela no tiene como función principal la de proclamar o difundir «la verdad» (eso se lo
dejamos a las confesiones religiosas), sino más bien la de enseñar a buscarla a
través del análisis, la reflexión y el ejercicio dialéctico.
Si logramos, desde la escuela, educar
ciudadanos capaces de cuestionar toda posible creencia y empeñados, a la vez,
en buscar la verdad de un modo profundo, independiente y en diálogo con los
demás, lo habremos logrado todo, y no habrá comics, discursos u homilías (de
unos o de otros) que puedan hipotecar su libertad y su juicio a la hora de
emprender lo que quieran, sea una empresa para ganar mucho dinero, sea un
proyecto político para que todos podamos vivir de modo más justo y razonable.
Perfecta aclaración de las bases de la formación
ResponderEliminarMuchas gracias por el comentario.
ResponderEliminar