miércoles, 27 de noviembre de 2019
Educación pública y filosofía
Debería estar claro a estas alturas que la libertad de los padres para elegir la educación de sus hijos no puede ser irrestricta, sino, además de limitada por las leyes, condicionada por el derecho de los hijos a escoger sus propias opciones morales, religiosas e ideológicas. Este es el verdadero reto: lograr una educación plural y libre para todos, más allá del mercado y del interés y la ideología de unos pocos. La cuestión es cómo.
Una opción – deseable para defensores más serios de la concertada – sería que el Estado financiase todo tipo de proyectos educativos de iniciativa social (mejor que empresarial) procurando fomentar la mayor diversidad posible entre ellos (evitando monopolios ideológicos) y dentro de un marco legal común. Lo malo de esta opción es que produce “guetos” culturales que resulta difícil integrar luego en la comunidad. Por ello, más que ofrecer alternativas educativas y morales en escuelas distintas, se trataría de ofertar esa diversidad en la misma escuela pública. Articular una sociedad plural es difícil sin una experiencia formativa común en la que, a la vez que se oferta todo lo que las familias pueden demandar, se dota a los alumnos de la suficiente capacidad reflexiva, argumentativa y ética para adoptar sus propios valores e ideas y tolerar, críticamente, las de los demás.
Formar en la diversidad, la convivencia y la capacidad para construir un sistema de valores propio son los ingredientes fundamentales de una educación libre y democrática. Algo que requiere de una escuela pública fuerte, bien financiada y al alcance de todos. Pero también de una apuesta decidida por aquellas materias que más directamente fomentan el diálogo, el pensamiento crítico y la autonomía moral; algo que viene al pelo reivindicar hoy, víspera del día con el que la UNESCO recuerda que la Filosofía es la piedra angular de todo sistema educativo que aspire, de verdad, a respetar la pluralidad ideológica.
De todo esto trata nuestra última colaboración el El Periódico Extremadura. Para leer el artículo completo pulsar aquí.
jueves, 14 de noviembre de 2019
El Vox que nos merecemos
Las circunstancias que a cierto nivel promueven el triunfo
del populismo ultramontano y, a otro nivel, su tránsito al fascismo, son
siempre las mismas – convulsión social y debilidad política – y como tales han
sido cultivadas a conciencia durante los últimos meses y años en nuestro país.
La convulsión social que ha alentado el crecimiento de Vox
es la que se vive en Cataluña. La percepción cierta de que en parte del país
hay una rebelión en marcha, con un gobierno que participa de la misma y que
alienta acciones de insubordinación más o menos violentas – estos días el
bloqueo de la frontera norte del país – sin que haya una reacción firme de
restablecimiento del orden, ha escandalizado a muchos que, sin participar de la
totalidad del ideario de Vox, se ven seducidos por el mensaje populista de
“mano dura” con el independentismo.
De otro lado, si bien la debilidad de los partidos
tradicionales no es ajena a una crisis más estructural de legitimidad, esta se
ha visto acentuada en nuestro país por una serie de decisiones indeciblemente
irresponsables. La bochornosa trifulca por el poder entre los dos principales
partidos de izquierda y el infame gesto de forzar unas elecciones por puro
cálculo partidista – y en circunstancias especialmente convulsas – de un lado,
y la crisis de autoridad de la derecha con respecto a su sector más ultra, por
el otro, han ofrecido una imagen de debilidad e ineficacia del sistema que ha
empujado a muchos – a veces sin otro motivo ideológico más fuerte – a la opción
populista. Esperemos que la alianza – al fin – de la izquierda sirva para
modificar en parte esta percepción... De todo esto y más trata nuestra última colaboración en El Periódico Extremadura. Para leer el artículo completo pulsar aquí.
jueves, 7 de noviembre de 2019
...Y líbranos del juego, amén
viernes, 1 de noviembre de 2019
Profesores guerrilleros
Hay gente que se queja de que los profesores hablen – o
hablemos – de política en clase, porque piensan que, así, adoctrinamos a
los alumnos. ¿Es esto cierto? ¿Se puede y debe hablar de política en las aulas?
Y si es así: ¿cómo hacerlo? ¿Cabe una educación política que no sea
manipuladora, sino liberadora?
Antes de nada hay que aclarar que en las aulas – como en las
casas, las calles, las series de la tele o los conciertos de reguetón – se hace
siempre política aunque no se hable de ella. Que se hace política
quiere decir que se transmiten modelos acerca de lo que es moral y
socialmente justo o legítimo. De hecho, los niños aprenden tanto o más de la
conducta de sus profesores o padres que de sus palabras, o de la forma de actuar
de sus amigos o los personajes que admiran que de la de sus profes y padres, o
de los valores que rezuman las canciones o películas de moda que de cualquier
catecismo o manual de Ciudadanía.
En toda sociedad se educa pues (de forma tribal y en gran medida
irreflexiva) en ciertas ideas o creencias acerca de lo que es y no es
políticamente válido o deseable. ¿Es esto adoctrinamiento? Sin duda. Lo que
pasa es que es “nuestro adoctrinamiento” (el de nuestra cultura, nuestras
creencias, nuestra familia), por lo que nos parece de perlas – si es que no la
transmisión de la Verdad misma – . ¿Y la escuela? ¿Qué papel ha de guardar en
todo esto?... Intentamos responder a estas preguntas en nuestra última colaboración en El Periódico Extremadura. Para leer el artículo completo pulsar aquí.
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