miércoles, 26 de febrero de 2025

Miedo y felicidad

Ilustración de María Tilos
 Este artículo fue originalmente publicado por el autor en El Periódico Extremadura

Me escribía el otro día una buena amiga, recién agraciada con un nieto, para confesar que estaba completamente aterrorizada. Ahora no solo temía por sí, me decía, sino por ese otro e indefenso ser que traspasaba su existencia. Algunos padres suelen decir que no hay congoja mayor que la que sienten ante cualquier riesgo, real o imaginario, que puedan correr sus hijos. Parece que el amor es indesligable del horror, nunca suficientemente bien disimulado, a lo que les pueda pasar a las personas que quieres.

No es extraño. El miedo es la clave de bóveda de nuestra vida psíquica y social. No solo el miedo a «no ser» (raíz de todos los demás), sino también, como le ocurre a mi amiga (y a todos), el miedo a «ser», es decir, a concretar nuestra vaporosa existencia en algo (un hijo, un amor, una obra, una verdad…) igualmente susceptible de destrucción, daño, error o fracaso.

Junto al miedo al «no ser» de los seres que queremos o creamos, está el miedo a la propia muerte, al hecho increíble de nuestra propia desaparición. Y esto a pesar de que los más luminosos filósofos nos demuestren su imposibilidad metafísica o lógica, o la transformen en acicate para – justamente – querer, crear y creer más allá de lo que parece posible.

Pero tal vez peor que el miedo a morir está el pavor a esa otra forma de «no-ser» que es la irrelevancia social, la soledad forzada, el silencio poblado del eco de nuestra sola voz. Un miedo a ser un don nadie que, en el fondo, no es más que la forma más soportable del terror a la insignificancia absoluta, esto es, a la certeza de nuestra completa inconmensurabilidad con una realidad que, si uno la piensa (pensar requiere valor), parece completamente inefable y absurda.

Tantos y tan terribles son nuestros miedos, que hemos poblado nuestra cultura de figuras monstruosas (brujas, herejes, pervertidos, extranjeros, enemigos…)  para descargar en ellos, como si fueran un pararrayos, todos los terrores que barruntamos de forma imprecisa, mientras que para los más concretos (el abandono, el hambre, la violencia…) nos hemos constituido en comunidad política, al precio de mantener ese otro miedo (más soportable) a la violencia del poder – o a no estar a la altura de su expresión idolatrada y totémica –.

No hay ganancia en felicidad y libertad, dicen también los filósofos, que no dependa de la liberación de todos estos miedos: un alejamiento del poder y de los ídolos, una visión crítica de las convenciones sociales, un no pensar en lo que «no es» (empezando por la muerte), y una cuidadosa huida de pasiones y apegos. Claro que todo esto no es siempre posible y para algunos supone poco menos que renunciar a vivir. O tal vez resulte que no haya cosa que nos dé más miedo que dejar de tenerlo. A saber. Atrevámonos a pensarlo.

miércoles, 19 de febrero de 2025

«¡Es la moral, estúpido!»

 

Este artículo fue originalmente publicado por el autor en El Periódico Extremadura


¿Cómo es que los pobres y las clases medias depauperadas votan en masa a gente como Trump o Milei, representantes de las grandes fortunas, la desregulación financiera y la eliminación de impuestos y políticas sociales? – se preguntan los intelectuales y prebostes de la izquierda – ¿No es como si un condenado votara a favor de su propia sentencia de muerte? Puede ser. Aunque cabría responder que, en ocasiones, un condenado puede estar a favor de su propia condena…

El prejuicio (sea marxista o liberal) de que nadie actúa contra sus intereses materiales, presupone la idea de que la economía es más importante que la moral para explicar nuestra conducta (“Es la economía, estúpido”, rezaba la propaganda electoral de Clinton en los 90), algo que los hechos desmienten una y otra vez. No hay más que comprobar el grado de animadversión que, pese a sus generosas políticas sociales y a un crecimiento económico espectacular, despierta el gobierno de Pedro Sánchez en buena parte de la población española (y no solo, ni mucho menos, de la más rica).

Las personas nos movemos por ideas y valores (que no son más que otro tipo de ideas), e incluso cuando creemos que nos determinan la economía o los genes estamos hablando de ideas filosóficas o científicas. Si admitimos este presupuesto, la solución al presunto enigma de pobres-que-votan-a-ricos empieza a estar más cerca. Solución que pasa por analizar qué relatos morales son los que laten en la cabeza de la gente.

Uno de ellos es el de meritocracia, un discurso que, por tramposo que sea, no deja de cautivar a la mayoría. Su principal efecto es el de disolver la fuerza de las masas precarizadas convirtiéndolas en un amasijo de individuos aislados y atormentados por la idea de creerse los responsables de su fracaso; culpa y rabia que acaban proyectando, no contra el poder cada vez más absoluto de los ricos y sus herederos, sino contra los que son más pobres aún (inmigrantes, minorías, mujeres…) o, en el mejor de los casos, contra el cada vez más menguado poder de la «élite» política que, peor que mejor, aún les protege de la rapiña oligárquica.

Pero el de la meritocracia y el del antagonismo «pueblo-políticos corruptos» no son los únicos relatos de carácter moral que epatan a mayorías cada vez más amplias. Otro de estos relatos es el de la nostalgia por un pasado idílico que hay que «hacer grande de nuevo» y en el que no había corrupción ni chorradas «woke», la gente prosperaba y los hombres se vestían por los pies. Discurso retroutópico este en el que cabe integrar la vieja ética obrera del trabajo duro frente a la inmoralidad de las «paguitas» y los «chiringuitos» subvencionados por el Estado.

A todos estos relatos el sociólogo Jessé Souza añade el que llama «síndrome del joker», una suerte de rebeldía ciega con la que parte de esa clase media empobrecida y humillada expresa su resentimiento votando a esos otros «jokers» de lujo que, motosierra o decretos ejecutivos en mano, prometen dar una patada al tablero y voltearlo todo (a su favor, claro, pero esto último ya no se oye).

Sea como fuere, la política real trata de moral, de ideales. Si no tocamos (con toda la imaginación posible) esta parte del motor, no habrá giro real de tendencia, y estaremos condenados a ese otro síndrome del joker intelectual y moralista que encarnan algunos gurús de la izquierda, exhibiendo por los salones su depresión y deserción de un mundo que – como de costumbre – no cabe en su exigente mirilla moral.

miércoles, 12 de febrero de 2025

¿Subsistir sentado?

 

Este artículo fue publicado por el autor en El Periódico Extremadura

«Es mejor morir de pie que vivir de rodillas». El poster del Che Guevara que teníamos en nuestro cuarto de adolescentes de los 80 no dejaba lugar a dudas. Aunque en la mayoría de las circunstancias cabía plantearse lo que replicaba el genial Quino – por boca de Felipe, el inolvidable niño angustiado de las tiras de Mafalda –: «¿Y sería muy deshonroso subsistir sentado?» 

Si algo hay de bueno en la nueva era de Trump – un personaje de tira cómica convertido en presidente del país más poderoso de la Tierra – es que nos pone en nuestro sitio sin eufemismos ni componendas, obligándonos a recordar el viejo y presunto dilema revolucionario: o nos arrodillamos y miramos para otro lado, o… ¿qué?

¿Qué tipo de heroicidad cabe imaginar ante la sucesión de injusticias cometidas o prometidas por un matón histriónico y ostentoso sostenido por millones de votos y por una oligarquía que controla los flujos mundiales de información? ¿Hasta dónde es prudencia, y no simple humillación, el silencio de los principales países occidentales ante las intenciones declaradas de Trump?

¿Tanto nos hemos insensibilizado frente a la ración diaria de niños, mujeres y ancianos reventados impunemente por el ejército israelí delante de nuestras narices como para que ya nos dé igual que Trump decida imponer o perdonar aranceles a su antojo, comprar u ocupar naciones (Groenlandia, Canadá, Panamá), deportar a inmigrantes encadenados – muchos de ellos al campo de detención y tortura de Guantánamo – , o despedir a los funcionarios que, en el cumplimiento de su deber, participaron en su procesamiento? 

La desvergüenza con que Trump y su cuadrilla propone la expulsión de más de dos millones de palestinos supervivientes del genocidio israelí para construir un complejo turístico encima de sus tumbas y las ruinas de sus casas, riéndose del Derecho internacional y de todas las instituciones supranacionales (la ONU y sus fastidiosos derechos humanos, la OMS y sus falsas pandemias, el Tribunal de la Haya y su estúpida pretensión de justicia universal…), es directamente proporcional a la vergüenza que sentimos todos, o casi todos, ante la falta de autoridad moral (y militar, y tecnológica y económica) de Europa. Digo «casi todos» porque a los «patriotas» de VOX les parece todo esto de perlas, incluyendo que Trump pisotee la lengua y la cultura española en USA y hasta rebautice el Golfo de México como Golfo de América. ¡Valientes patriotas!

Pues bien: ¿Cómo es posible «subsistir sentado» ante esta avalancha de amenazas, insultos y hechos consumados? Diríamos que, ante todo, no cayendo en estereotipos ni análisis burdos. Clamar al cielo antifascista, cediendo a la polarización reinante, ni basta ni parece inteligente; es imprescindible intentar comprender el complejo de factores que explican el fenómeno Trump y su alocado anarco-liberalismo de Estado (ese cóctel explosivo de democracia, oligarquía y tiranía); solo así podremos combatirlo y ofrecer alternativas viables y seductoras. Lo segundo es repensar el viejo ideal de dignidad humana. Tal vez no encontremos hoy grandes causas por las que «morir de pie», pero sí una firme convicción en ese derecho a la felicidad que proclama, justamente, la Constitución de los EE. UU. Y nadie puede ser feliz, estimarse a sí mismo y tener genuino interés por los demás, si vive arrastrándose bajo las botas de un tirano. ¿Y no es así como nos encontramos precisamente ahora? 

domingo, 9 de febrero de 2025

La categoría de lo monstruoso y su función en la dramaturgia política

Estamos de enhorabuena. Ya ha visto la luz el número 40 de la Revista ALFA. Un homenaje sincero y cargado de admiración hacia VALERIANO BOZAL, en el que tengo el honor de publicar un pequeño artículo sobre la categoría de lo monstruoso y su función en la dramaturgia política: https://alfa.revistasaafi.es/alfa/numeros/40/4011.pdf

miércoles, 5 de febrero de 2025

Chirigota «fake»

Este artículo fue originalmente publicado por el autor en El Periódico Extremadura


Una de las cosas que dan más risa son los iluminados. Siempre que no tengan la sartén por el mango, claro. En ese caso lo que dan es miedo, y la risa se queda para el carnaval. Eso en los lugares en los que lo hay. Entre los puritanos, en los que el carnaval no existe o es cosa de brujas, como en los USA, la cosa acaba a veces con un tipo pegando tiros en el aparcamiento de un supermercado.

Dudo que esto último pueda pasar, por ejemplo, en Cádiz. Porque en Cádiz se ríe de lo lindo. Libremente y durante todo el año. De los iluminados y poderosos, y de los que no lo son. Tal vez por eso durante el carnaval son tan tiquismiquis y te dejan que te rías de todo, pero con un orden y unas formas que ya quisiera un sacerdote egipcio. Sí señor. Igual que hay que saber beber – te dicen –, hay que saber reírse de todo con arte y con parte (de razón). Donde se ríe por principio, el carnaval no tiene que ser un turbio desahogo, una bacanal irracional o una matanza catártica.

Tampoco ha de ser una patochada propagandística, como la de esa chirigota «fake» reventada por el público hace unos días (cantando y riendo, como debe ser) en el teatro Falla. No ya por su contenido (una torpe apología del santoral conspiranoico y voxero: vacunas, chemtrails, negacionismo climático…), ni porque apenas supieran cantar ni ajustarse a los estrictos cánones de la chirigota (ese cachondeo elevado a religión o arte), sino, sencillamente, porque les faltaba lo principal que hay que tener en Cádiz: ingenio y buen humor.  

Porque fíjense que hasta para ser malo hay que ser bueno. Un buen iluminado habría de serlo tanto como para cachondearse – en carnaval – de sus verdades infinitas. Un conspiranoico verdadero habría de serlo tanto como para pensar en la guasa que tendría un plan para fabricar conspiranoicos. Y un carnavalero de ley habría de serlo tanto como para reírse de la que se ha formado, del escándalo de los puristas, y de la chirigota que se va a hacer de todo ello en la calle.

El carnaval, como casi todo, es política, de uno u otro signo. Y a veces arte, de una u otra manera. Pero principalmente es risa libre y franca; es el pueblo riéndose del Pueblo y de los iluminados que aspiran a dominarlo; es el propio carnaval riéndose del Carnaval y de los capillitas que aspiran a controlarlo; y es el juego libre del juego social bajo un único, omnipresente, infalible y todopoderoso rey: su majestad la gracia. No la de Dios, sino la de Cádiz, que no tiene que andar muy lejos.  

 

Entradas por categorias

acoso escolar (1) alienación (6) alma (7) amor (24) Antropología y psicología filosóficas (101) Año nuevo (5) apariencia (1) arte (55) artículos ciencia (9) artículos ecología (20) artículos educación (154) artículos educación filosofía (63) artículos educación religiosa (3) artículos estética (36) artículos Extremadura (6) artículos libertad expresión (16) artículos nacionalismo (9) artículos parasofías (2) artículos política (216) artículos prensa (70) artículos sexismo (24) artículos sociedad (45) artículos temas filosóficos (27) artículos temas morales (137) artículos toros (3) Ateneo Cáceres (21) belleza (4) bioética (13) Blumenberg Hans (1) bulos (3) Byung-Chul Han (1) cambio (1) carnaval (7) carpe diem (1) ciencia y religión (11) cientifismo (6) cine (2) ciudadanía (10) colonialismo (1) conciencia (6) conferencias (4) Congresos (2) constructivismo social (1) consumo (3) Conversaciones con el daimon: tertulias parafilosóficas (2) Correo Extremadura (49) Cortazar Julio (1) cosmopolitismo (1) creativamente humano. (1) Crónica de Badajoz (1) Cuentos filosóficos (21) curso 2017-2018 (1) Curso filosofia 2009-10 (1) Curso filosofia 2010-11 (47) Curso filosofía 2011-2012 (73) Debates en la radio (2) decrecimiento (3) Defensa de la Filosofía (40) deporte (6) derechos humanos (1) Descartes (1) desinformación (3) Día mundial de la filosofía (2) diálogo (6) Diálogos en la Caverna (19) Didáctica de la Filosofía (7) dilemas morales (17) Diógenes (1) Dios (4) drogas (4) dualismo inmanentista (4) dualismo trascendentalista (1) ecología y derechos de los animales (31) economía (24) Educación (265) El País (4) El Periódico Extremadura (321) El Salto Extremadura (1) eldiario (31) emergentismo (2) emotivismo ético (2) empirismo (2) enigmas lógicos (4) entrevistas (3) envejecimiento (2) Epicuro (1) Epistemología (14) escepticismo (1) espacio (1) Estética (92) Etica (10) Ética (221) eurocentrismo (1) Europa (2) evaluación (1) Eventos (1) existencialismo (3) falacias (5) familia (2) fe y razón (7) felicidad (9) feminismo (33) fiesta (4) Filosofía (31) Filosofía de la historia (3) filosofía de la religión (15) Filosofía del derecho (3) Filosofía del lenguaje (9) filosofía fuera del aula (1) Filosofía para cavernícolas en la radio (15) Filosofía para cavernicolas. Radio. (1) Filosofía para niños (5) Filosofía política (316) Filosofía social (58) filosofía y ciencia (19) filosofía y patrimonio (1) filósofos (1) flamenco (4) Gastronomía (1) género (21) Hermeneútica (1) Hipatia de Alejandría (1) Historia de la filosofía (4) Historietas de la filosofía (2) horror (3) Hoy (2) Humano (1) Humano creativamente humano (4) Humor (7) idealismo subjetivo (2) ideas (3) identidad (4) ilustración (1) Imagen y concepto (7) inmigrantes (8) intelectualismo moral (5) inteligencia artificial (6) Introducción a la filosofía (30) Juan Antonio Negrete (5) juego (3) justicia (7) Kant (4) laicismo (1) libertad (7) libertad de expresión (20) libros propios (3) literatura (2) Lógica (10) Los Simpsons (2) Marx y marxismo (3) matemáticas (4) materia y forma (5) materialismo (14) Medios de comunicación (539) meditación (1) memoria histórica (3) mente (7) metáfora (1) miedo (6) mito de la caverna (1) Mitos (12) modernidad (9) monismo inmanentista (10) monismo trascendentalista (2) monstruo (1) movimiento (1) muerte (4) multiculturalismo (2) música (5) nacionalismo (22) natalidad (1) naturalismo ético (5) navidad (9) Nietzsche (2) nihilismo (2) nominalismo (1) ocio (1) olimpiadas (2) Ontología (49) orden (1) Oriente y Occidente (1) Paideia (3) pansiquismo (3) Paradoxa (1) Paradoxa. (1) parasofía (2) Parménides (2) PDFEX (10) pensamiento catedral (1) pensamiento crítico (8) Pensar Juntos (1) platonismo (17) podcasts (1) positivismo (1) postmodernidad (1) pragmatismo (2) Presocráticos (2) problema mente cerebro (6) prostitución (5) psicopolítica (14) publicidad (2) público-privado (1) racionalismo ético (3) rap (2) Red Española de Filosofía (1) relativismo (4) religión (27) respeto (1) Reuniones en el cavernocafé (28) Revista Ex+ (2) romanticismo (1) ruido (2) salud mental (1) Schopenhauer (1) Semana santa (4) sentido de la vida (7) sexismo (20) sexo (4) Sócrates (3) sofistas (2) soledad (2) solipsismo (1) Taller estética (6) Talleres filosofía (5) teatro (9) tecnología (14) Teología (7) terrorismo (5) tiempo (3) tolerancia (1) Trascendentalismo (6) turismo (3) utilitarismo ético (1) Vacío existencial (1) viajes (2) violencia (18)

Archivo del blog

Cuevas con pasadizo directo

Cavernícolas

Seguir en Facebook