miércoles, 31 de octubre de 2018
La obediencia querida
En ausencia de un Dios que seduzca y obligue paternalmente a las conciencias (como en la Edad Media o en las –todavía– ummas islámicas) están la seductora «auctoritas» del experto que, como en el experimento de Milgram, dirige nuestra voluntad en nombre de la Ciencia, o –la otra fuente de moderna seducción pseudorreligiosa– la retórica falaz y cargada de mitología pedestre del demagogo iluminado (Bolsonaro, Trump, Le Pen…) que nos llama a creer y obedecer. Hay una sola manera posible de enfrentarse a esto (y de legitimar, de paso, al poder): educar a la ciudadanía en el hábito del pensamiento riguroso, libre y crítico. Solo una ciudadanía empoderada (empoderada de criterio propio) y no sensible a otro poder que el de la convicción racional es inmune a la seducción de tecnócratas y demagogos. Solo ella estaría a salvo de querer lamer, voluntariamente, el zapato de nadie. ¿Entienden ahora la manía que suele tener el poder instituido a la educación crítica y filosófica? Para él siempre es mejor la obediencia querida... De esto trata nuestra última colaboración en El Periódico Extremadura. Para leer el artículo completo pulsar aquí.
domingo, 28 de octubre de 2018
La filosofía: ni de rojos ni de curas.
Aquí tenéis el enlace de la entrevista que nos concedieron, en El Periódico Extremadura, a mi y otros tres compañeros, en torno los cambios curriculares que, en Extremadura, vuelven a dar un lugar digno a la enseñanza de la filosofía y la ética.
miércoles, 24 de octubre de 2018
La filosofía mola mazo.
A los que nos dedicamos a la enseñanza de la filosofía nos cuesta reconocernos en el escaparate mediático (tenemos el complejo de que nuestra disciplina es rara y minoritaria). Pero ahí estamos, por extraño que parezca. Y no solo por la reciente propuesta del Congreso para recuperar el estatus educativo de la materia, sino también porque, en general, la filosofía está en auge.
Desde las series de TV (como la popular Merlí) a las más rancias instituciones (como la que acaba de conceder el Princesa de Asturias a Michael Sandel, un filósofo cuyas clases en Harvard son seguidas en red por millones de personas), pasando por la proliferación de nuevos e imaginativos eventos (como los festivales de filosofía) o el lleno de alumnos en las facultades, la filosofía está… que se sale.
No debería extrañar a nadie. Al fin y al cabo, es en filosofía donde se discuten los asuntos más molones del mundo. A veces les pregunto en broma a los chicos que qué es, según ellos, lo más importante para ligar. Todos reconocen que el atractivo físico o la simpatía tienen importancia, pero que lo decisivo viene cuando el objeto de sus deseos abre la boca y empieza a “decir cosas”. ¿Y que “cosas” son esas tan interesantes de las que tiene que hablar alguien para seduciros? – les pregunto yo – . No hay ni una, de todas las que me cuentan, que no refiera o refleje un asunto filosófico... De esto trata nuestra última colaboración en El Periódico Extremadura. Para leer el artículo completo pulsar aquí.
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miércoles, 17 de octubre de 2018
Ludópatas y viciosos
Caravaggio, Los jugadores de cartas. C. 1594 |
jueves, 11 de octubre de 2018
Deseo de ser Peter Pan
En la vida de algunas civilizaciones la superación
de un periodo “infantil” inicial – ese en el que se confía en
mitos y en paternales poderes divinos – es condición del
desarrollo de conocimientos, ideales y prácticas más maduros y
racionales. Pero también se dan épocas de crisis y desesperanza en
las que, ante el descrédito de valores e ideas (religiosas,
científicas, filosóficas), parece que se retrocediera a esa primera
etapa infantil.
Son esas épocas – ¿como la nuestra? – en las
que, confundiendo lo arcaico con lo arcádico, se idealizan los
(siempre míticos) orígenes. La “ecología profunda”, el interés
por las culturas ancestrales, los nacionalismos, el neorruralismo
o el prestigio de lo “natural” podrían ser, quizás,
síntomas actuales de esa búsqueda de sentido en una presunta y
perdida Edad de Oro.
Otro rasgo aparente de puerilidad es el gusto, tan
infantil, por lo novedoso y exótico, algo que, además, encaja
perfectamente con la economía de consumo. Desde la moda a la
religión, pasando por las relaciones personales o la política, la
gente se encandila – como niños en un mercado – con todo lo que
es “nuevo” y excita nuestra dimensión más sensual.
En general, este infantilismo se puede observar,
hoy, en la manera de vestirse (siempre joven tengas la edad que
tengas), en la pintura y el arte (en busca de la presunta “libertad
creativa” del trazo infantil), en la educación (lo lúdico por lo
lúdico), en la decoración de las nuevas empresas (con sus espacios
recreativos para empleados), o en el ocio consagrado a juegos
y espectáculos (el deporte de masas, el “reality” televisivo...)
consumidos tanto y tan intensamente que – como los juegos
infantiles – llegan a suplir a la realidad misma. ¿Habrá algo
más infantil – por ejemplo – que los saltos y gritos de un
hincha de fútbol dándolo todo al amor incondicional por su club?
En un sentido más profundo la gente se aniña
conscientemente con los productos de las “parasofías” o las
religiosidades “new age” más en boga. Este “psico-infantilismo”
se manifiesta en el culto (impostado, claro) por la emocionalidad, la
espontaneidad o la vivencia concentrada del presente (y el
correspondiente rechazo de lo intelectual, artificioso,
planificado...). Existe el mito de que los niños viven desde la
emoción, sin ápice de reflexión, y en una suerte de presente casi
absoluto (como los animales). El “mindfulness”, las técnicas
orientales de meditación y control del cuerpo, o los talleres de
“inteligencia emocional” prometen esta especie de nirvana
infantiloide como medio para lograr el bienestar individual
(la única meta que realmente importa a los niños, y también al
occidental moderno). Otras veces, lo que se promueve – por ejemplo
desde algunas técnicas y libros de autoayuda – es la
ilusión de omnipotencia de la voluntad, otro de los aspectos típicos
del narcisismo infantil.
Más grave aún resulta constatar este mismo
infantilismo en la suplantación de lo moral por lo psicológico.
Observen, por ejemplo, como típicos “vicios” morales como la
pasión por el juego, el sexo o las drogas, o estados de ánimo
comunes, como la tristeza o la angustia se interpretan actualmente
como adicciones y psicopatologías de las que, como pobres pacientes,
nos tiene que librar el terapeuta (o el gurú) de turno. El lenguaje
nos delata: ya no existen cosas “buenas” o “malas”, ahora
resulta que son “sanas” o “tóxicas” y, por tanto, un asunto
de técnicos externos, y no de personas responsables de sí mismas.
Al infantilismo de una moral psicológicamente
anestesiada le sigue la actitud política no menos pueril por la que
al interés por los asuntos públicos (propio de una ciudadanía
madura) lo sustituye la condición infantil del votante que – a
semejanza del cliente o consumidor – se limita a exigir y quejarse,
y al que hay que engañar con cuentos y promesas para lograr su
aprobación y su voto.
Tras todo esto late la ideología de una
“positividad” entusiasta (suspicaz ante toda crítica o duda) que
otorga valor a lo insignificante (el “disfrute de las pequeñas
cosas”), la inmadurez (“sacar al niño que llevamos dentro”) y
la trivialidad (“la vida no es más que un juego”)...Tremendo.
Resulta que tenemos a Peter
Pan – el niño que no quería crecer – como modelo. Pero no
querer crecer
– ojo – es cosa de niños enfermos.
Y también, a lo que se ve, de adultos que no quieren serlo.
Para leer la versión publicada de este artículo en El Periódico Extremadura, pulsar aquí.
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jueves, 4 de octubre de 2018
Subrogación, prostitución y moralina.
Sobre esto trata nuestra última colaboración en El Periódico Extremadura. Para leer el artículo completo pulsar aquí.
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