Este artículo fue originalmente publicado por el autor en El Periódico Extremadura.
Dice el Papa que el rechazo al inmigrante
es pecado. Y el Banco de España que hacen falta muchos más inmigrantes para
sostener económicamente al país. ¿Entonces? Si la llegada de inmigrantes no
genera más que ganancias (celestiales y terrenales), ¿a qué viene tanto
alarmismo histérico, con invocaciones al Ejército incluidas? La respuesta está clara:
el miedo al inmigrante reporta votos, y hay quienes no tienen el menor
escrúpulo en criminalizar a los más débiles e indefensos para lograr esos
votos.
Hay que recordar de nuevo que la inmensa
mayoría de los inmigrantes vienen a este país a hacer los trabajos – los más duros,
ingratos y mal pagados – que ya no queremos hacer los nativos. Hablar de
deportaciones masivas no solo es, pues, moralmente repugnante, sino de una
hipocresía que clama al cielo: ¿quién quiere realmente expulsar a los mismos
que cuidan a nuestros padres e hijos, limpian nuestras casas, asfaltan nuestras
carreteras, nos sirven en el bar, recogen nuestras cosechas o dan un poco de
vida a nuestros pueblos moribundos?
Algunos se empeñan en subrayar que su
inquina es contra la inmigración ilegal, pero esto es otra muestra insoportable
de cinismo y falta de empatía. La inmigración ilegal (de la que tanto se
aprovechan algunos) es producto de la necesidad, no de una malvada elección de
los inmigrantes. Todos sabemos que apenas existen cauces practicables para la
inmigración legal, y todos sabemos que, de estar en el caso de esos
inmigrantes, haríamos exactamente lo mismo que ellos…
Es igualmente confundente la constante
alusión a las mafias, como si ellas fueran la causa de la inmigración ilegal y
no simples parásitos que se aprovechan de ella. Hablar continuamente de mafias
solo sirve para desviar la atención de las verdaderas causas sociales,
económicas y políticas del fenómeno migratorio.
Y finalmente está el peor y más peligroso
ardid: el de ocultar dichas causas bajo la retórica nacionalista. Así, desde la
perspectiva de algunos, la inmigración no va de gente deseosa de prosperar
huyendo de la miseria y la guerra (¡como hacíamos nosotros mismos tiempo ha!),
sino de extraños que vienen a subvertir nuestras costumbres y a acabar con la
cultura patria. Este planteamiento mendaz demuestra, por cierto, el tipo de
trabajador que ciertas élites desearían realmente: uno que no solo trabajara
por lo mínimo y en condiciones precarias, sino que además se sometiera sin
rechistar a las costumbres y creencias de sus «amos».
La llegada de inmigrantes puede ser, en
fin, un asunto complejo y problemático, pero que hemos de abordar
constructivamente, no solo por razones morales, sino por la cuenta que nos
trae, evitando planteamientos demagógicos, hipócritas y falaces, más aún cuando
con ellos se juega con la dignidad y el porvenir de personas desesperadas que
no vienen más que a trabajar para nosotros. La miseria material no se elige, la
moral sí. No seamos moralmente más miserables que los que, en sentido material,
no pueden elegir no serlo.
Nunca la verdad ha sido tan aplastante, es decir, sin recodos y sin temores, por resaltarlas al amparo de la justicia natural que proclama su propia esencia
ResponderEliminarGracias por esa valiosa y valiente afirmación.
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