viernes, 16 de diciembre de 2011
¿Aprender por disciplina o por entusiasmo?
Esta mañana encontré a algunos de mis alumnos de bachillerato afectados (por suerte, solo un poquito) por el resultado de sus evaluaciones. Apenas les pregunté, se inculparon en seguida de su "fracaso" (es decir, de sus malas notas). Se veían a sí mismos como vagos, sinvergüenzas, inútiles y/o tontos de remate. Según ellos mismos, "solo pensaban en divertirse, y les faltaba la voluntad y el espíritu de sacrificio necesario para ser buenos estudiantes". Ese era su propio diagnóstico (y lo decían con algo parecido a la convicción). Naturalmente, ese diagnóstico era copia exacta del que les habían comunicado sus profesores, y aún más exacta de lo que esos mismos profesores dijeron de ellos en la sesión de evaluación (en la que yo mismo estuve presente).
Según mis compañeros (¡pedagogos profesionales!), el diagnóstico del fracaso (es decir, las malas notas) de sus alumnos se resume (invariablemente) en:
(a) La responsabilidad es al 100% del alumno (bueno, de vez en vez, se cotillea un poco de sus circunstancias, sobre todo si son morbosas). Y por supuesto nunca, NUNCA, del profesor, del planteamiento de la asignatura, del funcionamiento del instituto, o de otros mil elementos didácticos (que ni siquiera se tratan).
(b) Los alumnos suspendidos se dividen en dos categorías: (a) vagos, revoltosos, sinvergüenzas, faltones, etc.; (b) tontos, cortitos, incapaces, etc.
De otro lado, la "sofisticada estrategia didáctica" para resolver el problema se reduce, a su vez, a:
(a) Cambiarlos de sitio para que no hablen (El principal problema, por supuesto, es que los alumnos...¡hablan! --algunos profesores se quejan, además, de que...¡preguntan, impidiendo que se avance!--; el alumno modelo es, pues, el que no abre la boca y solo habla cuando quiere el señor profesor...).
(b) Hacer comprender a los vagos y revoltosos lo necesario de la disciplina, y que las clases y el estudio, como el trabajo, no tienen nada que ver con la diversión (Un profesor decía en la evaluación, con toda naturalidad, que "qué se habían creído sus alumnos, que a las clases no venía uno a divertirse y pasarlo bien" --sino, es de suponer, a sufrir, porque aprender, claro esta, es un suplicio, no una disposición natural de las personas...)
(c) Dejar a los tontos que por sí solos se estrellen y se retiren… Eso si son solo tontos. Los que además tienen problemas serios diagnosticados puede ser que, además, "tengan mucho rollo", como decía hoy una tutora a propósito de un alumno suyo, con un trastorno psiquiátrico grave (el argumento de la tutora era, por cierto, para emigrar a Finlandia: "es que el otro día --decía-- me llamó la atención por llegar tarde, ¡a mí!, qué descaro, a ese no le pasa nada, mucho rollo es lo que tiene, cuando sea mayor comerás huevos, le dije, claro, etc." ).
En fin. Afectado yo mismo al recordar toda esta sarta de estupideces (oídas una y otra vez, cada tres meses, desde hace muchos años), no pude ni quise evitar desahogarme con mis alumnos. Les dije (aunque la mayoría, por suerte, ya lo saben) que ni son inútiles, ni tontos. Y que justo por no ser tontos, se mostraban vagos hacia lo que no les interesa un pito. Les alabe la inteligencia por querer divertirse por encima de todo, y les tuve que confesar (sin ningún esfuerzo por mi parte) que yo también lo que he querido siempre, por encima de todo, es pasármelo BIEN.
Y me vi entonces en la gozosa obligación de contarles algo de mi vida. Tras narrarles mis múltiples “fracasos” en el bachillerato y mi “caótica” trayectoria como adolescente, les confesé aquella determinación que tomé un día, cuando tenía más o menos su edad, y que aún hoy mantengo. Qué TODOS LOS DÍAS FUERAN SÁBADO. Es decir: hacer cada minuto LO QUE QUISIERA, y no hacer nunca NADA POR OBLIGACIÓN, sino solo POR PURO ENTUSIASMO. Si vivir era otra cosa que eso, la vida no merecía la pena. Eso pensaba, y eso sigo pensando.
A continuación surgió una discusión acerca de qué significa “divertirse” o “pasarlo bien”. Algunos pensaban que divertirse era evadirse de los problemas, despreocuparse y vivir sensaciones. Otros pensábamos que divertirse era vivir a fondo la vida (con sus problemas), ocuparse de cosas interesantes, y no conformarse con las meras sensaciones…
Al hilo de esto, comentamos el caso de la protagonista de una película ("Precious") que los alumnos habían visto recientemente. Era una chica de clase muy baja, que había sufrido tanto en la vida que se sentía apenas un animal, y que cuando pudo estudiar (con la ayuda de una profesora algo diferente de muchos de los evaluadores que yo conozco) descubrió, sorprendida y entusiasmada, que el mundo que dolorosamente conocía era solo una ínfima parte del mundo que iba descubriendo cada vez que aprendía una palabra nueva... Moraleja: el que no sabe, donde hay una tiza solo ve una tiza. El que aprende y sabe, donde hay una tiza (o una cara, una palabra, una idea, o lo que sea) ve cien cosas, o mil, o un millón. Y así multiplica su vida por cien, por mil, o por un millón. Eso es VIVIR A TOPE. No hay más motivo que ese para no ser vago, es decir, para ENTUSIASMARSE por aprender.
Con esta historia acabó la clase. Me marché y dejé a mis alumnos que, por ser sabios y no dejarse afectar por tonterías, volvían a reír y alborotar como siempre, resistiéndose aún (antes de que se conviertan en algo parecido a sus profesores) a la estupidez CONTRA la que tienen (ellos solos, ay) que formarse cada día…
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uff que película...
ResponderEliminarAunque el final no es tan cerrado como a mi me gusta y te deja un poco en el aire XD
Pero de verdad recomiendo que la veáis porque merecerá la pena :)
Nerea. Impresionante la peli, ¿eh? Y el cambio que puede experimentar una persona cuando se le da una verdadera oportunidad (cosa que casi siempre tiene que ver con encontrarse con personas como la maestra).
ResponderEliminarNerea. Impresionante la peli, ¿eh? Y el cambio que puede experimentar una persona cuando se le da una verdadera oportunidad (cosa que casi siempre tiene que ver con encontrarse con personas como la maestra).
ResponderEliminarSi que es impresionante si jeje
ResponderEliminarme ha encantado la verdad :)
Pero qué positivo que eres Victor, cómo te envidio.
ResponderEliminarSin embargo, la frase "...no conformarse sólo con sensaciones..." vuelve a delatar tu, no sé por qué, enorme aversión a lo que comúnmente llamamos emociones. ¿Acaso cuando disfrutas de la vida "aprendiendo" en realidad no estás "sintiendo" algo agradable?.
Un abrazo y felicidades, aunque calladita sigo leyéndoos y este año tienes muchos alumnos animados escribiendo en el blog. A seguir así...
Hola Sandra, al fin reaparaces, rapaza.
ResponderEliminarMi aversión no es a las emociones, sino a la falsa idea de que las emociones son, por sí mismas, un criterio para actuar o para identificar lo "bueno" de la vida. Lo bueno no es lo que nos agrada o nos hace felices, sino justo al revés: lo que nos agrada y nos hace felices es lo bueno . Y no es nada fácil ni espontáneo averiguar qué es lo bueno, por eso no es un asunto emotivo averiguarlo.
Un abrazo de árbol de navidad. Y a ver si estamos menos calladita!
Bueno, es que dicen que se aprende más escuchando que hablando, y en ello estoy; aunque a veces me cuesta no hacer comentarios sobre algún tema que propones.
ResponderEliminarEs un discurso peligroso el de "lo que nos agrada y nos hace felices es lo bueno",¿no crees?;espero que a ti no te "ponga" ir apaleando gente, por ejemplo...
No soy creyente pero me encantan las bolitas de colores brillantes,como las del árbol de Navidad, así que recibo con agrado el abrazo, te envío uno lleno de cintas de espumillón plateadas, je, je... que pases buenas vacaciones de invierno.
Sandra: Igual me he expresado mal, pero creo que he dicho justo lo contrario. Lo bueno no es lo que nos agrada por agradarnos (así pensaría un emotivista), sino que lo que nos agrada es lo bueno porque es bueno. O lo que es igual: las cosas no son buenas porque nos agraden, sino que nos agradan PORQUE SON BUENAS. Espero haberme aclarado ahora mejor. Un abrazo, cacho de hereje (¿No crees en el niño Jesús y crees en el Individuo, el Pueblo, y cosas igual de increíbles? :=))
ResponderEliminarbuena reflexión,cuando uno aprende tiene el poder de elegir y eso genera entusiasmo que permite divertirse aprendiendo que genera conocimiento que te da el poder de elegir que te genera libertad que te hace tu vida divertida que te genera entusiasmarte que te hace desear conocer que te hace elegir...
ResponderEliminarbuena retahila, desde dentro, y buen y entusiasta ejercicio de libertad con el lenguaje; decían los griegos que el entusiasmo es la "pasión buena", la que nos vuelve activos (no pasivos ni padecientes, como con la "pasión mala"),la que posee a los poetas inspirados, como tú. un abrazo
ResponderEliminarJa, jaa, jaaaa... Hace no mucho tiempo te habría contestado que sí, pero a día de hoy ya no creo ni en lo que toco. Además de hereje soy descastá, desilusioná, descreída, y todos los "des" que se te ocurran. Debe de ser la edad...
ResponderEliminarUn abrazo, pero sin mucha fe, je, je..
Qué va a ser la edad, Sandra; va a ser que eres una creyente muy exigente con sus ilusiones y creencias. Solo alguien así puede sentirse desilusionado y descreído como tú.
ResponderEliminarun abrazo.
pd.: lo de la fe tampoco te preocupes, la tienes a raudales, pero invertida (invertida en creer con todas tus fuerzas que no hay nada en que creer, pero ya te advierto de que eso no te lo crees ni tú)
Víctor, revisa tus faltas de ortografía, tienes muchas para ser un profesor.
ResponderEliminarNo es por nada pero creo que por lo menos has podido decir tú nombre ...
ResponderEliminarEs muy fácil tirar la piedra y esconder la mano
No te enfades, Nerea, debe ser modestia, o humildad. Y ya le vale ser humilde, pues hay que ser animal (en sentido literal) para quedarse mirando el dedo en lugar de aquello a lo que señala. Por cierto, aprovecho la ocasión: otra seña de identidad casi infalible de los evaluadores mediocres es acudir a las faltas de ortografía (esa suma casposa de arbitrariedades que los académicos reformulan cuando no tienen nada mejor que hacer).
ResponderEliminarY gracias por la crítica de todos modos, menos da una piedra.
Mi nombre, el nombre de la...
ResponderEliminarVíctor,¿tú eres humilde?
Víctor, ¿tú te señalas a ti mismo o sólo a los demás?, ¿es eso un signo de humildad?
Por cierto Nerea, yo lo que tengo que decir lo digo de frente. No necesito escribirlo aquí.
Sí, es contradictorio quizá que lo haga en este momento, se puede hacer filosofía barata al respecto, pero lo que intento hacer sobre todo, es no herir para "defender" una postura.
Yo lo que haría sería enfrentar lo que no me gusta, o lo que me parece injusto, de frente, diciéndole al que creo que no lo hace bien, eso que supuestamente no hace bien.
Creo, Victor, que equivocaste tu profesión, serías un excelente psicólogo (con lo que a ti te gustan, je, je...).
ResponderEliminarPensaré en ello.
Un abrazo y gracias por insuflarme ánimos y darme que pensar cada dos por tres...
Hola Anónimo.
ResponderEliminarA ver, yo señalo lo que me parece una práctica general en las evaluaciones. Y aunque hay honrosas excepciones, la mayoría de mis compañeros (y posiblemente yo en algunos momentos) actúa ASÍ, con la más absoluta autocomplacencia (o, siendo caritativos, inconsciencia). Es más, cualquier observación crítica al respecto, hecha "de frente", como tú dices (cualquier intento de dar un giro pedagógico a las sesiones de evaluación, de acallar los cotilleos, de censurar la burla y desprecio a los alumnos, o de insinuar la más mínima exigencia de responsabilidad al profesor) conduce invariablemente a la condescendencia, el escándalo, la hostilidad o la más pura indiferencia, nunca a un debate sereno y constructivo sobre el asunto. Si esta entrada sirve para eso, ya me puedo dar con un canto en los dientes. Ahora bien, debatir no es intentar zaherir acusando al que acusa de algo ajeno a lo que se trata (y menos, con una chorrada como las faltas de ortografía). Así que, si quieres, déjate de chorradas y de rodeos, coge la cuestión de frente y defiende tu postura.
Un saludo.
Hola Sandra.
ResponderEliminar¡Uy, lo que me ha dicho! ¡Psicólogo!... De eso nada. Lo que te digo, intento decírtelo desde la pura lógica (y no desde esa mezcla de pseudomoral y pseudociencia que destilan los psicólogos).
Un abrazo. Tú también nos haces pensar a todos, asi que por muy descreída que te creas no dejes de ser deslenguada y pasarte por aquí cuando quieras.
seguro que no sabes que la diferencia entre entusiasmo y pasión te la escuche a ti, y todo me encajó, gracias,
ResponderEliminarmide tus palabras deslenguado, brilla sin pisar al resto, si te molesta lo de psicólogo, seguramente es porque tienes que mirarte algo, jejej, nada molesta si no nos toca.besitos
ResponderEliminarquedó serio el comentario anterior, pero esta escrito con una sonrisa en los labios y desde el cariño, aix.
ResponderEliminarya lo sé, guapa. Y hala, veme dando hora pa discutir de todo esto. un besito
ResponderEliminarHola Víctor.
ResponderEliminarCuando te vea te diré todo lo que pienso. Y chorradas las dirás tú.
Hasta ahora he leído aquí a muchos alumnos, aportando ideas y preguntas brillantes.
ResponderEliminarHa tenido que aparecer este cobarde anónimo, segurísimamente uno de esos profesores que lo saben todo y que es inevaluable (porque estaría suspenso) para encontrarme con lo que siempre le recomendaría a los alumnos que no imitasen (aunque seguramente ninguno de ellos caería tan bajo).
Es el mejor argumento de que la entrada de Victor tiene toda la razón.
¡En fin, estos dinosaurios tendrán antes o después que dejar paso a las nuevas generaciones, y espero que estas hayan aprendido de personas como Victor lo bueno, y de personas como Anónimo, lo menos bueno.
Gracias, Juan Antonio. Y Anónimo, estaré encantado de oír tu opinión y tus argumentos (aunque es una pena que no los expongas aquí, públicamente, como hago yo, para que todos podamos evaluar quién es el que dice chorradas).
ResponderEliminarSaludos.
Juan Antonio, ¿eres el que estaba relacionado con Méjico? Me parece que me suena tu cara.
ResponderEliminarQue no, que no soy cobarde, que aquí soy anónimo, y lo soy porque todavía no le he dicho a Víctor lo que le tengo que decir.
¡Ah!Juan Antonio, ¿tú eres de las nuevas generaciones? Yo, no se si seré dinosaurio o no, pero no me creo con la verdad absoluta como vosotros.
De cobardes es no decir lo que se piensa en el momento de la evaluación, callar con argumentos y dar la opción a que te repliquen.
Vuelvo a decir, que no comparto evaluación con Víctor, por tanto no me identifico con ese mensaje, pero por cierto, él está criticando a diestro y siniestro, y haciendo uso de ironías a veces(muchas veces) es cruel, pero claro cuando lo hace él es una broma.
Anónimo,
ResponderEliminartengo la misma experiencia que Víctor en cuanto a que, pretender hacer autocrítica en una evaluación, es algo casi imposible. Por otra parte, me parece completamente legítimo hacer crítica también en un foro público, como este, donde todos pueden evaluar argumentos y ofrecerlos.
Lo que he visto de tu parte no es ni ironía contextualizada ni, menos aún, algo que remotamente parezca un argumento. No entiendo por qué te sientes legitimado a participar para atacar a alguien que argumenta pero no te encuentras urgido a ofrecer argumentos. Si tu deseo es ofrecérselos a Víctor en privado, ofrécele también en ese ámbito tus insultos. De momento lo que has hecho es insultar a los demás participantes de este lugar, intentando desacreditar al autor del blog sin darnos a los demás ocasión de evaluar tu propuesta, y todo eso desde el anonimato.
Insisto, sería mucho más elocuente por tu parte que nos dijeses en qué está equivocado el diagnóstico de Víctor, aunque al hacerlo incluyeses finas ironías o chistes (que sean mejores, a ser posible , que el de mi apellido y Méjico)
Juan Antonio, no sé tu apellido. Lo que te he dicho de Méjico te lo decía porque te pareces a alguien que sí tenía relación con Méjico.
ResponderEliminarDe momento a Víctor no lo he insultado, creo yo. Y no sé por qué los demás os podéis sentir insultados. ¿Es que acaso sólo aceptáis aquí vuestra opinión?
Para opinar hay que escuchar todas las partes.
Que, parece ser, algunos no se sienten dinosaurios (y se lo llaman a los demás), pero les gusta la vida de dinosaurio.
No quiero exponer mi opinión aquí, tengo mis razones para ello.
Por cierto, he visto el título de un mensaje sobre Finlandia (sólo he leído el título, no sé de qué va lo expuesto). A mí me gustaría que a los profesores nos evaluaran como en Finlandia, ¿y a vosotros?
Para terminar os tengo que recomendar un libro, Rebelión en la Granja.
Hola Anónimo.
ResponderEliminarEs un insulto (como mínimo a la inteligencia) atacar, o criticar, al autor de la entrada por una cuestión (la ortografía) absolutamente irrelevante para el asunto de que se trata (y, encima, no aportar nada, ni a favor ni en contra de lo que se discute, por lo cual resulta obvio que tu objetivo era desacreditar al autor en lugar de participar en la discusión). Así que te ruego que, o bien te animes a participar, ofreciéndonos tu opinión y tu visión de las cosas (porque aquí, como puedes comprobar, se aceptan TODAS las opiniones), o bien acabemos este rifirrafe un tanto estéril. En cuanto a lo de Finlandia, léete la entrada y, si quieres, lo discutimos allí. Gracias por la recomendación.
De otro lado, estoy totalmente de acuerdo con Juan Antonio en que es prácticamente inútil plantear estas cuestiones en una evaluación (estoy seguro de que tú mismo/a lo considerarías improcedente, al menos en ese momento). Muchas veces, lo más coherente que se puede hacer en ellas es no prestarse a la comedia (aunque eso signifique muchas veces el silencio), y otras hacer pequeñas críticas constructivas, con una diplomacia vaticana, para no perjudicar el interés de los alumnos, que es el objetivo inmediato de una evaluación. Lo que tengo clarísimo es que el cambio (en las evaluaciones y en muchas más cosas en educación) no va a venir fundamentalmente desde dentro, y que se precisa un debate público, en el que participen todos, incluyendo, por supuesto, a los alumnos. Ese es el motivo de mi entrada, y la aportación más constructiva de la que ahora mismo soy capaz.
Un saludo.
Bueno, paso de seguir aquí con esto.
ResponderEliminarSólo decirte que a mí lo que has hecho no me parece constructivo, porque nos metes en el saco a todos, y tú te eriges como el único que escucha a los alumnos y el que los comprende, el salvador. No sé si todos tus alumnos a lo largo de tu carrera profesional pensarán lo mismo. Lo digo porque cada persona es un mundo, y lo mismo a un alumno le pareces el mejor profesor que ha tenido en su vida y a otro todo lo contrario.
A ver, Anónimo, en un comentario más arriba ya te dije que hay, seguro, honrosas excepciones, pero que la mayoría, me temo, entiende las evaluaciones en el sentido en que yo las he descrito: la responsabilidad es por completo del alumno, los alumnos fracasados son, en su mayoría, o vagos o tontos ("desechos de tienta", entre otras lindezas, he oído repetir más de una vez a algún respetado compañero, entre las risas complacidas de otros tantos), lo malo de muchos alumnos es que no acepten que estudiar es lo opuesto a divertirse ("y que las clases no tienen que ser amenas", como dijo un experimentado tutor en la última evaluación a la que asistí, sin que nadie replicara nada, salvo yo), los buenos alumnos están calladitos (y el principal problema, muchas veces, es a quién sentamos con quién, para que no hablen), y etc, etc. Sin duda algunos tutores y profesores se toman mucho más en serio el trabajo de evaluar, pero suelen toparse con una tropa impaciente por acabar (aunque se toman todo el tiempo del mundo para cotillear de los asuntos personales del los alumnos --sus novias y novios, a que conocida familia de Mérida pertenecen, etc.-), que a menudo no dejan escuchar al que habla (haciendo justo lo contrario de lo que reprochan a sus alumnos), y que, en cualquier caso, se muestran, en la mayoría de los casos, insensibles a la más leve sutileza pedagógica (o son vagos redomados, o cortitos de entendedera y carne de módulo, no hay más que hablar). Si tú no compartes esta descripción, haz la tuya (aunque me cuesta trabajo aceptar que no la compartas, si llevas, como yo, trece años o más en el mismo Instituto).
ResponderEliminarDe escuchar y comprender a los alumnos, o de ser mejor o peor profesor en general (o de serlo yo en particular), no he hablado para nada aquí (eso sería otro debate, mucho más amplio). Así que, vuelvo a rogarte que, caso de seguir participando, te ciñas al tema y digas algo pertinente.
Bueno, o que "pases", pero de verdad.
Saludos.
Hola Víctor, veo que te incomodo porque no te sigo la corriente. ¡Ah! Para terminar ya con esto, te diré que en cuanto a lo de las faltas de ortografía deberías saber que si no le pones acento a ciertos verbos o palabras la frase puede cambiar (el mensaje es distinto).
ResponderEliminarNo voy a volver a escribir aquí.
Feliz Navidad
Anda, que vas a incomodar. Eres de lo más cómodo (y acomodaticio) que ha pasado por aquí, como que no has dicho nada (bueno, a lo sumo has puesto bien los acentos).
ResponderEliminarLa paz (que no la placidez) sea contigo
Que no, que no "tenteras", que no soy acomodaticio,en todo caso TÚ eres acomodaticio.
ResponderEliminarEs mi último mensaje.
Anónimo, con respecto a la ortografía:
ResponderEliminarLa mayoría de las normas ortográficas son pura arbitrariedad (los mejores textos del siglo de oro español, por ejemplo, obedecen unas normas mucho más laxas y son exquisitamente comprensibles). "Ambre" no cambia nada con respecto a "hambre", ni "raton" con respecto a "ratón", ni "voca" con "boca". Si aprendiésemos solo las normas que son útiles para no confundir palabras, nos ahorraríamos tres cuartas partes de esa casposa tonelada de normas...Por suerte los chicos no nos hacen ni puñetero caso y se entienden perfectamente, por ejemplo con sus sms, separando el grano de la paja ortográfica, y recordándonos que el lenguaje es un instrumento -vivo y cambiante- para comunicarse, y no el patrimonio de una élite de eruditos.
Hala, felices fiestas.