sábado, 21 de diciembre de 2013

El significado (filosófico) de la Navidad.

S. Botticelli. Navidad Mística (1501). Nacional Gallery.

Como todos los cuentos, el de la Navidad dice mucho más de lo que muestra a través de sus hermosas y emocionantes imágenes. Aunque su origen pueda relacionarse con los ritos de renovación del solsticio de invierno, la celebración cristiana aporta un significado nuevo y más profundo.

En el rito cristiano se celebra la llegada de un Salvador, un Dios-hombre que anuncia algo más que el renacimiento de la vida tras el invierno: el fin de toda falsedad, maldad e injusticia. En el lenguaje de los cuantos de hadas Jesús es algo parecido a un Príncipe (hijo del Rey), que fuera enviado a la gruta del deforme Dragón (el Mundo), a librarnos (a nuestras Almas que son la Princesa cautiva) de la oscuridad y el Mal en que nos hallamos, y conducirnos así al Reino, pues hijos de reyes (o de dioses) somos también nosotros.

Este mito (o estructura mítica) es más antiguo que el tiempo, pero ¿qué puede significar en el lenguaje de la filosofía? El Mesías o Príncipe salvador simboliza la Idea o Forma materializada (“hecha carne”). Tanto en el Mundo, en el que es la Estructura racional bajo la que éste resulta posible y adquiere sentido, como en el Lenguaje. En este último aspecto, el Salvador es el Verbo o “Lógos”, la enunciación de la Palabra (la Teoría) verdadera, “hija” o reflejo de lo Real (como el Príncipe es hijo o reflejo del Rey y Jesús lo es de Dios). Este “Lógos – Príncipe – Mesías” viene a liberarnos de la apariencia de realidad que es el tiempo, de la apariencia de verdad que es la ignorancia, de la apariencia de justicia que es el gobierno de los hombres... Filosóficamente hablando, Jesús es una personificación mítica de la Luz de la razón, es decir, de la Verdad. A esta Verdad que viene del Cielo (como la estrella que guía hacia Belén) para iluminar la tierra, se subordinan todos los poderes terrenos (la Fuerza y los instintos – los animales – , la pura Emotividad – la madre virgen – , la Voluntad – el laborioso José –, y la mera Inteligencia –los magos de oriente – )…

La Natividad celebra así la llegada o revelación de la Luz, o, si quieren, el Beso del Príncipe que devuelve al alma a la Consciencia. Este luminoso beso representa, a la vez, al Dios hecho Hombre, y al Hombre que se hace Dios. Simboliza, en suma, la Conmensurabilidad entre lo Divino y lo Humano. Esta misma idea, dada en una forma más pura y abstracta, es la que suponen el filósofo, o el hombre de ciencia, cuando buscan la Estructura que explica el Sentido de la realidad mundana: la milagrosa relación entre lo eterno de los principios racionales o las leyes de la naturaleza, y la temporalidad del Mundo a la que dichos principios y leyes dan forma. Esto simboliza la Navidad (y, quizá, todos los cuentos que contarse pueden): la supuesta y buscada Identidad entre lo Trascendente y este Mundo (en el) que soñamos...

Sin esta increíble Conmensurabilidad no solo no es posible la ciencia, o nuestra propia identidad como personas (sin suponer un vínculo con lo intemporal no podríamos ser el mismo ser de una navidad a otra), sino tampoco ese deseo de bondad y justicia que tantos tienen (o desearían tener). Para que tenga sentido ser buenos hemos de suponer que la vida es algo más que un puro hacer (y deshacerse en) tiempo; que hay una forma de ser humanos eternamente valiosa, a la que siempre y a todos nos convendría aspirar más allá de nuestros intereses mundanos. Esa “forma” que nos corresponde y el arquetipo moral en que se expresa puede imaginarse de un modo mítico o religioso – con la figura del Salvador que celebramos en estos días – pero también concebirse de modo racional, tal como lo plantea y discute la ética filosófica. Dado que en nuestra época no hay más arquetipo que el del pobre de espíritu (el millonario, el personaje famoso, el sofista encumbrado) nos conviene mucho celebrar una fiesta que, como la Navidad, enaltece – por muy ritual o formalmente que sea – justo el arquetipo contrario. Así pues: ¡Felices navidades a todos! O lo que es decir lo mismo – sin el imaginario del mito – : ¡Renovemos la certeza en la necesidad de la Verdad y la Justicia!

Rafael. La Escuela de Atenas (1510-12). Museos Vaticanos
S. Botticelli. Virgen con Niño y seis santos (1470) Galería de los Uffizi




viernes, 22 de noviembre de 2013

III Jornadas de Filosofía en la Calle. Badajoz, 23 de noviembre de 2013

Mañana sábado 23 de noviembre, volveremos a las calles a hacer lo que mejor hacemos: leer textos filosóficos, y dialogar sobre lo divino y lo humano (y especialmente sobre la propia filosofía y la nueva ley educativa) con todo el que quiera acercarse. Las lecturas comenzarán a las 12.30 en el kiosko de la Plaza de San Francisco de Badajoz. Antes, a las 10.30, habrá una conferencia del profesor Juan Verde, titulada "Historia del lenguaje ético", que se celebrará en el Colegio Universitario Hernán Cortés, también en Badajoz (Avenida Antonio Masa Campos, 26. Entrada libre). Tras las lecturas: música, convivencia, y todo lo que queráis. El acto está organizado por la Plataforma en Defensa de la Filosofía en Extremadura (PDFEX) y la Asociación de Filósofos Extremeños (AFEX), en coordinación con la Red Española de Filosofía (REF). Allí os esperamos.


lunes, 30 de septiembre de 2013

Viaje al centro de la noche. Filosofía para cavernícolas en Radio Nacional.

La periodista y cavernícola Amaya Prieto nos hizo el pasado sábado una deliciosa entrevista para el programa Viaje al centro de la noche, de Radio Nacional. No os la perdáis. Es la primera media hora del programa que tenéis aquí enlazado. Darle desde aquí las gracias a ella y a todo su equipo, incluyendo a los miembros de la redacción en Mérida (especialmente a Nono Blázquez), por apostar por un programa sobre filosofía, que recomiendo escuchéis entero. Fue un placer conversar a la tibia luz de las palabras en esa parecida penumbra que son la caverna y la radio...



sábado, 28 de septiembre de 2013

Taller de filosofía y estética en la Quinta del Sordo.


Tal vez saquen a la filosofía de las aulas, a golpe de decreto. Pero no hay ley en el mundo que pueda maniatar la necesidad de saber. Y como después de tantos intentos, en este blog no acabamos de saber qué es el arte o la belleza, aquí va el enlace al taller de filosofía y estética organizado por Quinta del Sordo y dirigido por el filósofo David Peidro. A ver si así.

jueves, 26 de septiembre de 2013

El cuento del Amor




Decía Oscar Wilde que cuando los dioses quieren castigar a los hombres, les conceden lo que desean. Siempre deseamos lo que no tenemos… Y cuando lo tenemos, ¡qué decepción!... Volvemos a desear otra cosa, ir aún más lejos, siempre, infinitamente, porque, como lloraba el poeta Luis Cernuda, el deseo es “una hoja cuya rama no existe (…), una pregunta cuya respuesta nadie sabe”. Somos el animal insatisfecho, siempre queremos más, porque estamos hechos de barro, pero también de esa sutil materia de los sueños. “Neti, neti”, decían los sabios brahamanes a cada respuesta o acción de sus discípulos, “no es eso, no es eso”. Nunca es exactamente eso lo que de verdad buscamos…

¿Qué nos hace tan disconformes? Sea lo que sea, es eso lo que nos mueve, lo que nos empuja a crecer. El movimiento es el modo que tenemos de ser los que aún no somos, los que aún no somos todo lo que realmente hemos de ser. ¿A qué este anhelo de ser más, de ser otro (y lo mismo) mejor, de buscar lo que nos falta, de comernos el mundo?

Buscar la perfección es saber que nos falta. Eso es fácil (basta mirarse al espejo de la conciencia un par de segundos), pero también es imposible: ¿como nosotros, barro inmundo, burbuja tan frágil, vamos a tener idea de esa perfección que nos falta y buscamos desde nuestro mismo improbable principio?...

Cuando una pregunta no tiene respuesta (o un deseo no tiene cura) lo mejor, siempre, es contar un cuento. Como este.

Cuenta el filósofo Platón que en un banquete de cuento, que celebraron unos nobles amigos en honor de uno de ellos (el más cuentista, pues era poeta), decidieron invertir la gracia y la luz del vino trasegado en hablar del amor. Y cuando fue el turno de Sócrates, éste contó lo que una sabia mujer, Diotima, le contó una vez acerca de lo que contaban del nacimiento de Eros, el dios del Amor. Cuenta este cuento de cuentos, que en un olímpico banquete, en que los dioses celebraban el nacimiento de Afrodita, diosa de la belleza (esa brillante faz con que espejean, aquí abajo, los celestes sueños), salió a tomar el eter, borracho de nectar, Poros, el dios de los recursos, y encontrose allí, en los jardines del palacio de Zeus, a la pobre Penia, diosa de la carestía que, olvidada por todos, vagabundeaba entre los restos del divino festín. Y he aquí que Penia, pobre pero no tonta, se aprovechó de la inconsciencia de Poros y solazándose con él concibió ese día un hijo, al que, por su naturaleza, pusieron de nombre Eros o Amor.

Esto es amor, dice Platón. El hijo de lo Mucho y de lo Poco, de la borrachera del Dios que Todo lo consigue y la mísera inteligencia de la Diosa que Nada tiene, de lo Perfecto olvidado de sí mismo y de la Imperfección consciente de sí. Este hijo, el Amor, heredó por su divino origen, el sueño de lo Uno y lo Completo, y, por parte de madre, la triste rémora de lo Partido y lo Cojo. Y desde entonces hecho cuerpo renquea y brinca por la Tierra atento a cada bella (y afrodisíaca) llamada del Cielo. Este Amor, en la forma de la flecha que nos excita y tensa por dentro, es el Alma que a los hombres nos habita, animándonos a hacer Uno lo que dolorosamente nos parece Dos, apuntando con bizco y tembloroso esfuerzo de arquero a lo que paternalmente nos llama, desde la caverna o valle que vacío habitamos a la vertical llanura de los sueños. Y eso, desde que Platón lo dijo, con luminosa y parecida borrachera a la del dios padre, y la inteligente mentira de las palabras con que su madre lo sedujo, eso es el Amor. Eso somos tú y yo.Y, por eso, ni tu ni yo. Quién lo pensó, lo sabe.     


miércoles, 4 de septiembre de 2013

Lo feo de lo bello. La belleza como ilusión.

¿Qué es la belleza en el arte? ¿Es esta posible? Decía Keats que las melodías no oídas son las más dulces. ¿Cuáles son las melodías no oídas? ¿Quiere esto decir que la verdadera belleza (¿?) no es cosa de este mundo sensible? ¿Qué belleza es, entonces, la que atribuimos a los objetos artísticos (todos ellos de naturaleza sensible)? Yo diría, quizás frívola y provocativamente (como también, a su modo, algunos artistas rabiosamente modernos), que la belleza y el arte son una inmensa falsedad, una sombra disfrazada de luz. Que lo bello, en fin, es profundamente feo. Veamos por qué.

El arte es producto de la imaginación. El artista (y también en cierto modo el espectador que contempla la obra) genera imágenes (visuales, auditivas, literarias...) con las que ordena los datos sensibles (colores, sonidos, otras imágenes...) de forma libre o autónoma, es decir, no necesariamente determinada por la percepción (el mundo externo) o la memoria (la tradición). Estas imágenes equivalen a ficciones, a mundos sensibles posibles. Pero esto obviamente no basta. La obra de arte tiene que añadir un “algo más” a la ficción (no toda forma de ordenar las sensaciones es artística o bella). Digamos que ese "algo más" es la belleza. ¿Qué podría ser si no? ¿Pero qué es la belleza? Supongamos que, por encima de lo “novedoso”, lo bello aporta a la imagen estética un grado de “perfección” con respecto a lo dado o recordado. La obra de arte representaría, así, una cierta perfección imaginaria de lo sensible. Esto es: una ficción en algún sentido más perfecta que lo que nos es dado a los sentidos. ¿Pero en que consistiría esta perfección? ¿Qué otro criterio o ley, si la hay, distinta a las del mundo sensible (y a las del mundo puramente inteligible), rige esta perfección o “belleza”? Aquí comienza una de las disputas más profundas en la filosofía del arte.

A mi juicio, la cuestión de lo bello en el arte podría analizarse (en términos muy generales) así:

(a) Lo bello no es mera cualidad externa de la imagen. A primera vista lo bello podría ser una cualidad puramente estética de la imagen, dependiente de una “gramática” de las sensaciones puras que, correctamente usada, produciría un supuesto efecto emotivo peculiar (el gusto). Para algunos, esto “libera” al arte de todo contenido ajeno a lo estético mismo y, además, le otorga una validez cuasi científica. Este enfoque “formalista” no parece, sin embargo, muy satisfactorio, por varios motivos que omito ahora. Visto así, el arte parece reducirse a algo meramente decorativo y placentero.

(b) Lo bello no solo atiende a la cualidad interna o significado de la imagen. Es cierto que el artista ha de tener algo que decir. De hecho, toda imagen representa o significa algo, exista o no la intención representativa. Suponemos, además, que una obra de arte no puede representar cualquier cosa (ni tampoco “puros” sentimientos, pues todo sentimiento depende de representaciones). La habilidad formal del artista al servicio de nimiedades solo genera retórica o cierto ingenio. Pero puesta al servicio de ideas e ideales más sublimes es poco más que ilustración o parábola. Por esto, este enfoque puramente “representacional” tampoco parece suficiente. El arte no es ni mera decoración (“todo” forma) ni mera ilustración (“todo” representación).

(c) Lo bello es una cierta cualidad de la relación entre lo imagen y la idea, aunque esto es problemático. La belleza –se dice— consiste en identidad entre forma y contenido, entre la imagen y lo representado. La imagen habría de representar con la mayor perfección y autonomía estética (formal) --no como mera ilustración-- aquello sumamente valioso o verdadero que representa (el ideal, la idea). Pero antes de nada: ¿cómo es esto posible? Imagen e idea son entidades dispares, inconmensurables. Ninguna idea incorpora entre sus propiedades esenciales la relación necesaria con tal o cual imagen. Una idea (o, por debajo, un concepto) vale más que mil imágenes. La imagen, hasta la más libre y formalmente lograda, es, a lo sumo, un ejemplar, una ilustración de lo que representa. Pero ya hemos dicho que en eso no ha de consistir el arte. ¿Entonces?

(d) Lo bello es una "ficción de plenitud". Ninguna imagen es capaz de referir todo lo que una idea significa (lo cual le condena a ser siempre "ilustración", "ejemplo" de la idea). Pero cuando esta imagen es bella, cuando es una obra de arte, parece que sí que lo logra. Este, me parece, es el quid de la belleza en el arte. La belleza estética es una falsa, pero efectiva, representación sensible de la plenitud inteligible de la idea. El arte simula una supuesta intuición imaginativa, un “atajo cognitivo” desde la imagen hasta lo más esencial de la idea sin pasar por el concepto. Este “atajo” es ilusorio, pero resulta psicológicamente efectivo (y agradable). ¿Cómo es tal atajo o ilusión posible? Digamos, para empezar, que hay ciertas propiedades de lo aparente que alcanzan un grado especial de perfección en el arte logrado (es decir, en la apariencia que no parece serlo). Se me ocurren dos: la inmediatez y la opacidad al concepto. Con respecto a lo primero, la obra de arte produce la ilusión de comprender plenamente lo representado de forma inmediata, intuitiva (como cuando percibimos con naturalidad las cosas, pero con mucha mayor fuerza). Por lo segundo, esta plenitud es función de una ilusión más compleja (y que supone una mínima reflexión): la de conciliación entre lo limitado (de la obra en su individualidad cerrada y concreta frente al concepto) y lo ilimitado (de las posibilidades interpretativas --en la “oscuridad” conceptual todo puede ser, siempre cabe otra interpretación, otra intromisión del concepto, de ahí el carácter abierto, inconcluso de la obra estética--). Dicho de modo más filosófico, la obra de arte genera la ilusión de que podemos comprender lo representado en toda su plenitud “dialéctica”: en su unidad y su diversidad, en su finitud e infinitud, en su ser y su devenir. Por descontado que el artista cuanta con multitud de recursos para lograr este efecto (ambigüedad, polisemia, esquematismo, abstracción, elipsis, elementos con que configurar estructuras unificadas, armoniosas, que presten unidad o límite a la diverso e ilimitado, etcétera.). Merced a todo ello, en la verdadera obra de arte parece que no sobra ni falta nada, que en ella se representa un mundo íntegro y completo (del que no se precisa salir para entender nada), y en el que la plenitud de lo que se dice es análoga continuación a la totalidad del cómo se dice (una obra “redonda” suele decirse).

(e) La insuficiencia de la belleza. Pero todo esto es ilusorio. La supuesta plenitud de la imagen estética no trasciende realmente al concepto (ni mucho menos llega a la altura inteligible de ninguna idea). Más bien es al revés: hasta el más insignificante concepto trasciende a todas las imágenes del mundo. El juego (supuestamente libre) de imágenes que es el arte aprovecha los rincones más oscuros para disfrazarse de conocimiento, como los niños que, lejos de la vigilancia de los adultos, juegan e imaginan que son... adultos. Pero a una sensibilidad despierta (esto es, a quien coloca la sensibilidad en su lugar) el arte no puede bastarle. Como al amante no le basta ningún objeto amoroso concreto (una vez desvanecida la ilusión de la que se enamora). De ahí la tensión infinita en la que vive el verdadero artista o el amante. Ninguna melodía oída puede ser realmente bella, ni siquiera en el oído de la mente. 

(f) Lo feo de lo bello. Algunos estetas románticos calificaron todo esto como una forma de ironía. De la (aparentemente trágica) imposibilidad de plasmar realmente lo ideal en la materia, surge la ironía (cómica) de volver a encontrar lo carnal y defectuoso en lo que creíamos ideal, lo feo en lo bello. De hecho, lo feo en el arte, cuando es intencionado, es justo una forma de plasmar directamente esta condición irónica, aparentemente no aparente, falsamente verdadera, del arte. Lo sublime al revés.



En fin. La belleza es promesa de sentido, de ahí su valor, cuando a la persona despierta le revela todo lo que realmente falta en todo lo que aparentemente muestra, y le incita de ese modo a ir más allá (en ese sentido puede ser ilustración óptima). Pero también es en sí misma promesa engañosa que atrapa al no avisado. La belleza es también sospechosa, falsa, fea. Un juego desesperadamente esperanzado para el que no acaba de ver más allá de lo que ve.

* Imagen superior: obra de Tim Noble y Sue Webster.
* Imagen inferior: fotografía de Chema Madoz.

lunes, 5 de agosto de 2013

Sócrates y el ministro Wert discuten el próximo sábado día 10 en el Ateneo de Madrid.

Hace tiempo que circula por la red un diálogo genial entre Sócrates y el ministro Wert: Wertiades o del mérito (lo tenéis enlazado más abajo), imaginado y escrito por el filósofo Juan Antonio Negrete a la manera de un diálogo platónico. Además de ser un inmenso regalo para la inteligencia de cualquier lector (incluido el ministro), va a ser también motivo de una lectura pública y una posterior tertulia en el Ateneo de Madrid acerca de la educación y la nueva ley educativa. La cita es el próximo sábado 10 de agosto a las 18 horas. Estará el autor, Juan Antonio Negrete, e intervendrán Juan Antonio López Benedí (como Sócrates) y un servidor (como el ministro Wert, en caso de que el auténtico no pueda asistir). Estáis todos invitados!!
 Wertíades, o del mérito

miércoles, 12 de junio de 2013

¿Es la moral un producto de la evolución natural? Objeciones al naturalismo ético.

En una serie de curiosos experimentos, un equipo de psicólogos de la Universidad de Chicago mostró que las cobayas desarrollan conductas altruistas. A dos de estas ratas, sin vínculo genético directo, que convivían juntas, las enfrentaron a diversas situaciones. En todas ellas una de las ratas estaba encerrada en un tubo que le impedía casi cualquier movimiento, mientras que a la otra se le dejaba libre junto al tubo. La rata libre no solo aprendió tras sucesivos ensayos a abrir el tubo y liberar a su compañera, sino que lo hizo en situaciones en las que la liberación no suponía ningún premio aparente (ni siquiera la interacción con la cobaya liberada), o en que suponía, incluso, el aplazamiento de una recompensa (la rata liberadora anteponía la acción de liberar a su compañera a la de abrir otro tubo que contenía chocolate). ¿Qué significa esto? La conducta altruista en los animales ha sido observada, a menudo, entre individuos genéticamente emparentados. Pero estos experimentos (y otros) sugieren que dicho tipo de conducta (en la que parecen anteponerse los intereses de otro a los del que actúa) se produce entre individuos no genéticamente emparentados. ¿Es esto síntoma de una conducta “moral” entre los animales no humanos? ¿Son los animales seres capaces de actuar libremente y en función de “principios” distintos o incluso opuestos a las leyes naturales? La respuesta habitual es: “no”. No es que los animales sean capaces de un comportamiento “moral”. Más bien es que lo que llamamos “moral” es, en el fondo, un tipo específico de comportamiento biológico. Esta es la tesis que llamamos “naturalismo” o “sociobiologismo” ético, muy generalizada en el ámbito de la ciencia y de la filosofía materialista.



Según el naturalismo, los hechos que solemos calificar como "morales" (las decisiones y acciones que adopta la gente en función de creencias acerca de lo “bueno” y lo “justo”, aparentemente ajenas, o incluso opuestas, a sus intereses más inmediatos) son, en realidad, hechos naturales y culturales explicables por la biología y las ciencias humanas (antropología, psicología, sociología, economía, etc.). En último término, los hechos "morales" serían parte de estrategias de ciertos animales sociales muy complejos para los que comportarse de forma “altruista” en función de ciertas creencias sobre lo que es bueno o justo resulta adaptativo, esto es, facilita el éxito biológico del grupo y, secundariamente, del individuo. Así, toda conducta moral podría ser explicada a partir de leyes socio-biológicas y culturales (entendiendo el comportamiento social y cultural como un tipo complejo de conducta biológica). La conducta moral, en realidad, no existiría como tal.  
¿A qué responden entonces las creencias acerca lo “bueno”, “justo”, “valioso”, etc.? Según el naturalista, tales creencias no remiten a nada trascendente, o de naturaleza específicamente “moral”. Dichas creencias son una construcción socio cultural cuya función es causar ciertas conductas individuales que se han mostrado, a lo largo de la evolución y, luego, de la historia, como eficaces para la pervivencia de los grupos sociales. Así, la “generosidad”, la “sinceridad”, la “fidelidad”, la “disciplina”, la “honestidad”, el “respeto”, etc., serían “valores” funcionales para asegurar la estabilidad y el funcionamiento del grupo. Por ejemplo, según algunos etólogos, la fidelidad sexual se mostró como una conducta eficaz para reducir los conflictos entre machos en grupos que dependían estrechamente de la cooperación en la caza. La sinceridad aseguraba una mayor eficacia comunicativa entre los miembros del grupo. La generosidad garantizaría un nivel de tensión aceptable ante la distribución, casi siempre desigual, de los recursos. Etcétera. 
 Otros “valores” o principios morales (el respeto a la propiedad o la vida de otros, el cumplimiento de las promesas, el valor del trabajo, etc.) parecen tener una funcionalidad más clara aún en el sentido de la estabilidad y pervivencia del grupo.

¿Es razonable esta teoría? ¿Es la moral no más que una complicada estrategia natural seleccionada por su eficacia para lograr el éxito de la especie? Veamos dos tipos de objeciones, una débil y otra más fuerte (y creo que insuperable).

La objeción más débil remite a ciertas conductas “morales” antisociales que no parecen tener ninguna funcionalidad biológica (la conducta del rebelde, el marginal, el terrorista, etc.). Es una objeción débil porque tales conductas podrían explicarse como variaciones o anomalías susceptibles de ser “seleccionadas por la evolución”. O incluso como anomalías que, desde el punto de vista de la organización social, resultan adecuadas para la estabilidad del grupo (un cierto grado de rebeldía, marginalidad, etc., puede aumentar la cohesión del grupo, reforzar la demanda de orden, etc.). 
El caso más extremo de esta objeción es el de la conducta que antepone las creencias morales a cualquier otro tipo de motivación consciente. ¿Podría darse el caso de que alguien prefiriera la destrucción del mundo a actuar contra sus creencias morales (“Hágase justicia aunque se hunda el mundo”)? Desde luego que podría. Es más, este caso es, para muchos, el arquetipo de lo que significa una “conducta moral”. Si el naturalismo trata esto como una simple anomalía está simplemente disolviendo el problema, no resolviéndolo.

La objeción más fuerte refiere a la imposibilidad de reducir las creencias y conductas “morales” a una mera descripción de hechos. Supongamos que tenemos la mejor descripción posible de lo que consideramos “conductas morales”. ¿Por qué deberíamos calificarla como la “mejor”? Es más, supuesta esa calificación, caben otras preguntas: ¿deberíamos tener a esta teoría en cuenta, difundirla, dado que (por ejemplo) podría afectar la conducta de la gente, o suponer drásticos cambios sociales y culturales?... Estas preguntas no podrían plantearse ni contestarse sin presuponer criterios prescriptivos o normativos (epistemológicos, morales…) que quedan fuera de la descripción. Y no pueden no quedar “fuera”, dado que son la condición de cualquier prescripción (de entrada, de la prescripción acerca de qué sea una buena descripción de hechos, o, más simplemente, de qué sea una descripción). 
Lo normativo en sentido amplio (lo axiológico, los criterios acerca de qué es bueno, aceptable, elegible, etc.) no pueden reducirse a hechos, pues siempre quedaría fuera la norma acerca de lo que debemos considerar como un hecho y, por supuesto, la norma acerca de si debemos aprobar o no ese hecho. Confundir esta norma con “otro” hecho es incurrir en un desliz lógico (la llamada “falacia naturalista”).

domingo, 2 de junio de 2013

Filosofía en la calle contra la Lomce en Mérida


El pasado día 1 de junio la Plataforma de Defensa de la Filosofía en Extremadura (PDFex) y la Asociación de Filósofos Extremeños (AFEX), además de otros amigos de la filosofía, celebramos unas nuevas JORNADAS DE FILOSOFÍA en la calle, esta vez, en Mérida. El motivo era informar a la ciudadanía de la eliminación, prevista por la LOMCE, de dos tercios de las asignaturas de filosofía en secundaria. Fue un acto académico y festivo, en el que nos manifestamos como debemos hacerlo los filósofos: mediante una ponencia pública (la tenéis aquí), celebrada en la UNED, de parte del filósofo JUAN ANTONIO NEGRETE
y con una posterior LECTURA DE TEXTOS FILOSÓFICOS en la Plaza mayor de la ciudad, en la que en lugar de gritos hubo lecturas en varios idiomas, silencios, reflexión, poesía, música, y un sol maravilloso. Porque no se trataba de una mera reivindicación laboral, sino del testimonio público de unos ciudadanos comprometidos con su vocación docente y con un ideal educativo que la nueva ley educativa del gobierno arruina desde sus cimientos. 

La LOMCE elimina las asignaturas comunes de Ética y educación cívica (en 4º de la E.S.O) y de Educación para la ciudadanía (en 3º de la E.S.O.), y vuelve a relegar la Ética a una mera opción alternativa para los alumnos que no cursen Religión católica. 
La LOMCE también elimina la asignatura troncal de Historia de la filosofía en 2º de Bachillerato, que pasa a ser una optativa entre más de doce, entre ellas Religión católica (que se incorpora al currículo de bachillerato al mismo nivel que la Historia de la filosofía).

La "filosofía" de la nueva ley educativa está, por tanto, más que clara. La formación educativa de los ciudadanos ha de limitarse al aprendizaje de saberes de carácter básico (lengua, matemática, idiomas...) y útiles para su inserción laboral. Todo lo demás queda en el olvido. En cuanto a lo que atañe a la filosofía y la ética, y a sus objetivos educativos (la formación de personas integralmente informadas, lúcidas y reflexivas, así como de ciudadanos críticos, activos y versados en el  diálogo racional), éstos quedan reducidos a lo que se pueda impartir en la materia común de 1º de Bachillerato (para aquellos que accedan a estudiarlo) y son marginados (o, en buena medida, dejados en manos de los profesores de religión) durante todo el periodo de la enseñanza obligatoria.

Es por todo esto que nos hemos vuelto a asomar a las calles, superando el justo rubor que nos produce a muchos defender lo que debería defenderse por sí solo, para informar a nuestros conciudadanos de la que se nos avecina. No solo en el ámbito económico y social (como ya es más que palpable), sino mucho peor aún, en lo único que permite albergar alguna esperanza creíble de cambio: en el ámbito de la ideas y de la educación que transmitimos a nuestros jóvenes.



miércoles, 29 de mayo de 2013

En defensa de la Ética y la Filosofía en secundaria. Acto de lectura de textos filosóficos en Mérida.



El próximo sábado 1 de junio la Plataforma de Defensa de la Filosofía en Extremadura (PDFex) y la Asociación de Filósofos Extremeños (AFEX), además de otros amigos de la filosofía, celebramos una nueva LECTURA PÚBLICA DE TEXTOS FILOSÓFICOS en la Plaza de España de Mérida, para manifestar así nuestra oposición a la eliminación, prevista por la LOMCE, de dos tercios de las asignaturas de filosofía en secundaria. El acto se celebrará a partir de las 12.30 y estará precedido por una CONFERENCIA del filósofo y escritor Juan Antonio Negrete Alcudia, que hablará sobre "El lugar de la filosofía". La conferencia tendrá lugar en la sede de la UNED de Mérida (c/Moreno de Vargas, junto al Parador de Turismo) a las 11. La entrada es libre y estáis todos invitados. 

Como en otros actos similares, no se trata aquí de una mera reivindicación laboral sino del testimonio público de unos ciudadanos comprometidos con su vocación docente y con un ideal educativo basado en la educación en valores y la formación íntegra y crítica de la ciudadanía. Un ideal educativo que el proyecto de ley del gobierno arruina desde sus cimientos eliminando, por decreto, la Ética y la Historia de la filosofía de la enseñanza secundaria.



El lugar de la filosofía en la educación. Conferencia de Juan Antonio Negrete en Mérida.


El próximo sábado 1 de junio, y como preludio a un acto de lectura pública de textos filosóficos, que tendrá lugar en la Plaza de España de Mérida, se celebrará una CONFERENCIA en la sede de la UNED (C/Moreno de Vargas, en las proximidades del Parador de Turismo) impartida por el filósofo y escritor JUAN ANTONIO NEGRETE ALCUDIA. La conferencia será a las 11 y lleva por título "EL LUGAR DE LA FILOSOFÍA". He aquí un extracto de la misma elaborado por el autor: 

¿Qué lugar le corresponde a la Filosofía en la Educación de una democracia? Se defiende que, a la Filosofía, entendida como crítica racional de todo saber y hacer positivos y como puesta en cuestión de toda “actitud natural”, le corresponde o debería corresponderle un lugar esencial en la educación de una democracia, o sea, allí donde todos los ciudadanos desarrollan su capacidad para cuestionar su propia existencia y para contrastar, en lo que a la política se refiere, lo legalmente establecido, lo que-es, con lo legítimo o lo que debería-ser; aunque a la vez, y precisamente por eso, por su extrañeza e inutilidad concretas y por su carácter radicalmente crítico, es vista, desde un punto de vista “pragmático”, como prescindible e incluso como peligrosa, y apenas hay lugar para ella. Su lugar es utópico. Esta tesis se ilustra con la lectura de tres pensadores de la Filosofía, la Educación y la Democracia: Kant, Derrida y Sócrates.




JUAN ANTONIO NEGRETE ALCUDIA es profesor de Filosofía en un Instituto público de Educación Secundaria. Es autor de los libros Diálogos de Filosofía (2012) y Diálogos de Educación (2013), y coautor del libro multitáctil La filosofía de Platón , todos ellos en la editorial Manuscritos. Es también autor del blog www.dialecticayanalogia.blogspot.com


jueves, 23 de mayo de 2013

Por qué la Religión y moral católica no debe ser impartida en las escuelas.

Una de las más grandes faltas de respeto que se le puede tener a un ser humano (es decir, a una persona racional) es adoctrinarlo en creencias dogmáticas que no admiten réplica; más aún desde pequeño, antes de que desarrolle su capacidad crítica. Esto es una falta grave tanto en las familias que imbuyen en sus hijos creencias religiosas (o de cualquier otro tipo) de forma dogmática (sin permitir ni fomentar la libertad de sus vástagos), como en instituciones tan poderosas e influyentes como la Iglesia católica que, en nuestro país, no ceja en su propósito de infiltrarse cada vez más hondamente en el sistema educativo. 

Es, así, un ejercicio de cinismo intolerable que la cúpula eclesiástica y el gobierno descalifiquen la asignaturas de Educación para la ciudadanía o Ética por considerar que adoctrinan a los alumnos, mientras que, a la vez, defienden con uñas y dientes su presunto derecho a adoctrinar en fe y moral católica a los niños de todo el país, insistiendo en mantenerse como asignatura optativa de obligada oferta en todos los colegios e institutos, y en todos los niveles educativos. 

Para evitar errores conviene subrayar la diferencia entre lo que en los colegios e institutos se imparte bajo el nombre de "Religión y moral católica" y las asignaturas de "Educación para la ciudadanía" y "Educación ética y cívica" (suprimidas, estas dos, por la nueva ley educativa). El objetivo de "Educación para la ciudadanía" es informar de los principios legales, morales y políticos de nuestro ordenamiento constitucional (es decir, los principios políticos que hemos decidido establecer, de forma democrática, para nuestra sociedad) y, además, abrir un debate sobre ellos para analizarlos, discutirlos, y ponerlos en cuestión o celebrarlos si lo así lo merecen. El objetivo de la materia "Educación ética y cívica" es plantear a los alumnos los principales problemas morales que afrontan los individuos y las sociedades, así como analizar y debatir racional y críticamente las distintas propuestas y enfoques éticos con que nuestra cultura ha afrontado y afronta tales problemas morales. A diferencia de todo esto, la materia de Religión y moral católicas tiene por objeto inculcar a los alumnos (desde muy pequeños, pues la Religión comienza en primaria, no en secundaria, como la Educación para la ciudadanía y la Ética) ciertas ideas y valores instituidos por la Iglesia (que afirma haberlos recibido de Dios) y que son declarados como dogmas o verdades de fe, por lo que no  cabe diálogo ni cuestionamiento racional ni crítico alguno. Educación para la ciudadanía o Ética, y religión católica, son, pues, dos cosas muy diferentes. Las primeras consisten en educar a seres racionales en el diálogo acerca de principios que se ha puesto a sí misma la sociedad (de forma argumentada y democrática). La otra consiste en crear adeptos de una secta religiosa y cuanto más jóvenes mejor (pues son más moldeables, claro).

Así pues, si todos estamos de acuerdo en que (al menos) la escuela no debe servir de instrumento de manipulación y adoctrinamiento dogmático, sino que deber formar individuos con la suficiente capacidad de raciocinio como para elegir libre y concientemente sus propias creencias, y contrastarlas civilizadamente con las de los demás, si estamos de acuerdo en esto, digo, la Religión católica debe ser expulsada de la escuela (como cualquier otra opción que celebre ideas y valores dogmáticos y no sea capaz, por principio, de someterlos a debate crítico y racional, que es, por demás, el pilar de nuestro sistema político, al menos en teoría). Todo esto sin entrar a valorar el trasfondo, a veces claramente opuesto a los principios y valores constitucionales, de algunos de los dogmas que el cura enseña en clase... Pero eso sería tema para otro día. 

jueves, 16 de mayo de 2013

Lo que vendrá. El invencible optimismo racionalista de Juan Antonio Negrete.


Más que de ninguna otra cosa, necesitamos de  utopías e ideales. Y aun con toda la ironía que haga falta para decirla y entenderla, esta utopía cargada de razones merecería más atención que todos los periódicos del día juntos. Así es lo que vendrá



   

miércoles, 8 de mayo de 2013

Por qué, tras esta crisis, no va a pasar nada de nada.


Algunos de mis amigos y conocidos quieren percibir un cierto aroma de nuevos tiempos en el ambiente (o, al menos, un olor a putridez del actual estado de cosas, que estaría --dicen-- cercano a su fin). Si nos dejamos llevar por cierto estado de opinión exclusivo de nuestros círculos (reales o virtuales), parece que todo el mundo estuviera descontento, escandalizado y anhelante de una ruptura drástica con "lo que hay". Pero mucho me temo que todo esto es casi puramente ilusorio. Y creo que conviene (si anhelamos, de verdad, esos cambios) ser conscientes de ello.

Toda este difuso "movimiento" de repulsa al "sistema" ha adquirido su impulso a partir de una "crisis" económica. Una crisis que, de entrada, parece estar siendo perfectamente digerida (como tantas otras) por el "sistema". Como se está viendo, la crisis económica afecta fundamentalmente a Europa. Otras zonas del mundo están desarrollándose a mayor o menor velocidad. Más allá de los avatares de la especulación financiera (con su dosis de caos e incertidumbre), lo único que parece ocurrir es que el "capitalismo global" se está reequilibrando. Desde esa lógica (con la que parece estar de acuerdo una inmensa multitud anónima e inexpresiva de ciudadanos), Europa ha de ser, simplemente, más competitiva y, por tanto, crear una masa laboral de bajo coste (bajo la amenaza permanente del paro) y un tejido empresarial mucho más rentable y goloso para los inversores, sin ataduras legislativas ni demasiado lastre fiscal ni social.

Desde un punto de vista social, los cambios van a ser significativos, sí, pero soportables. La crisis va a producir seguramente en Europa una gran masa de proletariado con trabajo más o menos precario y menores salarios, incluso de subsistencia (como ocurre en Asia, o empieza a ocurrir en Alemania o el Reino Unido). La clase media, cuyo bienestar sirvió, antaño, como contención de toda tentación “revolucionaria”, carente ya de esa función (tras la caída del bloque comunista), se reducirá y se verá también notablemente empobrecida. Y no pasará nada. A todo esto contribuirá, quizás, un cierto reequilibrio demográfico (no aumentarán las tasas de natalidad, pero sí descenderá lentamente --y por tanto de manera no alarmante-- la esperanza de vida, debido a la disfuncionalidad de los servicios públicos de salud, el desmantelamiento y privatización de la seguridad social, etc.), amén de un replanteamiento de la educación pública, que estará enfocada, en general, a la formación laboral (la educación superior volverá, también lenta e inadvertidamente, a ser privilegio de las elites), y no a formar masas de ciudadanos críticos.

Dicho lo dicho, el sistema y las instituciones políticas van a mantenerse tal cual, quizás con sucesivos cambios superficiales (al tenor de la opinión pública) y con fases de tecnocracia dura y represiva en los momentos más duros del ajuste económico (tal como ahora, pero peor, aun sin llegar nunca a una innecesaria tiranía explícita). Desde luego, el capitalismo global no va a admitir ningún tipo de brida legal real, cosa que requeriría, además, de instituciones internacionales con un poder fortísimo (incluso militar) y comprometidas realmente con el bien común, todo lo cual no va a ocurrir jamás (entre otras cosas porque haría falta primero aclarar qué es el bien común, idea que nuestra cultura ha despachado como irrelevante e incluso apestada de dogmatismo, etnocentrismo, etc.) 


Desde un punto de vista ideológico (y esto es lo peor), el vacío intelectual, moral y político es casi absoluto. No hay, en la actualidad, ninguna perspectiva o “sistema” de ideas y valores alternativo que pueda prender seriamente en una mayoría significativa de la población (ni siquiera entre los jóvenes o entre las clases más desfavorecidas económicamente). Muerto y enterrado el “socialismo real” (y aisladas y corrompidas las “islas” cubana, bolivariana, etc.), no hay más que una vaga red de proyectos “alternativos” que bajo la apariencia, a veces, de cierta coordinación, carecen y carecerán siempre de peso político y social real. A esto contribuye en mucho, no su carácter radical (cuando realmente lo es), sino su naturaleza grupuscular, anarquista y alérgica a toda noción “jerárquica” y “sistémica”, amén de un confuso relativismo moral. De vez en cuando podrían producirse oleadas de movilización más o menos agresivas. Pero no serán secundadas por la mayoría de la población que, desde una óptica moral pragmática y pobre (no educada), preferirán siempre lo “malo conocido” (al fin y al cabo, el nivel de vida europeo tiene aún un amplísimo recorrido de “bajada” sin llegar a extremos de miseria y hambre generalizada, cosa que, de ocurrir, tampoco estoy seguro que produjera más que un conformismo general y un embrutecimiento mayor de la población).

¿Hay entonces alguna esperanza de cambio radical real? Ya me gustaría creer que sí. Pero cuesta mucho imaginarla. Que movimientos de rechazo (como el 15-M u otros, aún más decisivos que puedan darse en el futuro, fruto del descontento general) den lugar a una verdadera revolución social dependería de la institucionalización, en algún grado, de grupos dirigentes, ideológicamente muy bien pertrechados, y de una amplio sector de población intelectualmente preparada para asumir y encauzar con seriedad y constancia dichos cambios (que supondrían modificaciones sustanciales del estilo de vida que ha prendido en Europa desde hace siglos). Por demás, me temo que dicho giro social no sería posible sin el recurso a la violencia (guerras civiles o más globales) y, por tanto, sin un apoyo masivo de masas muy motivadas por líderes demagógicos, promesas redentoras, etc.  Muchos rechazarían, con razón, todo esto (entre otras cosas por la deriva totalitaria a que podría dar lugar). La alternativa sería una educación liberadora en valores alternativos comunes que hoy, más allá de grupos muy minoritarios, no existe (y que, si existiera, tendría también que “imponerse” --¿cómo?— sobre la educación o falta de educación estándar y llegar así a la inmensa mayoría de la población). Por cierto que esta alternativa resulta aún más increíble justo hoy, en vísperas de la aprobación, en nuestro país, de leyes educativas que van justo en la dirección opuesta a todo lo que acabamos de decir. En suma, el único camino legítimo (y realmente efectivo) sería el "educativo", pero este parece hoy (¿y cuándo no?) quimérico. Y, desde luego, dado su carácter inicialmente minoritario y sus resultados tan a largo plazo, demasiado vulnerable a los avatares históricos como para asegurarnos nada. 

Dicho todo esto, pido perdón por el pesimismo. Ojalá me equivoque en todo (y algún comentarista me ayude a salir del error). Y si no es el caso, me consuela pensar que estar cerca de la verdad, nos guste ésta o no (y supuesto que esto, en alguna medida, lo sea), es la primera condición para empezar a empezar a cambiar algo. Ahí es nada (o algo con lo que seguir, al menos, pensando).



domingo, 5 de mayo de 2013

Filosofía en la calle contra la LOMCE


El pasado día 4 de mayo la Plataforma de Defensa de la Filosofía en Extremadura (PDFex) y la Asociación de Filósofos Extremeños (AFEX), además de otros amigos de la filosofía, celebramos una lectura pública de textos filosóficos en Cáceres, para manifestar así nuestra oposición a la eliminación, prevista por la LOMCE, de dos tercios de las asignaturas de filosofía en secundaria. Fue un acto modesto, pero digno, valeroso y emotivo. Porque no se trataba de una mera reivindicación laboral, sino del testimonio público de unos ciudadanos comprometidos con su vocación docente y con un ideal educativo que el proyecto de ley del gobierno arruina desde sus cimientos. 

La LOMCE elimina 
las asignaturas comunes de Ética y educación cívica (en 4º de la E.S.O) y de Educación para la ciudadanía (en 3º de la E.S.O.), y vuelve a relegar la Ética a una mera opción alternativa para los alumnos que no cursen Religión católica. 

La LOMCE también elimina la asignatura troncal de Historia de la filosofía en 2º de Bachillerato, que pasa a ser una optativa entre más de doce, entre ellas Religión católica (que se incorpora al currículo de bachillerato al mismo nivel que la Historia de la filosofía).

La "filosofía" de la nueva ley educativa está, por tanto, más que clara. La formación educativa de los ciudadanos ha de limitarse al aprendizaje de saberes de carácter básico (lengua, matemática, idiomas...) y útiles para su inserción laboral. Todo lo demás queda en el olvido. En cuanto a lo que atañe a la filosofía y la ética, y a sus objetivos educativos (la formación de personas integralmente informadas, lúcidas y reflexivas, así como de ciudadanos críticos, activos y versados en el diálogo racional), éstos quedan reducidos a lo que se pueda impartir en la materia común de 1º de Bachillerato (para aquellos que accedan a estudiarlo) y son marginados (o, en buena medida, dejados en manos de los profesores de religión) durante todo el periodo de la enseñanza obligatoria.

Es por todo esto que nos hemos asomado a las calles, superando el justo rubor que nos produce a muchos defender lo que debería defenderse por sí solo, para informar a nuestros conciudadanos de la que se nos avecina. No solo en el ámbito económico y social (como ya es más que palpable), sino mucho peor aún, en lo único que permite albergar alguna esperanza creíble de cambio: en el ámbito de la ideas y de la educación que transmitimos a nuestros jóvenes.










































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