No sé si se le ha prestado la suficiente
atención. Volodymyr Zelenskiy, el actor principal de una serie
televisiva de éxito en Ucrania, llamada “Servidor del pueblo”, y
en la que encarna al presidente de la nación, está a punto de ser
presidente de esa misma nación bajo las siglas de un partido
político con el mismo nombre de la serie. Parece un capítulo de
otra serie, la prestigiosa “Black Mirror”, pero no, resulta que
es un “episodio” de la vida real.
Desde luego que no es la primera vez que la gente
escoge a actores o personajes bufonescos como representantes
políticos. Pero me parece que pocas veces se ha mostrado con tan
barroca perfección esta simbiosis entre poder y comedia. O, si se
prefiere, entre la oficiosa representación teatral del poder y su
reflejo fantasioso más divergente y divertido (y distractor),
reproducido hoy en ese carnaval al ralentí que es el diario
espectáculo mediático.
Sea como sea, la pregunta es siempre la misma.
¿Por qué la gente apoya a candidatos como Zelenskiy, un cómico sin
experiencia política ni bagaje ideológico o intelectual? Y creo que
aquí hay que ir más allá de las respuestas convencionales: las de
que se trata de un voto de protesta anti-sistema, manipulado por
simplezas populistas, o seducido por la imagen y el glamour del
personaje. La gente no suele ser tan cínica ni tan tonta. Y hay dos
elementos que, por extravagantes que parezcan, tendríamos también
que considerar: que el personaje demuestre una exitosa “experiencia
ficticia” como presidente, y que sea un cómico.
Sobre todo esto trata nuestra última colaboración en El Periódico Extremadura. Para leer el artículo completo pulsar aquí.
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