Por mucho que se quiera ocultar, el
objeto y el sentido de la caza consiste, esencialmente, en entregarse
al placer (parece que para algunos lo es) de acosar y matar
animales salvajes. Se pueden usar mil eufemismos para esto. Se
puede disfrazar al cazador de deportista, de ecologista (de armas
tomar), de motivo turístico o de recurso económico. Se puede
admirar el rico patrimonio lingüístico y cultural asociado a la
caza (yo también he leído a Delibes). Pero el cazador es, ante
todo, un señor (pocas veces, por cierto, he visto a una
señora cazando) al que le gusta disparar a animales, sean
perdices o elefantes, sin otra necesidad que la de entretenerse con
ello. Y transmitir a niños de primaria esta afición a matar
animales por diversión me parece, como poco, un tanto discutible.
De esto trata nuestra última colaboración en El Correo Extremadura. Para leer el artículo completo pulsar aquí.
Buenísimo el artículo. Suscribo todas y cada una de tus refutaciones y argumentos. Es alucinante que se quiera vender la caza como algo fundamental para el cuidado y el respeto del medio ambiente. Y más grave me parece que intenten engañar a los niños que, por otra parte, suelen tener una sensibilidad exquisita con los animales y la naturaleza, de tal forma que no me extrañaría nada que dejaran en ridículo con alguna de sus geniales preguntas, a cualquiera que intente engañarlos.
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