Hay muchos motivos para que
miremos con desconfianza la práctica o, cuando menos, el abuso de
los deberes (suponen una intromisión en la vida familiar, disminuyen
el tiempo de ocio y formación extraescolar del alumno, crean
situaciones de desigualdad – hay familias más preparadas o
adineradas para ayudar a los niños con los deberes –, apagan el
interés de los chicos por la escuela, al aumentar el estrés y
multiplicar tareas repetitivas y aburridas, etc.), pero más allá de
todos estos motivos está una cierta idea, mísera y falsa, de la
educación: aquella que la entiende como un penoso esfuerzo,
ni deseado ni elegido por los niños, y al que, por tanto, hay que
forzarles continuamente a través de tareas obligatorias... Sobre todo esto trata nuestra última colaboración en El Periódico Extremadura. Para leer el artículo completo pulsar aquí.
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