Por mucho que se quiera ocultar, el
objeto y el sentido de la caza consiste, esencialmente, en entregarse
al “placer” (parece que para algunos lo es) de acosar y
matar animales salvajes. Se puede investir al cazador de
deportista, de ecologista, de motivo turístico o de recurso
económico. Se puede admirar, sin duda, el rico patrimonio cultural
(lingüístico, etnológico, artístico, etc.) asociado a la caza.
Pero el cazador es, ante todo, un señor (muy pocas veces,
insisto, una señora) al que le gusta disparar a animales, sean
perdices o elefantes, sin otra necesidad que la de entretenerse con
ello (y, en ocasiones, afirmarse – sospecho – en roles de
masculinidad radicalmente opuestos a los valores que desde la
izquierda deseamos promover). Y todo esto, insisto, es un asunto y un
problema moral que, como mínimo, hay que discutir...
De todo esto trata nuestra última colaboración en el diario.es Extremadura. Para leer el artículo completo pulsar aqui.
Hola, Vïctor.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo en que la caza es moralmente condenable en primer lugar porque supone infligir sufrimiento y muerte a los animales por mera diversión o entretenimiento. También estoy de acuerdo en que los argumentos usados para defenderla no se sostienen empíricamente, y que, en cualquier caso, esos argumentos no prevalecen sobre los criterios morales. Si reconocemos que cazar humanos es moralmente condenable incluso aunque hacerlo fuera beneficioso para la economía, o para el medio ambiente, o fuera parte de alguna tradición o cultura, no veo razón para no condenar la caza de otros animales por el mismo motivo: está mal hacer daño a alguien sólo porque eso nos cause placer. Entiendo que en cuestiones morales la especie no sería más relevante que la raza o el sexo.
Sin embargo, hay un punto del texo que me gustaría criticar, con tu permiso. En el penúltimo párrafo afirmas que "no es lo mismo matar a un ser vivo con el grado de actividad nerviosa y conciencia de un mamífero – y por pura diversión – que recolectar caracoles o espárragos – para comer". Bueno, me parece que equiparar a un caracol con un espárrago sería tan inapropiado como equiparar a un mamífero con un espárrago. Un caracol es un ser vivo que posee un sistema nervioso centralizado y tenemos evidencias de que puede sentir. Un caracol es un ser consciente. Un vegetal no lo es, puesto que carece de sistema nervioso. Por tanto, si un caracol puede sentir y, por tanto, tiene un interés básico en que no le hagan sufrir ni le causen daño, no veo la diferencia entre matar a este caracol y pegarle un tiro a un elefante o a una perdiz, que también son seres conscientes.
No necesitamos consumir animales para poder alimentarnos. Si alguien mata caracoles lo hace por costumbre, por obtener un placer —igual que el que practica la caza. Por ello, considero que si partimos del principio de que no está bien hacer daño a un ser consciente sólo por diversión, placer o entretenimiento, esto nos conduce a rechazar todo uso de animales que no se pueda justificar por verdadera necesidad. Todo uso de animales implica algún daño sobre ellos y no necesitamos utilizar a los animales para alimentarnos, vestirnos o entretenernos. Así pues, concluyo que si estamos en contra de actividades como la caza o la tauromaquia por infligir daño a los animales innecesariamente —sólo por diversión, costumbre o lucro económico— deberíamos rechazar de la misma forma el resto de la explotación animal.
Un saludo.
Hola Luis. Muchas gracias por tu -- como siempre -- inteligente comentario. Tu crítica me parece muy razonable. Comparar, sin más matices, animales con plantas no se sostiene. Lo que quise decir, y admito que esto es muy discutible, es que el grado de daño que se puede infringir a un ser vivo es proporcional a su sistema nervioso. No es lo mismo dañar (cazar o acosar, por ejemplo) a un mamífero que a un caracol (no digo que no se dañe al caracol, sino que en este el daño es gradualmente menor -- aunque sé, insisto, que es un asunto muy polémico -- ), ni a un caracol que a un vegetal, en el que, por carecer de sistema nervioso, entendemos que el daño ya no existe. Desde luego que una postura animalista consecuente hasta el límite obligaría a no hacer daño innecesario a ningún animal, sea cual sea el tamaño de su sistema nervioso. Un cordial saludo.
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