Frente al futuro incierto y hostil que se les avecina, se
empuja a las nuevas generaciones a un sobreesfuerzo formativo que
parece a todas luces frustrante, pero que es promovido como paliativo
al desempleo y sostenido por la ideología de la “resiliencia”,
es decir, por todo el sistema de creencias que al “ethos”
protestante del trabajo duro y la competencia individual añade los
valores de la “psicología positiva”. Desde esta perspectiva
ideológica nuestros alumnos deben formarse y competir hasta la
extenuación, y entregarse luego, sin reservas ni garantía alguna,
al mundo absolutamente disruptivo del mercado laboral global. Y deben
hacerlo, además (¿cómo soportarlo si no?) con invencible
optimismo, interpretando las nuevas condiciones laborales (tan
abusivas como puedan ser las ansias de beneficio de un mercado
ingobernado) como ocasión para desarrollar y poner a prueba su
autonomía e ingenio, y autoculpabilizandose, por ende, de todo
posible fracaso. Todo ello a cambio de un improbable empleo
extenuante y mal pagado, la obligación moral (tan a la americana) de
“tener un sueño” (cuanto menos realista mejor) por el que luchar
sin descanso, y el consumo compulsivo de mercancias de bajo coste –
incluyendo entre ellas a las relaciones humanas en red – ... De todo esto trata nuestra última colaboración en El Periódico Extremadura. Para leer el artículo completo pulsar aquí.
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