Desde la perspectiva de
una democracia liberal, como es la nuestra, la educación ciudadana
ha de ceñirse al conocimiento de las leyes y las instituciones (con
sus símbolos), así como de los valores que estas representan; pero
nada más. Fuera de esto, toda
formación obligatoria en valores políticos o morales concretos
puede considerarse un adoctrinamiento censurable. Un ejemplo claro de
este adoctrinamiento es la transmisión persistente de aquellos
relatos, mitos, ideales, emociones y símbolos que se asocian a la
“identidad nacional”. Este tipo de educación invade un ámbito
formativo (el de las creencias, los valores y la propia identidad de
las personas) que, en regímenes no totalitarios o teocráticos, debe
ser competencia de cada ciudadano y no del Estado.
De esto trata nuestra última colaboración en El Periódico Extremadura. Para leer el artículo completo pulsar aquí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario