¿Qué premio habría que
prometer a los revoltosos de la clase (de la clase alta) para que
dejaran de alborotar? ¿Un referéndum vinculante a medio plazo y con
todas las de la ley para dar sensación de triunfo a los que han
apostado su futuro político a la independencia? ¿O – mejor –
una vuelta soterrada a la negociación rota en 2006 con promesa
implícita de inmunidad judicial a perpetuidad y concesión de más
recursos económicos? No lo sé: los caminos del utilitarismo y el
realismo político son inescrutables. Yo solo sé donde lleva el otro
camino, el “socrático”, que dice que a los que intentan imponer
su voluntad de poder (el “derecho a decidir”) sobre el poder de
las leyes democráticas (el estado de derecho) no se les da ningún
premio: se les resiste, todo lo pacíficamente que se pueda.
En el eterno dilema entre utilidad y dignidad, hay cosas que ni se
debe ni conviene, en el fondo, sacrificar. No es solo empeño cerril
en tener razón, es, también, empeñarse en verla, en
todo lo posible, realizada.
De esto trata nuestra última colaboración en el diario.es Extremadura. Para leer el artículo completo pulsar aquí.
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