Este artículo fue publicado originalmente por el autor en El Periódico Extremadura
Se informaba hace unos días, en este
mismo periódico, de la creciente y desesperante necesidad de trabajadores que
tiene nuestra región. Faltan jornaleros, peones, camareros, camioneros,
albañiles, carpinteros, electricistas, profesores, ingenieros, informáticos,
médicos... Y no solo en Extremadura. Según un reciente informe, España está en
máximos históricos en cuanto a puestos de trabajo sin cubrir, situación que
empeorará notablemente en cuanto comience a jubilarse la nutrida generación del
baby boom.
Todo esto supone una rémora para todos:
para los ciudadanos, que se las ven y desean para contratar ciertos servicios;
para las empresas, que no pueden crecer y, a veces, ni mantener siquiera su
nivel de actividad; y obviamente para el Estado, cuyos recursos dependen en
gran medida de la fiscalización de tales empresas. De esos recursos estatales y
de la cotización de los cada vez más escasos trabajadores habría de provenir –
no se sabe aún cómo – la enorme cantidad de dinero que hace falta para pagar las
pensiones de una población cada vez más envejecida.
¿Soluciones? Dado que por variadas
razones (no solo económicas) la tasa de natalidad lleva decenios bajo mínimos,
y que, por múltiples factores también (en absoluto económicos), hay trabajos
que no queremos hacer los nativos, la solución que se ha impuesto es recurrir a
la inmigración. Los inmigrantes son contribuyentes netos a las arcas públicas,
y llegan con el suficiente grado de desesperación (el mismo que teníamos
nosotros hace 70 o 60 años) como para aceptar los trabajos que ya no queremos
hacer los españoles. En cuanto al gasto público que ocasiona su integración,
este resulta insignificante en relación con los beneficios que procuran; más
aún si lo comparamos, por ejemplo, con el coste del subsidio de desempleo o con
el gasto sanitario que supone atender a millones de jubilados.
¿Entonces? ¿Cuál es el problema con la
inmigración, del que políticamente vive la extrema derecha – y cada vez más la
derecha a secas –? Pues no es fácil de determinar. Desde un punto de vista
estrictamente económico el problema real sería que no vinieran inmigrantes. De
hecho, uno de los problemas de la economía extremeña es que somos una de las
regiones con menos inmigración. Y en España, aunque la población de
trabajadores no nacidos en el país ha aumentado notablemente, esta no
representa aún ni una mínima parte de todos los que harían falta.
Dicen algunos que la llegada de
inmigrantes amenaza nuestro modo de vida. Pero la verdad es que ese modo de
vida es complementa insostenible sin ellos. ¿Queremos mantener ese mismo modo
de vida y, a la vez, la «pureza» de la civilización cristiana, o de la cultura española, francesa,
alemana, catalana, etc., frente a «negros» y «moros», como afirman los demagogos de la ultraderecha? Muy bien. Podemos
empezar a convencer a nuestros hijos de «pura raza» para que
asfalten autovías, limpien habitaciones de hotel o recojan fresas, volver a
convertir a las mujeres en máquinas de tener hijos, y hacer lo necesario para
rebajar la esperanza de vida a 65 o 70 años. Es claro que ni aun de este modo
lograríamos nuestro objetivo pero, eso sí, seríamos europeos y españoles de
pura cepa (es decir, descendientes históricos de «negros y moros»). Y hasta
es posible que, legítimamente insatisfechos con ese escaso nivel de vida, a
muchos de nosotros nos diera por volver a emigrar, como hacíamos no hace mucho,
y como hacen hoy miles de personas jugándose la vida en frágiles cayucos para
mejorar un poco su existencia y de paso, y sobre todo, para asegurar la
nuestra.
Inmigrantes si. De acuerdo con su exposición, aunque añadiría que debería de haber slgun tipo de filtro
ResponderEliminarLos amigos de los ajenos dan muy mala imagen, de ahí las quejas sociales al respecto
ResponderEliminarMuchas gracias por el comentario. Delincuentes hay en cualquier grupo de población. La inmensa mayoría de los inmigrantes que se juegan la vida para cruzar a Europa vienen a trabajar duro y poder sacar adelante a sus familias, algo que saben que no van a conseguir en la cárcel. Otra cosa es que, por razones políticas, se les convierta en chivos expiatorios. Pero los datos son los que son, y estos no muestran una correlación significativa entre delincuencia e inmigrantes.
ResponderEliminarLos españoles "de pura cepa" son una ficción histórica, como cualquier pretendida "pureza". Aún habrá que repetir esto una y otra vez para contrarrestar "lo otro", el monstruo de la ignorancia y la sinrazón que campa a sus anchas hasta en los parlamentos.
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