martes, 23 de diciembre de 2025

De navidades y solsticios


Este artículo fue originalmente publicado por el autor en El Periódico de Extremadura.


Entre mis amigos ya no se estila el “feliz Navidad”, ni el neutro “felices fiestas”; ahora lo que mola es el “feliz solsticio”. Te lo sueltan así, con un poco de sorna y provocación adolescente, y un mucho de la seriedad que aureola al ateo cuando condesciende a desengañar a los pobres creyentes – y ya que condesciende, a compartir la fiesta con ellos, porque mis amigos del “feliz solsticio”, aun refunfuñando, celebran las navidades como todo cristo – . 

Pero vamos a lo del “feliz solsticio”, que es lo más entretenido de todo. ¿Qué pretenderán celebrar mis amigos ateos cuando celebran el solsticio de invierno? Digo yo que no celebran que la Tierra siga en su órbita, y que, por eso, haya más o menos luz solar en determinadas partes de la superficie del planeta (todo lo cual, así contado, da para algún documental, pero no para dos semanas de jolgorio). Tampoco creo que se refieran a lo que se celebra popularmente como solsticio de invierno en todas partes del mundo (y que tanto tiene que ver con el rito cristiano de la Natividad): el renacimiento de la Luz y la Vida en su batalla anual con las Tinieblas de la Muerte, etc., etc. (todo lo cual, dicho así, suena demasiado a mitología y religión). Así que, por eliminación, supongo que lo que mis solsticiales amigos celebran es que el mundo obedezca unas ciertas leyes astronómicas que regulan su comportamiento y nos libran, así, del caos y la extinción. Esto es – al menos – lo más científico y menos religioso que se me ocurre que podrían celebrar. Cierto que esto lo podrían hacer en cualquier otro momento del año (pues en todos rige el mismo conjunto de leyes astronómicas), pero igual, por deferencia a nosotros, lo festejan especialmente en Navidad. Vete tú a saber. 

En cualquier caso, los ateos del solsticio tiene razones de sobra para celebrar que el mundo esté regido por las leyes que descubre la ciencia. ¡Vaya si lo están! ¿Habrá algo más grande y extraordinario que estas leyes? Dense cuenta. En primer lugar, las leyes científicas no cambian (¡ni aún las propias leyes del cambio cambian!); son eternas, como los vampiros. En segundo lugar, no ocupan espacio (¡ni siquiera las de la geometría!), por lo que son incorpóreas, como los fantasmas. En tercer lugar, determinan y permiten predecir los sucesos (¡hasta los que ocurren en el cerebro de los sabiondos que las descubren!), así que son omnipotentes – o casi – , y preexisten a todo lo que pasa. ¡No es, pues, para adorarlas como a un Dios – aunque sea con toda la razón – !

De otro lado, piensen ustedes en lo que es un solsticio. El recomenzar de un ciclo, la repetición de lo mismo, la renovación de lo que, aparentemente, murió de viejo. ¿No reconocen en todo esto algo? Recapaciten: si algo es regular es porque se repite, y si se repite es porque, en algo, no cambia. Y lo que no cambia, lo que siempre está igual, está necesariamente fuera del tiempo. ¡Esto celebra el solsticio: el triunfo anual sobre los años, el recuerdo de que no todo se lo lleva el tiempo! O la certeza de que el tiempo, tal vez, no se lleva nada. Porque a ver. Piensen ustedes en ustedes. ¿Podrían ser quienes son si no se repitieran un poco como los ajos o los solsticios? Pues eso que se repite en ustedes -su «identidad» o «esencia» dicen los filósofos- no puede ser puro tiempo. Si lo fuera jamás podrían decir aquello tan divino de «yo soy el que soy» (sin que el primer «soy» se pudriese enseguida en un «era»), y si no pudieran decir siquiera eso, no podrían decir nada de nada. 

Lo siento (y a la vez me alegro) por mis amigos ateos. Pero lo que el solsticio y la Navidad celebran son idéntica cosa: el milagro de que aquí en la Tierra, donde todo parece tiempo y cambio, logremos bañarnos dos veces en el mismo río. Esta maravillosa conmensurabilidad entre lo eterno y divino del ser y de las leyes, y lo fugaz y aparente de las cosas, es lo que nos recuerdan el dios (el "logos", según el Evangelio) que se hace carne y las leyes que se hacen mundo. Bienvenida sean, pues, como cada Navidad y cada solsticio, la luz y la verdad a esta pobre caverna que somos. ¡Y ustedes que las disfruten!


2 comentarios:

  1. Somos lo que somos porque nos repetimos como los ajos. Gracias por hacerme reflexionar siempre, Víctor.

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  2. Siempre dije que la navidad era el celebrar como unas fiestas de invierno ,no soy ni atea ni creyente,y el cuento maravilloso de los creyentes no me lo creo,dios es lo tra cosa para mí , porque creo en algo pero no tiene nada que ver ..con la virgen y san José. Pero también creo que estar festejando ,es estupendo sea lo que sea ,yo salvo determinadas costumbres de ver a mi familia y festejarnos entre todos comer cosas ricas y para un buen rato y ver a los que nunca veo,a los que quiero casi siempre estoy dispuesta
    Muy bonito el artículo estoy de acuerdo
    Me encanta la filosofía y las religiones ,que son ,lo que han escrito los hombres sobre la idea de Dios y la manipulación de algunos sobre esa idea
    Un abrazo muy grande y fuerte. Me encanta saber de tí ,que lo pases bien todo lo que puedas y cuando quieras ...besos

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