Decía un viejo profesor mío que los
alambicados bailes del humo de la pipa de Kant eran la causa del
estilo tortuoso de su pensamiento. Esto me hace recordar, de forma no
menos barroca, algo que escuche alguna vez, es probable que un
animada charla junto al hogar.
Se decía que el descubrimiento y
domesticación del fuego, hace medio millón de años, tuvo que ser
un elemento determinante en el desarrollo intelectual de nuestros
ancestros. Cohabitar en torno a una fogata habría acabado, según
parece, con las largas horas de oscuridad y peligro de la noche
animal, tornándola en un tiempo humano de convivencia y ocio, una
especie de prolongación artificial del día en la que nuestros
antepasados podían soñar despiertos, pensar, y compartir ideas,
cuentos y cantos a través de imágenes y misteriosos símbolos...
¿No es una bella hipótesis?... De esto trata nuestra última colaboración en El Correo Extremadura. Se puede leer pulsando aquí.
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