Hay gente que se queja de que los profesores hablen – o
hablemos – de política en clase, porque piensan que, así, adoctrinamos a
los alumnos. ¿Es esto cierto? ¿Se puede y debe hablar de política en las aulas?
Y si es así: ¿cómo hacerlo? ¿Cabe una educación política que no sea
manipuladora, sino liberadora?
Antes de nada hay que aclarar que en las aulas – como en las
casas, las calles, las series de la tele o los conciertos de reguetón – se hace
siempre política aunque no se hable de ella. Que se hace política
quiere decir que se transmiten modelos acerca de lo que es moral y
socialmente justo o legítimo. De hecho, los niños aprenden tanto o más de la
conducta de sus profesores o padres que de sus palabras, o de la forma de actuar
de sus amigos o los personajes que admiran que de la de sus profes y padres, o
de los valores que rezuman las canciones o películas de moda que de cualquier
catecismo o manual de Ciudadanía.
En toda sociedad se educa pues (de forma tribal y en gran medida
irreflexiva) en ciertas ideas o creencias acerca de lo que es y no es
políticamente válido o deseable. ¿Es esto adoctrinamiento? Sin duda. Lo que
pasa es que es “nuestro adoctrinamiento” (el de nuestra cultura, nuestras
creencias, nuestra familia), por lo que nos parece de perlas – si es que no la
transmisión de la Verdad misma – . ¿Y la escuela? ¿Qué papel ha de guardar en
todo esto?... Intentamos responder a estas preguntas en nuestra última colaboración en El Periódico Extremadura. Para leer el artículo completo pulsar aquí.
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