No es por desanimar, pero quien esté pensando en dedicarse a la docencia que se lo piense y, sobre todo, que se prepare. Pese a que aún se escucha el chascarrillo de cuñado casposo sobre lo bien que viven los maestros, el oficio docente nunca ha sido fácil. A las muchas horas lectivas hay que sumar un sinfín de tareas, cada una de las cuales exige formación, tiempo y talento. De hecho, si los profes fuéramos robots de cocina, creo que batiríamos el récord de funciones o modos disponibles. Veamos.
La función o modo «guardería». Hay gente para la que
los colegios tienen una misión más esencial que la propiamente educativa: la de
facilitar la conciliación familiar. De ahí que los docentes nos hayamos
convertido en cuidadores, controladores y hasta porteros de las idas y venidas
del alumnado. Algunas familias reclaman, incluso, la jornada partida; lo que
podría acabar convirtiéndonos en celadores de comedor – ya verán –; o en lo que
sea que haga falta para tener ocupados a los niños hasta que padres y madres acaben
su jornada laboral.
La función o modo «maestro». Digan lo que digan,
sigue siendo lo principal. Que el enseñante tenga algo que enseñar tal vez no
sea condición suficiente, pero si necesaria en todo proceso educativo. Sin una
competencia profunda en aquello que transmites, no hay divulgación que valga.
Pero esto requiere estar intelectualmente «en activo», investigar, formarte,
actualizar conocimientos… Cosas que no siempre la Administración facilita.
La función o modo «pedagogo». Si pretendes (como es
tu obligación) que ninguno de tus cientos de alumnos anuales (cada uno con sus
circunstancias, idiosincrasia, intereses y capacidades) se quede atrás, has de
ser un pedagogo de primera, implicarte y echarle imaginación. Te tocará
analizar cada caso, crear materiales específicos, buscar recursos ad hoc,
leer, practicar, autoevaluarte, rectificar; todo lo cual, con las ratios
actuales, es tarea heroica y muy a menudo frustrante. Y esto sin contar con que
tendrás, sí o sí, alumnos con problemas y discapacidades varias, y tendrás que
prepararte (en lo que nadie te ha enseñado) para atenderlos como buenamente
puedas…
La función o modo «educador en valores». Una
educación integral exige que se trabaje con actitudes y valores
(sostenibilidad, respeto a la diversidad, igualdad de género, educación
afectivo-sexual, consumo responsable, prevención del acoso, uso seguro de las
redes, actitud crítica, etc.), que, con la nueva ley, están estructuralmente
integrados en el currículo. Todo ello exige, de nuevo, preparación y trabajo,
tanto en contenidos como en aspectos didácticos.
La función o modo «tecnólogo digital». Se acabó lo de
manejarte con el ordenador, la pizarra digital o el blog de clase. Ahora (más
aún desde la pandemia) has de saber trabajar en aulas virtuales, editar vídeos
o podcasts, generar recursos en línea, moverte en redes, incluso manejarte con
la IA, y orientar – además – en todo ello al alumnado; todo lo cual requiere de
un costoso entrenamiento (que ha de actualizarse, además, cada poco tiempo).
La función o modo «psicólogo-asistente social». Seas
tutor o no, parte de tus atribuciones serán las de conocer, cuidar y a veces
hasta «tratar» a tu alumnado más vulnerable o conflictivo, afrontando problemas
personales y de convivencia, tanto en el aula como fuera de ella
(desorientación, conflictos morales, trastornos psicológicos, familias
desestructuradas, acoso, violencia, drogas…). ¡Prepárate!
La función o modo «mediador comunitario». La escuela
es hoy la institución más estable y segura con la que cuentan muchos individuos
y comunidades. En algunos casos (especialmente en zonas socioeconómicamente deprimidas), el profesor o profesora se convierte en dinamizador de la vida
social en torno al centro.
Seguramente se me olvidan muchas otras funciones o modos, como
el modo «burócrata», por el que los profesores hacen diariamente de
administrativos de sí mismos, cumplimentando papeles y haciendo un registro
exhaustivo (que, salvo accidente, nadie consulta) de todo lo que hacen. O la
función «bilingüe», casi siempre consistente en simular una capacidad (la
del bilingüismo) que, por razones obvias, pocos poseen. O el modo «político»,
que es el que adoptamos algunos para hacer entender a la Administración (ley
sí, ley también) el valor y sentido de las competencias específicas con las que
trabajamos…
Ahora bien, si, pese a todo lo dicho (y a lo barato que sale
nuestro trabajo), sigues creyendo que enseñar es la tarea más hermosa e
importante del mundo y, además de maestro, eres capaz de ser vigilante,
pedagogo, educador en valores, experto en tecnologías educativas, psicólogo,
asistente social, mediador comunitario, administrativo, bilingüe y hasta
activista político… todo en uno, y sin que te dé un síncope o caer agotado el
primer mes, ¡bienvenido! Y mucho, muchísimo ánimo. Lo vas a necesitar.
Personalmente añadiría el modo "miro para otro lado" por no utilizar otra palabra, que es aquel que, en función de quién gobierne, porque ideológicamente estoy condicionado, sus leyes de educación nos parecen muy bien (pero es curioso que todo el mundo en la sala de profesores se queje pero no dice ni mú de manifestarse, no sea que le tachen de...y vaya en contra de ese "pensamiento único", típico de dictaduras de izquierdas y derechas, y que es algo que nosotros como profesores deberíamos de combatir) caso, por ejemplo, de la LOMLOE donde nos van a convertir en burócratas de aula donde organizamos, clasificamos y programamos toda esa neolengua cabalística, donde lo importante o el centro del aprendizaje va a ser lo que le interesa al alumno y no lo que nosotros estimemos conveniente y necesario, y eso del esfuerzo, autodisciplina y saber donde están los límites, pues para otro día), o muy mal, porque vuelvo a estar condicionado ideológicamente y todo me parece horroroso, y "por supuesto que lo tengo que manifestar, porque es un derecho que debo de ejercer, porque de lo contrario me lo quitarán y es lo que buscan, que estemos callados y miremos para otro lado..." (donde todos asistimos a manifestaciones y nos ponemos la camiseta verde, porque la educación nos parece lo más importante y blablabla, y colgamos carteles reivindicativos en nuestros centros)....pues eso, saludos.
ResponderEliminarMuchas gracias por la reflexión. Y por supuesto que no hay que quedarse callado!
EliminarPara ser maestro o profesor de la educación pública, hay que querer y valer. Esas son las premisas que deberían exigirse a todo docente, puesto que en sus manos está el futuro de un país. Ese querer, y además valer, implica cultivarse en todas esas tareas que el autor tan irónicamente (que no graciosamente) expone y detalla. Pues muy bien, si a algún maestro o profesor no es capaz de entender todo lo que lleva implícito su profesión, por favor, que deje paso al siguiente, o que las inexistentes autoridades competentes le recoloquen en otro lugar más acorde con lo que pueda y quiera desempeñar como empleado público.
ResponderEliminarA nivel de primaria e infantil, la gran mayoría (en todo colegio por estadística hay alguna excepción) de maestros quieren y valen para ello, que es lo que debe ser en todo ciclo educativo, además son los que más trabajan y menos cobran de la cadena, curioso cuanto menos. Su labor debería estar mejor pagada porque de verdad que derrochan ganas, profesionalidad y también competencia.
En los siguientes niveles, secundaria y universidad, cambia el tema, aquí ya no hay ninguna mayoría de profesores que valgan y quieran, debe estar 50-50, siendo generosos, porque cada vez hay más profesores que entran porque han estudiado algo que no tiene salidas laborales o porque quieren ser funcionarios, pero además de esos que viven bien (además de todos los beneficios asociados, pocas horas al día, libertad para hacer lo justo, y muchas, muchas vacaciones). Y todos esos que no quieren y/o no valen, que tristemente cada vez son más, se arrastran por las aulas haciendo lo mínimo y olvidándose que detrás hay muchas personitas que les necesitan porque gran parte de su futuro académico y personal va a depender de sus profesores. Para llegar al aula, soltar el rollo sin más e irme, prefiero poner un vídeo. Hay que darlo todo, ser profesionales y estar comprometidos, cada alumno es un mundo y hay que conseguir lo mejor de todos y cada uno de ellos, y para conseguirlo hay estar dispuesto a asumir todas las funciones descritas en el artículo, a cada cual más importante y seria, aunque el autor denote poca seriedad docente con su exposición.
Ser docente es una labor para la que tienes que valer, además de querer, es que te debería encantar todo lo que lleva asociado e implica, y si no, de verdad vete a otra cosa porque ni te queremos ni te necesitamos como docente.
Aprendemos para la vida, no para la escuela (Séneca & profesores que valen y quieren).
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