Este artículo fue publicado por el autor en El Periódico Extremadura
«Es mejor morir de pie que vivir de rodillas». El poster del Che Guevara que teníamos en nuestro cuarto de adolescentes de los 80 no dejaba lugar a dudas. Aunque en la mayoría de las circunstancias cabía plantearse lo que replicaba el genial Quino – por boca de Felipe, el inolvidable niño angustiado de las tiras de Mafalda –: «¿Y sería muy deshonroso subsistir sentado?»
Si algo hay de bueno en la nueva era de
Trump – un personaje de tira cómica convertido en presidente del país más
poderoso de la Tierra – es que nos pone en nuestro sitio sin eufemismos ni
componendas, obligándonos a recordar el viejo y presunto dilema revolucionario:
o nos arrodillamos y miramos para otro lado, o… ¿qué?
¿Qué tipo de heroicidad cabe imaginar
ante la sucesión de injusticias cometidas o prometidas por un matón histriónico
y ostentoso sostenido por millones de votos y por una oligarquía que controla
los flujos mundiales de información? ¿Hasta dónde es prudencia, y no simple
humillación, el silencio de los principales países occidentales ante las
intenciones declaradas de Trump?
¿Tanto nos hemos insensibilizado frente a
la ración diaria de niños, mujeres y ancianos reventados impunemente por el
ejército israelí delante de nuestras narices como para que ya nos dé igual que
Trump decida imponer o perdonar aranceles a su antojo, comprar u ocupar
naciones (Groenlandia, Canadá, Panamá), deportar a inmigrantes encadenados –
muchos de ellos al campo de detención y tortura de Guantánamo – , o despedir a
los funcionarios que, en el cumplimiento de su deber, participaron en su
procesamiento?
La desvergüenza con que Trump y su
cuadrilla propone la expulsión de más de dos millones de palestinos
supervivientes del genocidio israelí para construir un complejo turístico
encima de sus tumbas y las ruinas de sus casas, riéndose del Derecho internacional
y de todas las instituciones supranacionales (la ONU y sus fastidiosos derechos
humanos, la OMS y sus falsas pandemias, el Tribunal de la Haya y su estúpida
pretensión de justicia universal…), es directamente proporcional a la vergüenza
que sentimos todos, o casi todos, ante la falta de autoridad moral (y militar,
y tecnológica y económica) de Europa. Digo «casi todos» porque a
los «patriotas» de VOX les parece todo esto de perlas, incluyendo que Trump
pisotee la lengua y la cultura española en USA y hasta rebautice el Golfo de
México como Golfo de América. ¡Valientes patriotas!
Pues bien: ¿Cómo es posible «subsistir sentado» ante esta avalancha de amenazas, insultos y hechos consumados? Diríamos que, ante todo,
no cayendo en estereotipos ni análisis burdos. Clamar al cielo antifascista,
cediendo a la polarización reinante, ni basta ni parece inteligente; es
imprescindible intentar comprender el complejo de factores que explican el
fenómeno Trump y su alocado anarco-liberalismo de Estado (ese cóctel
explosivo de democracia, oligarquía y tiranía); solo así podremos combatirlo
y ofrecer alternativas viables y seductoras. Lo segundo es repensar el viejo
ideal de dignidad humana. Tal vez no encontremos hoy grandes causas por las que
«morir de pie», pero sí una firme convicción en ese derecho a la felicidad
que proclama, justamente, la Constitución de los EE. UU. Y nadie puede ser
feliz, estimarse a sí mismo y tener genuino interés por los demás, si vive
arrastrándose bajo las botas de un tirano. ¿Y no es así como nos encontramos
precisamente ahora?
Descripción profunda del personaje !Enhorabuena!
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