Rasgos
de personalidad aparte, la decisión moral de «darlo todo» por el
juego puede estar muy bien asentada en la mente de una persona
(aunque no sea muy consciente de ello). Para muchos filósofos la
vida no es más que un juego sin sentido, una pasión inútil. ¿No
será lo más consecuente, entonces, jugar apasionadamente hasta el
final? La ideología que respiramos nos empuja a vivir sin esperar
nada más que emociones, placeres y entretenimiento. Se nos dice que
somos seres contingentes, fruto del azar y condenados a la
incertidumbre. La propia base material de nuestra vida depende de una
«economía de casino» sujeta a gigantescas apuestas financieras
(¡Ahí sí que se juega a lo grande!)... ¿No les da todo esto que
pensar?... De este asunto trata nuestra última colaboración en El Periódico Extremadura. Para leer el artículo completo pulsar aquí.
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