jueves, 5 de marzo de 2020
Todos somos especuladores
¿Es lícito especular con los precios de los productos agrícolas o con las mascarillas contra el coronavirus? ¿Por qué no? ¿Por qué sí? Veamos. Qué algo sea “lícito” no se refiere solo ni principalmente a que sea “legal” sino, sobre todo, a que sea “legítimo” o “justo”. Es, pues, legítimo o justo especular con los precios?
Los que creen que sí afirman que la especulación es algo consustancial a la economía de mercado y la ley de la oferta y la demanda, que es la que rige nuestras sociedades haciéndolas – dicen – libres y prósperas. Si alguien te vende mascarillas contra los virus a mil euros o te compra los tomates a la mitad de lo que te pagaba antes, no solo está en su derecho, sino que hace lo que debe en una economía de mercado en la que la especulación con los precios – comprar barato, vender caro – es parte del juego. Prohibir o poner límites “morales” al negocio especulativo sería, al fin, como acabar con el y, al cabo, como ponerle puertas al campo, pues los seres humanos somos, según parece, egoístas por naturaleza, y tendemos inevitablemente a priorizar nuestro beneficio sobre el de los demás.
De otro lado, los que creen que la especulación con los precios no es justa, encuentran, como es lógico, igualmente ilegítima la libre economía de mercado. No ya porque la “libertad” y el “bienestar” que el mercado promete para todos sea un verdadero fiasco (en un mundo en que la desigualdades económicas son cada vez mayores), sino más bien porque los conceptos de “libertad” y “bienestar” que propugna son inapropiados. Frente a ellos, los “anti-mercado” propugnan otros valores – cohesión comunitaria, uso responsable de la libertad, austeridad, igualdad, respeto al medio ambiente... – y una concepción más cooperativa y solidaria del ser humano – frente a la noción competitiva y depredadora de los “pro-mercado” – . Hay que añadir que esta posición crítica frente al mercado es hoy minoritaria. Y eso pese a la tradición intelectual (marxista, anarquista, socialista) e incluso religiosa que la avala (el cristianismo – al menos antes de la Reforma protestante – consideraba la especulación y la usura como un grave pecado a evitar).
Ahora bien, exponer la posición de los que defienden la especulación y la de los que la atacan es relativamente fácil. Lo difícil es explicar cómo es posible defenderla y atacarla a la vez, que es la posición en la que estamos, por acción u omisión, la mayoría. ¿O acaso no especulan – por mucho que a la vez lo critiquen – los propios agricultores, eliminando o acumulando estratégicamente parte de su producción para mantener los precios altos? ¿O acaso no nos aprovechamos nosotros los consumidores de la miseria que se paga a los trabajadores del tercer mundo para comprar todo tipo de cosas a precios de risa en el bazar de la esquina? ¿Quién de entre nosotros está libre del “pecado” de especular cuando y cómo puede – con su vivienda, con sus ahorros, con la simple nómina que depositamos en el banco – ? Los agricultores y ganaderos que salen estos días a bloquear carreteras, o los que clamamos indignados contra los “buitres” que venden mascarillas antivirus a mil euros, no podemos estar diciendo que la especulación sea en sí misma ilícita, pues todos nosotros, de manera más o menos consciente y activa, toleramos – y vivimos cada día de – ese inmenso mecanismo especulativo que es el mercado.
De todo esto trata nuestra última colaboración en El Periódico Extremadura. Para leer el artículo completo pulsar aquí.
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