martes, 3 de mayo de 2011

Libertad, ¿qué libertad?



“¡Yo no he sido!”, repite una y otra vez el bueno de Bart Simpson. ¿Tendrá razón? ¿Somos realmente responsables (es decir: los autores o causantes) de nuestras decisiones y acciones? Veamos.

La mayoría de las teorías éticas suponen que los seres humanos somos seres o sujetos morales en cuanto (1) “PODEMOS ELEGIR”, y (2) “SOMOS LA CAUSA ÚLTIMA DE LO QUE ELEGIMOS”. Estas dos ideas están a la base de lo que significa la palabra “LIBERTAD” (al menos, en un sentido positivo, el sentido “negativo” de libertad –ausencia de obstáculos que impidan hacer lo que he decidido— es menos importante, en cuanto que depende del primero).

En efecto, las teorías morales no sólo incluyen enunciados descriptivos (del tipo “X es bueno”), sino también enunciados normativos o prescriptivos (“Debes hacer x”), por lo que presuponen que somos libres, es decir: que podemos ELEGIR x o no-x, y que somos NOSOTROS (y no las circunstancias ni nada no elegido por nosotros) lo que causa tal elección. Ahora bien: ¿es todo esto cierto?

De entrada, el supuesto de que podemos elegir es ya bastante problemático. Sobre todo si mantenemos una concepción rígidamente DETERMINISTA de la realidad de la que formamos parte. Si el mundo se describe como una compleja secuencia de causas y efectos regida por leyes (como una larga lista de fichas de dominó que se van haciendo caer unas a otras), no hay lugar para posibles cursos de acción alternativos al único que, según esa secuencia y esas leyes, puede ser. Me imagino ilusoriamente que puedo pasear por la calle A en lugar de por la calle B porque ignoro toda la secuencia y las leyes que determinan (lo sepa yo o no) el recorrido de mi paseo... Podría, desde luego, acudir a una concepción más indeterminista del mundo (como la que presenta cierta parte de la física contemporánea), o a la idea de que los seres humanos no pertenecemos del todo al mundo que describen las leyes naturales, pero ambas opciones parecen muy discutibles (lo primero supone que hay fenómenos imprevisibles y, por tanto, irracionales; lo segundo supone que los humanos somos seres "sobrenaturales").



Supongamos de todos modos que la elección fuera posible. Faltaría entonces por justificar lo más importante: ¿cómo que somos nosotros los responsables últimos de las elecciones que tomamos? Supongamos que Bart Simpson puede escoger entre devolver una cartera llena de dinero o no hacerlo. Para suponer que es libre (que es él, de forma autónoma, el que decide) hemos de ir más allá de las posibles CAUSAS BIOLÓGICAS (el instinto de posesión), PSICOLÓGICAS (una cleptomanía irrefrenable) y SOCIOCULTURALES (en el grupo cultural de referencia de Bart lo “guay” o adecuado es quedarse con el dinero). Si todo esto fuera lo que causa la elección de Bart, el responsable no sería él, sino la “especie” o el “entorno cultural” en que se ha educado. Esto es, por cierto, lo que dirían las "éticas naturalistas" o las que entienden la moral como la “ideología” de una determinada cultura.

Imaginemos ahora que Bart toma su decisión en función del PLACER que imagina va a proporcionarle quedarse con el dinero (o devolverlo), o que la toma pensando en que una sociedad en que la gente devuelve lo que encuentra es, en general, más FELIZ. Esta sería la respuesta que darían las éticas emotivistas (el hedonismo o el utilitarismo). Ahora bien, esto no resuelve el problema de la libertad, pues no parece que Bart, ni nadie, pueda elegir lo que le da placer o lo que le hace feliz. "A mi me gusta o me hace feliz esto, qué le vamos a hacer" -solemos decir-. (En todo caso, podríamos averiguar que causas biológicas, psicológicas y culturales están detrás de lo que nos da placer o felicidad, pero no cambiarlas).

Hay otra opción: que Bart decida en función de lo que le parece más RACIONAL (parecería racional, por ejemplo, que dado que todos los seres humanos somos iguales, no debemos hacer a otros lo que no queremos que nos hagan a nosotros). Ahora bien, aquí el problema es similar: nadie escoge que un argumento sea racional o no, por lo que Bart no tiene más remedio que escoger la opción que la razón le indica. Esta es la respuesta de las éticas más intelectualistas que, como vemos, tampoco justifican la responsabilidad personal (a no ser que identificamos a las personas con la razón) ni la libertad (la conclusión racional a la que llegamos tras argumentar no es una opción, ha de ser esa y nada más que esa).

¿Qué alternativa queda? ¿Obrar a CAPRICHO, por que nos da la gana, incluso contra nuestros impulsos emotivos o nuestra razón? Este tipo de respuesta es tan irracional que apenas merece la pena discutirla. Si ser libre es actuar por puro capricho o azar (si es que esto es posible), seríamos tan libres y responsables como un dado o una ruleta, es decir: nada (nadie diría que la ruleta es la que libremente ha decidido que salga el número 3, por ejemplo).

Así que, ¿libertad, qué libertad?... Ahora bien, SI NO HAY LIBERTAD, ¿HAY ALGUIEN QUE SEA RESPONSABLE O CULPABLE DE LO QUE HACE? ¿Qué solución cabría dar, entonces, a los que se portan “mal”?

6 comentarios:

  1. ¡Ay!, que golpe me he dado al aterrizar aquí...

    En el fondo aquí se nos plantea la misma cuestión, ¿existe o no un concepto absoluto de libertad, a pesar de todo lo que la condiciona o puede hacerla algo (o muy) dependiente, y por tanto relativa?.
    No sé, aquí me cuesta rendirme a la relatividad, supongo que confundo mis deseos con lo que la experiencia me demuestra cada día. Quiero pensar que, a pesar de que está condicionadísima, siempre queda un reducto de libertad para mis actos; y no tanto porque sea algún concepto abstracto al que remitirme sino porque cuando eres "libre" puedes decir que NO a todos los condicionantes que haya, puedes decir que NO haces algo aunque sea placentero, o justo, o conveniente, o razonable.... lo que me diferencia de los animales es que puedo decir NO, incluso en mi propia contra (incluso contra mis instintos).
    Puede que mis decisiones no pudieran ser otras que las que son, pero siempre puedo ir en contra de mí mismo, incluso sin lógica ninguna, sólo por demostrarme que soy capaz de hacerlo....
    Pero sí, los condicionamientos a los comportamientos son tales que supongo que Bart o Bin Laden tenían pocas opciones, sobre todo porque éste último pensaba que sus fines eran buenos, como todo el mundo (todavía no conozco a un auténtico malvado que diga que hace el mal a posta y para dañar, porque sí, todo el mundo cree que hace el bien, aunque esté matando, salvo los auténticos enfermos mentales). Abrazos agotados de tanto saltar de acá para allá, je,je....

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  2. Hola Sandra.

    Sí, parece que siempre podemos decir "no". Pero, ¿cómo justificarías esta negativa? Si es decir "no" en contra incluso de lo que te parece placentero, justo o razonable. ¿Qué te queda? Sería un no porque no, un no injusticable, irracional. Es decir, que la única libertad posible para tí sería puro capricho o irracionalidad (los más libres serían entonces los locos). Pero fíjate que ni siquiera esto puede ser. Fuera aparte de que esa negación tuya pueda tener causas psicológicas o ideológicas que te dominen (tu deseo de que tenga que haber libertad, o tu creencia acerca de su existencia), ¿cómo podrías decirle "no" incluso a la lógica? La propia negación obedece reglas lógicas, tu pensamiento, la argumentación que me ofreces es, en cualquier caso, obediente a las leyes lógicas. Si quisieras decir no incluso a la lógica tendrías que decir cosas sin ningún sentido, volverte totalmente loca (y ni siquiera esto, pues los locos también tienen su lógica, que es la que intentan descubrir los psicó-logos).

    En cuanto a lo último que dices, totalmente de acuerdo: nadie hace el mal a posta. No hay gente malvada, sino más bien "equivocada", por lo que la respuesta adecuada sería la educación, no el castigo o la venganza (eso sí, siempre que no seamos relativistas en cuanto a lo que es verdad y lo que es error).

    Un abrazo sin remedio.

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  3. Mis felicitaciones por el blog, realmente interesante a la vez que inquietante.

    Salta a la vista su afinidad por las aportaciones de Platón a la historia del pensamiento. Por eso mismo me atrevo a preguntarle: ¿dónde cree que quedaron los ideales políticos y cívicos de la Antigua Grecia? ¿Qué piensa que ocurrió para que la bella política que teorizaban los grandes filósofos quedara relegada a los libros de texto?

    Gracias de antemano. Un saludo,

    Ciudadano.306

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  4. Hola Ciudadano.306, gracias por las felicitaciones y bienvenido.

    Lo que plantea es tan interesante como difícil de responder (una respuesta mínimamente digna exigiría un libro de varios tomos). Le respondo informalmente y dándole sólo una opinión superficial. No creo que las teorías políticas (en el más noble sentido de "político") hayan florecido sólo en Grecia (o, en ciertos periodos históricos de la Grecia antigua); de hecho, siempre hay teorías políticas (hoy también). Si es cierto que el signo general de los esfuerzos teóricos por esclarecer lo "político" varía según las épocas. En la actualidad (a diferencia, quizás, de la Grecia postclásica o de la época moderna en Europa) sigue existiendo una gran desconfianza hacia las "grandes" teorizaciones racionales (tipo Platón o Marx), con el argumento del dogmatismo y el autoritarismo que se asocian a ellas. Esta desconfianza hacia los grandes proyectos políticos es fruto, además, de una desconfianza generalizada en el poder de la razón para resolver cuestiones éticas o políticas (se entiende que el conocimiento racional de la naturaleza es impracticable en el ámbito de lo humano, especialmente el de los valores). Este "dualismo" es, a mi entender, pernicioso, pero nuestra época permanece anclada en él.
    El otro asunto que creo que plantea (la distancia entre las teorías políticas y la práctica política), tiene que ver con lo anterior. La desconfianza hacia lo teórico (en el ámbito de lo humano) desemboca en un pragmatismo generalizado y una minimización de lo político (es decir, de la consideración acerca de lo que es justo o no): esto es el liberalismo. Esto puede verse, por ejemplo, en las políticas educativas de los países de nuestro entorno, en los que se sustituye el ideal de una educación integral (que integre en un mismo marco racional los asuntos naturales y culturales, los hechos y los valores, etc.) por una educación fundamentalmente técnica (recuerde, por ejemplo, la polémica en nuestro país en torno a la Educación para la ciudadanía). No he puesto este ejemplo por casualidad; justamente la educación era la vía que Platón proponía para acercar utopía y práctica políticas.

    Un saludo.

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  5. VICTOR! :)
    Siento salirme del tópico pero la otra Elena y yo, Elena (qué raro), queremos saber cuándo podemos ir a buscarte mañana porque nos gustaría hablar contigo aunque sea 5 minutos!
    Espero que leas esto a tiempo.

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  6. Hola Elena & Elena. Si os parece bien, mañana sobre las 11.45 estaré en el departamento.

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