Ya saben que los políticos de VOX andan empeñados en
implantar el llamado «pin parental» en la educación de niños y
adolescentes. Dado el poder que han adquirido como sostén de los gobiernos del
PP la propuesta ha pasado, en algunas comunidades, de extravagancia más o menos
inaceptable a «iniciativa política a considerar».
El pin o veto parental exigido por VOX consiste en
conceder a las familias la prerrogativa de aceptar o rechazar los contenidos
educativos en los que se educa a sus hijos; más concretamente aquellos que, por
su temática afectivo-sexual o su carácter ideológico (sic), no concuerdan con sus
creencias morales y religiosas (las de los padres, claro, no las de los hijos,
que se conciben aquí como simples émulos de sus progenitores).
El primer problema que presenta la propuesta es el de los
contenidos sujetos a veto. Empecemos por los referidos al ámbito
afectivo-sexual. Aquí se encontrarían los contenidos biológicos y relativos al
conocimiento del cuerpo y los contenidos culturales y morales, que son los más
relevantes para prevenir conductas indeseadas (violencia de género, abusos
sexuales, homofobia, etc.). ¿Cuáles quedarían sujetos al veto parental según
VOX? ¿La educación científica sobre afectos y sexualidad o la educación moral
acerca de los valores (respeto, igualdad, libertad, etc.) que han de presidir
la experiencia sexual y las relaciones humanas? Por otra parte, en el caso de
vetar estos contenidos en el colegio o instituto, ¿quiénes y cómo se
encargarían de educar a chicos y chicas en estos asuntos? ¿La familia, los
amigos, las redes sociales, la jungla de Internet…?
Vayamos ahora a la cuestión de lo «ideológico»
(viejo concepto marxista, por cierto, ya naturalizado en el lenguaje). Un contenido
ideológico es, en el uso común, aquel que transmite de forma acrítica o
dogmática una idea o mensaje de cariz político o moral al alumnado. Ahora bien,
¿es frecuente este tipo de contenidos en la escuela? Solo en algunas materias,
como en Religión, que además es optativa. En otras, como Educación en
Valores Cívicos y Éticos, dado que los contenidos se transmiten desde una
perspectiva ética y crítica (y de mano de profesores de filosofía),
difícilmente pueden calificarse de ideológicos (ya saben que en filosofía se
discute todo, también los valores cívicos).
Sí es cierto que hay asignaturas no optativas en las que los
contenidos relativos a valores se transmiten de forma transversal y más
acrítica, pero los valores que se transmiten allí (igualdad de género, respeto
por la diversidad, rechazo de la discriminación y la violencia, cuidado de la
naturaleza, equidad, cooperación, etc.) no son otros que los que rigen nuestra
convivencia, es decir, aquellos que requiere una sociedad para serlo y que son
siempre, y en cualquier cultura, transmitidos a través de la educación.
Otro asunto espinoso es el de la supuesta legitimidad que
asiste a las familias para vetar los contenidos escolares. En principio, dicho
veto es contrario tanto a la ley como a la razón común. Es contrario a la ley
en cuanto esta establece que la determinación de los contenidos curriculares
sea competencia exclusiva de las autoridades educativas (bajo la supervisión de
organismos, como los consejos escolares, en los que ya están representadas
las familias). Y es opuesta a la razón en cuanto esta dictamina que la
educación de las personas, en cualquiera de sus aspectos, sea mancomunada, de
manera que la formación que corresponde a padres y madres – y que es
fundamental para sus hijos – se vea complementada con la que proporciona la
escuela, igualmente imprescindible para asegurar una completa socialización de
niños y jóvenes.
En cualquiera de los casos, y dado que lo que debe primar
siempre es el interés del menor, lo que debería reclamar VOX, y cualquier otro
partido, para evitar adoctrinamientos o un exceso de contenidos ideológicos
(tanto en la escuela como fuera de ella), es que se eduque a niños y niñas para
evaluar críticamente todo lo que se les enseña, así como a desarrollar su
propio juicio y escala de valores. Al fin y al cabo los niños son, ante todo,
personas, por lo que han de ser educadas para ejercer como tales, esto es, como
seres libres y racionales capaces de pensar y decidir por sí mismos el
rumbo y los principios que han de orientar su vida.
No hace falta, así, ningún pin parental; lo que hace
falta es procurar que los estudiantes desarrollen, lo antes posible, su propio criterio
personal, esto es: su capacidad para evaluar crítica y racionalmente toda
la inmisericorde cantidad de mensajes (morales, políticos, religiosos,
publicitarios…) que reciben, desde su más tierna infancia, a través de todos
los medios, incluyendo entre ellos a las familias y a las instituciones
educativas.
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