Este artículo fue originalmente publicado por el autor en El Periódico Extremadura.
Siento repetirme. Pero es difícil
escribir de otra cosa mientras hay un genocidio en marcha sin que nadie mueva
un dedo para frenarlo. Solo Suráfrica se ha decidido a llevar al gobierno
israelí ante la Corte Internacional de Justicia de la ONU, acusándolo de
prácticas genocidas y exigiendo al tribunal que ordene urgentemente un alto el
fuego en Gaza.
Lo de la urgencia no es un capricho:
según UNICEF, cada día mueren o resultan heridos más de cuatrocientos niños
debido al bloqueo y la incursión militar israelí. Y no se trata solo de niños.
En total, y solo en Gaza, la cifra de muertos supera ya los 25.000, la mayoría
civiles víctimas de ataques aéreos. Esto sin contar los heridos y
desaparecidos, o los que mueren más lentamente por no contar con asistencia
médica, fármacos o alimentos suficientes.
¿Es esto un genocidio? Pues ustedes
verán. Si encerrar a más de dos millones de personas en 45 kilómetros
cuadrados, dejarles sin comida, agua o asistencia médica, y bombardearles día y
noche durante meses no responde a la intención de acabar con ellos, que venga
Dios – incluido el de Israel – y lo vea.
¿Es demostrable la intención genocida?
Pues no hay más que escuchar las proclamas del propio Netanyahu, o de alguno de
sus ministros o diputados, llamando al ejército a borrar Gaza de la faz de la
tierra, incluso con armas nucleares si hiciera falta. Aunque lo más grave aquí
es que, más allá de la camarilla de fanáticos supremacistas y ultrarreligiosos
que gobierna el país, parte de la población se ha dejado llevar por la creencia
de que «los palestinos se lo merecen», y que son la mayoría de ellos, y
no solo Hamás, los responsables de los ataques terroristas del 7 de octubre
(misteriosamente conocidos, por cierto, y desde hacía meses, por la
inteligencia israelí).
A esta tendencia a culpabilizar a todo un
pueblo (increíblemente prendida en quienes tantas veces han sufrido de la misma
e injusta acusación colectiva) se le suma la idea, exhibida sin complejos, de
que los palestinos, salvo como mano de obra barata, ya no pintan nada en
Palestina, dado que esta es, definitivamente, la tierra prometida por Dios a
los judíos (y no el Estado que les concedieron, por su divina gracia, las
potencias coloniales occidentales tras la 2ª Guerra Mundial). De ahí que,
además de la masacre de Gaza, se haya incrementado la política de acoso y
asesinatos a palestinos por parte de colonos judíos ultraortodoxos en
Cisjordania, la otra «reserva india» en que sobreviven confinados los
descendientes de los expulsados de sus casas en 1947 para construir la patria
judía.
Ante todo esto, la defensa israelí en La
Haya ha consistido en esgrimir el derecho a la autodefensa, afirmar que se está
haciendo todo lo posible por evitar víctimas civiles, acusar a Suráfrica de
tener vínculos con Hamás, y recordarnos que ellos sí que vivieron realmente un
genocidio.
Dejando esto último a un lado, y obviando
la tramposa frivolidad con que se acusa de antisemita, y poco menos que de nazi,
a todo aquel que se atreve a ponerle el más mínimo pero a la matanza de Gaza,
el resto de los argumentos son de un cinismo que corta la respiración.
En cuanto a la autodefensa, nadie ha
negado el derecho de Israel a defenderse. Lo que se cuestiona es el modo de
hacerlo. El derecho a repeler los ataques terroristas de Hamás no implica que
se pueda bombardear y matar de hambre a dos millones de personas por si cae
algún terrorista en el lote. ¿Se imaginan que ante el acoso reiterado del
terrorismo del IRA o de ETA, los gobiernos británico o español hubieran
encerrado a la gente del Ulster o el País Vasco, les hubieran dejado sin
comida, luz y agua, y les hubieran bombardeado día y noche durante meses? ¿Cuántos
«Guernicas», uno detrás de otro, tendría que haber pintado Picasso para denunciar
esa masacre? Pues es esto, y no menos, lo que se está perpetrando impunemente
en Gaza.
En cuanto a acusar a Suráfrica de tener
vínculos con Hamás, tiene gracia que lo haga el país y el dirigente (Netanyahu)
que ha defendido personalmente la necesidad de financiar a Hamás como
estrategia para mantener divididos a los palestinos e impedir que avanzaran
hacia la consecución de un Estado propio.
Así que no. Es una repugnante mentira
afirmar que el gobierno y el ejército israelí están haciendo lo posible para
evitar víctimas civiles. Están perpetrando una matanza sin paliativos en el
campo de concentración en que han convertido previamente a Gaza. Y Occidente
entero, salvo la honrosa excepción de Suráfrica, está tapándose los ojos y la
nariz ante este hecho. Algo que, por cierto, tendrá consecuencias.
Porque tengan por seguro que si algo van a provocar estos crímenes de Estado es más
violencia e inseguridad para todos. Denle tiempo al tiempo.
Con hechos así, dan tanto horror como verguenza el pertenecer a la especie humana
ResponderEliminarY que lo digas.
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