Este artículo fue originalmente publicado por el autor en El Periódico Extremadura.
Este verano, mientras le daba vueltas a cómo programar el
nuevo curso escolar, me tope de golpe con las declaraciones de la consejera
extremeña de VOX, Camino Limia, afirmando que combatiría desde la Junta la «nefasta»
Agenda 2030. Me quedé de piedra. Pues el conocimiento de la Agenda 2030 y de
sus diecisiete Objetivos de Desarrollo Sostenible es un contenido insoslayable
del currículo educativo. ¿Entonces? ¿Qué debía hacer con mi programación?
¿Obedecer a las autoridades educativas que nos impelen a promover los objetivos
de la Agenda 2030, o a la consejera que nos dice que dicha agenda es nefasta y
que hay que luchar contra ella? ¿Qué
vamos a hacer, por ejemplo, cuando los alumnos – o sus familias – nos pregunten
que por qué insistimos en promover algo que, según el gobierno regional, es
nefasto pero que, según ese mismo gobierno, es parte estructural de todo el
currículo educativo?
Que la Agenda 2030 y sus Objetivos de Desarrollo Sostenible
(ODS) formen parte estructural del currículo educativo quiere decir que son
contenidos básicos de prácticamente todas las áreas y materias, desde Educación
Infantil al Bachillerato. Por estar, suelen estar hasta en la materia de
Religión Católica, algo que no tiene nada de extraño, dado el interés de la
Iglesia por la pobreza, la solidaridad, la justicia o la paz, que es de lo que
tratan fundamentalmente los ODS.
¿Entonces qué? ¿Respetamos la normativa curricular, o
celebramos las sorprendentes declaraciones de la señora Limia denigrando las
leyes a cuyo cumplimiento debería estar consagrada? Mientras el gobierno se
aclara con esto en sus recién estrenados despachos, desde las menos glamourosas
aulas los profesores y profesoras necesitan respuestas. Yo, de momento, les
sugiero lo siguiente. Lo primero cumplir la ley, como debe hacer cualquier
ciudadano y, de forma ejemplar, un profesor o maestro. Y lo segundo, tratar en
clase la cuestión de cómo es posible que la Agenda 2030 y los ODS les parezcan «nefastos» a
algunos políticos y gobernantes.
Porque la verdad es que las razones de la oposición de VOX a
los ODS no se dejan comprender muy bien. ¿A qué se oponen exactamente? ¿Saben
realmente de qué tratan los ODS? ¿Ignoran que tal Agenda, elaborada a través de
un largo proceso de consultas y acuerdos, fue democráticamente aprobada por la
Asamblea General de la ONU en 2015 merced al voto de 193 países, entre ellos el
gobierno de España, entonces en manos del Partido Popular? ¿Por qué desean
unirse a la nómina marginal de países que no suscribieron la Agenda, entre
ellos Arabia Saudí, Corea del Norte, Nicaragua, Irak o Siria?
Para aclarar la cuestión al alumnado se podrían recorrer,
uno tras otro, los diecisiete Objetivos de Desarrollo Sostenible, a ver cuáles
son los que justifican que a la consejera Limia le parezca nefasto el conjunto
de todos ellos. ¿Están Limia y VOX en contra de acabar con la pobreza (ODS 1),
con el hambre en el mundo (ODS 2) o con la desigualdad de género (ODS 5)? ¿Les
fastidia que se promocionen la salud y el bienestar de todos (ODS 3), la
educación de calidad (ODS 4), el acceso universal al agua y a los saneamientos
(ODS 6) o la reducción de las desigualdades (ODS 10)? ¿Les resulta nefasto que
se desarrollen las energías no contaminantes, la innovación industrial o el
trabajo digno (ODS 7, 9 y 8)? ¿Están en contra del crecimiento económico (ODS
8)? ¿Les importa un pimiento la conservación de los océanos o la protección de
los ecosistemas terrestres (ODS 14 y 15)?
Sé que para VOX, en la misma onda friki y paranoica de los
antivacunas o de los que creen que la CIA conserva extraterrestres en los
sótanos del Pentágono, la emergencia climática, ratificada año tras año por la
inmensa mayoría de los científicos, no es más que una confabulación progre;
pero el cambio climático incumbe básicamente a uno solo de los ODS. ¿Da eso
para decirle a los extremeños que la Agenda entera es nefasta?
Se afirma también desde el entorno de VOX que la Agenda 2030
es un instrumento ideológico (¿intentar acabar con la pobreza mediante una
agenda mundial es una malvada conspiración ideológica?), que está adscrito a
grupos de poder nada transparentes (¿será la ONU menos transparente que… no sé,
el Yunque o el OPUS?), y que resulta perversa para el sector agrario y el
desarrollo de la gente desfavorecida (¿una agenda destinada a promover la
sostenibilidad del propio sector agrario y a luchar contra el hambre y la
desigualdad global es perversa para el campo y para los desfavorecidos?).
En fin, si alguien lo entiende que lo explique. Y, mientras
tanto, que todo esto sirva a los docentes para impartir una buena lección sobre
los ODS; y, más importante aún, una buena lección sobre cómo ser ciudadanos críticos
frente al ejercicio irreflexivo e irresponsable del poder.
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