domingo, 29 de enero de 2012
Pienso, luego todo existe (como dejar de ser idealista sin dejar de existir)
Ya sabéis la vieja verdad cartesiana. Pienso, luego existo (lo que existe es mi mente pensante, claro, que es lo que más claramente soy yo). Esta verdad es indudable (si lo dudo ya estoy pensando, luego existiendo), por eso es verdad. ¿Pero es lo único indudable y verdadero? De ninguna manera.
En primer lugar, si pienso es que pienso algo (esto es igualmente indudable: si dudo que piense en algo es que estoy pensando en eso) ¿Pero en qué pienso? Supongamos que pienso en mi pensamiento (¿qué voy a hacer, si no existe nada más?) Esta suposición ya presupone una inevitable distinción en mi mente o pensamiento, la que hay entre el pensar y lo pensado. ¿Pero qué puede hacer esta distinción en mi mente? ¿Puede el pensamiento distinguirse de sí mismo? Sólo si hay otra cosa que no sea pensamiento.
Pero además, supongamos que no existiera más que mi pensamiento o mente pensante. ¿Qué distinguiría un pensamiento verdadero de otro falso? Nada. Ningún pensamiento sería verdadero ni falso. Pues, ¿con qué contrastaríamos lo que pensamos si nada hay más que nuestro pensar? Si pienso que todo es pensamiento, como si pienso lo contrario, no tendré ningún motivo para aseverar más una cosa que otra.
Aplíquese este argumento al resto de las facultades mentales, si es que hay otras además del pensamiento (cosa que un idealismo consecuente no podría demostrar -pues, de nuevo, qué distingue en el pensamiento de que deseo, o en el pensamiento de que siento, lo que es pensar y lo que es desear o sentir-). ¿Por qué habría de desear o sentir cosas distintas? ¿Porque habría de experimentar frustración alguna de mis deseos, si todo lo que existiera fuera yo, es decir, mi mente? El mundo sería exactamente igual a mis deseos, lo cual no parece cierto, ¿no?
Pero algo aún más importante. ¿Por qué nos parece evidente el principio cartesiano, "pienso luego existo"? ¿Tendrá este pensamiento, como cualquier otro, una cierta propensión a la lógica, es decir, al principio de identidad? ¿Cómo si no podría parecernos tan evidente, claro y distinto? Pero el criterio de evidencia no puede ser él mismo pensamiento pues, de nuevo, ¿cómo distinguir entonces lo evidente de lo que no lo es? La lógica es previa al pensar o, mejor, trascendente al pensamiento (éste es tiempo, la lógica no).
Así que, si pienso, existo; cierto. Pero si lo pienso más (insisto) existe también la lógica (¿cómo iba a engañarme, sin ella, ningún genio maligno --o es que es posible mentir sin lógica--?). Y también el mundo (¿o por que otro motivo no ocurre lo que más me gusta soñar que ocurra?). Y, sobre todas las cosas, Dios. ¿O es que no duda mi mente? Y si duda, sin duda que es imperfecta. Pero ¿qué sería de lo imperfecto sin lo Perfecto? Nada. Pero todo existe (El mundo, yo, la lógica, Dios), menos, precisamente, nada.
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¡Hola Victor!, quería comentar porque hace mucho que no paro por aquí, pero estoy estudiando para mis finales de esta semana y estoy encontrando muchos rasgos en común con lo que estudiamos en filosofía.
ResponderEliminarPor ejemplo, estoy estudiando en uno de mis temas de español los rasgos esenciales de cada género de texto. Pero no como tal memorizar los rasgos de cada tipo, sino la definición de esos rasgos y cómo se han formado los géneros.
Entonces estaba leyendo que hay dos teorías principales para responder a "¿Cómo se forman los géneros textuales?". Unos dicen que por deducción, a partir de encontrarnos con muchos ejemplares. Vemos una serie de rasgos en común y a partir de ese gran grupo de textos generalizamos que todos los que encontremos a partir de entonces con esos rasgos concretos, pertenecerán a ese género.
Otros, sin embargo, dicen que por intuición, ya que no podemos abstraer y generalizar un género a partir de un conjunto de textos: para construir esa "definición" hay que saber de antemano que lo que se selecciona es "adivinanzas" o "tragedias" o lo que sea. Porque si no, ¿cómo sabríamos que lo que recopilamos son "adivinanzas" y no "alabanzas"? , es decir, ¿cómo sabemos que esos textos pertenecen a un género en concreto ANTES de comprobar que tienen rasgos en común?
Su respuesta sería que reconocemos antes intuitivamente la posibilidad de un modo de ser (el ser tragedia, o diálogo, o lo que sea)
Me ha parecido muy interesante, porque me parece filosofía en unos términos un poco diferentes pero bueno... Quería compartirlo por aquí, no esperaba encontrarme con ello en mi carrera, pero seguro que me hubiese costado entender el segundo planteamiento si no hubiésemos discutido esto, ya que no está muy explicado en profundidad en mis fotocopias.
Espero que el curso esté yendo bien.
Un saludo :)
Elena Montero.
Hola Elena M., me alegro mucho de saber de tí y de que te pases por la caverna a hacer comentarios, como siempre, tan inteligentes.
ResponderEliminarEl debate que mencionas es, en efecto, una versión particular del problema filosófico más amplio que vimos en clase, y que es el del origen de los conceptos. No sé a qué conclusión llegastéis (o has llegado tú). Supongo que la mayoría de tus profesores y compañeros pensarán que el origen de los conceptos que designan géneros literarios es por inducción (no por deducción, como pones en tu comentario -supongo que es una errata-). Observamos ciertos parecidos formales y de contenido en ciertos textos literarios y los agrupamos bajo un concepto creado (comedia, tragedia, poesía, etc.). Ahora bien, ¿cómo detectamos esos rasgos comunes (por ej., que desarrollen cierto tipo de trama, que aparezcan personajes heroícos, que se expresen en verso,etc.)? Cualquier generalización a partir de rasgos comunes exige un criterio o concepto previo, o "a priori", de ese rasgo que buscamos. En último término, la definición (el concepto) es siempre previo a la observación. Sin el concepto de "personaje heroíco" o de "verso", etc., no podríamos encontrar que tales o cuales textos se parecen en que tienen héroes, están escritos en verso, etc., y por tanto, pertencen a tal o cual género. El ojo (la observación) no ve nada (es decir, no entiende nada en lo que mira) sin estar previamente informado por conceptos que, por lo tanto, no pueden ser creados "a posteriori", por generalización inductiva. Claro que, esto último, nos lleva a hipótesis muy extrañas, como la de las ideas innatas (¿venimos ya, al mundo, con ciertos conceptos de "serie"? ¿cómo es esto posible?). Ahí te dejo eso, a ver qué se te ocurre.
El curso va muy bien, incluso algunos alumnos son tan buenos como érais vosotros (cada vez creo más en la reencarnación).
Un abrazo muy fuerte.