Este artículo fue publicado por el autor en El Periódico Extremadura
Desde pequeño me hicieron saber de mil maneras posibles que
tenía que ser un machote. Cosa nada fácil. Porque ser un machote como Dios
manda comprende privilegios, sin duda, pero también deberes. Uno tiene que
personificar como un campeón tanto las viejas virtudes platónico-católicas como
las más modernas y protestantes (ser valiente, justo, templado, esforzado,
exitoso, competitivo…). Vamos, ser algo así como una mezcla entre el Cid y John
Wayne. O entre Héctor y Ulises. O ya puestos, entre Vladimir Putin y Will
Smith. ¡Uf!
Una de las cosas que según los entandares machotes nos toca
hacer a los hombres es proteger paternalmente a las hembras, a las que se las
supone en general menos fuertes y virtuosas. Esas «hembras» a salvaguardar en su
integridad y honor no son solo tu novia o esposa, sino también tus hermanas, tu
madre, tu patria, y hasta tus obreros, si eres un machote paternal y
emprendedor.
Este castizo machismo del caballero que toma como deber
sagrado el de la protección de su territorio y posesiones permanece casi
inalterable hasta el día de hoy. No hay más que asomarse al paisaje ideológico
de casi todas nuestras producciones culturales, incluyendo las que consumen a
diario los más jóvenes (canciones, películas, videoclips…). El estereotipo del
novio machote propietario de una hembra por la que habla y decide, y el de la
chica mona o fetén, satisfecha de tener enganchado al macho más sandunguero o
prometedor de la manada, responden a realidades más frecuentes de lo que quisiéramos.
Y no solo entre adolescentes de barrio y coche tuneado, ojo, sino también entre
jóvenes y adultos con másteres y pinta alternativo-burguesa.
Uno de los recursos a los que el machote protector echa mano
sin reparo alguno (por no decir que con el mayor de los entusiasmos) es el de
la violencia. Los machos saben que un hombre hecho y derecho, en ciertas
circunstancias, ha de desenfundar el revolver y tomarse la justicia por su
mano. O conquistar a ostias, o con todo el morro, lo que él o los suyos necesitan
(un bien de primera o enésima necesidad, un polvo, un cargo, un contrato…),
además de vengar sin remilgos, y a la siciliana, todo tipo de insultos y
afrentas al honor. Los machotes crecemos, así, peleándonos y midiéndonos a ver
quién es el más fiero, el más astuto o el que la tiene más larga. Y si hay
hembras por medio, no digamos. Pocas cosas más temibles que la embestida de un
macho con necesidad de demostrarle a su chati lo hombre que es.
Si queréis un ejemplo de rabiosa actualidad ahí tenéis a
Putin, que no solo ha cultivado a conciencia la imagen de macho alfa más
casposa y peliculera, sino que se la cree hasta el punto de provocar guerras en
las que protagonizar el papel de matón protector de la madre patria. Porque un
rasgo de los chulos de playa de más altos vuelos es este de erigirse en paterfamilias
de la nación, en padrino de la Cosa Nostra, o en ser como “un río para
mi gente”, como dice (más cursi y ególatra imposible) el llorica de Will
Smith.
Porque, como es de prever, todo esto viene al caso del actor
Will Smith y su sonado puñetazo a un cómico delante de millones de
espectadores, niños y adolescentes incluidos, que han acabado de aprender con
esto cómo tiene que comportarse un puto machote cuando alguien se burla de su
señora. Señora a la cual, por descontado, se le ha asignado con toda
naturalidad el papel de desvalida víctima, sin voz ni voto, y destinada a ser
salvada por el oficial y caballero de turno.
Pero lo más grave del caso de Smith es que este, tras darle
un puñetazo a un tipo delante de millones de personas, volviera tranquilamente
a su sitio, como un vaquero que acabara de hacer justicia, sin que nadie se
atreviera a decir ni pio, sin que se detuviera la ceremonia y sin que se
expulsara al matón. Después de esto, ¿qué diablos voy a hacer yo con el próximo
alumno que le pegue a otro en clase? ¿Darle un Oscar?... Casi nadie ha hecho
más que Hollywood por el machismo y el matonismo en el mundo. Pero esta gala
supera con creces todas las sagas de Rambo y Shwarzenegger juntas.
Y una última cosa sobre el humor y la violencia. Un chiste
puede molestar y violentar. Pero ni lo hace en el mismo registro que un
puñetazo, ni le da a nadie licencia para repartir ostias. Ante una broma de mal
gusto solo cabe hacer otra, si se tiene más ingenio que músculo, o defender con
argumentos lo inadecuado del chiste haciendo callar así, y por derecho, la risa
de la gente. Otra opción, igual de útil para llamar la atención sobre los
presuntos límites del humor, pero infinitamente más legítima y elegante,
hubiera sido levantarse e irse, mandar a la porra una ceremonia donde las
bromas personales son la norma, y donar el Oscar a alguna asociación de
enfermos de alopecia. Pero claro, para eso hay que ser significativamente más
noble e inteligente que machote.
Genial, otro artículo que apoya la ideología de moda, podría ser de feminismo en España en 2022 o franquista en 1950...
ResponderEliminarSe reduce al absurdo, todos los hombres somos Putin,, Smith y el Quijote luchando contra molinos por Dulcinea o Dante por Beatriz.
La verdad es otra bien diferente, pongamos que España entra en guerra contra... Rusia, Argelia, quien sea, cuántas mujeres empoderadas pedirán que un hombre las defienda?
Termino con otra pregunta, desde cuándo la filosofía tiene como objetivo difundir falacias?