La gente corea en Kiev, y en español, el viejo “no pasarán”
de la resistencia de Madrid a las tropas de Franco. Las comparaciones son
odiosas, pero hay cosas que sustancialmente coinciden: la defensa de unos principios
por encima de consideraciones pragmáticas, la resistencia del débil frente al
más poderoso, la movilización popular, o la fuerte dimensión simbólica de la lucha,
por la que la voluntad democrática de muchos decide no ceder al imperio
tiránico de la fuerza.
Visto lo que está ocurriendo, pocos entienden, en fin, la
oposición a la entrega de armas al gobierno ucraniano por parte de un sector de
la izquierda española. Una izquierda que, a la vez, no deja de exhibir su
vínculo con aquella tradición republicana y antifascista que, aun sabiéndolo
todo perdido, decidió que las tropas del general golpista y la violencia
criminal de los facciosos no iban a pasar por encima de la dignidad, la razón y
la democracia. Es extraña esta coincidencia, así que uno espera unos argumentos
más que contundentes por parte de esta izquierda, ultra-pacifista sin matices,
del «no a la guerra»
El principal argumento de los dirigentes de Unidas Podemos –
el de que hay que apostarlo todo a la diplomacia – les resulta incomprensible y
retórico incluso a sus propios simpatizantes. ¿Qué esfuerzo diplomático no se
ha intentado para detener el conflicto? ¿Qué líder mundial no ha hablado aún
con Putin para hacerle entrar en razón? ¿Cuál es el plan diplomático
alternativo que propone UP? El único que conozco es el de pedir a EE. UU y
China (es decir, al imperialismo made in USA y a otro tirano de la misma
catadura política que Putin) que arreglen el problema.
Fíjense hasta qué punto no han cesado los «esfuerzos
diplomáticos» que hasta el propio gobierno agredido se ha prestado a negociar sin
ni siquiera exigir un alto el fuego y mientras su población está siendo
masacrada bajo las bombas. ¿Qué mayor humillación (de la que, además, no puede
nacer paz duradera alguna) que dialogar con el abusón que te está moliendo a
palos mientras hablas? ¿Qué hay, en fin, de aquello que decía el Che sobre
“morir de pie” y “vivir de rodillas»?
El segundo argumento del sector «ultra-pacifista» de UP es
fruto de una especie de cálculo humanitario-pragmático. Dado que la guerra está
ya decidida a favor de Putin – dicen –, ayudar con armas no serviría más que
para prolongar el conflicto y aumentar las víctimas, con lo que es preferible
ceder. Este tipo de razonamientos, por legítimo que parezca, no casa con los
principios de la izquierda, el primero de los cuales ni es, ni ha sido, ni
merece ser el de la paz o la vida a cualquier precio, sino el de la aspiración
a la justicia, sin la cual no hay ni paz ni vida que valgan. Además, el
paternalismo de decidir por el pueblo ucraniano el precio que ha de pagar por
defender su dignidad, es repulsivo. Imaginen ese mismo argumento en boca de los
gobiernos inglés o francés para denegar ayuda militar a la Republica Española
frente al golpista Franco. La respuesta, tanto en un caso como en otro, solo
podría ser una: dennos ustedes las armas y ya decidiremos nosotros hasta qué
punto queremos o no jugarnos la vida por defender los principios que
(supuestamente) compartimos.
¿O es que Putin no es acaso un dictador sanguinario que
justifica su poder absoluto en los mismos términos y con los mismos elementos
(ultranacionalismo, tradicionalismo, vinculación con una oligarquía corrupta y
unas fuerzas de seguridad como soporte económico y policial del régimen…) que
Franco – y casi cualquier otro tirano moderno –? Con el agravante, además, de
que Putin, no contento con oprimir al país más grande del mundo, pretende
extender su régimen dictatorial a media Europa.
¿Entonces? ¿En qué diablos están pensando los herederos del
“no pasarán” y el “Madrid tumba del fascismo”? Es indudable que hay muchas
otras formas de hacer la guerra al tirano y que, entre ellas, la asfixia
económica puede ser muy eficaz. Pero esto no justifica obstaculizar el legítimo
derecho de los ucranianos a defenderse militarmente de la agresión bárbara de
un gobierno bárbaro que vende el retorno a la barbarie como antídoto
obligatorio frente a la «decadencia de la modernidad occidental», y para el
que, por cierto, todos los dirigentes de UP merecerían la cárcel a poco que
abrieran la boca.
Y sí, amigos de UP, las guerras suponen muerte y
sufrimiento. También las guerras económicas, pues la gente que perdería su
empleo en Europa si se paralizara la producción por un deseable boicot al gas y
el petróleo ruso, también serían, aún en menor medida, víctimas. La cuestión,
como siempre, y más allá de lemas pacifistas carentes de todo sentido de lo
real (y de lo ideal) es si esta guerra es o no es justa. Y si lo es, no hay más
remedio que afrontarla, con todo el dolor del mundo, y con todas sus
consecuencias.
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