Decían antiguos sabios que el alma (Psique) era una especie de ENERGÍA QUE ANIMABA A LAS COSAS, dotándolas de movimiento y DIRIGIÉNDOLAS A UN FIN: ser ellas mismas lo más perfectamente posible.
El alma era así como una fuerza o DESEO AMOROSO (Eros) pues, según decían, las cosas se mueven por el deseo de unión con aquello que les falta para ser perfectas. ¡Y eso es el amor¡ ¿O no?
¿Pero cómo se puede desear lo perfecto sin tener una cierta "idea" de la perfección? El alma no sólo sería un deseo de lo mejor, sino también un cierto CONOCIMIENTO DE LO MEJOR...
Los viejos mitos religiosos decían que las almas eran seres divinos que por algún motivo (no muy claro, la verdad) "cayeron" a la Tierra encarnándose en los cuerpos, en los que están como prisioneras. Cuando esas almas empiezan a recordar de dónde vienen se sienten "fuera de sí", inquietas, e intentan lograr la perfección que como seres divinos les corresponde. Y esa inquietud o deseo es lo que caracteriza a las cosas...
Toda cosa consiste, pues, en un tipo de actividad dirigida por un fin o ideal de plenitud. Las cosas son un deseo de ser lo mejor posibles. Y ESE DESEO Y ESE IDEAL ES SU ALMA.
A la teoría que afirma que TODAS LAS COSAS TIENEN ALMA se le conoce como HILOZOÍSMO o PANSIQUISMO. Más filosóficamente, esta teoría viene a decir que TODAS LAS COSAS TIENEN FORMA. Es decir, que cada cosa se caracteriza por su forma de moverse o comportarse en orden a un fin. Esta forma de ser es lo que da identidad a las cosas y lo que permite explicarlas. ¿Pero en qué consiste esta forma o “alma” y de qué manera está en las cosas?
Pensemos en un objeto sencillo, como una piedra. Como diría un físico, cada partícula suya está incesantemente moviéndose. Pero este movimiento no es azaroso, más bien parece dirigirse a un fin: lograr que la piedra sea ella misma lo más perfectamente posible. El movimiento ordenado de sus átomos es la estructura de la piedra, su forma o identidad. Pero dicho movimiento no sólo está dirigido a la permanencia de la piedra (resistiendo al tiempo y a los factores que las desgastan); está, a su vez, orientado por un fin o ideal modélico (las leyes de la física) al que el comportamiento de la piedra tiende a ajustarse. Podríamos decir, incluso, que la actividad de la piedra expresa la forma más básica del amor: el amor de un cuerpo por sí mismo...
Veamos ahora el caso de un ser vivo, un animal, por ejemplo. El movimiento del animal es más complejo, pero se dirige al mismo fin que la piedra: mantener y perfeccionar su ser. Además de mantener la estructura corporal (autorregulación), el animal se mueve para duplicarla y mejorarla mediante la reproducción. Toda esta actividad está gobernada por un ideal o modelo (descrito por las leyes biológicas). El amor animal es el deseo de unión con lo que le mantiene y acrecienta (el alimento, etc.) y con lo que le permite permanecer y perfeccionarse a través de su descendencia (mediante la unión sexual con otros, por ejemplo)...
El caso del hombre es mucho más complicado, pero en esencia es lo mismo. El humano se mueve para realizarse plenamente como ser humano, según el ideal que representan sus principios morales (su ideal o modelo de persona). Para ello, más allá del amor corporal (autorregulación y reproducción), busca la unión con otras “almas” a través de proyectos comunes y, sobre todo, de la comunicación y las ideas compartidas. La identidad y perfección de lo humano está en la actividad cultural y las ideas, en la mente más que en el cuerpo. Según Platón, el hombre logra permanecer (venciendo al tiempo) y perfeccionarse en el contacto con lo eterno de las ideas. Este contacto es el conocimiento. Por ello, la actividad más propia del ser humano es el amor por el saber: la filosofía…
muy buena filosofia, las piedras tienen alma :D
ResponderEliminar¿No lo sabías? :DD
ResponderEliminarHola Víctor y compañía!!
ResponderEliminarHacía ya mucho tiempo que no me pasaba por aquí pero veo que todo marcha bien. En cuanto a la entrada (y por hurgar más en el tema del alma humana): ¿aceptamos a la filosofía, construida a base de preguntas y no de respuestas, como el saber general del amor? Aristóteles, en su “Metafísica”, dice que la filosofía responde a una tendencia natural del hombre a ver, a mirar, a entender, a saber y a interpretar el mundo. Entonces: ¿no somos románticos por naturaleza? Si respondemos afirmativamente, por tanto, se puede enlazar con una de las entradas anteriores: ¿“pensamos, luego existimos”? (Descartes) o ¿“Amamos, luego existimos” (Manuel Cruz)? ¿O ambas cosas? Otra posibilidad es la que abre Gassendi: ¿“Caminamos, luego existimos”? Escoged la que queráis.
P.D: Víctor, me encuentro por unos días en Mérida. Lo digo por si hay planeada alguna tertulia (de gente con alma, claro) o por si tienes tiempo para algún café.
Un abrazo a todos!!
Hola Fernando, qué alegría verte por aquí.
ResponderEliminarLa filosofía, como indicas, es el saber general del amor. Pensar (preguntar, dialogar, etc.) es amar (la verdad). Caminar es igualmente amar (buscar, perseguir-hacer sentido, etc.), y suele ser entendido como imagen del diálogo o del método para acercarse a la verdad. El que piensa, ama, camina... busca la unión con lo que le falta. Ahora bien, esto no tiene que ver con el romanticismo, en ningún sentido. Decir que "el amor mueve el mundo" es un intento de describir, a cierto nivel, la realidad, y que pretende justificarse con argumentos puramente racionales.
En cuanto a lo de la tertulia, no, no hay prevista de momento ninguna. Y a lo del café, cuando tú quieras.
Un abrazo!!
Exacto. Intentaba expresar que cualquiera de las tres opciones no deja de ser la misma y, por supuesto, que nada tiene que ver con el romanticismo.
ResponderEliminarGenial por lo del café!