sábado, 26 de diciembre de 2009
Cinco formas de acabar con el materialismo. 5. Si todo cambia, ¿cambia algo?
¡Todo está cambiando en el Universo! Nadie se baña dos veces en el mismo río: de baño a baño el río ha cambiado. Pero no sólo el río: también el bañista. Si todo está cambiando, nada ni nadie es lo mismo durante dos instantes seguidos. Decir “yo he cambiado” resulta absurdo, pues si todo esta cambiando no hay ningún “yo” invariable que sea el sujeto de ningún cambio…
Imaginaos que todo estuviera cambiando a la vez y a la misma velocidad (si todo fuera cambio, nada podría distinguir entre cambios más o menos veloces) ¿Notaríamos algún cambio? Si fuéramos en un tren a velocidad constante y todo el exterior se moviera a la misma velocidad: ¿habría cambio o movimiento alguno?... Parece imposible, ¿no?
Además, si en el Universo todo cambia, también lo hacen las leyes que explican el cambio (¡). ¿Y el propio cambio también cambia? ¿Cómo podría ser?...
Zenón de Elea, un viejo filósofo griego, decía que por mucho que una cosa parezca moverse, a cada instante está en algún sitio, y sólo en uno, por lo que siempre (en todo instante) “está”, y lo que siempre “está”: ¿cuándo se mueve?...
El materialista puede decir que él “ve” que las cosas cambian y se mueven. ¿Pero es esto verdad? ¿Se puede ver el movimiento y el cambio? Parodiando a Zenón, podríamos decir que a cada pequeñísimo instante en que vemos algo lo vemos estando en algún sitio, sin moverse, como si le hiciéramos una fotografía, pero ¿vemos el cambio en sí?...
En fin: el cambio carece de lógica y ni siquiera puede verse. ¿Qué clase de truco de feria es entonces?...
martes, 15 de diciembre de 2009
Resumen de la reunión sobre la Biblioteca de Babel.
El pasado sábado 12 de diciembre celebramos en Mérida nuestra tercera reunión extracavernaria. Cambiamos el fuego de la Caverna por unos cafés y unas copas, y discutimos sin casi parar de interrumpirnos (y a pesar de la música) sobre un montón de cuestiones, todas ellas alrededor del cuento de Borges “La biblioteca de Babel”. Para que, si nos apetece, podamos retomar el asunto (aquí en el Blog, o en la próxima reunión) ahí va un pequeño resumen de los temas que tratamos (y, según recuerdo, en el orden en que los tratamos). Todos ellos surgieron de las privilegiadas mentes de Álvaro, Toni, Ángela, Silvia, Elena G., José, Carlos, Rubén, Elena, Mª Ángeles, Mónica, Juandi, y Ana, que llegó al final.
• ¿Qué sentido tiene la vida humana si todo está ya “escrito” o predeterminado a suceder? (Incluyendo todo lo que digamos en esta reunión) ¿Tendría sentido la libertad y la moral?...
• Si aunque sepamos que todo se puede conocer, no podemos llegar a ese conocimiento absoluto (nos moriremos antes). ¿Tiene sentido nuestro esfuerzo filosófico?
• ¿Es la realidad (el Universo) como un libro escrito en algún lenguaje que tendríamos que descifrar? ¿Qué representan los libros en la “biblioteca” de Borges? ¿Quiénes son esos misteriosos bibliotecarios? ¿Por qué se llama biblioteca de “Babel”? ¿Por qué castigó Dios al hombre (por levantar la torre de Babel) con la confusión de las lenguas, obligándonos, así, a comunicarnos y reunirnos en busca de la “unidad” perdida?...
• Si nuestra vida sucede, con variaciones, en múltiples y diferentes libros (como si viviéramos, a la vez, en universos paralelos, en cada uno de ellos una vida diferente), ¿perderíamos nuestra identidad?
• ¿Es posible que exista el “libro de los libros”? La paradoja del conjunto de los conjuntos. ¿Se pertenece ese conjunto a sí mismo?... La paradoja del barbero que solo afeita a todos los que no se afeitan a sí mismos. ¿Se podría afeitar el propio barbero a sí mismo?
• ¿Por qué Dios se representa como un “gran libro circular de lomo continuo”?
• ¿Por qué la existencia de espejos hace pensar a Borges que el Universo (biblioteca) no puede ser infinito?
• ¿Siendo la naturaleza tan compleja, podría ser fruto del azar, o más bien es obra de un Dios? ¿Qué es más complejo, perfecto y difícil de reproducir, lo que crea la naturaleza o lo que crea el hombre? ¿Qué deberíamos salvar antes de un incendio: a un gato o a la Capilla Sextina?
• ¿Todo se puede decir o expresar? ¿Se puede expresar y comunicar todo lo que subjetivamente experimentamos y sentimos? ¿Se puede traducir sin perder significado de una lengua a otra? ¿Se puede decir o expresar algo ilógico? (¿Puede existir en la biblioteca de Babel un libro que sea la demostración verdadera de que dos más dos son cinco?)
• Si fuéramos inmortales, tendría sentido elegir hacer algo. ¿No sería cierto que lo haríamos todo (lo bueno y lo malo) en todos los órdenes posibles?...
• ¿Es la biblioteca infinita o no? ¿Puede haber algo finito pero sin límites, como dice Borges (como la superficie de una esfera)? ¿Qué diferencia hay entre lo infinito y lo eterno?
• ¿Qué relación hay entre apariencia y realidad? ¿Qué realidad tiene la apariencia? ¿Qué es la realidad para Platón?
No recuerdo más. Si me he olvidado algo importante que lo diga alguien. Añadir que se plantearon propuestas para la próxima reunión (además de la de cambiar de bar): alguna leyenda de Bécquer, cuentos de Cortazar o Kafka, algo de Nietzsche… Todo el que quiera proponer algo (libro, cuento, película, lo que sea) que lo haga aquí mismo, en los comentarios. Gracias a todos (También a los que no pudieron venir, pero vendrán a la próxima).
• ¿Qué sentido tiene la vida humana si todo está ya “escrito” o predeterminado a suceder? (Incluyendo todo lo que digamos en esta reunión) ¿Tendría sentido la libertad y la moral?...
• Si aunque sepamos que todo se puede conocer, no podemos llegar a ese conocimiento absoluto (nos moriremos antes). ¿Tiene sentido nuestro esfuerzo filosófico?
• ¿Es la realidad (el Universo) como un libro escrito en algún lenguaje que tendríamos que descifrar? ¿Qué representan los libros en la “biblioteca” de Borges? ¿Quiénes son esos misteriosos bibliotecarios? ¿Por qué se llama biblioteca de “Babel”? ¿Por qué castigó Dios al hombre (por levantar la torre de Babel) con la confusión de las lenguas, obligándonos, así, a comunicarnos y reunirnos en busca de la “unidad” perdida?...
• Si nuestra vida sucede, con variaciones, en múltiples y diferentes libros (como si viviéramos, a la vez, en universos paralelos, en cada uno de ellos una vida diferente), ¿perderíamos nuestra identidad?
• ¿Es posible que exista el “libro de los libros”? La paradoja del conjunto de los conjuntos. ¿Se pertenece ese conjunto a sí mismo?... La paradoja del barbero que solo afeita a todos los que no se afeitan a sí mismos. ¿Se podría afeitar el propio barbero a sí mismo?
• ¿Por qué Dios se representa como un “gran libro circular de lomo continuo”?
• ¿Por qué la existencia de espejos hace pensar a Borges que el Universo (biblioteca) no puede ser infinito?
• ¿Siendo la naturaleza tan compleja, podría ser fruto del azar, o más bien es obra de un Dios? ¿Qué es más complejo, perfecto y difícil de reproducir, lo que crea la naturaleza o lo que crea el hombre? ¿Qué deberíamos salvar antes de un incendio: a un gato o a la Capilla Sextina?
• ¿Todo se puede decir o expresar? ¿Se puede expresar y comunicar todo lo que subjetivamente experimentamos y sentimos? ¿Se puede traducir sin perder significado de una lengua a otra? ¿Se puede decir o expresar algo ilógico? (¿Puede existir en la biblioteca de Babel un libro que sea la demostración verdadera de que dos más dos son cinco?)
• Si fuéramos inmortales, tendría sentido elegir hacer algo. ¿No sería cierto que lo haríamos todo (lo bueno y lo malo) en todos los órdenes posibles?...
• ¿Es la biblioteca infinita o no? ¿Puede haber algo finito pero sin límites, como dice Borges (como la superficie de una esfera)? ¿Qué diferencia hay entre lo infinito y lo eterno?
• ¿Qué relación hay entre apariencia y realidad? ¿Qué realidad tiene la apariencia? ¿Qué es la realidad para Platón?
No recuerdo más. Si me he olvidado algo importante que lo diga alguien. Añadir que se plantearon propuestas para la próxima reunión (además de la de cambiar de bar): alguna leyenda de Bécquer, cuentos de Cortazar o Kafka, algo de Nietzsche… Todo el que quiera proponer algo (libro, cuento, película, lo que sea) que lo haga aquí mismo, en los comentarios. Gracias a todos (También a los que no pudieron venir, pero vendrán a la próxima).
lunes, 14 de diciembre de 2009
Cinco formas de acabar con el materialismo. 4. ¿Pasa el tiempo por el tiempo?
¡Todo es temporal! Eso han dicho muchos filósofos, poetas y, hoy en día, la totalidad (o casi) de los científicos. El Universo entero –dicen muchos físicos— es un proceso temporal que comenzó hace unos 13.000 millones de años. Todo nace, se desarrolla y acaba deshaciéndose en ese proceso universal que es el tiempo… ¿Pero puede ser TODO temporal? ¿Lo pensamos?...
Si todo lo existente fuese temporal, el tiempo sería ilimitado, infinito, pues ¿qué límite habría que no fuese también temporal? Los físicos no tienen respuesta a esta pregunta. Algunos afirman que, sencillamente, antes de comenzar el tiempo no hay ningún “antes”, porque no hay tiempo, luego (como todo es tiempo) antes del tiempo "no hay nada", y de la nada, ¡plof!, brota el tiempo, como un milagro…
Además, si todo fuese tiempo, ¿qué distinguiría un instante de otro? ¿podría el tiempo dividirse a sí mismo? Imposible. Luego si todo fuese tiempo no habría más que un único instante eterno que jamás dejaría de “pasar”, luego no “pasaría” nada, no habría “pasado”, ni futuro, ni… Tiempo…
Pero aún hay otra consecuencia, más estrafalaria aún, de la idea de que todo es tiempo. Si todo lo que existe es temporal, y el tiempo también existe, el tiempo también habrá de ser, él mismo, “temporal”. ¿Pero puede ser que por el propio tiempo pase el tiempo?... No parece que sea eso lo que ocurra. El propio tiempo no es temporal. Al menos, ninguna de sus partes lo es: todas las horas son la misma, jamás cambian, entre las dos y las tres quizás hayan pasado muchas cosas, pero no el tiempo, pues una hora es idéntica a otra (la hora tres no es está más vieja y estropeada que la hora dos). Pensemos ahora en fechas: ¿Alguna cambia alguna vez? ¿Por el 12 de octubre de 1942 o por la fecha de tu cumpleaños pasa el tiempo? No: la fecha de tu cumple es siempre la misma, no envejece jamás. Por supuesto, tampoco pasa el tiempo por el concepto de “tiempo”, ni por las leyes y fórmulas con las que el físico pretende comprender el tiempo… Entonces, ¿cómo va a ser todo tiempo, si el propio tiempo es ajeno a lo temporal?
Ahora bien, si el tiempo no es lógicamente posible, ¿cómo es que lo percibimos?...Aunque, la verdad, eso de que lo percibimos...¿Alguien ha visto alguna vez al tiempo? ¿Alguien podría capturar el instante presente e introducirlo en una probeta para observarlo? ¿Podríamos capturar o ver el pasado –que ya no es—o el futuro –que todavía no existe—?...
Pensadlo: ¿Qué es el tiempo? ¿Es algo real? Pero pensadlo sin prisa, tomaos vuestro tiempo…
Por cierto, os recomiendo que consultéis la interesante y enigmática entrada de mi colega bloguero juanantonio: "¿Es real el tiempo?", de la que he tomado los videos. Está en Cavernisofía, por esta galería un poco hacia arriba y a la derecha... Ojo con perderos también en el espacio!
jueves, 10 de diciembre de 2009
Cinco formas de acabar con el materialismo. 3. ¿Se puede dividir la materia hasta el infinito?
Supongamos que la realidad, como quiere el materialista, es corpórea y extensa, es decir, tiene superficie y dimensiones (por muy pequeñas que sean). Si así fuera podríamos dividirla una y otra vez, pues los trocitos que obtuviéramos en cada división serían también extensos y, por lo mismo, divisibles de nuevo. ¿Tendríamos acaso alguna razón lógica para pensar que alguno de estos trocitos fuera indivisible? Todo lo que tiene extensión y se puede medir, se puede volver a dividir en medidas aún más pequeñas… Y así, hasta el infinito. Ahora bien, si cada trocito de una cosa se puede dividir hasta el infinito, es que dicha cosa tiene infinitas partes. Pero si una cosa tiene infinitos trocitos, ¿no será ella misma infinita? Tiene que serlo. Y, a la vez, tiene que ser finita, pues una cosa infinita y sin límites, ¿qué cosa es? ¿Cómo la delimitaríamos o definiríamos separándola de las demás, si ella misma carece de límites o fines?...
Todo esto sin contar con que si una cosa es divisible hasta el infinito, cada parte suya tiende a tener una extensión “cero”, lo cual nos obligaría a comprende a la cosa como una suma de partes cada una de las cuales mide “cero”. ¿No es esto el colmo del absurdo?...
Y falta aún un argumento. Si la materia es divisible, y no hay más que materia (como reza el materialista), ¿con qué podríamos dividir a la materia? ¿Puede la materia dividirse a sí misma? Es como preguntar: ¿puede el agua dividir al agua? ¿Podríamos cortar la mantequilla con un cuchillo hecho de la misma mantequilla que cortamos?...
Absurdo, ¿no?... Y sin embargo parece posible. En el siguiente video podéis ver a los físicos preparándose para hacer colisionar partículas pequeñisimas, y descubrir, así, las partes aún más pequeñas que estas partículas contienen...
miércoles, 9 de diciembre de 2009
Cinco formas de acabar con el materialismo. 2. ¿Qué espacio ocupa el espacio?
¿Qué es el espacio? Tiene que ser algo físico, como el resto de las cosas (si no fuera algo físico, ¿cómo iban a “estar en él” las cosas físicas?). Pero si es algo físico, ¿no tendría que ocupar el mismo un espacio, como le ocurre a todo lo físico? ¿Y qué espacio ocuparía el espacio? (¿Y qué espacio ocuparía el espacio ocupado por el espacio?...)... Dicho de otro modo, si el espacio contiene todas las cosas: ¿no tendría que contenerse a sí mismo, siendo él, como es, una cosa física más?... Por otro lado, si el espacio es algo físico, tendrá cierta densidad, cantidad de materia, etc. Siendo así, ¿cómo es que “caven” las cosas en él? ¿No “tropezarán” las cosas con el espacio, en lugar de “ocuparlo”?...
En fin, sólo queda pensar que el espacio no sea físico, o que “esté hecho” de otro tipo de realidad física, diferente a la de las cosas que contiene. ¿Pero es esto posible? Si no fuera físico, o fuera de “otro” tipo de realidad física (¿podría haber otro tipo de realidad “física”, siendo también “física”?), no parece que pudiera “contener” (o relacionarse de algún otro modo) con lo físico. ¿No?
¿Has pensado alguna vez que es el espacio, de qué está hecho? ¿Qué crees que dicen los físicos al respecto? ¿Dicen algo con sentido? ¿Y tú? ¿Cómo creer entonces en el espacio que supuestamente ocupamos? Pero si no hay algo así como el espacio, ¿cómo es que estamos AQUÍ y no en otro SITIO? ¿Serías capaz de responder a todo esto sin volverte loco?...
Cinco formas de acabar con el materialismo. 1. ¿Cuántas cosas hay?
El materialismo afirma que la realidad es el mundo físico que nos presentan los sentidos y que describen las ciencias naturales. Según esta teoría la realidad es plural (compuesta de muchas cosas), espacial (las cosas ocupan espacio), extensa (las cosas tienen cuerpo, dimensiones, etc.), temporal (aparecen, envejecen, desaparecen etc.) y cambiante (se transforman, cambian de posición, etc.)... ¿Es todo esto cierto?
Imaginemos que la realidad fuese plural, es decir, que en ella hubiese MUCHAS COSAS diferentes una de otras. ¿Qué separaría entonces una cosa de otra? Otra cosa, claro. ¿Y esta otra cosa de las anteriores? Otra. Y así hasta el infinito. Luego lo que separaría una cosa de otra sería algo infinito: un límite ilimitado. ¡Qué contradicción! ¿O no?
¿No pasa esto mismo con los números? (Los números, por cierto, son el “nombre” de las cosas en cuanto a su pluralidad o cantidad). Se supone que el 3, por ejemplo, se separa del 1 gracias a que el 2 está por en medio. Pero a su vez, el 3 se separa del 2 gracias al 2.5, y se separa del 2.5 gracias al 2.75... Y así hasta el infinito. El límite entre los números es ilimitado. Los propios números son finitos (el dos “está” entre el 1 y el 3) e infinitos (entre el 1 y el 3 hay infinitos números)...
Además, si las cosas fueran muchas habrían de ser todas diferentes unas de otras. Pero entonces, ¿cómo iban a tener nada en común? (Por ejemplo: ser todas ellas “cosas”, o ser todas ellas “diferentes”...). Si tuvieran algo en común tendríamos que imaginar “algo” que estuviera en todas ellas, pero ¿qué podría ser esta extraña “cosa” que puede estar en tantos sitios a la vez? ¿Podría ser algo material o físico?...
¿Cuántas cosas hay: muchas, una sola, o ninguna? ¿Qué crees tú?
martes, 8 de diciembre de 2009
¡Cavernícolas todos! Estáis convocados a nuestra próxima reunión extracavernaria. Será el sábado 12 de diciembre desde las 6.30 en la taberna irlandesa (junto a la Asamblea de Extremadura). Podéis traeros a todos los amigos que queráis. El asunto a tratar será el cuento de Jorge Luís Borges "La Biblioteca de Babel" (se puede leer en cualquier antología del autor o en la entrada del blog titulada: El universo es una biblioteca).
martes, 1 de diciembre de 2009
Filósofos de la materia y filósofos de la forma.
Los filósofos han venido notando, desde hace tiempo, que a las cosas les pasa algo muy raro. Imaginaos, por ejemplo, una mesa. De un lado, la mesa es un objeto material, que ocupa un espacio, y que como todo lo material se puede dividir en partes; además, todas las partes de la mesa (sus átomos y partículas elementales) están moviéndose constantemente, por lo que la mesa entera está sujeta al tiempo (cambia, envejece cada día, etc.)… Ahora bien: si la mesa cambia toda ella a cada instante, ¿cómo es que la reconocemos, de un instante a otro, como la “misma” mesa? Raro, ¿no? Además, siempre la captamos como “una” mesa, como un “todo”, aunque en el fondo en ella no hay unidad ninguna: la mesa no es más que partes separables una y otra vez en otras partes. Para más confusión, resulta que, aun siendo un objeto espacial, la mesa sigue siendo ella misma aunque la cambiemos de sitio (como si el espacio no la afectara del todo)… ¡Madre mía con la mesa!... Los filósofos han intentado arreglar este problema suponiendo que las mesas (bueno, los objetos, y los animales y las personas y casi todo lo demás) tienen como dos lados o aspectos. De un lado son MATERIA (cuerpos extendidos en el espacio, divisibles, sujetos al cambio y al tiempo). Pero, de otro lado, parecen tener una FORMA o estructura que, a diferencia de la materia ha de ser INCORPÓREA, INDIVISIBLE, INVARIABLE Y ATEMPORAL. Sin esta forma, dicen, las cosas carecerían de identidad, no podrían ser “una mesa”, “Madrid”, “Juan Pérez”, ni nada…
Ahora bien. ¿Cómo va a existir algo –como la Forma— incorpóreo como un fantasma, carente de espacio y ajeno al tiempo, como si estuviera en otro mundo distinto al Universo físico?... Increíble, ¿no? Por eso, algunos filósofos niegan la existencia de la forma: las cosas (y las personas y todo lo demás) son únicamente materia. A estos filósofos se les llama materialistas (nosotros les llamaremos, con más precisión, INMANENTISTAS).
Sin embargo, a otros filósofos (bastante más raros) lo que les parece increíble es que exista la materia. ¿Cómo va a existir –dicen— algo divisible hasta el infinito y que está siempre cambiando? ¡No podría ser nada, se disolvería a cada instante! Por eso, a estos filósofos lo que les parece real es la forma. Les suelen llamar idealistas o platónicos (nosotros les llamaremos TRASCENDENTALISTAS)…
Entre estos dos extremos está todo el juego de la filosofía: los filósofos de la materia y los filósofos de la forma, los filósofos que defienden que la única realidad es esta Caverna (el Mundo que vemos), y los que defienden que la verdadera realidad está fuera de la Caverna, en un Mundo distinto al que ahora vemos… ¿Cuál de estos dos grupos estará menos loco?
lunes, 30 de noviembre de 2009
¿Quién es más real: Cervantes o Don Quijote?
¿Quién es más fundamentalmente real: Cervantes o Don Quijote? ¿Quién depende de quién?. Unos dirán que Cervantes es más real ¡Claro, porque sin Cervantes no hubiera existido Don Quijote! ¿no?. Pero otros podrían decir que Don Quijote es el más real. Al fin y al cabo, Don Quijote es un personaje mucho más determinante e influyente que su oscuro autor; de hecho, Cervantes “existe” aún hoy gracias al Quijote. Además, si Cervantes no hubiera escrito el Quijote... ¿No podría haberlo hecho otro? ¿Es el Quijote una invención o un descubrimiento? (En "Pierre Menard, autor del Quijote", otro cuento de Borges, se narra el caso de un escritor que se hace el propósito de escribir de nuevo el Quijote, no copiándolo, sino "sacándolo" de sí mismo, deduciéndolo...).
Veamos otro caso: ¿qué es más real: Darwin o las leyes de la evolución natural? De nuevo, unos dirán que Darwin es más real que sus leyes, aun cuando tales leyes expliquen el “hecho evolutivo” que dio lugar a la existencia de Darwin (¡y de su teoría evolutiva!). Pero otros podrían decir justo lo contrario: que las leyes evolutivas son más reales que Darwin, pues tales leyes no sólo explican el hecho de la existencia de Darwin y su descubrimiento, sino, más aún, producen tales hechos. La evolución es como el “mecanismo” generador de una totalidad de hechos y, como tal, no puede confundirse con los hechos que genera (sería como confundir una máquina con una de las cosas que fabrica). Por eso, si la evolución no es un hecho, tiene que ser otra cosa: una ley. Algo así como lo que da “forma” a los hechos. Pero si esto fuera cierto ocurriría algo muy raro. Habría como dos tipos de realidades: los hechos (las cosas que pasan en el espacio y el tiempo) y las leyes (que no pasan en el espacio y el tiempo, gracias a lo cual pueden explicar y producir a las cosas en distintos lugares y momentos).
¿Quiere todo esto decir que hay realidades (como las leyes) que existen fuera del espacio y el tiempo? ¿Hay un mundo distinto a este que vemos en el que “revolotean” las leyes y los quijotes a la espera de que algún Darwin o Cervantes las descubra? ¿Qué mundo de hadas o fantasmas sería ese?
jueves, 26 de noviembre de 2009
El universo es una biblioteca
Os presento, por si no os conociáis, a Jorge Luis Borges y a uno de los cuentos más lúcidos y misteriosos que escribió: se llama "La Biblioteca de Babel". Leyéndolo uno nunca sabe si está o no dentro del propio cuento. A ver que podéis sacar de él (si es que podéis salir, claro). Por cierto, podéis participar en una recreación de la biblioteca en http://www.matcuer.unam.mx/~aubin/babel/
La Biblioteca de Babel
El universo (que otros llaman la Biblioteca) se componte de un número indefinido, y tal vez infinito, de galerías hexagonales, con vastos pozos de ventilación en el medio, cercados por barandas bajísimas. Desde cualquier hexágono se ven los pisos inferiores y superiores: interminablemente. La distribución de las galerías es invariable. Veinte anaqueles, a cinco largos anaqueles por lado, cubren todos los lados menos dos; su altura, que es la de los pisos, excede apenas la de un bibliotecario normal. Una de las caras libres da a un angosto zaguán, que desemboca en otra galería, idéntica a la primera y a todas. A izquierda y a derecha del zaguán hay dos gabinetes minúsculos. Uno permite dormir de pie; otro, satisfacer las necesidades finales. Por ahí pasa la escalera espiral, que se abisma y se eleva hacia lo remoto. En el zaguán hay un espejo, que fielmente duplica las apariencias. Los hombres suelen inferir de ese espejo que la Biblioteca no es infinita (si lo fuera realmente ¿a qué esa duplicación ilusoria?); yo prefiero soñar que las superficies bruñidas figuran y prometen el infinito... La luz procede de unas frutas esféricas que llevan el nombre de lámparas. Hay dos en cada hexágono: transversales. La luz que emiten es insuficiente, incesante.
Como todos los hombres de la Biblioteca, he viajado en mi juventud; he peregrinado en busca de un libro, acaso del catálogo de catálogos; ahora que mis ojos casi no pueden descifrar lo que escribo, me preparo a morir a unas pocas leguas del hexágono en que nací. Muerto, no faltarán manos piadosas que me tiren por la baranda; mi sepultura será el aire insondable; mi cuerpo se hundirá largamente y se corromperá y disolverá en el viento engendrado por la caída, que es infinita. Yo afirmo que la Biblioteca es interminable. Los idealistas arguyen que las salas hexagonales son una forma necesaria del espacio absoluto o, por lo menos, de nuestra intuición del espacio. Razonan que es inconcebible una sala triangular o pentagonal. (Los místicos pretenden que el éxtasis les revela una cámara circular con un gran libro circular de lomo continuo, que da toda la vuelta de las paredes; pero su testimonio es sospechoso; sus palabras, oscuras. Ese libro cíclico es Dios.) Básteme, por ahora, repetir el dictamen clásico: La Biblioteca es una esfera cuyo centro cabal es cualquier hexágono, cuya circunferencia es inaccesible.
A cada uno de los muros de cada hexágono corresponden cinco anaqueles; cada anaquel encierra treinta y dos libros de formato uniforme; cada libro es de cuatrocientas diez páginas; cada página, de cuarenta renglones; cada renglón, de unas ochenta letras de color negro. También hay letras en el dorso de cada libro; esas letras no indican o prefiguran lo que dirán las páginas. Sé que esa inconexión, alguna vez, pareció misteriosa. Antes de resumir la solución (cuyo descubrimiento, a pesar de sus trágicas proyecciones, es quizá el hecho capital de la historia) quiero rememorar algunos axiomas.
El primero: La Biblioteca existe ab alterno. De esa verdad cuyo colorario inmediato es la eternidad futura del mundo, ninguna mente razonable puede dudar. El hombre, el imperfecto bibliotecario, puede ser obra del azar o de los demiurgos malévolos; el universo, con su elegante dotación de anaqueles, de tomos enigmáticos, de infatigables escaleras para el viajero y de letrinas para el bibliotecario sentado, sólo puede ser obra de un dios. Para percibir la distancia que hay entre lo divino y lo humano, basta comparar estos rudos símbolos trémulos que mi falible mano garabatea en la tapa de un libro, con las letras orgánicas del interior: puntuales, delicadas, negrísimas, inimitablemente simétricas.
El segundo: El número de símbolos ortográficos es veinticinco. Esa comprobación permitió, hace trescientos años, formular una teoría general de la Biblioteca y resolver satisfactoriamente el problema que ninguna conjetura había descifrado: la naturaleza informe y caótica de casi todos los libros. Uno, que mi padre vio en un hexágono del circuito quince noventa y cuatro, constaba de las letras MCV perversamente repetidas desde el renglón primero hasta el último. Otro (muy consultado en esta zona) es un mero laberinto de letras, pero la página penúltima dice «Oh tiempo tus pirámides». Ya se sabe: por una línea razonable o una recta noticia hay leguas de insensatas cacofonías, de fárragos verbales y de incoherencias. (Yo sé de una región cerril cuyos bibliotecarios repudian la supersticiosa y vana costumbre de buscar sentido en los libros y la equiparan a la de buscarlo en los sueños o en las líneas caóticas de la mano... Admiten que los inventores de la escritura imitaron los veinticinco símbolos naturales, pero sostienen que esa aplicación es casual y que los libros nada significan en sí. Ese dictamen, ya veremos no es del todo falaz.)
Durante mucho tiempo se creyó que esos libros impenetrables correspondían a lenguas pretéritas o remotas. Es verdad que los hombres más antiguos, los primeros bibliotecarios, usaban un lenguaje asaz diferente del que hablamos ahora; es verdad que unas millas a la derecha la lengua es dialectal y que noventa pisos más arriba, es incomprensible. Todo eso, lo repito, es verdad, pero cuatrocientas diez páginas de inalterables MCV no pueden corresponder a ningún idioma, por dialectal o rudimentario que sea. Algunos insinuaron que cada letra podía influir en la subsiguiente y que el valor de MCV en la tercera línea de la página 71 no era el que puede tener la misma serie en otra posición de otra página, pero esa vaga tesis no prosperó. Otros pensaron en criptografías; universalmente esa conjetura ha sido aceptada, aunque no en el sentido en que la formularon sus inventores.
Hace quinientos años, el jefe de un hexágono superior dio con un libro tan confuso como los otros, pero que tenía casi dos hojas de líneas homogéneas. Mostró su hallazgo a un descifrador ambulante, que le dijo que estaban redactadas en portugués; otros le dijeron que en yiddish. Antes de un siglo pudo establecerse el idioma: un dialecto samoyedo-lituano del guaraní, con inflexiones de árabe clásico. También se descifró el contenido: nociones de análisis combinatorio, ilustradas por ejemplos de variaciones con repetición ilimitada. Esos ejemplos permitieron que un bibliotecario de genio descubriera la ley fundamental de la Biblioteca. Este pensador observó que todos los libros, por diversos que sean, constan de elementos iguales: el espacio, el punto, la coma, las veintidós letras del alfabeto. También alegó un hecho que todos los viajeros han confirmado: No hay en la vasta Biblioteca, dos libros idénticos. De esas premisas incontrovertibles dedujo que la Biblioteca es total y que sus anaqueles registran todas las posibles combinaciones de los veintitantos símbolos ortográficos (número, aunque vastísimo, no infinito) o sea todo lo que es dable expresar: en todos los idiomas. Todo: la historia minuciosa del porvenir, las autobiografías de los arcángeles, el catálogo fiel de la Biblioteca, miles y miles de catálogos falsos, la demostración de la falacia de esos catálogos, la demostración de la falacia del catálogo verdadero, el evangelio gnóstico de Basilides, el comentario de ese evangelio, el comentario del comentario de ese evangelio, la relación verídica de tu muerte, la versión de cada libro a todas las lenguas, las interpolaciones de cada libro en todos los libros, el tratado que Beda pudo escribir (y no escribió) sobre la mitología de los sajones, los libros perdidos de Tácito.
Cuando se proclamó que la Biblioteca abarcaba todos los libros, la primera impresión fue de extravagante felicidad. Todos los hombres se sintieron señores de un tesoro intacto y secreto. No había problema personal o mundial cuya elocuente solución no existiera: en algún hexágono. El universo estaba justificado, el universo bruscamente usurpó las dimensiones ilimitadas de la esperanza. En aquel tiempo se habló mucho de las Vindicaciones: libros de apología y de profecía, que para siempre vindicaban los actos de cada hombre del universo y guardaban arcanos prodigiosos para su porvenir. Miles de codiciosos abandonaron el dulce hexágono natal y se lanzaron escaleras arriba, urgidos por el vano propósito de encontrar su Vindicación. Esos peregrinos disputaban en los corredores estrechos, proferían oscuras maldiciones, se estrangulaban en las escaleras divinas, arrojaban los libros engañosos al fondo de los túneles, morían despeñados por los hombres de regiones remotas. Otros se enloquecieron... Las Vindicaciones existen (yo he visto dos que se refieren a personas del porvenir, a personas acaso no imaginarias) pero los buscadores no recordaban que la posibilidad de que un hombre encuentre la suya, o alguna pérfida variación de la suya, es computable en cero.
También se esperó entonces la aclaración de los misterios básicos de la humanidad: el origen de la Biblioteca y del tiempo. Es verosímil que esos graves misterios puedan explicarse en palabras: si no basta el lenguaje de los filósofos, la multiforme Biblioteca habrá producido el idioma inaudito que se requiere y los vocabularios y gramáticas de ese idioma. Hace ya cuatro siglos que los hombres fatigan los hexágonos... Hay buscadores oficiales, inquisidores. Yo los he visto en el desempeño de su función: llegan siempre rendidos; hablan de una escalera sin peldaños que casi los mató; hablan de galerías y de escaleras con el bibliotecario; alguna vez, toman el libro más cercano y lo hojean, en busca de palabras infames. Visiblemente, nadie espera descubrir nada.
A la desaforada esperanza, sucedió, como es natural, una depresión excesiva. La certidumbre de que algún anaquel en algún hexágono encerraba libros preciosos y de que esos libros preciosos eran inaccesibles, pareció casi intolerable. Una secta blasfema sugirió que cesaran las buscas y que todos los hombres barajaran letras y símbolos, hasta construir, mediante un improbable don del azar, esos libros canónicos. Las autoridades se vieron obligadas a promulgar órdenes severas. La secta desapareció, pero en mi niñez he visto hombres viejos que largamente se ocultaban en las letrinas, con unos discos de metal en un cubilete prohibido, y débilmente remedaban el divino desorden.
Otros, inversamente, creyeron que lo primordial era eliminar las obras inútiles. Invadían los hexágonos, exhibían credenciales no siempre falsas, hojeaban con fastidio un volumen y condenaban anaqueles enteros: a su furor higiénico, ascético, se debe la insensata perdición de millones de libros. Su nombre es execrado, pero quienes deploran los «tesoros» que su frenesí destruyó, negligen dos hechos notorios. Uno: la Biblioteca es tan enorme que toda reducción de origen humano resulta infinitesimal. Otro: cada ejemplar es único, irreemplazable, pero (como la Biblioteca es total) hay siempre varios centenares de miles de facsímiles imperfectos: de obras que no difieren sino por una letra o por una coma. Contra la opinión general, me atrevo a suponer que las consecuencias de las depredaciones cometidas por los Purificadores, han sido exageradas por el horror que esos fanáticos provocaron. Los urgía el delirio de conquistar los libros del Hexágono Carmesí: libros de formato menor que los naturales; omnipotentes, ilustrados y mágicos.
También sabemos de otra superstición de aquel tiempo: la del Hombre del Libro. En algún anaquel de algún hexágono (razonaron los hombres) debe existir un libro que sea la cifra y el compendio perfecto de todos los demás: algún bibliotecario lo ha recorrido y es análogo a un dios. En el lenguaje de esta zona persisten aún vestigios del culto de ese funcionario remoto. Muchos peregrinaron en busca de Él. Durante un siglo fatigaron en vano los más diversos rumbos. ¿Cómo localizar el venerado hexágono secreto que lo hospedaba? Alguien propuso un método regresivo: Para localizar el libro A, consultar previamente un libro B que indique el sitio de A; para localizar el libro B, consultar previamente un libro C, y así hasta lo infinito... En aventuras de ésas, he prodigado y consumido mis años. No me parece inverosímil que en algún anaquel del universo haya un libro total; ruego a los dioses ignorados que un hombre - ¡uno solo, aunque sea, hace miles de años! - lo haya examinado y leído. Si el honor y la sabiduría y la felicidad no son para mí, que sean para otros. Que el cielo exista, aunque mi lugar sea el infierno. Que yo sea ultrajado y aniquilado, pero que en un instante, en un ser, Tu enorme Biblioteca se justifique.
Afirman los impíos que el disparate es normal en la Biblioteca y que lo razonable (y aun la humilde y pura coherencia) es una casi milagrosa excepción. Hablan (lo sé) de «la Biblioteca febril, cuyos azarosos volúmenes corren el incesante albur de cambiarse en otros y que todo lo afirman, lo niegan y lo confunden como una divinidad que delira». Esas palabras que no sólo denuncian el desorden sino que lo ejemplifican también, notoriamente prueban su gusto pésimo y su desesperada ignorancia. En efecto, la Biblioteca incluye todas las estructuras verbales, todas las variaciones que permiten los veinticinco símbolos ortográficos, pero no un solo disparate absoluto. Inútil observar que el mejor volumen de los muchos hexágonos que administro se titula «Trueno peinado», y otro «El calambre de yeso» y otro «Axaxaxas mlo». Esas proposiciones, a primera vista incoherentes, sin duda son capaces de una justificación criptográfica o alegórica; esa justificación es verbal y, ex hypothesi, ya figura en la Biblioteca. No puedo combinar unos caracteres dhcmrlchtdj que la divina Biblioteca no haya previsto y que en alguna de sus lenguas secretas no encierren un terrible sentido. Nadie puede articular una sílaba que no esté llena de ternuras y de temores; que no sea en alguno de esos lenguajes el nombre poderoso de un dios. Hablar es incurrir en tautologías. Esta epístola inútil y palabrera ya existe en uno de los treinta volúmenes de los cinco anaqueles de uno de los incontables hexágonos, y también su refutación. (Un número n de lenguajes posibles usa el mismo vocabulario; en algunos, el símbolo biblioteca admite la correcta definición ubicuo y perdurable sistema de galerías hexagonales, pero biblioteca es pan o pirámide o cualquier otra cosa, y las siete palabras que la definen tienen otro valor. Tú, que me lees, ¿estás seguro de entender mi lenguaje?).
La escritura metódica me distrae de la presente condición de los hombres. La certidumbre de que todo está escrito nos anula o nos afantasma. Yo conozco distritos en que los jóvenes se prosternan ante los libros y besan con barbarie las páginas, pero no saben descifrar una sola letra. Las epidemias, las discordias heréticas, las peregrinaciones que inevitablemente degeneran en bandolerismo, han diezmado la población. Creo haber mencionado los suicidios, cada año más frecuentes. Quizá me engañen la vejez y el temor, pero sospecho que la especie humana - la única - está por extinguirse y que la Biblioteca perdurará: iluminada, solitaria, infinita, perfectamente inmóvil, armada de volúmenes preciosos, inútil, incorruptible, secreta.
Acabo de escribir infinita. No he interpolado ese adjetivo por una costumbre retórica; digo que no es ilógico pensar que el mundo es infinito. Quienes lo juzgan limitado, postulan que en lugares remotos los corredores y escaleras y hexágonos pueden inconcebiblemente cesar, lo cual es absurdo. Quienes la imaginan sin límites, olvidan que los tiene el número posible de libros. Yo me atrevo a insinuar esta solución del antiguo problema: La biblioteca es ilimitada y periódica. Si un eterno viajero la atravesara en cualquier dirección, comprobaría al cabo de los siglos que los mismos volúmenes se repiten en el mismo desorden (que, repetido, sería un orden: el Orden). Mi soledad se alegra con esa elegante esperanza.
La Biblioteca de Babel
El universo (que otros llaman la Biblioteca) se componte de un número indefinido, y tal vez infinito, de galerías hexagonales, con vastos pozos de ventilación en el medio, cercados por barandas bajísimas. Desde cualquier hexágono se ven los pisos inferiores y superiores: interminablemente. La distribución de las galerías es invariable. Veinte anaqueles, a cinco largos anaqueles por lado, cubren todos los lados menos dos; su altura, que es la de los pisos, excede apenas la de un bibliotecario normal. Una de las caras libres da a un angosto zaguán, que desemboca en otra galería, idéntica a la primera y a todas. A izquierda y a derecha del zaguán hay dos gabinetes minúsculos. Uno permite dormir de pie; otro, satisfacer las necesidades finales. Por ahí pasa la escalera espiral, que se abisma y se eleva hacia lo remoto. En el zaguán hay un espejo, que fielmente duplica las apariencias. Los hombres suelen inferir de ese espejo que la Biblioteca no es infinita (si lo fuera realmente ¿a qué esa duplicación ilusoria?); yo prefiero soñar que las superficies bruñidas figuran y prometen el infinito... La luz procede de unas frutas esféricas que llevan el nombre de lámparas. Hay dos en cada hexágono: transversales. La luz que emiten es insuficiente, incesante.
Como todos los hombres de la Biblioteca, he viajado en mi juventud; he peregrinado en busca de un libro, acaso del catálogo de catálogos; ahora que mis ojos casi no pueden descifrar lo que escribo, me preparo a morir a unas pocas leguas del hexágono en que nací. Muerto, no faltarán manos piadosas que me tiren por la baranda; mi sepultura será el aire insondable; mi cuerpo se hundirá largamente y se corromperá y disolverá en el viento engendrado por la caída, que es infinita. Yo afirmo que la Biblioteca es interminable. Los idealistas arguyen que las salas hexagonales son una forma necesaria del espacio absoluto o, por lo menos, de nuestra intuición del espacio. Razonan que es inconcebible una sala triangular o pentagonal. (Los místicos pretenden que el éxtasis les revela una cámara circular con un gran libro circular de lomo continuo, que da toda la vuelta de las paredes; pero su testimonio es sospechoso; sus palabras, oscuras. Ese libro cíclico es Dios.) Básteme, por ahora, repetir el dictamen clásico: La Biblioteca es una esfera cuyo centro cabal es cualquier hexágono, cuya circunferencia es inaccesible.
A cada uno de los muros de cada hexágono corresponden cinco anaqueles; cada anaquel encierra treinta y dos libros de formato uniforme; cada libro es de cuatrocientas diez páginas; cada página, de cuarenta renglones; cada renglón, de unas ochenta letras de color negro. También hay letras en el dorso de cada libro; esas letras no indican o prefiguran lo que dirán las páginas. Sé que esa inconexión, alguna vez, pareció misteriosa. Antes de resumir la solución (cuyo descubrimiento, a pesar de sus trágicas proyecciones, es quizá el hecho capital de la historia) quiero rememorar algunos axiomas.
El primero: La Biblioteca existe ab alterno. De esa verdad cuyo colorario inmediato es la eternidad futura del mundo, ninguna mente razonable puede dudar. El hombre, el imperfecto bibliotecario, puede ser obra del azar o de los demiurgos malévolos; el universo, con su elegante dotación de anaqueles, de tomos enigmáticos, de infatigables escaleras para el viajero y de letrinas para el bibliotecario sentado, sólo puede ser obra de un dios. Para percibir la distancia que hay entre lo divino y lo humano, basta comparar estos rudos símbolos trémulos que mi falible mano garabatea en la tapa de un libro, con las letras orgánicas del interior: puntuales, delicadas, negrísimas, inimitablemente simétricas.
El segundo: El número de símbolos ortográficos es veinticinco. Esa comprobación permitió, hace trescientos años, formular una teoría general de la Biblioteca y resolver satisfactoriamente el problema que ninguna conjetura había descifrado: la naturaleza informe y caótica de casi todos los libros. Uno, que mi padre vio en un hexágono del circuito quince noventa y cuatro, constaba de las letras MCV perversamente repetidas desde el renglón primero hasta el último. Otro (muy consultado en esta zona) es un mero laberinto de letras, pero la página penúltima dice «Oh tiempo tus pirámides». Ya se sabe: por una línea razonable o una recta noticia hay leguas de insensatas cacofonías, de fárragos verbales y de incoherencias. (Yo sé de una región cerril cuyos bibliotecarios repudian la supersticiosa y vana costumbre de buscar sentido en los libros y la equiparan a la de buscarlo en los sueños o en las líneas caóticas de la mano... Admiten que los inventores de la escritura imitaron los veinticinco símbolos naturales, pero sostienen que esa aplicación es casual y que los libros nada significan en sí. Ese dictamen, ya veremos no es del todo falaz.)
Durante mucho tiempo se creyó que esos libros impenetrables correspondían a lenguas pretéritas o remotas. Es verdad que los hombres más antiguos, los primeros bibliotecarios, usaban un lenguaje asaz diferente del que hablamos ahora; es verdad que unas millas a la derecha la lengua es dialectal y que noventa pisos más arriba, es incomprensible. Todo eso, lo repito, es verdad, pero cuatrocientas diez páginas de inalterables MCV no pueden corresponder a ningún idioma, por dialectal o rudimentario que sea. Algunos insinuaron que cada letra podía influir en la subsiguiente y que el valor de MCV en la tercera línea de la página 71 no era el que puede tener la misma serie en otra posición de otra página, pero esa vaga tesis no prosperó. Otros pensaron en criptografías; universalmente esa conjetura ha sido aceptada, aunque no en el sentido en que la formularon sus inventores.
Hace quinientos años, el jefe de un hexágono superior dio con un libro tan confuso como los otros, pero que tenía casi dos hojas de líneas homogéneas. Mostró su hallazgo a un descifrador ambulante, que le dijo que estaban redactadas en portugués; otros le dijeron que en yiddish. Antes de un siglo pudo establecerse el idioma: un dialecto samoyedo-lituano del guaraní, con inflexiones de árabe clásico. También se descifró el contenido: nociones de análisis combinatorio, ilustradas por ejemplos de variaciones con repetición ilimitada. Esos ejemplos permitieron que un bibliotecario de genio descubriera la ley fundamental de la Biblioteca. Este pensador observó que todos los libros, por diversos que sean, constan de elementos iguales: el espacio, el punto, la coma, las veintidós letras del alfabeto. También alegó un hecho que todos los viajeros han confirmado: No hay en la vasta Biblioteca, dos libros idénticos. De esas premisas incontrovertibles dedujo que la Biblioteca es total y que sus anaqueles registran todas las posibles combinaciones de los veintitantos símbolos ortográficos (número, aunque vastísimo, no infinito) o sea todo lo que es dable expresar: en todos los idiomas. Todo: la historia minuciosa del porvenir, las autobiografías de los arcángeles, el catálogo fiel de la Biblioteca, miles y miles de catálogos falsos, la demostración de la falacia de esos catálogos, la demostración de la falacia del catálogo verdadero, el evangelio gnóstico de Basilides, el comentario de ese evangelio, el comentario del comentario de ese evangelio, la relación verídica de tu muerte, la versión de cada libro a todas las lenguas, las interpolaciones de cada libro en todos los libros, el tratado que Beda pudo escribir (y no escribió) sobre la mitología de los sajones, los libros perdidos de Tácito.
Cuando se proclamó que la Biblioteca abarcaba todos los libros, la primera impresión fue de extravagante felicidad. Todos los hombres se sintieron señores de un tesoro intacto y secreto. No había problema personal o mundial cuya elocuente solución no existiera: en algún hexágono. El universo estaba justificado, el universo bruscamente usurpó las dimensiones ilimitadas de la esperanza. En aquel tiempo se habló mucho de las Vindicaciones: libros de apología y de profecía, que para siempre vindicaban los actos de cada hombre del universo y guardaban arcanos prodigiosos para su porvenir. Miles de codiciosos abandonaron el dulce hexágono natal y se lanzaron escaleras arriba, urgidos por el vano propósito de encontrar su Vindicación. Esos peregrinos disputaban en los corredores estrechos, proferían oscuras maldiciones, se estrangulaban en las escaleras divinas, arrojaban los libros engañosos al fondo de los túneles, morían despeñados por los hombres de regiones remotas. Otros se enloquecieron... Las Vindicaciones existen (yo he visto dos que se refieren a personas del porvenir, a personas acaso no imaginarias) pero los buscadores no recordaban que la posibilidad de que un hombre encuentre la suya, o alguna pérfida variación de la suya, es computable en cero.
También se esperó entonces la aclaración de los misterios básicos de la humanidad: el origen de la Biblioteca y del tiempo. Es verosímil que esos graves misterios puedan explicarse en palabras: si no basta el lenguaje de los filósofos, la multiforme Biblioteca habrá producido el idioma inaudito que se requiere y los vocabularios y gramáticas de ese idioma. Hace ya cuatro siglos que los hombres fatigan los hexágonos... Hay buscadores oficiales, inquisidores. Yo los he visto en el desempeño de su función: llegan siempre rendidos; hablan de una escalera sin peldaños que casi los mató; hablan de galerías y de escaleras con el bibliotecario; alguna vez, toman el libro más cercano y lo hojean, en busca de palabras infames. Visiblemente, nadie espera descubrir nada.
A la desaforada esperanza, sucedió, como es natural, una depresión excesiva. La certidumbre de que algún anaquel en algún hexágono encerraba libros preciosos y de que esos libros preciosos eran inaccesibles, pareció casi intolerable. Una secta blasfema sugirió que cesaran las buscas y que todos los hombres barajaran letras y símbolos, hasta construir, mediante un improbable don del azar, esos libros canónicos. Las autoridades se vieron obligadas a promulgar órdenes severas. La secta desapareció, pero en mi niñez he visto hombres viejos que largamente se ocultaban en las letrinas, con unos discos de metal en un cubilete prohibido, y débilmente remedaban el divino desorden.
Otros, inversamente, creyeron que lo primordial era eliminar las obras inútiles. Invadían los hexágonos, exhibían credenciales no siempre falsas, hojeaban con fastidio un volumen y condenaban anaqueles enteros: a su furor higiénico, ascético, se debe la insensata perdición de millones de libros. Su nombre es execrado, pero quienes deploran los «tesoros» que su frenesí destruyó, negligen dos hechos notorios. Uno: la Biblioteca es tan enorme que toda reducción de origen humano resulta infinitesimal. Otro: cada ejemplar es único, irreemplazable, pero (como la Biblioteca es total) hay siempre varios centenares de miles de facsímiles imperfectos: de obras que no difieren sino por una letra o por una coma. Contra la opinión general, me atrevo a suponer que las consecuencias de las depredaciones cometidas por los Purificadores, han sido exageradas por el horror que esos fanáticos provocaron. Los urgía el delirio de conquistar los libros del Hexágono Carmesí: libros de formato menor que los naturales; omnipotentes, ilustrados y mágicos.
También sabemos de otra superstición de aquel tiempo: la del Hombre del Libro. En algún anaquel de algún hexágono (razonaron los hombres) debe existir un libro que sea la cifra y el compendio perfecto de todos los demás: algún bibliotecario lo ha recorrido y es análogo a un dios. En el lenguaje de esta zona persisten aún vestigios del culto de ese funcionario remoto. Muchos peregrinaron en busca de Él. Durante un siglo fatigaron en vano los más diversos rumbos. ¿Cómo localizar el venerado hexágono secreto que lo hospedaba? Alguien propuso un método regresivo: Para localizar el libro A, consultar previamente un libro B que indique el sitio de A; para localizar el libro B, consultar previamente un libro C, y así hasta lo infinito... En aventuras de ésas, he prodigado y consumido mis años. No me parece inverosímil que en algún anaquel del universo haya un libro total; ruego a los dioses ignorados que un hombre - ¡uno solo, aunque sea, hace miles de años! - lo haya examinado y leído. Si el honor y la sabiduría y la felicidad no son para mí, que sean para otros. Que el cielo exista, aunque mi lugar sea el infierno. Que yo sea ultrajado y aniquilado, pero que en un instante, en un ser, Tu enorme Biblioteca se justifique.
Afirman los impíos que el disparate es normal en la Biblioteca y que lo razonable (y aun la humilde y pura coherencia) es una casi milagrosa excepción. Hablan (lo sé) de «la Biblioteca febril, cuyos azarosos volúmenes corren el incesante albur de cambiarse en otros y que todo lo afirman, lo niegan y lo confunden como una divinidad que delira». Esas palabras que no sólo denuncian el desorden sino que lo ejemplifican también, notoriamente prueban su gusto pésimo y su desesperada ignorancia. En efecto, la Biblioteca incluye todas las estructuras verbales, todas las variaciones que permiten los veinticinco símbolos ortográficos, pero no un solo disparate absoluto. Inútil observar que el mejor volumen de los muchos hexágonos que administro se titula «Trueno peinado», y otro «El calambre de yeso» y otro «Axaxaxas mlo». Esas proposiciones, a primera vista incoherentes, sin duda son capaces de una justificación criptográfica o alegórica; esa justificación es verbal y, ex hypothesi, ya figura en la Biblioteca. No puedo combinar unos caracteres dhcmrlchtdj que la divina Biblioteca no haya previsto y que en alguna de sus lenguas secretas no encierren un terrible sentido. Nadie puede articular una sílaba que no esté llena de ternuras y de temores; que no sea en alguno de esos lenguajes el nombre poderoso de un dios. Hablar es incurrir en tautologías. Esta epístola inútil y palabrera ya existe en uno de los treinta volúmenes de los cinco anaqueles de uno de los incontables hexágonos, y también su refutación. (Un número n de lenguajes posibles usa el mismo vocabulario; en algunos, el símbolo biblioteca admite la correcta definición ubicuo y perdurable sistema de galerías hexagonales, pero biblioteca es pan o pirámide o cualquier otra cosa, y las siete palabras que la definen tienen otro valor. Tú, que me lees, ¿estás seguro de entender mi lenguaje?).
La escritura metódica me distrae de la presente condición de los hombres. La certidumbre de que todo está escrito nos anula o nos afantasma. Yo conozco distritos en que los jóvenes se prosternan ante los libros y besan con barbarie las páginas, pero no saben descifrar una sola letra. Las epidemias, las discordias heréticas, las peregrinaciones que inevitablemente degeneran en bandolerismo, han diezmado la población. Creo haber mencionado los suicidios, cada año más frecuentes. Quizá me engañen la vejez y el temor, pero sospecho que la especie humana - la única - está por extinguirse y que la Biblioteca perdurará: iluminada, solitaria, infinita, perfectamente inmóvil, armada de volúmenes preciosos, inútil, incorruptible, secreta.
Acabo de escribir infinita. No he interpolado ese adjetivo por una costumbre retórica; digo que no es ilógico pensar que el mundo es infinito. Quienes lo juzgan limitado, postulan que en lugares remotos los corredores y escaleras y hexágonos pueden inconcebiblemente cesar, lo cual es absurdo. Quienes la imaginan sin límites, olvidan que los tiene el número posible de libros. Yo me atrevo a insinuar esta solución del antiguo problema: La biblioteca es ilimitada y periódica. Si un eterno viajero la atravesara en cualquier dirección, comprobaría al cabo de los siglos que los mismos volúmenes se repiten en el mismo desorden (que, repetido, sería un orden: el Orden). Mi soledad se alegra con esa elegante esperanza.
lunes, 23 de noviembre de 2009
El enigma de la realidad: el "Big bang".
La teoría cosmológica estándar o teoría del “Big bang” afirma que el Universo es un gigantesco proceso que brotó como una gran explosión hace unos 13.000 millones de años a partir de una extraña "partícula" tan inconcebiblemente densa como pequeña.
La imagen más simple del "Big bang" comienza con una nada. No hay realmente nada, no hay espacio, ni tiempo, ni energía, ni materia...Pero esa nada parece tener un misterioso potencial de existir. Y "entonces", en ningún momento ni en ningún sitio, esa nada se convierte en Universo, estalla y comienza la expansión del espacio y el tiempo; toda la energía y, después, la materia, son creadas en ese estallido. En la primera minúscula fracción de segundo, el universo se expande (se infla). Y unos tres minutos después los átomos comienzan a formarse. Unos 5.000 millones de años después se configuran las galaxias. En una de ellas, la Vía láctea, aparece hace más de 4000 millones de años nuestro planeta, y hace menos de 100.000 años nuestra especie. A través de ella el Universo parece haber dado lugar a su criatura más extraña: la consciencia de sí mismo...
La teoría del "Big bang" supone, no obstante, un gran número de problemas filosóficos... ¿Qué causó la “explosión” o emergencia del Universo? ¿Para qué? ¿Qué sentido tiene? Si el Universo es algo que aparece y desaparece, no puede ser él mismo la causa de su existencia (nada que "aparezca" puede hacerse aparecer a sí mismo). Pero si no tiene causa, entonces el Universo es fruto del azar o de la "nada", un "capricho" irracional, algo radicalmente incomprensible... Tal vez hay infinitos ciclos de universos que se expanden y se contraen, pero entonces: ¿Cómo hemos podido llegar a este en el que vivimos y pensamos nosotros (tendrían que haber transcurrido una infinitud de expansiones y contracciones antes de llegar a este universo en que vivimos, pero un infinito nunca acaba de transcurrir)? Además: ¿durante qué tiempo se suceden unos a otros los Universos? ¿En qué espacio se expanden y contraen?... Todo parece demasiado irracional. Pero si el Universo es tan irracional, ¿cómo es que puede explicarse racionalmente a través de las leyes físicas?... Por cierto: esas mismas leyes y teorías físicas: ¿Son también parte del Universo? ¿Son cosas físicas tal como las cosas físicas que ellas mismas explican? Si no lo son, ¿"dónde" están? Y si lo son, ¿cómo pueden aspirar a explicar la totalidad del Universo si no son más que una minúscula cosa en mitad del espacio y el tiempo?...
La imagen más simple del "Big bang" comienza con una nada. No hay realmente nada, no hay espacio, ni tiempo, ni energía, ni materia...Pero esa nada parece tener un misterioso potencial de existir. Y "entonces", en ningún momento ni en ningún sitio, esa nada se convierte en Universo, estalla y comienza la expansión del espacio y el tiempo; toda la energía y, después, la materia, son creadas en ese estallido. En la primera minúscula fracción de segundo, el universo se expande (se infla). Y unos tres minutos después los átomos comienzan a formarse. Unos 5.000 millones de años después se configuran las galaxias. En una de ellas, la Vía láctea, aparece hace más de 4000 millones de años nuestro planeta, y hace menos de 100.000 años nuestra especie. A través de ella el Universo parece haber dado lugar a su criatura más extraña: la consciencia de sí mismo...
La teoría del "Big bang" supone, no obstante, un gran número de problemas filosóficos... ¿Qué causó la “explosión” o emergencia del Universo? ¿Para qué? ¿Qué sentido tiene? Si el Universo es algo que aparece y desaparece, no puede ser él mismo la causa de su existencia (nada que "aparezca" puede hacerse aparecer a sí mismo). Pero si no tiene causa, entonces el Universo es fruto del azar o de la "nada", un "capricho" irracional, algo radicalmente incomprensible... Tal vez hay infinitos ciclos de universos que se expanden y se contraen, pero entonces: ¿Cómo hemos podido llegar a este en el que vivimos y pensamos nosotros (tendrían que haber transcurrido una infinitud de expansiones y contracciones antes de llegar a este universo en que vivimos, pero un infinito nunca acaba de transcurrir)? Además: ¿durante qué tiempo se suceden unos a otros los Universos? ¿En qué espacio se expanden y contraen?... Todo parece demasiado irracional. Pero si el Universo es tan irracional, ¿cómo es que puede explicarse racionalmente a través de las leyes físicas?... Por cierto: esas mismas leyes y teorías físicas: ¿Son también parte del Universo? ¿Son cosas físicas tal como las cosas físicas que ellas mismas explican? Si no lo son, ¿"dónde" están? Y si lo son, ¿cómo pueden aspirar a explicar la totalidad del Universo si no son más que una minúscula cosa en mitad del espacio y el tiempo?...
domingo, 22 de noviembre de 2009
El enigma de la realidad: mundo, mente y Dios.
Para abrir bocas (de admiración) e iniciarnos en esta nueva fase de nuestra aventura filosófica, proyectamos en la caverna esta sugerente película: "Y tú qué sabes". Habla de ciencia y religión, y está hecha por científicos y por religiosos. La película ha levantado mucha polémica (unos dicen que es una peli más de religión que de ciencia, otros dicen que esa mescolanza es inevitable tratándose de las nuevas teorías físicas). De todos modos, lo que importa al filósofo no son las teorías que se plantean (todas ellas muy discutibles), sino las preguntas que quedan abiertas...
A ver que os parece.
A ver que os parece.
martes, 17 de noviembre de 2009
¿Hay una ciencia de lo bueno, lo justo y lo bello?
¿Hay algún experimento o prueba lógica que permita decidir si el aborto o la pena de muerte son o no aceptables? ¿Podríamos demostrar científicamente que la democracia es mejor que la tiranía? ¿Podría un sabio experto dictaminar que Goya es mejor artista que Picasso?... La mayoría de la gente responde a estas preguntas con un rotundo "no". En cuestiones morales, políticas o estéticas cada cual tiene su opinión, y todas son igualmente respetables. No hay nadie que sepa más que los demás (en política, por ejemplo, cada voto individual vale lo mismo). En este sentido, algunos se quejan de que en el Instituto se den clases de ética y ciudadanía, y que en ellas se razone acerca de lo bueno y lo malo ¡Esto no es un asunto público y racional -se dice- sino privado, subjetivo, relativo a las creencias de cada individuo y su familia! ¿Quién es nadie para decirnos lo que es bueno, justo o bello?...
Ahora bien. Si lo bueno o justo es según cada uno. ¿Podríamos objetar moralmente algo al que asesina o discrimina a las mujeres? (Para el que lo hace es algo bueno). ¿Podríamos tildar de injusto a un tirano? (Para el tirano su forma de gobernar es justa). Si lo bello es según el gusto de cada uno: ¿Podríamos decirle algo al director de un museo si sustituye los cuadros de Goya por los dibujos de su hijo pequeño? (A él le pueden parecer más bonitos los de su hijo). La respuesta parece ser: no. De hecho, ni siquiera podríamos discutir acerca de lo que es bueno, justo, etc. Pues si esas palabras significan algo diferente para cada persona, ¿cómo podríamos entendernos? Además, si todas las opiniones sobre lo bueno fueran igualmente respetables, ¿para qué discutir? Todo sería bueno para unas personas y malo para otras, luego todo sería bueno y malo a la vez. Contradictorio, pero cierto, ¿no?
¿Qué pensáis de todo esto? ¿Los asuntos morales, políticos y estéticos son irracionales y, por tanto, no cabe ningún saber racional sobre ellos (se los dejamos así a la religión o a las opiniones y emociones de cada cual)? ¿O por el contrario cabe una ciencia sobre tales asuntos, de forma que se pueda demostrar racionalmente lo que es bueno, justo y bello? Esto último es lo que pretende a veces la filosofía como saber "axiológico", es decir, cuando se vuelve "ética", "filosofía política", "estética filosófica"... ¿Tiene sentido esta pretensión de la filosofía?
miércoles, 11 de noviembre de 2009
¿Cómo es que la ciencia carece de fundamento científico?
La ciencia puede explicar muchas cosas, pero no puede explicarse a sí misma ni aquello en lo que se fundamenta para explicar todo lo que explica. La razón es que ni la ciencia misma ni sus fundamentos son de la misma naturaleza que los objetos estudiados por el científico. Dicho de otro modo: la física no puede estudiarse a sí misma, porque la física no es algo físico. Ni la biología algo biológico, ni la psicología algo psicológico, ni la historia algo histórico... Veamos, por ejemplo, el caso de las ciencias naturales. Éstas tienen como objeto de estudio a la naturaleza, pero para estudiar a la naturaleza emplean leyes, fórmulas y conceptos que no pueden ser en sí mismos “cosas naturales”. Las leyes físicas no son una parte concreta de la naturaleza, si así fuera no podrían aspirar a explicar la naturaleza en su conjunto. Además, sería absurdo pensar la ley de la gravedad como una cosa física (¿cuánto pesa la ley de la gravedad) o la ley de la evolución como un fenómeno natural (¿evoluciona y varía la ley de la evolución explicando a la vez e invariablemente cada uno de sus cambios?). De poco sirve decir que estas leyes son productos mentales (explicables por el psiconeurólogo) pues en ese caso no podrían suponerse como leyes de toda la naturaleza (ni como las leyes por las que el psiconeurólogo explica la producción mental de leyes)... Por otro lado, las leyes y conceptos científicos se refieren obviamente a algo, a las realidades fundamentales del mundo natural: la energía, la materia, el espacio y el tiempo, el movimiento, la vida, etc. A partir de ellas el físico o el biólogo explican multitud de fenómenos. ¿Pero son capaces de explicar estas mismas realidades fundamentales? La noción de energía es tan oscura para el físico como la noción de Dios para un teólogo (dado que la energía es el punto de partida de todo fenómeno físico, nada físico queda para explicar a la propia energía). La explicación física de la conversión de la energía inicial en elementos materiales diferentes es tan convincente como la noción de “milagro” (¿cómo de la sola energía surge algo distinto de ella?). El espacio y el tiempo no pueden entenderse como fenómenos físicos (¿qué densidad tiene el espacio? ¿qué lugar ocupa? ¿durante qué tiempo transcurre el tiempo?...). El movimiento tampoco (¿es móvil y cambiante el movimiento, o más bien es constante e inmóvil, dado que “siempre” lo hay?), etc... A todo esto, hemos de recordar que el científico trabaja metódicamente, pero ¿es demostrable científicamente la validez del método científico? Por supuesto que no: ningún experimento puede demostrar la validez del método experimental, ninguna observación ni procedimiento inductivo puede justificar la validez de la inducción lógica (la lógica pura tampoco, por cierto)... En suma, podríamos decir que cada ciencia es como un “foco” que alumbrara cierta parte de la realidad, pero que, a su vez, fuera incapaz de enfocarse a sí mismo: a sus propios engranajes o fundamentos, a aquello mismo que genera su luz... Ahora bien: si la ciencia no puede ocuparse científicamente de sus propios fundamentos, es que depende de otro saber (más fundamental) que se ocupa de ellos. Según algunos, este saber (o proyecto de saber) es la filosofía...
1. Según algunos filósofos (y científicos) la ciencia es un saber “prefilosófico”. Pero según otros muchos filósofos y científicos, es la filosofía la que representa un saber “precientífico”. ¿Qué crees que significa esto último? ¿Cuál de estas dos posturas crees que es más defendida en la actualidad? ¿Podrías hacer de “abogado defensor” de la última de ellas?
2. ¿En qué sentido crees que podría la filosofía ocuparse del “fundamento” de las ciencias?
3. ¿No le ocurrirá a la filosofía lo mismo que a la ciencia: que dependa de ideas que carezcan de justificación filosófica?
1. Según algunos filósofos (y científicos) la ciencia es un saber “prefilosófico”. Pero según otros muchos filósofos y científicos, es la filosofía la que representa un saber “precientífico”. ¿Qué crees que significa esto último? ¿Cuál de estas dos posturas crees que es más defendida en la actualidad? ¿Podrías hacer de “abogado defensor” de la última de ellas?
2. ¿En qué sentido crees que podría la filosofía ocuparse del “fundamento” de las ciencias?
3. ¿No le ocurrirá a la filosofía lo mismo que a la ciencia: que dependa de ideas que carezcan de justificación filosófica?
martes, 10 de noviembre de 2009
Taller de enigmas lógicos III (El gran desafío)
Aquí están los tres últimos enigmas (al menos, por una temporada). Con ellos podréis demostrar si estáis realmente poseídos por el demonio de la lógica. Está en juego el título de Gran Maestro Cavernilógico. Accederán a él los cavernícolas que resuelvan todos los enigmas, los cavernilogicos que resuelvan (como minimo) el 2 y el 3, y los Maestros Cavernilógicos que resuelvan (al menos) el 3. ¡A por ellos!
Enigma 1. El otro día vino a nuestra cueva un cavernícola, entre exaltado y pesaroso, y nos contó su problema. La verdad es que no supimos que decirle, a ver si entre todos le ayudamos. El problema es este:
1. Amo al menos a una de estas tres chicas: Montaña, MªCovadonga y Rocío de la Cueva.
2. Si amo a Montaña, pero no a Rocío, entonces amo también a MªCovadonga.
3. O bien amo a Rocío y a MªCovadonga o bien no amo a ninguna.
4. Si amo a Rocío, entonces amo también a Montaña.
¿A quién o quiénes ama realmente nuestro cavernícola?
Enigma 2. Habéis de saber que los bellos e inteligentes principes hermanos Dª Luz Sofía y D. Lucio Eulogio De La Cueva, herederos del antiguo Reino de Cavernia, buscan novio y novia (respectivamente) y han dispuesto las dos siguientes pruebas a sus numerosos pretendientes:
Prueba 1. En uno de estos tres cofres (uno de oro, otro de plata y otro de plomo) están los anillos de compromiso, y para averiguar en cuál de ellos está, cada cofre tiene dos inscripciones, una verdadera y otra falsa:
Cofre de oro: (1) Los anillos no están aquí; (2) El joyero que hizo los anillos es un duende cavernés.
Cofre de plata: (1) Los anillos no están en el cofre de oro; (2) El joyero que hizo los anillos es un dragón de las profundidades.
Cofre de plomo: (1) Los anillos no están aquí; (2) Los anillos están en el cofre de plata.
¿En cuál de los tres cofres están los anillos?
Prueba 2. En uno de estos tres cofres está el regalo que deberéis ofrecer a vuestros futuros suegros (los Reyes de Cavernia). En cada uno hay dos inscripciones, en un cofre las dos son verdaderas, en otro las dos son falsas y en el otro una verdadera y otra falsa.
Cofre de oro: (1) El regalo no está aquí; (2) El regalo está en el cofre de plata.
Cofre de plata: (1) El regalo no está en el de oro; (2) El regalo está en el de plomo.
Cofre de plomo: (1) El regalo no está aquí; (2) El regalo está en el de oro.
¿En que cofre está el regalo?
Enigma 3. En un territorio apenas explorado de la Caverna habita una extraña tribu cuyos habitantes son básicamente de dos tipos: los cavernicuerdos (que siempre dicen la verdad) y los cavernilocos (que siempre mienten). Imagina que eres un miembro de esta tribu y que te enamoras de un o una joven guapísimo/a. Este/a joven tiene unos gustos un poco extraños: sólo quiere casarse con cavernilocos. Además, desea un caverniloco rico, no pobre (tanto los cavernicuerdos como los cavernilocos pueden ser ricos o pobres, no hay término medio). Casualmente, tú eres un caverniloco rico, pero tienes que convencer a la (el) joven de ello. Para hacerlo sólo puedes emplear una única frase simple (allí son así, sólo se comunican con una frase simple cada 10 años).
¿Con que frase la(lo) convencerías de que eres un caverniloco rico?
domingo, 8 de noviembre de 2009
Fe y duda. La tragedia de San Manuel Bueno, Mártir.
!CAVERNÍCOLAS TODOS¡ Ángela, famosa cavernisofa de las tribus de Segundo, quiere sembrar la duda en nuestras tenebrosas mentes, y ha propuesto un tema de debate a propósito del libro de Miguel de Unamuno "San Manuél Bueno, Mártir". Este será el tema, además, de nuestra próxima Reunión extracavernaria en el bar irlandés (próximo miércoles 18 a partir de las 19.30), a la que estáis todos invitados. (Se recomienda que, además de la entrada, le echéis un vistazo, si podéis, a la novela de Unamuno, que es muy breve y interesante; podéis leerla gratis en: www.leergratis.com/.../san-manuel-bueno-martir-miguel-de-unamuno.html -)
Aquí va la entrada sobre el libro de “San Manuel Bueno, mártir”:
El libro nos narra la vida de un cura, don Manuel que vive únicamente para su pueblo. Se dedica a ayudar a los demás sin mirar lo que le pueda costar a él, hecho que le hace parecer un santo ya que consigue obrar lo que parecen auténticos milagros (como que un joven acepte un hijo de su antigua novia por suyo sin serlo). Pero a pesar de las apariencias este hombre esconde un secreto: no tiene fe. Es un cura que predica la religión católica pero sin embargo no cree en el dios que en sus misas proclama.
La historia nos la cuenta Ángela Carballino, que dice recoger su vida por no querer que se pierda en el olvido. Tanto ella como su hermano Lázaro descubren su secreto, ella sí cree pero su hermano comparte la duda de don Manuel, a quien ayudó en su mentira de dar alegría fingiendo que el santo le había convertido por fin. Sin embargo sus vidas están vacías y sin sentido porque piensan que detrás de la muerte que a todos nos llega tarde o temprano no hay nada. Solamente dejamos de existir.
Resulta paradójico el hecho de que el hombre que reparte felicidad tan solo con su presencia (como se nos muestra en el relato) sea alguien infeliz que huye de la ociosidad por miedo a la soledad y a pensar. ¿Por qué evita enfrentarse con la razón? ¿Es posible que de verdad no crea absolutamente en nada? Esto nos lo aclara Ángela al final del libro cuando nos relata las muertes de don Manuel y su hermano, nos dice que murieron “creyendo no creer, pero sin creer creerlo, creyéndolo”. Esto significa que ellos pensaban que no creían en nada, pero que cuando en verdad les vino la muerte, sin querer y sin darse cuenta terminaron creyendo en algo por muy poca que hubiese sido su creencia en ese algo.
Entonces, ¿es posible no creer en nada? Esta obra de Unamuno nos refleja este problema sobre la existencia humana. Nos plantea una pregunta aparentemente imposible de responder por la ciencia pero a la que da respuesta la religión (o al menos eso parece cuando resulta que tanta gente se cree lo de la vida eterna por pura voluntad, por fe). ¿Por qué entonces duda este cura de su religión? ¿Puede ser acaso que se planteara su existencia desde un punto de vista racional en vez desde uno en el que domina la fe sobre la lógica? ¿Por qué entonces es más infeliz aquel que parece haber usado la razón que aquellos que se creen las cosas sin discutirlas, por fe?
Lo dejo aquí porque es un tema que puede dar mucho sobre lo que discutir. ¿Qué pensáis vosotros de todo esto?
PDT: Perdón por la tardanza de la entrada y por no haber podido responder mejor a esta pregunta existencial que plantea Unamuno (no lo sé todo, ojalá) pero espero que podamos discutirla entre todos para mejorarla.
Un saludo.
miércoles, 4 de noviembre de 2009
La teoría de las cajas (Ciencias particulares y saber universal)
Imagina que la realidad es tu cuarto o casa llena de chismes tirados por todos lados después de una gran explosión (de alegría, no hay que dramatizar). Como no se puede vivir en tal desorden, decidimos ordenar la realidad...
Llega, por ejemplo, el físico, muy enérgico, con un montón de cajas y dice: pues yo voy a ordenar los chismes físicos, y sin pensarlo dos veces empieza. Todas estas cosas (que tienen masa, carga eléctrica, volumen, etc.) a la caja de las “partículas y sus compuestos”. Y todos estos fenómenos tan raros que ocurren entre las cosas (se atraen, se unen y separan, etc.) a la caja de las “fuerzas”. Hala, y además –dice— voy a meter todas esas cajas en una aún más grande: la caja de los “fenómenos energéticos”...
Ahora llega el biólogo, muy animado, y dice (también sin pensarlo mucho, la verdad): pues yo voy a ordenar los chismes vivos. A esos pequeños que andan revoloteando por ahí los meteré en la caja de los “mosquitos”. Y a aquellos grandes y grises en la caja de los “ratones”. Y ambas cajas las meteré luego en la caja de los “animales”. Y esta caja, junto a aquella otra en la que he ido metiendo el musgo de las paredes y las flores del jardín, la meteré en la gran caja, claro está, de “los seres vivos”...
Ahora aparece el psicólogo, muy mentalizado con su tarea (lo cual no quiere decir que la entienda), y dice: pues yo voy a ordenar un poco lo que hacen y tienen en la cabeza estos chismes tan aparatosos que son los humanos. A ver, aquellas conductas (ver, oír...) a la caja de las “percepciones”. Aquellas otras (tener miedo, estar contento) a la de las “emociones”... Etc. Y todas esas cajas a la caja de las “conductas y fenómenos mentales”...
Luego, el matemático, calculando lo que va a hacer (un poco mecánicamente, sí), dice: pues yo voy a contar y medir bien todo lo que hay, y meteré mis cuentas en la caja de las “cantidades” y mis mediciones en la caja de las “figuras y proporciones”. Y ambas, en la caja de los “aspectos matemáticos del mundo”...
No hace falta seguir. Detrás del matemático vinieron muchos más: el geólogo, el astrónomo, el sociólogo, el historiador, el lingüista... Y cada uno fue metiendo “sus” chismes en las cajas que traía...Al final, todo el piso estuvo lleno de cajas enormes, cada una con su etiqueta.
[Por cierto, un asunto importante del cuento es este: las cajas que digo no son de cartón ni de madera, claro (tal como las metáforas no están hechas de tinta ni de pixeles). Las cajas están hechas de definiciones, leyes, fórmulas, conceptos... Por ejemplo: la caja de las fuerzas que trajo el físico está hecha de la ley de la gravedad, las leyes electromagnéticas, etc. La caja de “los seres vivos”, que trajo el biólogo, está hecha de la ley de la evolución, las leyes genéticas, la definición de ser vivo, etc. La caja de las emociones (una de las del psicólogo) está compuesta de ciertas definiciones y leyes acerca de las emociones. Y la caja de las cantidades del matemático (también llamada “aritmética”), de conceptos, leyes y fórmulas acerca de los números...]
... Y en estas estábamos, cuando llegó el filósofo, pensativo y (en un estilo entre místico e incomprensible) dijo: ¿pero mira cómo tenéis el piso? ¿cómo podéis soportar este desorden de cajas? Por un lado la caja de los fenómenos energéticos, por otro la caja de las conductas y fenómenos mentales, por otro la caja de las cantidades... Esto hay que arreglarlo. Voy a intentar meter todas esas cajas en una caja común. Es decir, voy a intentar comprender todos esas definiciones, leyes, fórmulas y conceptos distintos bajo ideas más unitarias. A ver si descubro la caja donde todo encaja... Por que, al fin y al cabo, como nos dice la lógica, la realidad y la verdad son solo una, ¿no? (Véase la entrada: "¿Que le diría el tocino a la velocidad?").
1. ¿Por qué decimos que la filosofía es un saber “universal” y las ciencias saberes “particulares”?
2. ¿Qué etiqueta tendría que tener la caja de las cajas que se propone construir el filósofo? ¿De qué estaría hecha esta caja?
3. ¿Tiene sentido un saber universal, como dice el filósofo, o es mejor que haya un montón de saberes cada vez más especializados? ¿Qué crees que se valora más en nuestra sociedad: la especialización o un conocimiento “universal”? ¿Por qué?
Llega, por ejemplo, el físico, muy enérgico, con un montón de cajas y dice: pues yo voy a ordenar los chismes físicos, y sin pensarlo dos veces empieza. Todas estas cosas (que tienen masa, carga eléctrica, volumen, etc.) a la caja de las “partículas y sus compuestos”. Y todos estos fenómenos tan raros que ocurren entre las cosas (se atraen, se unen y separan, etc.) a la caja de las “fuerzas”. Hala, y además –dice— voy a meter todas esas cajas en una aún más grande: la caja de los “fenómenos energéticos”...
Ahora llega el biólogo, muy animado, y dice (también sin pensarlo mucho, la verdad): pues yo voy a ordenar los chismes vivos. A esos pequeños que andan revoloteando por ahí los meteré en la caja de los “mosquitos”. Y a aquellos grandes y grises en la caja de los “ratones”. Y ambas cajas las meteré luego en la caja de los “animales”. Y esta caja, junto a aquella otra en la que he ido metiendo el musgo de las paredes y las flores del jardín, la meteré en la gran caja, claro está, de “los seres vivos”...
Ahora aparece el psicólogo, muy mentalizado con su tarea (lo cual no quiere decir que la entienda), y dice: pues yo voy a ordenar un poco lo que hacen y tienen en la cabeza estos chismes tan aparatosos que son los humanos. A ver, aquellas conductas (ver, oír...) a la caja de las “percepciones”. Aquellas otras (tener miedo, estar contento) a la de las “emociones”... Etc. Y todas esas cajas a la caja de las “conductas y fenómenos mentales”...
Luego, el matemático, calculando lo que va a hacer (un poco mecánicamente, sí), dice: pues yo voy a contar y medir bien todo lo que hay, y meteré mis cuentas en la caja de las “cantidades” y mis mediciones en la caja de las “figuras y proporciones”. Y ambas, en la caja de los “aspectos matemáticos del mundo”...
No hace falta seguir. Detrás del matemático vinieron muchos más: el geólogo, el astrónomo, el sociólogo, el historiador, el lingüista... Y cada uno fue metiendo “sus” chismes en las cajas que traía...Al final, todo el piso estuvo lleno de cajas enormes, cada una con su etiqueta.
[Por cierto, un asunto importante del cuento es este: las cajas que digo no son de cartón ni de madera, claro (tal como las metáforas no están hechas de tinta ni de pixeles). Las cajas están hechas de definiciones, leyes, fórmulas, conceptos... Por ejemplo: la caja de las fuerzas que trajo el físico está hecha de la ley de la gravedad, las leyes electromagnéticas, etc. La caja de “los seres vivos”, que trajo el biólogo, está hecha de la ley de la evolución, las leyes genéticas, la definición de ser vivo, etc. La caja de las emociones (una de las del psicólogo) está compuesta de ciertas definiciones y leyes acerca de las emociones. Y la caja de las cantidades del matemático (también llamada “aritmética”), de conceptos, leyes y fórmulas acerca de los números...]
... Y en estas estábamos, cuando llegó el filósofo, pensativo y (en un estilo entre místico e incomprensible) dijo: ¿pero mira cómo tenéis el piso? ¿cómo podéis soportar este desorden de cajas? Por un lado la caja de los fenómenos energéticos, por otro la caja de las conductas y fenómenos mentales, por otro la caja de las cantidades... Esto hay que arreglarlo. Voy a intentar meter todas esas cajas en una caja común. Es decir, voy a intentar comprender todos esas definiciones, leyes, fórmulas y conceptos distintos bajo ideas más unitarias. A ver si descubro la caja donde todo encaja... Por que, al fin y al cabo, como nos dice la lógica, la realidad y la verdad son solo una, ¿no? (Véase la entrada: "¿Que le diría el tocino a la velocidad?").
1. ¿Por qué decimos que la filosofía es un saber “universal” y las ciencias saberes “particulares”?
2. ¿Qué etiqueta tendría que tener la caja de las cajas que se propone construir el filósofo? ¿De qué estaría hecha esta caja?
3. ¿Tiene sentido un saber universal, como dice el filósofo, o es mejor que haya un montón de saberes cada vez más especializados? ¿Qué crees que se valora más en nuestra sociedad: la especialización o un conocimiento “universal”? ¿Por qué?
martes, 3 de noviembre de 2009
¿Son lógicas las matemáticas?
Suele decirse que la filosofía es un modo de conocimiento puramente racional o lógico. Las cosas de las que habla el filósofo son tan abstractas que no cabe verlas o comprobarlas con experimentos científicos. Esto distingue a la filosofía de las ciencias empíricas (aquellas que hacen experimentos para probar sus teorías). ¿Pero qué distingue a la filosofía de otras ciencias, como las matemáticas, que también parecen ser puramente lógicas?...
... Las diferencias son muchas. Por ejemplo: la matemática solo trata de aspectos de la realidad que se puede contar y medir, y la filosofía de aspectos que, en ocasiones, carecen de extensión (no se pueden medir) e incluso de partes sucesivas (no se pueden contar)... Pero hay otra diferencia quizás más fundamental: la filosofía no acepta ninguna idea que carezca de lógica, pero las ideas fundamentales de las matemáticas parecen, en cambio, imposibles de demostrar con la lógica.
Pensemos en la idea de número (la idea fundamental de la aritmética). ¿Puede haber más de un número, por ejemplo, dos? El dos son dos unidades (dos “unos”), pero estas unidades son idénticas (1=1), luego no pueden ser dos, para que fueran dos tendrían que ser diferentes una de otra (o, más bien, una de una). De otro lado entre el uno y el dos hay un número ilimitado de números, pero ¿cómo puede estar lo ilimitado limitado entre el uno y el dos? Finalmente, el dos es ilimitadamente divisible (1, 0.5, 0.25, etc.); el final de esta división, si lo hubiera, sería lógicamente "cero": el dos se compondría de infinitos ceros, pero ¿cómo la suma de infinitos ceros va a dar como resultado “dos”? Y si ese final nunca se alcanza tendríamos el mismo problema de antes: ¿cómo un número ilimitado de números puede estar comprendido en los "límites" del dos?
Con la otra idea básica de las matemáticas, la idea de espacio (fundamental en la geometría), ocurre exactamente lo mismo. Imaginemos un espacio pequeñito, tal como el segmento AB; esta línea es una sucesión de muchos puntos todos idénticos; pero ¿si son idénticos como pueden ser muchos? (sólo cabría distinguirlos por el espacio que ocupan, pero justamente el espacio es lo que se trata de demostrar). De otro lado, entre un punto y otro de esa línea ha de haber siempre otro punto, con lo cual la línea AB sería a la vez finita e infinita. Finalmente, si los puntos matemáticos son inextensos (no tienen cuerpo), su dimensión espacial es cero; pero ¿cómo puede tener longitud una línea compuesta de puntos cada uno de ellos de cero longitud?...
Son pues, lógicas, las ideas fundamentales de las matemáticas. ¿Es la matemática un saber tan lógico como parecía?
lunes, 26 de octubre de 2009
Taller de enigmas lógicos II
De nuevo tres enigmáticos enigmas lógicos. ¿Seréis capaces de resolverlos?
Enigma 1. El señor López y su hijo Antonio iban en un coche. Tuvieron un accidente. El padre murió en el acto y el hijo quedó herido de gravedad y lo ingresaron en el hospital. Al verlo, el jefe del departamento de cirugía dijo: "Yo no le puedo operar. ¡Si es mi hijo Antonio!". ¿Cómo te explicas esto?
Enigma 2. Aquellos de vosotros que sepáis algo de catolicismo, ¿sabéis si la iglesia católica permite que un hombre se case con la hermana de su viuda?
Enigma 3. El Señor Smith, un comerciante londinense, llamó al famoso detective Sherlock Holmes para denunciar un robo en su tienda. Se capturaron tres sospechosos, A, B y C, para su interrogatorio. Y se establecieron los siguientes hechos:
(1) Cada uno de los tres hombres, A, B y C, había estado en la tienda el día del robo, y nadie más había estado en ella ese día.
(2) Si A era culpable, entonces tenía un cómplice, y solo uno.
(3) Si B es inocente, también lo es C.
(4) Si dos y sólo dos, son culpables, entonces A es uno de ellos.
(5) Si C es inocente, también lo es B.
¿A quién inculpó finalmente Sherlock Holmes?
jueves, 22 de octubre de 2009
La "discoteca" de Dios y el laboratorio de los hombres
Oscuridad y luces parpadeantes, música (un chill out a base de órgano y voz), un olor muy especial (a incienso, claro), palabras misteriosas y poéticas (no en inglés, pero a veces en latín) que se repiten, rítmicamente, como un mantra, como un rezo... A veces (en algunas "discotecas" sagradas) un animador o varios que bailan frenéticamente, como posesos... ¿Es para entrar en trance o no?...
Los ritos religiosos tienen como finalidad excitar las emociones, provocar entusiasmo o temor, a veces incluso visiones, y desde luego, fortalecer la fe (ese modo de creernos algo porque sí, por pura voluntad). El objetivo es purificar a los fieles de su entendimiento racional, liberarlos de su razón. Porque la razón (el pecado de querer saber por su cuenta y riesgo) es lo que separa al hombre del Creador. Una vez purificado, el creyente está preparado para recibir a Dios y a su Verdad revelada a traves de la fe, la emoción, la visión...
Cambiemos de escenario: luz abundante y clara, silencio, un olor a desinfectante, palabras para nada poéticas entre un grupo de personas que discute y toma notas en sus ordenadores... No es una iglesia, es un laboratorio o aula. Los científicos intentan ser objetivos en su trabajo, de lo que han de purificarse no es de su razón, sino justo lo contrario: de la mera fe, de las emociones particulares de cada uno, de sus subjetivas visiones... El objetivo no es recibir la Verdad revelada por Dios, sino descubrir la Verdad desvelándola mediante la razón...
¿Tienes claras las diferencias entre religión y ciencia (entre saber irracional o racional)? Ambos buscan la Verdad. Pero no del mismo modo. Ahora responde: ¿qué tipo de búsqueda te parece que es más apropiada? ¿En cual de ellas (la religiosa o la científica) se "realiza" más un ser humano?
Los ritos religiosos tienen como finalidad excitar las emociones, provocar entusiasmo o temor, a veces incluso visiones, y desde luego, fortalecer la fe (ese modo de creernos algo porque sí, por pura voluntad). El objetivo es purificar a los fieles de su entendimiento racional, liberarlos de su razón. Porque la razón (el pecado de querer saber por su cuenta y riesgo) es lo que separa al hombre del Creador. Una vez purificado, el creyente está preparado para recibir a Dios y a su Verdad revelada a traves de la fe, la emoción, la visión...
Cambiemos de escenario: luz abundante y clara, silencio, un olor a desinfectante, palabras para nada poéticas entre un grupo de personas que discute y toma notas en sus ordenadores... No es una iglesia, es un laboratorio o aula. Los científicos intentan ser objetivos en su trabajo, de lo que han de purificarse no es de su razón, sino justo lo contrario: de la mera fe, de las emociones particulares de cada uno, de sus subjetivas visiones... El objetivo no es recibir la Verdad revelada por Dios, sino descubrir la Verdad desvelándola mediante la razón...
¿Tienes claras las diferencias entre religión y ciencia (entre saber irracional o racional)? Ambos buscan la Verdad. Pero no del mismo modo. Ahora responde: ¿qué tipo de búsqueda te parece que es más apropiada? ¿En cual de ellas (la religiosa o la científica) se "realiza" más un ser humano?
sábado, 17 de octubre de 2009
Taller de enigmas lógicos.
Dicen los que saben que hay dos formas de saber las cosas (al menos, por el lado sensato de la vida, ya hablaremos del otro lado, el de la religión y los otros oscuros extravíos del alma). Dos formas de saber: cerrando los ojos o abriéndolos mucho; pensando o mirando; la lógica o la experiencia. También hablaremos un día (o una noche) de la lógica de la experiencia, y de la experiencia lógica. Ahora vamos a limitarnos a experimentar ese tipo de conocimiento en el que el pensamiento se basta y se sobra a sí mismo. El saber lógico. Y nada mejor que practicarlo para empezar a entenderlo...
Os propongo unos cuantos enigmas lógicos, clasificados según su grado de difultad (según el animal que aparezca bajo el enigma así de difícil es).
Además de resolverlos (y poned vuestro nombre o seudónimo, para que recibáis vuestra merecida ración de fama), podéis también proponernos enigmas a los demás. ¡A ver como andáis de lógica!
Enigma 1. Un enorme botín ha sido robado de un almacén. El delincuente (o delincuentes) ha (n) transportado los géneros robados en un coche. Tres famosos delincuentes, A, B y C, fueron conducidos a comisaría para ser interrogados. Se establecieron los siguientes hechos: (1) Nadie más, fuera de A, B y C, está implicado; (2) A no trabaja nunca sin contar con al menos un cómplice; (3) C es inocente. ¿Es B inocente o culpable?
Enigma 2.
En El mercader de Venecia, de Shakespeare, Porcia tendía tres cofres –uno de oro, otro de plata y otro de plomo—, dentro de uno de los cuales estaba su retrato. El pretendiente tenía que elegir uno de los cofres y si tenía suerte (o inteligencia) elegiría el que tenía el retrato, pudiendo así tomar a Porcia por esposa. En la tapa de cada cofre había una inscripción para ayudar al pretendiente a elegir sabiamente. Imagina que las incripciones son las que siguen.
COFRE DE ORO : "EL RETRATO ESTÁ EN ESTE COFRE".
COFRE DE PLATA: "EL RETRATO NO ESTÁ AQUÍ"
COFRE DE PLOMO: "EL RETRATO NO ESTÁ EN EL COFRE DE ORO"
Porcia explicó al pretendiente que de las tres inscripciones solo una de ellas era verdad. ¿Cuál de los tres cofres debe elegir el pretendiente?
Enigma 3. Un hombre estaba mirando un retrato y alguien le preguntó: "¿De quién es esa fotografía?" A lo que él contestó: "Ni hermanos ni hermanas tengo, pero el padre de este hombre es el hijo de mi padre" ("El padre de este hombre" quiere decir, claro, el padre del que está en la fotografía). ¿De quién es la fotografía que estaba mirando el hombre?
¿Qué le diría el tocino a la velocidad?
Parece claro que los saberes son múltiples, distintos unos de otros (matemáticas, física, historia, psicología...). Y que cada uno se especializa en entender y explicar un "trocito" de la realidad. Pero yo esto no lo entiendo. ¿Hay trocitos de realidad? ¿Se puede dividir la realidad en trocitos como si fuera una tarta? ¿Quién lo hace? ¿Y cómo? (¿Se puede dividir REALMENTE la REALIDAD? Si no podemos dividir el agua con agua, ni la mantequilla con un cuchillo hecho de la misma mantequilla que dividimos... ¿Podríamos dividir "realmente" la realidad?)... ¿Puede haber distintas verdades: la verdad del físico, la verdad del artista, la verdad del historiador, las verdades del psicólogo...? ¿Podemos dividir VERDADERAMENTE la VERDAD? Si la REALIDAD ES UNA (¿O no?), ¿PUEDE HABER TANTAS VERDADES DISTINTAS E INCONEXAS?... (Encima, los cavernicolas suelen decir que sobre un mismo asunto o realidad puede haber varias opiniones distintas y verdaderas. ¿Es esto cierto? Si mi verdad es distinta que la tuya, ¿porque llamamos a las dos "verdad"? ¿Es "verdad" que hay muchas verdades?)... ¡Vaya lío!... Por el contrario, hay unos pocos cavernícolas que opinan que dado que la realidad es una, y la verdad sobre la realidad sólo puede ser también una, TODOS LOS SABERES Y VERDADES TIENEN QUE ESTAR, EN EL FONDO, RELACIONADOS (Y más en el fondo aún, ser el MISMO Y ÚNICO SABER). Pero esto no es fácil pensarlo. ¿Qué tiene que ver la matemática con el arte? ¿El derecho con la sexología? ¿La física cuántica con la psicología o la historia? ¿Debería haber un saber único que lo explicase todo a la vez, relacionando todo con todo?... ¿Alguien puede aportar algo de luz a esta oscura confusión cavernaria en la que me hallo?
viernes, 9 de octubre de 2009
¿Es la muerte un truco de magia?
La mayor parte de la gente piensa que la muerte es un mal inevitable ante el cual nada puede hacer la sabiduría. ¿Es esto cierto?
Quizás, al menos, el saber proporcione alivio. Epicuro, un viejo sabio griego, decía que el hombre jamás ha de preocuparse de lo que no puede hacerle daño, y la muerte –decía— no puede dañarnos pues cuando ella llega nosotros ya...no estamos. No es mal consuelo ¿Pero, de todas formas, es sólo consuelo lo que puede ofrecer la filosofía?
Pensemos por un momento lo que es la muerte. La muerte de X supone que X deja de existir. ¿Pero es esto lógicamente posible? ¿Es posible que algo que es deje de ser? ¿Dónde “van” nuestros sueños, deseos, recuerdos o ideas cuando nuestro cuerpo muere? ¿A la nada? Hay que ser muy ingenuo para creer que algo puede desaparecer como desaparece un conejo en la chistera de un mago…¿O dónde “va” nuestro cuerpo cuando se transforma en huesos y polvo? ¿Puede realmente transformarse una cosa (A) en otra (B)? Supongamos que sí. ¿Qué pasa entonces con lo que ha sido transformado (con A)? ¿Desaparece? ¿Es cosa de magia o qué?... La verdad es que la muerte es algo incomprensible, ilógico. Y lo ilógico, para algunos filósofo, no puede ser… más que un truco de feria.
De otro lado, el conocimiento actual sugiere la posibilidad de vencer a la muerte. La idea es verosímil: los seres son organismos, estructuras, y no pueden morir si vamos substituyendo cada una de sus partes conforme van desgastándose (la estructura o forma del organismo siempre se mantendrá idéntica). Los filósofos, sabios mucho más viejos que los modernos científicos, han dicho lo mismo desde hace siglos: la estructura, la forma de los seres, lo que concebimos como su esencia, es inmaterial y, como tal, inmortal. …
Entonces (además de comentar lo que quieras) contesta si quieres (y sigues vivo):
1. ¿Es posible que algo tan absurdo como la muerte sea tan real?
2. Algunos filósofos creen que la muerte es lo que da sentido a la existencia humana. Ahora bien: ¿Podría dar sentido a la vida algo tan absurdo como la muerte?
3. ¿Crees que sería posible la inmortalidad? ¿Cómo, por favor?
4. Por cierto, no sólo la muerte resulta ilógica, también el nacimiento, y cualquier otra transformación en que aparece o desparece una cosa. ¿Estás de acuerdo, o mejor pasar de la lógica?
Quizás, al menos, el saber proporcione alivio. Epicuro, un viejo sabio griego, decía que el hombre jamás ha de preocuparse de lo que no puede hacerle daño, y la muerte –decía— no puede dañarnos pues cuando ella llega nosotros ya...no estamos. No es mal consuelo ¿Pero, de todas formas, es sólo consuelo lo que puede ofrecer la filosofía?
Pensemos por un momento lo que es la muerte. La muerte de X supone que X deja de existir. ¿Pero es esto lógicamente posible? ¿Es posible que algo que es deje de ser? ¿Dónde “van” nuestros sueños, deseos, recuerdos o ideas cuando nuestro cuerpo muere? ¿A la nada? Hay que ser muy ingenuo para creer que algo puede desaparecer como desaparece un conejo en la chistera de un mago…¿O dónde “va” nuestro cuerpo cuando se transforma en huesos y polvo? ¿Puede realmente transformarse una cosa (A) en otra (B)? Supongamos que sí. ¿Qué pasa entonces con lo que ha sido transformado (con A)? ¿Desaparece? ¿Es cosa de magia o qué?... La verdad es que la muerte es algo incomprensible, ilógico. Y lo ilógico, para algunos filósofo, no puede ser… más que un truco de feria.
De otro lado, el conocimiento actual sugiere la posibilidad de vencer a la muerte. La idea es verosímil: los seres son organismos, estructuras, y no pueden morir si vamos substituyendo cada una de sus partes conforme van desgastándose (la estructura o forma del organismo siempre se mantendrá idéntica). Los filósofos, sabios mucho más viejos que los modernos científicos, han dicho lo mismo desde hace siglos: la estructura, la forma de los seres, lo que concebimos como su esencia, es inmaterial y, como tal, inmortal. …
Entonces (además de comentar lo que quieras) contesta si quieres (y sigues vivo):
1. ¿Es posible que algo tan absurdo como la muerte sea tan real?
2. Algunos filósofos creen que la muerte es lo que da sentido a la existencia humana. Ahora bien: ¿Podría dar sentido a la vida algo tan absurdo como la muerte?
3. ¿Crees que sería posible la inmortalidad? ¿Cómo, por favor?
4. Por cierto, no sólo la muerte resulta ilógica, también el nacimiento, y cualquier otra transformación en que aparece o desparece una cosa. ¿Estás de acuerdo, o mejor pasar de la lógica?
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