lunes, 13 de diciembre de 2010

El universo es una biblioteca

Os presento, por si no os conociáis, a Jorge Luis Borges y a uno de los cuentos más lúcidos y misteriosos que escribió: se llama "La Biblioteca de Babel". Leyéndolo uno nunca sabe si está o no dentro del propio cuento. A ver que podéis sacar de él (si es que podéis salir, claro). Por cierto, podéis participar en una recreación de la biblioteca en http://www.matcuer.unam.mx/~aubin/babel/




La Biblioteca de Babel

El universo (que otros llaman la Biblioteca) se componte de un número indefinido, y tal vez infinito, de galerías hexagonales, con vastos pozos de ventilación en el medio, cercados por barandas bajísimas. Desde cualquier hexágono se ven los pisos inferiores y superiores: interminablemente. La distribución de las galerías es invariable. Veinte anaqueles, a cinco largos anaqueles por lado, cubren todos los lados menos dos; su altura, que es la de los pisos, excede apenas la de un bibliotecario normal. Una de las caras libres da a un angosto zaguán, que desemboca en otra galería, idéntica a la primera y a todas. A izquierda y a derecha del zaguán hay dos gabinetes minúsculos. Uno permite dormir de pie; otro, satisfacer las necesidades finales. Por ahí pasa la escalera espiral, que se abisma y se eleva hacia lo remoto. En el zaguán hay un espejo, que fielmente duplica las apariencias. Los hombres suelen inferir de ese espejo que la Biblioteca no es infinita (si lo fuera realmente ¿a qué esa duplicación ilusoria?); yo prefiero soñar que las superficies bruñidas figuran y prometen el infinito... La luz procede de unas frutas esféricas que llevan el nombre de lámparas. Hay dos en cada hexágono: transversales. La luz que emiten es insuficiente, incesante.

Como todos los hombres de la Biblioteca, he viajado en mi juventud; he peregrinado en busca de un libro, acaso del catálogo de catálogos; ahora que mis ojos casi no pueden descifrar lo que escribo, me preparo a morir a unas pocas leguas del hexágono en que nací. Muerto, no faltarán manos piadosas que me tiren por la baranda; mi sepultura será el aire insondable; mi cuerpo se hundirá largamente y se corromperá y disolverá en el viento engendrado por la caída, que es infinita. Yo afirmo que la Biblioteca es interminable. Los idealistas arguyen que las salas hexagonales son una forma necesaria del espacio absoluto o, por lo menos, de nuestra intuición del espacio. Razonan que es inconcebible una sala triangular o pentagonal. (Los místicos pretenden que el éxtasis les revela una cámara circular con un gran libro circular de lomo continuo, que da toda la vuelta de las paredes; pero su testimonio es sospechoso; sus palabras, oscuras. Ese libro cíclico es Dios.) Básteme, por ahora, repetir el dictamen clásico: La Biblioteca es una esfera cuyo centro cabal es cualquier hexágono, cuya circunferencia es inaccesible.

A cada uno de los muros de cada hexágono corresponden cinco anaqueles; cada anaquel encierra treinta y dos libros de formato uniforme; cada libro es de cuatrocientas diez páginas; cada página, de cuarenta renglones; cada renglón, de unas ochenta letras de color negro. También hay letras en el dorso de cada libro; esas letras no indican o prefiguran lo que dirán las páginas. Sé que esa inconexión, alguna vez, pareció misteriosa. Antes de resumir la solución (cuyo descubrimiento, a pesar de sus trágicas proyecciones, es quizá el hecho capital de la historia) quiero rememorar algunos axiomas.

El primero: La Biblioteca existe ab alterno. De esa verdad cuyo colorario inmediato es la eternidad futura del mundo, ninguna mente razonable puede dudar. El hombre, el imperfecto bibliotecario, puede ser obra del azar o de los demiurgos malévolos; el universo, con su elegante dotación de anaqueles, de tomos enigmáticos, de infatigables escaleras para el viajero y de letrinas para el bibliotecario sentado, sólo puede ser obra de un dios. Para percibir la distancia que hay entre lo divino y lo humano, basta comparar estos rudos símbolos trémulos que mi falible mano garabatea en la tapa de un libro, con las letras orgánicas del interior: puntuales, delicadas, negrísimas, inimitablemente simétricas.

El segundo: El número de símbolos ortográficos es veinticinco. Esa comprobación permitió, hace trescientos años, formular una teoría general de la Biblioteca y resolver satisfactoriamente el problema que ninguna conjetura había descifrado: la naturaleza informe y caótica de casi todos los libros. Uno, que mi padre vio en un hexágono del circuito quince noventa y cuatro, constaba de las letras MCV perversamente repetidas desde el renglón primero hasta el último. Otro (muy consultado en esta zona) es un mero laberinto de letras, pero la página penúltima dice «Oh tiempo tus pirámides». Ya se sabe: por una línea razonable o una recta noticia hay leguas de insensatas cacofonías, de fárragos verbales y de incoherencias. (Yo sé de una región cerril cuyos bibliotecarios repudian la supersticiosa y vana costumbre de buscar sentido en los libros y la equiparan a la de buscarlo en los sueños o en las líneas caóticas de la mano... Admiten que los inventores de la escritura imitaron los veinticinco símbolos naturales, pero sostienen que esa aplicación es casual y que los libros nada significan en sí. Ese dictamen, ya veremos no es del todo falaz.)

Durante mucho tiempo se creyó que esos libros impenetrables correspondían a lenguas pretéritas o remotas. Es verdad que los hombres más antiguos, los primeros bibliotecarios, usaban un lenguaje asaz diferente del que hablamos ahora; es verdad que unas millas a la derecha la lengua es dialectal y que noventa pisos más arriba, es incomprensible. Todo eso, lo repito, es verdad, pero cuatrocientas diez páginas de inalterables MCV no pueden corresponder a ningún idioma, por dialectal o rudimentario que sea. Algunos insinuaron que cada letra podía influir en la subsiguiente y que el valor de MCV en la tercera línea de la página 71 no era el que puede tener la misma serie en otra posición de otra página, pero esa vaga tesis no prosperó. Otros pensaron en criptografías; universalmente esa conjetura ha sido aceptada, aunque no en el sentido en que la formularon sus inventores.

Hace quinientos años, el jefe de un hexágono superior dio con un libro tan confuso como los otros, pero que tenía casi dos hojas de líneas homogéneas. Mostró su hallazgo a un descifrador ambulante, que le dijo que estaban redactadas en portugués; otros le dijeron que en yiddish. Antes de un siglo pudo establecerse el idioma: un dialecto samoyedo-lituano del guaraní, con inflexiones de árabe clásico. También se descifró el contenido: nociones de análisis combinatorio, ilustradas por ejemplos de variaciones con repetición ilimitada. Esos ejemplos permitieron que un bibliotecario de genio descubriera la ley fundamental de la Biblioteca. Este pensador observó que todos los libros, por diversos que sean, constan de elementos iguales: el espacio, el punto, la coma, las veintidós letras del alfabeto. También alegó un hecho que todos los viajeros han confirmado: No hay en la vasta Biblioteca, dos libros idénticos. De esas premisas incontrovertibles dedujo que la Biblioteca es total y que sus anaqueles registran todas las posibles combinaciones de los veintitantos símbolos ortográficos (número, aunque vastísimo, no infinito) o sea todo lo que es dable expresar: en todos los idiomas. Todo: la historia minuciosa del porvenir, las autobiografías de los arcángeles, el catálogo fiel de la Biblioteca, miles y miles de catálogos falsos, la demostración de la falacia de esos catálogos, la demostración de la falacia del catálogo verdadero, el evangelio gnóstico de Basilides, el comentario de ese evangelio, el comentario del comentario de ese evangelio, la relación verídica de tu muerte, la versión de cada libro a todas las lenguas, las interpolaciones de cada libro en todos los libros, el tratado que Beda pudo escribir (y no escribió) sobre la mitología de los sajones, los libros perdidos de Tácito.

Cuando se proclamó que la Biblioteca abarcaba todos los libros, la primera impresión fue de extravagante felicidad. Todos los hombres se sintieron señores de un tesoro intacto y secreto. No había problema personal o mundial cuya elocuente solución no existiera: en algún hexágono. El universo estaba justificado, el universo bruscamente usurpó las dimensiones ilimitadas de la esperanza. En aquel tiempo se habló mucho de las Vindicaciones: libros de apología y de profecía, que para siempre vindicaban los actos de cada hombre del universo y guardaban arcanos prodigiosos para su porvenir. Miles de codiciosos abandonaron el dulce hexágono natal y se lanzaron escaleras arriba, urgidos por el vano propósito de encontrar su Vindicación. Esos peregrinos disputaban en los corredores estrechos, proferían oscuras maldiciones, se estrangulaban en las escaleras divinas, arrojaban los libros engañosos al fondo de los túneles, morían despeñados por los hombres de regiones remotas. Otros se enloquecieron... Las Vindicaciones existen (yo he visto dos que se refieren a personas del porvenir, a personas acaso no imaginarias) pero los buscadores no recordaban que la posibilidad de que un hombre encuentre la suya, o alguna pérfida variación de la suya, es computable en cero.

También se esperó entonces la aclaración de los misterios básicos de la humanidad: el origen de la Biblioteca y del tiempo. Es verosímil que esos graves misterios puedan explicarse en palabras: si no basta el lenguaje de los filósofos, la multiforme Biblioteca habrá producido el idioma inaudito que se requiere y los vocabularios y gramáticas de ese idioma. Hace ya cuatro siglos que los hombres fatigan los hexágonos... Hay buscadores oficiales, inquisidores. Yo los he visto en el desempeño de su función: llegan siempre rendidos; hablan de una escalera sin peldaños que casi los mató; hablan de galerías y de escaleras con el bibliotecario; alguna vez, toman el libro más cercano y lo hojean, en busca de palabras infames. Visiblemente, nadie espera descubrir nada.

A la desaforada esperanza, sucedió, como es natural, una depresión excesiva. La certidumbre de que algún anaquel en algún hexágono encerraba libros preciosos y de que esos libros preciosos eran inaccesibles, pareció casi intolerable. Una secta blasfema sugirió que cesaran las buscas y que todos los hombres barajaran letras y símbolos, hasta construir, mediante un improbable don del azar, esos libros canónicos. Las autoridades se vieron obligadas a promulgar órdenes severas. La secta desapareció, pero en mi niñez he visto hombres viejos que largamente se ocultaban en las letrinas, con unos discos de metal en un cubilete prohibido, y débilmente remedaban el divino desorden.

Otros, inversamente, creyeron que lo primordial era eliminar las obras inútiles. Invadían los hexágonos, exhibían credenciales no siempre falsas, hojeaban con fastidio un volumen y condenaban anaqueles enteros: a su furor higiénico, ascético, se debe la insensata perdición de millones de libros. Su nombre es execrado, pero quienes deploran los «tesoros» que su frenesí destruyó, negligen dos hechos notorios. Uno: la Biblioteca es tan enorme que toda reducción de origen humano resulta infinitesimal. Otro: cada ejemplar es único, irreemplazable, pero (como la Biblioteca es total) hay siempre varios centenares de miles de facsímiles imperfectos: de obras que no difieren sino por una letra o por una coma. Contra la opinión general, me atrevo a suponer que las consecuencias de las depredaciones cometidas por los Purificadores, han sido exageradas por el horror que esos fanáticos provocaron. Los urgía el delirio de conquistar los libros del Hexágono Carmesí: libros de formato menor que los naturales; omnipotentes, ilustrados y mágicos.




También sabemos de otra superstición de aquel tiempo: la del Hombre del Libro. En algún anaquel de algún hexágono (razonaron los hombres) debe existir un libro que sea la cifra y el compendio perfecto de todos los demás: algún bibliotecario lo ha recorrido y es análogo a un dios. En el lenguaje de esta zona persisten aún vestigios del culto de ese funcionario remoto. Muchos peregrinaron en busca de Él. Durante un siglo fatigaron en vano los más diversos rumbos. ¿Cómo localizar el venerado hexágono secreto que lo hospedaba? Alguien propuso un método regresivo: Para localizar el libro A, consultar previamente un libro B que indique el sitio de A; para localizar el libro B, consultar previamente un libro C, y así hasta lo infinito... En aventuras de ésas, he prodigado y consumido mis años. No me parece inverosímil que en algún anaquel del universo haya un libro total; ruego a los dioses ignorados que un hombre - ¡uno solo, aunque sea, hace miles de años! - lo haya examinado y leído. Si el honor y la sabiduría y la felicidad no son para mí, que sean para otros. Que el cielo exista, aunque mi lugar sea el infierno. Que yo sea ultrajado y aniquilado, pero que en un instante, en un ser, Tu enorme Biblioteca se justifique.

Afirman los impíos que el disparate es normal en la Biblioteca y que lo razonable (y aun la humilde y pura coherencia) es una casi milagrosa excepción. Hablan (lo sé) de «la Biblioteca febril, cuyos azarosos volúmenes corren el incesante albur de cambiarse en otros y que todo lo afirman, lo niegan y lo confunden como una divinidad que delira». Esas palabras que no sólo denuncian el desorden sino que lo ejemplifican también, notoriamente prueban su gusto pésimo y su desesperada ignorancia. En efecto, la Biblioteca incluye todas las estructuras verbales, todas las variaciones que permiten los veinticinco símbolos ortográficos, pero no un solo disparate absoluto. Inútil observar que el mejor volumen de los muchos hexágonos que administro se titula «Trueno peinado», y otro «El calambre de yeso» y otro «Axaxaxas mlo». Esas proposiciones, a primera vista incoherentes, sin duda son capaces de una justificación criptográfica o alegórica; esa justificación es verbal y, ex hypothesi, ya figura en la Biblioteca. No puedo combinar unos caracteres dhcmrlchtdj que la divina Biblioteca no haya previsto y que en alguna de sus lenguas secretas no encierren un terrible sentido. Nadie puede articular una sílaba que no esté llena de ternuras y de temores; que no sea en alguno de esos lenguajes el nombre poderoso de un dios. Hablar es incurrir en tautologías. Esta epístola inútil y palabrera ya existe en uno de los treinta volúmenes de los cinco anaqueles de uno de los incontables hexágonos, y también su refutación. (Un número n de lenguajes posibles usa el mismo vocabulario; en algunos, el símbolo biblioteca admite la correcta definición ubicuo y perdurable sistema de galerías hexagonales, pero biblioteca es pan o pirámide o cualquier otra cosa, y las siete palabras que la definen tienen otro valor. Tú, que me lees, ¿estás seguro de entender mi lenguaje?).

La escritura metódica me distrae de la presente condición de los hombres. La certidumbre de que todo está escrito nos anula o nos afantasma. Yo conozco distritos en que los jóvenes se prosternan ante los libros y besan con barbarie las páginas, pero no saben descifrar una sola letra. Las epidemias, las discordias heréticas, las peregrinaciones que inevitablemente degeneran en bandolerismo, han diezmado la población. Creo haber mencionado los suicidios, cada año más frecuentes. Quizá me engañen la vejez y el temor, pero sospecho que la especie humana - la única - está por extinguirse y que la Biblioteca perdurará: iluminada, solitaria, infinita, perfectamente inmóvil, armada de volúmenes preciosos, inútil, incorruptible, secreta.

Acabo de escribir infinita. No he interpolado ese adjetivo por una costumbre retórica; digo que no es ilógico pensar que el mundo es infinito. Quienes lo juzgan limitado, postulan que en lugares remotos los corredores y escaleras y hexágonos pueden inconcebiblemente cesar, lo cual es absurdo. Quienes la imaginan sin límites, olvidan que los tiene el número posible de libros. Yo me atrevo a insinuar esta solución del antiguo problema: La biblioteca es ilimitada y periódica. Si un eterno viajero la atravesara en cualquier dirección, comprobaría al cabo de los siglos que los mismos volúmenes se repiten en el mismo desorden (que, repetido, sería un orden: el Orden). Mi soledad se alegra con esa elegante esperanza.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Filósofos de la materia y filósofos de la forma.




Los filósofos han venido notando, desde hace tiempo, que a las cosas les pasa algo muy raro. Imaginaos, por ejemplo, una mesa. De un lado, la mesa es un objeto material, que ocupa un espacio, y que como todo lo material se puede dividir en partes; además, todas las partes de la mesa (sus átomos y partículas elementales) están moviéndose constantemente, por lo que la mesa entera está sujeta al tiempo (cambia, envejece cada día, etc.)… Ahora bien: si la mesa cambia toda ella a cada instante, ¿cómo es que la reconocemos, de un instante a otro, como la “misma” mesa? Raro, ¿no? Además, siempre la captamos como “una” mesa, como un “todo”, aunque en el fondo en ella no hay unidad ninguna: la mesa no es más que partes separables una y otra vez en otras partes. Para más confusión, resulta que, aun siendo un objeto espacial, la mesa sigue siendo ella misma aunque la cambiemos de sitio (como si el espacio no la afectara del todo)… ¡Madre mía con la mesa!... Los filósofos han intentado arreglar este problema suponiendo que las mesas (bueno, los objetos, y los animales y las personas y casi todo lo demás) tienen como dos lados o aspectos. De un lado son MATERIA (cuerpos extendidos en el espacio, divisibles, sujetos al cambio y al tiempo). Pero, de otro lado, parecen tener una FORMA o estructura que, a diferencia de la materia ha de ser INCORPÓREA, INDIVISIBLE, INVARIABLE Y ATEMPORAL. Sin esta forma, dicen, las cosas carecerían de identidad, no podrían ser “una mesa”, “Madrid”, “Juan Pérez”, ni nada…

Ahora bien. ¿Cómo va a existir algo –como la Forma— incorpóreo como un fantasma, carente de espacio y ajeno al tiempo, como si estuviera en otro mundo distinto al Universo físico?... Increíble, ¿no? Por eso, algunos filósofos niegan la existencia de la forma: las cosas (y las personas y todo lo demás) son únicamente materia. A estos filósofos se les llama materialistas (nosotros les llamaremos, con más precisión, INMANENTISTAS).
Sin embargo, a otros filósofos (bastante más raros) lo que les parece increíble es que exista la materia. ¿Cómo va a existir –dicen— algo divisible hasta el infinito y que está siempre cambiando? ¡No podría ser nada, se disolvería a cada instante! Por eso, a estos filósofos lo que les parece real es la forma. Les suelen llamar idealistas o platónicos (nosotros les llamaremos TRASCENDENTALISTAS)…



Entre estos dos extremos está todo el juego de la filosofía: los filósofos de la materia y los filósofos de la forma, los filósofos que defienden que la única realidad es esta Caverna (el Mundo que vemos), y los que defienden que la verdadera realidad está fuera de la Caverna, en un Mundo distinto al que ahora vemos… ¿Cuál de estos dos grupos estará menos loco?

domingo, 5 de diciembre de 2010

El enigma de la realidad: el Big bang.

La teoría cosmológica estándar o teoría del “Big bang” afirma que el Universo es un gigantesco proceso que brotó como una gran explosión hace unos 13.000 millones de años a partir de una extraña "partícula" tan inconcebiblemente densa como pequeña.





La imagen más simple del "Big bang" comienza con una nada. No hay realmente nada, no hay espacio, ni tiempo, ni energía, ni materia...Pero esa nada parece tener un misterioso potencial de existir. Y "entonces", en ningún momento ni en ningún sitio, esa nada se convierte en Universo, estalla y comienza la expansión de un espacio en el tiempo, toda la energía y, después, la materia, son creadas en ese estallido. En la primera minúscula fracción de segundo, el universo se expande (se infla). Y unos tres minutos después los átomos comienzan a formarse. Unos 5.000 millones de años después se configuran las galaxias. En una de ellas, la Vía láctea, aparece hace más de 4000 millones de años nuestro planeta, y hace menos de 100.000 años nuestra especie. A través de ella el Universo parece haber dado lugar a su criatura más extraña: la consciencia de sí mismo...




La teoría del "Big bang" supone, no obstante, un gran número de problemas filosóficos... ¿Qué causó la “explosión” o emergencia del Universo? ¿Para qué? ¿Qué sentido tiene? Si el Universo es algo que aparece y desaparece, no puede ser él mismo la causa de su existencia (nada que "aparezca" puede hacerse aparecer a sí mismo). Pero si no tiene causa, entonces el Universo es fruto del azar o de la "nada", un "capricho" irracional, algo radicalmente incomprensible... Tal vez hay infinitos ciclos de universos que se expanden y se contraen, pero entonces: ¿Cómo hemos podido llegar a este en el que vivimos y pensamos nosotros (tendrían que haber transcurrido una infinitud de expansiones y contracciones antes de llegar a este universo en que vivimos, pero un infinito nunca acaba de transcurrir)? Además: ¿durante qué tiempo se suceden unos a otros los Universos? ¿En qué espacio se expanden y contraen?... Todo parece demasiado irracional. Pero si el Universo es tan irracional, ¿cómo es que puede explicarse racionalmente a través de las leyes físicas?... Por cierto: esas mismas leyes y teorías físicas: ¿Son también parte del Universo, cosas físicas tal como las cosas físicas que ellas mismas explican? Si no lo son, ¿"dónde" están? Y si lo son, ¿cómo pueden aspirar a explicar la totalidad del Universo si no son más que una minúscula cosa en mitad del espacio y el tiempo?...

martes, 30 de noviembre de 2010

El enigma de la realidad: mundo, mente y Dios.

Para abrir bocas (de admiración) e iniciarnos en esta nueva fase de nuestra aventura filosófica, proyectamos en la caverna esta sugerente película: "Y tú qué sabes". Habla de ciencia y religión, y está hecha por científicos y por religiosos. La película ha levantado mucha polémica (unos dicen que es una peli más de religión que de ciencia, otros dicen que esa mescolanza es inevitable tratándose de las nuevas teorías físicas). De todos modos, lo que importa al filósofo no son las teorías que se plantean (todas ellas muy discutibles), sino las preguntas que quedan abiertas...
A ver que os parece.

¿Hay una ciencia de lo bueno, lo justo y lo bello?


¿Hay algún experimento o prueba lógica que permita decidir si el aborto o la pena de muerte son o no aceptables? ¿Podríamos demostrar científicamente que la democracia es mejor que la tiranía? ¿Podría un sabio experto dictaminar que Goya es mejor artista que Picasso?... La mayoría de la gente responde a estas preguntas con un rotundo "no". En cuestiones morales, políticas o estéticas cada cual tiene su opinión, y todas son igualmente respetables. No hay nadie que sepa más que los demás (en política, por ejemplo, cada voto individual vale lo mismo). En este sentido, algunos se quejan de que en el Instituto se den clases de ética y ciudadanía, y que en ellas se razone acerca de lo bueno y lo malo ¡Esto no es un asunto público y racional -se dice- sino privado, subjetivo, relativo a las creencias de cada individuo y su familia! ¿Quién es nadie para decirnos lo que es bueno, justo o bello?...

Ahora bien. Si lo bueno o justo es según cada uno. ¿Podríamos objetar moralmente algo al que asesina o discrimina a las mujeres? (Para el que lo hace es algo bueno). ¿Podríamos tildar de injusto a un tirano? (Para el tirano su forma de gobernar es justa). Si lo bello es según el gusto de cada uno: ¿Podríamos decirle algo al director de un museo si sustituye los cuadros de Goya por los dibujos de su hijo pequeño? (A él le pueden parecer más bonitos los de su hijo). La respuesta parece negativa. De hecho, ni siquiera podríamos discutir acerca de lo que es bueno, justo, etc. Pues si esas palabras significan algo diferente para cada persona, ¿cómo podríamos entendernos? Además, si todas las opiniones sobre lo bueno fueran igualmente respetables, ¿para qué discutir? Todo sería bueno para unas personas y malo para otras, luego todo sería bueno y malo a la vez. Contradictorio, pero cierto, ¿no?


¿Qué pensáis de todo esto? ¿Los asuntos morales, políticos y estéticos son irracionales y, por tanto, no cabe ningún saber racional sobre ellos (se los dejamos así a la religión o a las opiniones y emociones de cada cual)? ¿O por el contrario cabe una ciencia sobre tales asuntos, de forma que se pueda demostrar racionalmente lo que es bueno, justo y bello? Esto último es lo que pretende a veces la filosofía como saber "axiológico", es decir, cuando se vuelve "ética", "filosofía política", "estética filosófica"... ¿Tiene sentido esta pretensión de la filosofía?

martes, 23 de noviembre de 2010

¿Cómo es que la ciencia carece de fundamento científico?


La ciencia puede explicar muchas cosas, pero no puede explicarse a sí misma ni aquello en lo que se fundamenta para explicar todo lo que explica. La razón es que ni la ciencia misma ni sus fundamentos son de la misma naturaleza que los objetos estudiados por el científico. Dicho de otro modo: la física no puede estudiarse a sí misma, porque la física no es algo físico. Ni la biología algo biológico, ni la psicología algo psicológico, ni la historia algo histórico... Veamos, por ejemplo, el caso de las ciencias naturales. Éstas tienen como objeto de estudio a la naturaleza, pero para estudiar a la naturaleza emplean leyes, fórmulas y conceptos que no pueden ser en sí mismos “cosas naturales”. Las leyes físicas no son una parte concreta de la naturaleza, si así fuera no podrían aspirar a explicar la naturaleza en su conjunto. Además, sería absurdo pensar la ley de la gravedad como una cosa física (¿cuánto pesa la ley de la gravedad) o la ley de la evolución como un fenómeno natural (¿evoluciona y varía la ley de la evolución explicando a la vez e invariablemente cada uno de sus cambios?). De poco sirve decir que estas leyes son productos mentales (explicables por el psiconeurólogo) pues en ese caso no podrían suponerse como leyes de toda la naturaleza (ni como las leyes por las que el psiconeurólogo explica la producción mental de leyes)... Por otro lado, las leyes y conceptos científicos se refieren obviamente a algo, a las realidades fundamentales del mundo natural: la energía, la materia, el espacio y el tiempo, el movimiento, la vida, etc. A partir de ellas el físico o el biólogo explican multitud de fenómenos. ¿Pero son capaces de explicar estas mismas realidades fundamentales? La noción de energía es tan oscura para el físico como la noción de Dios para un teólogo (dado que la energía es el punto de partida de todo fenómeno físico, nada físico queda para explicar a la propia energía). La explicación física de la conversión de la energía inicial en elementos materiales diferentes es tan convincente como la noción de “milagro” (¿cómo de la sola energía surge algo distinto de ella?). El espacio y el tiempo no pueden entenderse como fenómenos físicos (¿qué densidad tiene el espacio? ¿qué lugar ocupa? ¿durante qué tiempo transcurre el tiempo?...). El movimiento tampoco (¿es móvil y cambiante el movimiento, o más bien es constante e inmóvil, dado que “siempre” lo hay?), etc... A todo esto, hemos de recordar que el científico trabaja metódicamente, pero ¿es demostrable científicamente la validez del método científico? Por supuesto que no: ningún experimento puede demostrar la validez del método experimental, ninguna observación ni procedimiento inductivo puede justificar la validez de la inducción lógica (la lógica pura tampoco, por cierto)... En suma, podríamos decir que cada ciencia es como un “foco” que alumbrara cierta parte de la realidad, pero que, a su vez, fuera incapaz de enfocarse a sí mismo: a sus propios engranajes o fundamentos, a aquello mismo que genera su luz... Ahora bien: si la ciencia no puede ocuparse científicamente de sus propios fundamentos, es que depende de otro saber (más fundamental) que se ocupa de ellos. Según algunos, este saber (o proyecto de saber) es la filosofía...


1. Según algunos filósofos (y científicos) la ciencia es un saber “prefilosófico”. Pero según otros muchos filósofos y científicos, es la filosofía la que representa un saber “precientífico”. ¿Qué crees que significa esto último? ¿Cuál de estas dos posturas crees que es más defendida en la actualidad? ¿Podrías hacer de “abogado defensor” de la última de ellas?
2. ¿En qué sentido crees que podría la filosofía ocuparse del “fundamento” de las ciencias?
3. ¿No le ocurrirá a la filosofía lo mismo que a la ciencia: que dependa de ideas que carezcan de justificación filosófica?

lunes, 22 de noviembre de 2010

Teoría de las cajas (ciencias particulares y saber universal)



Imagina que la realidad es tu cuarto o casa llena de chismes tirados por todos lados después de una gran explosión (de alegría, no hay que dramatizar). Como no se puede vivir en tal desorden, decidimos ordenar la realidad...
Llega, por ejemplo, el físico, muy enérgico, con un montón de cajas y dice: pues yo voy a ordenar los chismes físicos, y sin pensarlo dos veces empieza. Todas estas cosas (que tienen masa, carga eléctrica, volumen, etc.) a la caja de las “partículas y sus compuestos”. Y todos estos fenómenos tan raros que ocurren entre las cosas (se atraen, se unen y separan, etc.) a la caja de las “fuerzas”. Hala, y además –dice— voy a meter todas esas cajas en una aún más grande: la caja de los “fenómenos energéticos”...
Ahora llega el biólogo, muy animado, y dice (también sin pensarlo mucho, la verdad): pues yo voy a ordenar los chismes vivos. A esos pequeños que andan revoloteando por ahí los meteré en la caja de los “mosquitos”. Y a aquellos grandes y grises en la caja de los “ratones”. Y ambas cajas las meteré luego en la caja de los “animales”. Y esta caja, junto a aquella otra en la que he ido metiendo el musgo de las paredes y las flores del jardín, la meteré en la gran caja, claro está, de “los seres vivos”...
Ahora aparece el psicólogo, muy mentalizado con su tarea (lo cual no quiere decir que la entienda), y dice: pues yo voy a ordenar un poco lo que hacen y tienen en la cabeza estos chismes tan aparatosos que son los humanos. A ver, aquellas conductas (ver, oír...) a la caja de las “percepciones”. Aquellas otras (tener miedo, estar contento) a la de las “emociones”... Etc. Y todas esas cajas a la caja de las “conductas y fenómenos mentales”...
Luego, el matemático, calculando lo que va a hacer (un poco mecánicamente, sí), dice: pues yo voy a contar y medir bien todo lo que hay, y meteré mis cuentas en la caja de las “cantidades” y mis mediciones en la caja de las “figuras y proporciones”. Y ambas, en la caja de los “aspectos matemáticos del mundo”...
No hace falta seguir. Detrás del matemático vinieron muchos más: el geólogo, el astrónomo, el sociólogo, el historiador, el lingüista... Y cada uno fue metiendo “sus” chismes en las cajas que traía...Al final, todo el piso estuvo lleno de cajas enormes, cada una con su etiqueta.

[Por cierto, un asunto importante del cuento es este: las cajas que digo no son de cartón ni de madera, claro (tal como las metáforas no están hechas de tinta ni de pixeles). Las cajas están hechas de definiciones, leyes, fórmulas, conceptos... Por ejemplo: la caja de las fuerzas que trajo el físico está hecha de la ley de la gravedad, las leyes electromagnéticas, etc. La caja de “los seres vivos”, que trajo el biólogo, está hecha de la ley de la evolución, las leyes genéticas, la definición de ser vivo, etc. La caja de las emociones (una de las del psicólogo) está compuesta de ciertas definiciones y leyes acerca de las emociones. Y la caja de las cantidades del matemático (también llamada “aritmética”), de conceptos, leyes y fórmulas acerca de los números...]

... Y en estas estábamos, cuando llegó el filósofo, pensativo y (en un estilo entre místico e incomprensible) dijo: ¿pero mira cómo tenéis el piso? ¿cómo podéis soportar este desorden de cajas? Por un lado la caja de los fenómenos energéticos, por otro la caja de las conductas y fenómenos mentales, por otro la caja de las cantidades... Esto hay que arreglarlo. Voy a intentar meter todas esas cajas en una caja común. Es decir, voy a intentar comprender todos esas definiciones, leyes, fórmulas y conceptos distintos bajo ideas más unitarias. A ver si descubro la caja donde todo encaja... Por que, al fin y al cabo, como nos dice la lógica, la realidad y la verdad son solo una, ¿no? (Véase la entrada: "¿Que le diría el tocino a la velocidad?").



1. ¿Por qué decimos que la filosofía es un saber “universal” y las ciencias saberes “particulares”?
2. ¿Qué etiqueta tendría que tener la caja de las cajas que se propone construir el filósofo? ¿De qué estaría hecha esta caja?
3. ¿Tiene sentido un saber universal, como dice el filósofo, o es mejor que haya un montón de saberes cada vez más especializados? ¿Qué crees que se valora más en nuestra sociedad: la especialización o un conocimiento “universal”? ¿Por qué?

¿Son lógicas las matemáticas?


Suele decirse que la filosofía es un modo de conocimiento puramente racional o lógico. Las cosas de las que habla el filósofo son tan abstractas que no cabe verlas o comprobarlas con experimentos científicos. Esto distingue a la filosofía de las ciencias empíricas (aquellas que hacen experimentos para probar sus teorías). ¿Pero qué distingue a la filosofía de otras ciencias, como las matemáticas, que también parecen ser puramente lógicas?...
... Las diferencias son muchas. Por ejemplo: la matemática solo trata de aspectos de la realidad que se puede contar y medir, y la filosofía de aspectos que, en ocasiones, carecen de extensión (no se pueden medir) e incluso de partes sucesivas (no se pueden contar)... Pero hay otra diferencia quizás más fundamental: la filosofía no acepta ninguna idea que carezca de lógica, pero las ideas fundamentales de las matemáticas parecen, en cambio, imposibles de demostrar con la lógica.
Pensemos en la idea de número (la idea fundamental de la aritmética). ¿Puede haber más de un número, por ejemplo, dos? El dos son dos unidades (dos “unos”), pero estas unidades son idénticas (1=1) luego no pueden ser dos, para que fueran dos tendrían que ser diferentes una de otra (o uno de uno). De otro lado entre el uno y el dos hay un número ilimitado de números, pero ¿cómo puede estar lo ilimitado limitado entre el uno y el dos? Finalmente, el dos es ilimitadamente divisible (1, 0.5, 0.25, etc.); el final de esta división, si la hubiera, sería lógicamente "cero": el dos se compondría de infinitos ceros, pero ¿cómo la suma de infinitos ceros va a dar como resultado “dos”? Y si ese final nunca se alcanza tendríamos el mismo problema de antes: ¿cómo un número ilimitado de números puede estar comprendido en los límites del dos?
Con la otra idea básica de las matemáticas, la idea de espacio (fundamental en la geometría), ocurre exactamente lo mismo. Imaginemos un espacio pequeñito, tal como la línea AB; esta línea es una sucesión de muchos puntos todos idénticos; pero ¿si son idénticos como pueden ser muchos? (sólo cabría distinguirlos por el espacio que ocupan, pero justamente el espacio es lo que se trata de demostrar). De otro lado, entre un punto y otro de esa línea ha de haber siempre otro punto, con lo cual la línea AB sería a la vez finita e infinita. Finalmente, si los puntos matemáticos son inextensos (no tienen cuerpo), su dimensión espacial es cero; pero ¿cómo puede tener longitud una línea compuesta de puntos cada uno de ellos de cero longitud?...


¿Son pues, lógicas, las ideas fundamentales de las matemáticas? ¿Es la matemática un saber tan lógico como parecía?

martes, 16 de noviembre de 2010

La "discoteca" de Dios y el laboratorio de los hombres.


Oscuridad y luces parpadeantes, música (un chill out a base de órgano y voz), un olor muy especial (a incienso, claro), palabras misteriosas y poéticas (no en inglés, pero a veces en latín) que se repiten, rítmicamente, como un mantra, como un rezo... A veces (en algunas "discotecas" sagradas) un animador o varios que bailan frenéticamente, como posesos... ¿Es para entrar en trance o no?...





Los ritos religiosos tienen como finalidad excitar las emociones, provocar entusiasmo o temor, a veces incluso visiones, y desde luego, fortalecer la fe (ese modo de creernos algo porque sí, por pura voluntad). El objetivo es purificar a los fieles de su entendimiento racional, liberarlos de su razón. Porque la razón (el pecado de querer saber por su cuenta y riesgo) es lo que separa al hombre del Creador. Una vez purificado, el creyente está preparado para recibir a Dios y a su Verdad revelada a traves de la fe, la emoción, la visión...

Cambiemos de escenario: luz abundante y clara, silencio, un olor a desinfectante, palabras para nada poéticas entre un grupo de personas que discute y toma notas en sus ordenadores... No es una iglesia, es un laboratorio o aula. Los científicos intentan ser objetivos en su trabajo, de lo que han de purificarse no es de su razón, sino justo lo contrario: de la mera fe, de las emociones particulares de cada uno, de sus subjetivas visiones... El objetivo no es recibir la Verdad revelada por Dios, sino descubrir la Verdad desvelándola mediante la razón...




¿Tienes claras las diferencias entre religión y ciencia (entre saber irracional o racional)? Ambos buscan la Verdad. Pero no del mismo modo. Ahora responde: ¿qué tipo de búsqueda te parece que es más apropiada? ¿En cual de ellas (la religiosa o la científica) se "realiza" más un ser humano?

Solución a los enigmas lógicos (I)



ENIGMA 1. Este es muy fácil. Dado que C es inocente, sólo pueden ser culpables A o B. Si el culpable es A, B también lo es (pues A siempre trabaja con un cómplice). Y si el culpable no es A, lo es B. Luego en cualquier caso B ES CULPABLE.

ENIGMA 2. Solo una de las inscripciones es verdadera. Por lo que hay dos inscripciones que son falsas.

Hipótesis 1: es verdad la inscripción del cofre de oro, y las otras dos son falsas:
(a) Oro: “El retrato está en este cofre” (V)
(b) Plata: “El retrato no está aquí” (F) = “El retrato está aquí”.
(c) Plomo: “El retrato no está en el cofre de oro” (F) = “El retrato está en el cofre de oro”.

Esta hipótesis conduce a una contradicción: el retrato está a la vez en el cofre de oro y en el de plata. Y cuando una hipótesis conduce a una contradicción es que es falsa.

Hipótesis 2: es verdad la inscripción del cofre de plata, y las otras dos son falsas:
(d) Oro: “El retrato está en este cofre” (F) = “El retrato no está en este cofre”
(e) Plata: “El retrato no está aquí” (V)
(f) Plomo: “El retrato no está en el cofre de oro” (F) = “El retrato está en el cofre de oro”.

Esta hipótesis conduce a otra contradicción, pues se deduce de ella que el retrato está y no está en el cofre de oro.

Hipótesis 3: es verdad la inscripción del cofre de plomo y las otras dos son falsas.
(g) Oro: “El retrato está en este cofre” (F) = “El retrato no está en este cofre”
(h) Plata: “El retrato no está aquí” (F) = “El retrato está aquí”
(i) Plomo: “El retrato no está en el cofre de oro” (V)

Esta hipótesis no incluye ninguna contradicción, de ella se deduce que el retrato no está en el cofre de oro, y que ESTÁ EN EL DE PLATA.

ENIGMA 3. Este no es tan fácil. Mucha gente cree que el hombre está mirando su propia fotografía. Pero no es así. Si alguien dice mirando una foto: “el padre del de la foto es el hijo de mi padre”, la ultima parte (“el hijo de mi padre”) puede cambiarse por “yo mismo” (dado que no tengo hermanos, el hijo de mi padre solo puedo ser yo), con lo que la frase entera quedaría: “el padre de este hombre (de la foto) soy yo”. Luego el de la foto es SU HIJO.



AVISO PARA PARTICIPANTES.

Proximamente habrá una segunda serie de ENIGMAS LÓGICOS, en el que podréis volver a probar vuestras habilidades lógicas y en la que está en juego el título de MAESTRO CAVERNILÓGICO

lunes, 8 de noviembre de 2010

Enigmas lógicos



Dicen los que saben que hay dos formas de saber las cosas (al menos, por el lado sensato de la vida, ya hablaremos del otro lado, el de la religión y los otros oscuros extravíos del alma). Dos formas de saber: cerrando los ojos o abriéndolos mucho; pensando o mirando; la lógica o la experiencia. También hablaremos un día (o una noche) de la lógica de la experiencia, y de la experiencia lógica. Ahora vamos a limitarnos a experimentar ese tipo de conocimiento en el que el pensamiento se basta y se sobra a sí mismo. El saber lógico. Y nada mejor que practicarlo para empezar a entenderlo...

Os propongo unos cuantos enigmas lógicos, clasificados según su grado de difultad (según el animal que aparezca bajo el enigma así de difícil es).
Además de resolverlos (y poned vuestro nombre o seudónimo, para que recibáis vuestra merecida ración de fama), podéis también proponernos enigmas a los demás. ¡A ver como andáis de lógica!


Enigma 1. Un enorme botín ha sido robado de un almacén. El delincuente (o delincuentes) ha (n) transportado los géneros robados en un coche. Tres famosos delincuentes, A, B y C, fueron conducidos a comisaría para ser interrogados. Se establecieron los siguientes hechos: (1) Nadie más, fuera de A, B y C, está implicado; (2) A no trabaja nunca sin contar con al menos un cómplice; (3) C es inocente. ¿Es B inocente o culpable?


Enigma 2.
En El mercader de Venecia, de Shakespeare, Porcia tendía tres cofres –uno de oro, otro de plata y otro de plomo—, dentro de uno de los cuales estaba su retrato. El pretendiente tenía que elegir uno de los cofres y si tenía suerte (o inteligencia) elegiría el que tenía el retrato, pudiendo así tomar a Porcia por esposa. En la tapa de cada cofre había una inscripción para ayudar al pretendiente a elegir sabiamente. Imagina que las incripciones son las que siguen.
COFRE DE ORO : "EL RETRATO ESTÁ EN ESTE COFRE".

COFRE DE PLATA: "EL RETRATO NO ESTÁ AQUÍ"
COFRE DE PLOMO: "EL RETRATO NO ESTÁ EN EL COFRE DE ORO"

Porcia explicó al pretendiente que de las tres inscripciones solo una de ellas era verdad. ¿Cuál de los tres cofres debe elegir el pretendiente?



Enigma 3. Un hombre estaba mirando un retrato y alguien le preguntó: "¿De quién es esa fotografía?" A lo que él contestó: "Ni hermanos ni hermanas tengo, pero el padre de este hombre es el hijo de mi padre" ("El padre de este hombre" quiere decir, claro, el padre del que está en la fotografía). ¿De quién es la fotografía que estaba mirando el hombre?

jueves, 4 de noviembre de 2010

¿Qué le diría el tocino a la velocidad?


Parece claro que los saberes son múltiples, distintos unos de otros (matemáticas, física, historia, psicología...). Y que cada uno se especializa en entender y explicar un "trocito" de la realidad. Pero yo esto no lo entiendo. ¿Hay trocitos de realidad? ¿Se puede dividir la realidad en trocitos como si fuera una tarta? ¿Quién lo hace? ¿Y cómo? (¿Se puede dividir REALMENTE la REALIDAD? Si no podemos dividir el agua con agua, ni la mantequilla con un cuchillo hecho de la misma mantequilla que dividimos... ¿Podríamos dividir "realmente" la realidad?)... ¿Puede haber distintas verdades: la verdad del físico, la verdad del artista, la verdad del historiador, las verdades del psicólogo...? ¿Podemos dividir VERDADERAMENTE la VERDAD? Si la REALIDAD ES UNA (¿O no?), ¿PUEDE HABER TANTAS VERDADES DISTINTAS E INCONEXAS?... (Encima, los cavernicolas suelen decir que sobre un mismo asunto o realidad puede haber varias opiniones distintas y verdaderas. ¿Es esto cierto? Si mi verdad es distinta que la tuya, ¿porque llamamos a las dos "verdad"? ¿Es "verdad" que hay muchas verdades?)... ¡Vaya lío!... Por el contrario, hay unos pocos cavernícolas que opinan que dado que la realidad es una, y la verdad sobre la realidad sólo puede ser también una, TODOS LOS SABERES Y VERDADES TIENEN QUE ESTAR, EN EL FONDO, RELACIONADOS (Y más en el fondo aún, ser el MISMO Y ÚNICO SABER). Pero esto no es fácil pensarlo. ¿Qué tiene que ver la matemática con el arte? ¿El derecho con la sexología? ¿La física cuántica con la psicología o la historia? ¿Debería haber un saber único que lo explicase todo a la vez, relacionando todo con todo?... ¿Alguien puede aportar algo de luz a esta oscura confusión cavernaria en la que me hallo?

jueves, 28 de octubre de 2010

La felicidad no es cosa de tontos...Sino de sabios.


Podemos empezar por suponer que la felicidad es esa emoción que tenemos cuando creemos que las cosas nos van muy bien. Ahora bien: ¿cuándo diremos que las cosas nos van muy bien?...
Algunos filósofos piensan que a los seres humanos les va muy bien (y son felices) cuando desarrollan plenamente lo que ellos mismos son. Es decir: cuando logran crecer hasta rozar la plenitud o perfección como seres humanos.
¿Pero qué es la “plenitud” de un ser humano? Si consideramos que lo humano de un ser humano es, ante todo, su vida mental (es decir, ese compendio de facultades que llamamos sensibilidad, emotividad, voluntad, entendimiento…), parece claro que la plenitud de un ser humano equivale a la plenitud de su vida mental.
¿Y cómo se logra crecer mentalmente para lograr esa plenitud? Pues del mismo modo que crecemos físicamente: “comiendo”, uniéndonos a todo lo que puede acrecentar nuestra mente, y disfrutando, claro, del placer que esta unión procura (a este deseo de unión se le llama, en general, amor).


Hay muchas formas de unirnos al mundo (de amarlo) y, así, de “engordar” nuestra vida mental. Una de las más inmediatas es a través de los sentidos, por eso nos gusta contemplar un paisaje, comer, o hacer el amor. Otra puede ser a través de la imaginación y las emociones, por eso disfrutamos tanto de las obras de arte que contemplamos o creamos, pues en ellas nos unimos a un mundo más pleno (el de la imaginación, en que nuestros deseos apenas se distinguen de la realidad)...

Pero también podemos unirnos al mundo y a los demás de una forma aún más rica: a través de proyectos y acciones, transformando el mundo para darle la forma de nuestros deseos… Pero en cualquier caso, la forma más profunda de unirnos al mundo y a los otros es comprendiéndolos. No hay forma de unión y crecimiento más ilimitada y completa que esa…



Ahora bien: si todo esto es la felicidad, LA FELICIDAD ES INSEPARABLE DEL SABER. Hay que EDUCAR los sentidos para disfrutar de ellos; hay que SABER unir lo que imaginamos a lo matérico para crear o interpretar una obra de arte; hay que SABER cómo y en qué sentido transformar el mundo para poder hacerlo; y hay que SABER, que dialogar con los demás o con uno mismo (eso es pensar) para comprender la realidad…
La plena felicidad nunca es una cosa de tontos, inocentes o niños, el modelo de ser humano feliz no puede ser el bobo de Homer Simpson, ni Peter Pan, el niño que no quiere crecer. La plenitud en la felicidad sólo está al alcance del sabio. Por eso, si deseamos ser felices, también deseamos saber, y ese deseo de saber es justamente a lo que se refiere filosofía.


1. ¿Qué dirías tú que es la felicidad? ¿Crees que podemos tener una idea compartida acerca de lo que ella sea? ¿Qué es lo que te hace más feliz a ti?
2. ¿Aumenta el saber la capacidad para disfrutar de la comida, la música, el sexo y cosas así? ¿Quién puede disfrutar más conduciendo una moto: un gran piloto o un conductor normal? ¿Crees que un juego o una afición es tanto más divertido cuanto más experto se es? ¿Quién crees que se aburre más en un partido de fútbol: el que sabe de fútbol o el que no sabe?
3. ¿Basta con ser rico o hay que saber ser rico? ¿Por qué crees que el hecho de comprar cosas hace feliz a tanta gente? ¿Basta con ser guapo o millonario para tener verdaderos amigos? ¿Qué hay que hacer para tener amigos? ¿Puedes ser importante o divertido para los demás si no sabes nada?
4. ¿Sigues pensando que la felicidad es cosa de ignorantes y no de aquellos que buscan la sabiduría?
5. ¿Te parece justificado que sigamos dándole vueltas a los problemas filosóficos? ¿No reside ahí el secreto de la mayor felicidad?



lunes, 25 de octubre de 2010

¿Es la muerte un truco de magia?



La mayor parte de la gente piensa que la muerte es un mal inevitable ante el cual nada puede hacer la sabiduría. ¿Es esto cierto?

Quizás, al menos, el saber proporcione alivio. Epicuro, un viejo sabio griego, decía que el hombre jamás ha de preocuparse de lo que no puede hacerle daño, y la muerte –decía— no puede dañarnos pues cuando ella llega nosotros ya...no estamos. No es mal consuelo ¿Pero, de todas formas, es sólo consuelo lo que puede ofrecer la filosofía?

Pensemos por un momento lo que es la muerte. La muerte de X supone que X deja de existir. ¿Pero es esto lógicamente posible? ¿Es posible que algo que es deje de ser? ¿Dónde “van” nuestros sueños, deseos, recuerdos o ideas cuando nuestro cuerpo muere? ¿A la nada? Hay que ser muy ingenuo para creer que algo puede desaparecer como desaparece un conejo en la chistera de un mago…¿O dónde “va” nuestro cuerpo cuando se transforma en huesos y polvo? ¿Puede realmente transformarse una cosa (A) en otra (B)? Supongamos que sí. ¿Qué pasa entonces con lo que ha sido transformado (con A)? ¿Desaparece? ¿Es cosa de magia o qué?... La verdad es que la muerte es algo incomprensible, ilógico. Y lo ilógico, para algunos filósofo, no puede ser… más que un truco de feria.

De otro lado, el conocimiento actual sugiere la posibilidad de vencer a la muerte. La idea es verosímil: los seres son organismos, estructuras, y no pueden morir si vamos substituyendo cada una de sus partes conforme van desgastándose (la estructura o forma del organismo siempre se mantendrá idéntica). Los filósofos, sabios mucho más viejos que los modernos científicos, han dicho lo mismo desde hace siglos: la estructura, la forma de los seres, lo que concebimos como su esencia, es inmaterial y, como tal, inmortal. …


Entonces (además de comentar lo que quieras) contesta si quieres (y sigues vivo):
1. ¿Es posible que algo tan absurdo como la muerte sea tan real?
2. Algunos filósofos creen que la muerte es lo que da sentido a la existencia humana. Ahora bien: ¿Podría dar sentido a la vida algo tan absurdo como la muerte?
3. ¿Crees que sería posible la inmortalidad? ¿Cómo, por favor?
4. Por cierto, no sólo la muerte resulta ilógica, también el nacimiento, y cualquier otra transformación en que aparece o desparece una cosa. ¿Estás de acuerdo, o mejor pasar de la lógica?

viernes, 22 de octubre de 2010

Breve demostración lógica de que la vida es maravillosa...


Pensemos: si NADA tuviera sentido, ni siquiera tendría sentido la PREGUNTA POR EL SENTIDO, y por tanto no podríamos entenderla. ¡Pero es un hecho que entendemos la pregunta! ¿No? (igual que entendemos la contradictoria afirmación del desesperado cuando dice que “NADA tiene sentido” –de lo cual hemos de deducir que al menos esa frase suya sí que lo tiene—). Ahora bien, si entendemos la pregunta hay que reconocer que hay en el mundo ALGO que tiene sentido: la propia pregunta...Algo es algo…

Pero si en la realidad hay al menos UNA COSA CON SENTIDO, ¿NO HAN DE TENERLO TAMBIÉN EL RESTO DE LAS COSAS? …Suponer lo contrario equivale a afirmar que LA REALIDAD es a la vez absurda y no absurda, que TIENE EN PARTE SENTIDO Y EN PARTE NO.... Ahora bien: ¿QUÉ SENTIDO TENDRÍA ESTA DISTINCIÓN? …

SI LA PROPIA DISTINCIÓN NO TUVIERA SENTIDO (fuera incomprensible e ilógica), no habría forma de comprender nada: todo sería absurdo; pero esto no es cierto pues, como hemos visto al menos la pregunta por el sentido no es absurda, la comprendemos.

SI LA PROPIA DISTINCIÓN TUVIERA SENTIDO podríamos separar de forma comprensible lo absurdo de lo no absurdo. PERO SI PODEMOS DISTINGUIR LO ABSURDO es que LO ABSURDO es distinguible, posee una forma que lo distingue e identifica, y en esa misma medida ES COMPRENSIBLE, y lo comprensible no es absurdo, por lo que NADA PODRÍA SER REALMENTE ABSURDO…

(Si alguien respondiera a esto que lo absurdo es en parte comprensible y en parte no –como cuando se piensa en números irracionales o cosas así— nos obligaría a repetir de nuevo el argumento: ¿tiene sentido que algo sea en parte absurdo y en parte no?...)...

¡Hala, pues ahí tenéis la demostración, listillos! ¡Y sin fe ni nada!...A ver si los pesimistas sois capaces de echarla por tierra… Si no, ya hemos dado un gran paso: TODO TIENE SENTIDO. Ahora... sólo hace falta saber…¿CÚAL?... Mientras tanto piensa si quieres en lo siguiente:
1. ¿Estas de acuerdo con el razonamiento? ¿Encuentras algún error en él?
2. ¿Incluso si no fuera erróneo podríamos seguir diciendo que hay cosas sin sentido?




jueves, 21 de octubre de 2010

Dialoguillo de otoño sobre el sentido de la vida


Otoño. Un recreo como tantos. Cali (de Calixto) y Sofía discuten después de una clase de filosofía. Al rato aparece Ágata, una compañera de otra clase.

Cali-... Venga, no me digas... No sólo estás todo el día encerrado en el Instituto estudiando como un enano, sino que encima viene el de filosofía y dice que nada tiene sentido y que qué hacemos aquí... ¡Pues que lo digan antes y no venimos!
Sofía -. Ese es un truco. Él quiere que pensemos y nos demos cuenta de lo guay que es estudiar. Típico.
Cali-. Eso es lo que fastidia. Encima quiere el tío que vengamos contentos.
Sofía -. O no. Lo que este quiere es que pensemos. Que lo de filosofía es de pensar, vamos.
C -. Sí, de pensar en la hora de salir, no te j...
S -. Pues no vengas tío.
C-. ¡Tú también con ese rollo! En la vida ha visto un profesor que te diga que no vengas si no quieres. ¡Pues que no venga él...!
S -. O sea que en el fondo sí quieres venir...
C-. J..., yo vengo porque tengo que venir. Porque si no mis padres pasan de mí... Mira, yo aguanto aquí dos años, y después me piro con mi primo, y montamos los dos un pedazo taller de motos. Voy a tener una cacho de burra que vas a flipar, colega. Y pelas a mogollón. ¡Y de fiesta de jueves a domingo, sin parar! ¡Playita, tías buenas...! Jajaja...
S.- Eres más simple que una persiana. ¿Vas a pasarte la vida de fiesta en fiesta?
C.- ¡Pues sí, con mis colegas! Nos hacemos unas juergas alucinantes. Y ligamos, marisabidilla, veinte veces más que tú...
S.- ¿Qué colegas? Si son los que yo conozco, solo saben hablar de fútbol. Y para ligar, te recuerdo, tienes que tener una pizca de conversación, y algo en la mollera que no sea calimocho...
C-. ¿Qué diiices?
S.- Qué tu y tus colegas sois menos interesantes que una patata...
C.- ¿Y tú qué, premio nobel? ¿Estás investigando la vida de los delfines? ¿Compones música? ¿Estarás filmando ahora mismo, supongo, una película genial?...
S.- Todavía no... Pero... Sí, me gustaría... No sé, levantarme todas las mañanas con la ilusión de hacer algo realmente valioso, y no simplemente pensando que me espera un trabajo aburrido y esperando que llegue el fin de semana ... Mira, leí una vez una frase, algo así como: “vivir no merece la pena, si no hay algo por lo que estés dispuesto a morir”.
C.- ¡Puff!... Eso es un rollo. Lo que hay que hacer es vivir a tope el momento y pasar de comerse el tarro. Como dice mi madre, para cuatro días que vamos a estar aquí...
S.- No te entiendo. ¿Vivir a tope es venir sin ganas al Instituto o al trabajo, mirar la tele e irse de marcha todos los viernes con los colegas? Así, un año tras otro... ¿Crees que cuando tengas cuarenta años no vas a pensar que has desperdiciado tu vida, y que no has hecho más que poner tornillos en el taller y beber cerveza?
C.- Y mantener a mi familia, ojo. ¿Es que eso no es suficiente?
S.- Para mí, no. Mucha gente tiene familia porque todo el mundo la tiene, por no estar sólo. O yo qué sé. Para que sus hijos tengan hijos y así una y otra vez, como hormiguitas, todos por el mismo camino...¡¡Eso no tiene sentido!!
C.- ¿Y lo que tú quieres hacer sí? ¿Para qué te vas a romper la cabeza haciendo cosas? Te vas a morir igual. Bueno, igual le ponen tu nombre a una calle, pero tú no te vas a enterar... Y cuando haya una guerra, o se acabe el planeta, ni calle vas a tener.
S.- ... Mira, ahí viene la Ágata. ¿Qué pasa, Aga, qué tal el examen de mates?
A.- Yo qué sé, no tengo muy buena impresión. ¿Y vosotros, de qué habláis, que os veía discutir desde lejos?
C.- ¡Del sentido de la vida, jaja!
A.- Hala, sí que os ha dado fuerte la filosofía, ¿no?
C.- Esta, que no sabe qué hacer con su triste existencia.
S.- De triste nada, melón. Lo que quiero es no ser un cacho ladrillo como tú...Hablaba de saber qué sentido tiene lo que hacemos, estudiar y todo eso. Y de qué me gustaría encontrar algo por lo que luchar y que diera significado a mi vida...
A.- Yo ya he decidido que voy a hacer medicina. Mi hermana ya ha empezado y dice qué es superduro pero mola tía, salvar a los demás y todo eso.
S.- Ya pero, ¿para qué? Al final van a morir también.
A.- Sí tía, pero los médicos cada vez saben más cosas. Y además yo quiero ayudar a los demás. Yo creo que sería feliz así...
C.- ¿Feliz? Vas a estar todo el día con enfermos deprimidos, rodeada de sangre y de gente gritando... Y además, como dice ésta, al final todo el mundo se muere.
A.- Sí, pero gracias a mi van a sufrir menos, y van a vivir más tiempo. Los médicos son más necesarios que cualquier otra cosa. Además, la mayoría acaban siendo buenísimas personas, y con mucha experiencia. Mi tío es médico jubilado y cuenta historias superbonitas; yo hasta lloro a veces...
C.- (Con ironía) Tía, qué buena vas a ser. Seguro que vas al cielo.
A.- Eso no lo sé. Pero si sé que Dios me ha puesto en este mundo para hacer el bien a los demás.
C.- Sí, hombre, que Dios está ahí arriba organizándolo todo desde su oficina... ¿Y eso como lo sabes?
A.- Ya estamos. No todo tiene explicación, Cali. Con estas cosas o se tiene fe o no. Y punto.
C.- Vale, pues yo no me creo esos rollos de curas. Paso.
S.- (Un poco cabreada) ¿Y por qué sigues aquí y no pasas de hablar con nosotras? ¿No dices que pasas de todo?... Pues venga...
C.- Bueno, tía, no te sulfures. ¿Qué pasa, que tu también le das al incienso y al agua bendita?
S.- No. Yo tampoco creo mucho en Dios. Y eso de que hizo el mundo en siete días, y que si el hijo crucificado, y la virgen... Buf. A mi al menos no me entra en la cabeza...Pero yo también creo, como Aga, que tengo que estar aquí para algo. Qué todo esto tiene algún sentido. El de filosofía dice que todo tiene que tener alguna explicación lógica.
A.- ¿Sí? ¿Cuál? Explícamela, anda.
C. Macho, estáis flipando las dos. O sea: no me puedo creer que estéis teniendo esta conversación. Que no...


1. En el relato se muestran tres actitudes distintas ante el problema del sentido de la vida. ¿Cuáles son? ¿Con qué personaje relacionas cada una?
2. ¿Con qué personaje te identificas más? ¿Qué dirías tú? .

viernes, 15 de octubre de 2010

El sentido de la vida



Hace años, después de una clase en la que habíamos estado hablando de las teorías físicas sobre el Universo, un alumno esperó que todo el mundo se fuera y se acercó, se sentó frente a mi mesa, y sacando las palabras de algún lugar muy remoto de sí mismo, me dijo, mientras me miraba absolutamente aturdido: “Profesor...QUÉ RARO ES TODO”... La frase no es nada especial, pero sí lo era la intensidad con que la dijo. Ese alumno no sólo estaba diciendo una frase, la estaba viviendo, padeciendo, estaba invadido por ella...Casi parecía que era la frase la que le estaba diciendo a él... Jamás se me olvidará la manera en que la dijo...
....Y a vosotros. ¿No os parece también raro todo esto? ¿De dónde ha salido este Mundo? ¿Por qué existe? ¿Para qué?... ¿Y nuestra propia vida? Nacemos y vivimos en el tercer planeta de una estrella perdida en un rincón de uno de los brazos de una de las miles de millones de galaxias, viajando a toda velocidad hacia los confines del Universo... ¿Por qué? ¿Para qué?...¿Tenemos alguna misión especial en este mundo? ¿Qué pintamos aquí?...
Decía el filósofo José Ortega y Gasset que nuestra vida es como un “fenómeno deportivo”, un mero juego sin más sentido que el de jugar por jugar... Al fin y al cabo, para qué esforzarse seriamente en nada, si todo acaba en la nada de la muerte... Por eso decía otro filósofo (Jean Paul Sartre) que el hombre es una “pasión inútil”. ¿Estas de acuerdo? ¿Es inútil tu vida o tiene algún sentido? ¿Cuál?

miércoles, 6 de octubre de 2010

¿Por qué queremos lo que queremos?


Crecer (salir del Jardín de infancia del Edén), ser como los mayores, tiene cierta relación con ser libres. ¿Qué es ser libres? Esta claro. Hacer lo que queramos (dentro de ciertos límites, parece). Pero la pregunta más interesante es: ¿por qué queremos lo que queremos?...Es obvio que (si no estamos locos) queremos lo que es mejor para nosotros, lo bueno. ¿Pero cómo sabemos lo que es bueno y nos conviene? ¿Por qué nos lo han dicho otros (los padres, los amigos, la publicidad, los profesores, los cuentos que nos contaban de niños y que nos siguen contando de mayores...)? Todos tenemos ideas, imágenes, ensueños... acerca de lo que es guay, bueno, chachipiruli... Pero esas ideas, imágenes..: ¿Son nuestras? ¿Las hemos elegido conscientemente nosotros? ¿O nos la han metido a traición en la cabeza?...Quizás esté aquí el meollo del problema de la libertad. Quizás somos libres no cuando hacemos lo que queremos, sino cuando sabemos (por nosotros mismos) qué es eso que queremos... ¿Y tú? ¿Sabes por ti mismo lo que quieres o quieres lo que otros quieren que quieras? ¿Qué es para tí la libertad? ¿Será verdad eso de que el saber nos hará libres, o más bien al contrario, de manera que un ser más inconsciente (como un animal o un niño) será más libre que nosotros?...

lunes, 4 de octubre de 2010

El mito del nacimiento del amor



Cuentan que Platón cuenta, en su cuento titulado "El Banquete", como una panda de amigos, durante un banquete bien provisto de vino y alegría, comenzaron a discutir sobre ese tremendo demonio que es el amor. De todo lo que allí contaron os extraigo el cuento que Socratés contó sobre el nacimiento de Eros, el dios del Amor...

"(...) Cuando nació Afrodita (diosa de la belleza), los dioses celebraron un banquete y, entre otros, estaba también Poros (dios de la abundancia),el hijo de Metis (diosa de la prudencia). Después que terminaron de comer, vino a mendigar Penía (diosa de la pobreza), como era de esperar en una ocasión festiva, y se quedo cerca de la puerta. Mientras, Poros, embriagado de néctar -pues aún no había vino-, entró en el jardín de Zeus y, entorpecido por la embriaguez, se durmió. Entonces Penía, maquinando, impulsada por su carencia de recursos, hacerse un hijo de Poros, se acostó a su lado y concibió a Eros. Por esta razón es Eros, por una parte, acompañante y escudero de Afrodita, al ser engendrado en la fiesta del nacimiento de la diosa y es por naturaleza un amante de lo bello. Siendo hijo, pues, de Poros y Penía, Eros se ha quedado con las siguientes características. En primer lugar, es siempre pobre, y lejos de ser delicado y bello, como cree la mayoría, es,más bien, duro y seco, descalzo y sin casa, duerme siempre en el suelo y descubierto,se acuesta a la intemperie en las puertas y al borde de los caminos, compañero siempre inseparable de la indigencia por tener la naturaleza de su madre. Pero, por otra parte, de acuerdo con la naturaleza de su padre, está al acecho de lo bello y de lo bueno; es valiente, audaz y activo, buen cazador, siempre urdiendo alguna trama, ávido de sabiduría y rico en recursos, un amante del conocimiento a lo largo de toda su vida, un formidable mago, hechicero y hábil con las palabras. No es por naturaleza ni inmortal ni mortal, sino que en el mismo día unas veces florece y vive, cuando está en la abundancia, y otras muere, pero recobra la vida de nuevo gracias a la naturaleza de su padre. Mas lo que consigue siempre se le escapa, de suerte que Eros nunca ni está falto de recursos ni es rico, y está, además,en el medio de la sabiduría y la ignorancia (...)"

¿Qué creeis que nos quiere decir Sócrates con este mito? ¿Qué significa que el amor o el deseo (Eros) sea hijo, a la vez, de la carencia y la abundancia, de la indigencia y la riqueza, de la ignorancia y la sabiduría...? ¿Tiene algo que ver este mito con lo que vosotros pensáis que es el amor? Avivemos el fuego y celebremos un banquete de (como mínimo) palabras para discutirlo...

viernes, 1 de octubre de 2010

¿Van las neuronas en bicicleta? El problema mente-cerebro.


Hay una vieja polémica en la filosofía y en la ciencia acerca de lo que llamamos fenómenos mentales (sensaciones, emociones, deseos, ideas...). Algunos (quizás la mayoría) piensan que estos fenómenos ocurren en el cerebro. Otros afirman que tales fenómenos no pueden explicarse totalmente en términos cerebrales, por lo que opinan que hay algo así como una "mente" distinta al cerebro que es "dónde" ocurren las sensaciones, emociones, etc. ¿Quién tiene razón? Podemos empezar por una pregunta muy sencilla (de plantear, no de responder): ¿dónde "están" las cosas que imaginamos? Suponed que cerráis los ojos e imagináis un objeto rojo, por ejemplo, una bicicleta. ¿No es cierto que la "veís" (con todo el detalle que queráis si os concentráis un poco)? La pregunta es: ¿dónde está esa bicicleta roja que estáis viendo? No está fuera de vosotros, pues la estáis imaginando. ¿Estará en el cerebro? Si así fuera, algo en nuestro cerebro debería ponerse rojo y adoptar la forma de bicicleta, ¿no? ¿Ocurre eso? ¿O más bien el cerebro permanece del mismo color gris de siempre y las neuronas, aunque corran de un lado a otro, siguen haciéndolo sin usar bicicletas? ¿Qué pensáis? ¿"Dónde" están entonces esas cosas que imaginamos?

jueves, 30 de septiembre de 2010

Hoy cine, "An education", no os lo perdáis.


Esta tarde, a las 20.30, en el Centro Cultural Alcazaba (C/John Lennon) de Mérida, y por muy poco dinero (un euro, si no recuerdo mal) podéis ver una película estupenda, de esas que provocan luego discusiones filosóficas interminables (en este caso, la discusión sería, seguro, sobre el amor y la educación). Si podeis ir no os la perdáis...

Sipnosis:
Corre el año 1961 y la atractiva y brillante estudiante de 16 años Jenny (Carey Mulligan), que vive en los tranquilos suburbios londinenses, sólo piensa en estudiar para poder ir a Oxford. Pero también es conciente de que está en plena era de efervescencia de la cultura de los 60, así que su mundo se tambalea cuando un día conoce a Brit (Peter Sarsgaard), un tipo seductor de 35 años. Brit comenzará a cortejarla con cenas elegantes, clubs y viajes junto a sus divertidos amigos Danny (Dominic Cooper) y Helen (Rosamund Pike), poniendo a Jenny en un dilema sobre si en el futuro deberá seguir con Brit y su ajetreada vida, o bien ir a la Universidad. (FILMAFFINITY)

viernes, 24 de septiembre de 2010

¿Qué le dijo a Eva la serpiente?

He aquí una nueva versión (descubierta bajo los cimientos de una casa arrasada por el ejército israelí) del famoso mito del génesis. Para sorpresa de los teólogos es una versión dramatizada. Esta traducido del paradisiés, un lenguaje de gruñidos y silbidos que según se cree se hablaba en el paraíso original...

Eva.- (Se refriega los ojos soñolienta) Bueeeno, pues un día más siendo feliz junto al oso panda y estos leones hambrientos tan graciosos. Adán seguramente habrá ido a retozar por la hierba y a que los buitres le rasquen la barriga...
La serpiente (que baja desde la rama de un árbol).- Buenos días, Eva. Te veo muy bien.
Eva.- Natural...Esto es el paraíso, chica. Por cierto, no te habían prohibido acercarte por aquí.
La serpiente.- Sí, en este paraíso abundan las prohibiciones por lo que parece...
Eva.- ¿Por qué lo dices?
Serpiente.- ¡Jo, todo el mundo lo comenta! El Viejo os ha prohibido comer del árbol de la sabiduría...
Eva.- Ah, sí. Ya no me acordaba... Es la ventaja de ser como un niño. Se te olvidan en seguida las rabietas. ¿Y qué más se comenta de nosotros?
Serpiente.- Ja, ja. ¿De verdad quieres saberlo?
Eva.- ¿Eh? Bueno, yo... No debería... Pero ¡qué demonios! Me muero de ganas. Cuéntame antes de que vuelva Adán, que es un histérico con eso de la ley y el orden.
Serpiente.- Pues mira hija, la verdad es que no se dicen cosas muy buenas. Que mucho ser los reyes de la creación, pero que luego no tenéis personalidad ninguna. Que para qué tanto estar hechos a su imagen y semejanza si no podéis hacer lo que hace Él y comer del árbol que os de la gana...
Eva.- Pero es que está totalmente prohibido comer del árbol del conocimiento.
Serpiente.- Sí, ya sé. Él os dicta lo que está prohibido, sin una sola explicación, y vosotros agacháis la cabeza y obedecéis. ¡Menudos reyes estáis hechos! Os trata como a niños de teta...
Eva.- Eso de saber debe ser muy malo, por eso Papá nos lo prohibe. El sabe lo que nos conviene.
Serpiente.- ¿Y cómo sabes que saber es malo?
Eva.- Ni idea. Me fío de Él. Tengo fe. ¡Es Dios, tía!
Serpiente.- Claro, y yo el diablo, no te j... ¡Él que va a decir!... (Sibilinamente y en voz baja) ¿Y no te gustaría, Eva querida, saber qué efectos tiene comer del fruto prohibido?
Eva.- Eh, bueno. Aunque no sé si debería...
Serpiente.- Ja, ja, ja (ríe diabólicamente durante un buen rato). Para tener tanta fe quieres saber un montón de cosas hoy, ¿eh?
Eva.- ¡Venga, dilo ya, antes de que me arrepienta!
Serpiente.- (En susurros) El Viejo sabe que si coméis del fruto podréis ser, de verdad, como Él, sabios y poderosos. Y me temo que no le gusta la competencia...
Eva.- ¡Dios mío, no me lo puedo creer!
Serpiente.- ¿Cómo que no? ¡Te crees cosas mucho menos lógicas a lo largo del día gracias a tu famosa fe!
Eva.- (Que se ha quedado muda y pálida unos instantes, mira fijamente a la serpiente y le pregunta casi tartamudeando): ¿De verdad crees que podríamos ser como dioses?
Serpiente.- Ja, ja, ja... Mira, háblalo con Adán y llámame luego. Ya sabes mi móvil: 666...


Intenta ahora responder a estas preguntas...
1. ¿Es común a las religiones culpabilizar el saber? ¿Por qué?
2. ¿Puede un Dios (un padre, un gobernante, un profesor...) permitir que sus criaturas (sus hijos, sus súbditos, sus alumnos...) se le igualen? ¿No nos han hecho a su imagen y semejanza? ¿No quieren acaso lo mejor para nosotros?
3. ¿Por cierto, qué simboliza realmente la serpiente? ¿Un diabólico dragón o demonio? ¿Un príncipe que nos despierta del sueño (de la inconsciencia) de la infancia? ¿Una de esas “malas compañías” (temidas por nuestros padres) que nos “corrompen” al mismo tiempo que nos empujan a crecer?...
4. ¿Por qué crees que cuando nos prohiben algo nos entran tantas ganas de hacerlo?

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