martes, 28 de febrero de 2012

¿Quién te crees que eres, animal?


¿Eres un animal que todo lo haces por afán de sobrevivir y reproducirte (¡siempre pensando en lo mismo!)? ¿No es eso la gente, no vive para trabajar para vivir y para tener hijitos que hagan lo mismo, como las abejas o las ovejas? Bueno, también para triunfar y tener poder, claro, como pasa en cualquier manada de monos. Decía alguien (y esto va por los machos) que la vida es, en el fondo, no más que una lucha por la hembra. Decía otro (y esto va por las hembras) que una mujer no se realiza del todo si no atiende la ancestral llamada de su instinto maternal. ¿Es que acaso no es así?

Bueno, hay que reconocer que los animales humanos hacen otras cosas muy raras: cultivan la tierra, fabrican tractores e inodoros, mandan a sus crías a la universidad, mueren por defender a su patria, y adoran ídolos de madera durante la Semana Santa (Y el colmo de la rareza: !Les da por discutir sobre todo esto en blogs como este!...) Si que es raro, sí. Pero hay que reconocer que algunos animalitos también fabrican sus utensilios (como esos chimpancés tan monos que convierten ramitas de árbol en cañas de pescar termitas), y que educan a sus criaturas (para que sean buenos cazadores), y que luchan y mueren por defender su patria (quiero decir su territorio), y que... Bueno lo de la religión y la filosofía, no sé, quizás todavía no hablan de esas cosas, pero hablar sí que hablan, con su propio lenguaje, y hasta cantan, como nosotros, cuando no tienen nada mejor que hacer. Si no escuchad...



Solemos pensar que sólo nosotros somos buenos o malos, que sólo nosotros tenemos "moral". Pero todo el mundo sabe que las gacelas y bichos así (de sociales, como nosotros) se sacrifican generosamente por la manada cuando es menester: viene el león, y las gacelas más viejas se dejan comer para que huyan las más jóvenes. ¿No es para ponerles un monumento o el nombre de una calle?.. Hombre, es verdad que no son libres para elegir si lo hacen o no. ¿Pero acaso nosotros lo somos? ¿Quién duda que seamos mecanismos biológicos producto de la evolución natural y, como tal, obligados a comportarnos tal y como lo hacemos? Simplemente, no nos damos cuenta de esto, y creemos (ingenuamente) que somos libres...



Y en el colmo de la saberbia (sí, sAberbia) antropocéntrica decimos que sólo nosotros pensamos y tenemos consciencia. ¿Habrase visto? ¿Es que un pobre caballo no calcula y compara la altura de la cerca que ha de saltar antes de hacerlo? ¿Por qué se para, si no, ante las que cree que no puede saltar? ¿No tiene, entonces, el caballo consciencia de su cuerpo y de sus fuerzas?...

Así que somos animales, todo lo complicados que queráis, pero animales. Somos un cuerpo con un cerebro hipertrofiado cuya principal función es informarnos, a través de las sensaciones, de cómo es el mundo al que tenemos que adaptarnos. Y lo que nos va, como a todo animal, es vivir. Y alimentarnos, y juguetear, y poseer todos los recursos posibles compitiendo por ellos, y ser los más fuertes. Y...antes de acabar, entregarnos a la placentera tarea de reproducirnos (eso que los cursis llaman amor, cuando quieren decir sexo).¿O no?



¿Qué dices? ¿No estás de acuerdo? ¿Hay algo en tí que no obedezca en el fondo a los mismos mecanismos y leyes biológicas que dirigen la conducta de los monos o los abejorros? ¿Eres un animal o no? ¿Qué puedes hacer que no pueda llegar a hacerlo un bicho (aunque sea en un grado mínimo)? Piénsalo.

domingo, 26 de febrero de 2012

¿De qué modo es lo que parece ser?



Supongamos que la filosofía más parmenídea y platónica está en lo cierto. Lo real es absoluta Unidad, sin rastro ya de extensión ni de cambio. Una pregunta obvia es entonces: ¿y qué pasa con “este mundo” que veo y que parece a todas luces plural, extenso, corpóreo, cambiante, temporal...?

Una respuesta típica de este tipo de filosofías monistas es que “este mundo” es mera apariencia, una creencia errónea, un sueño o ilusión (una creación mágica o “mâyâ”, como se dice en el advaita vedânta, una antiquísima escuela de filosofía hindú).
Y este mundo es una creencia errónea no sólo porque las ideas de espacio y tiempo (de pluralidad, extensión, cambio, etc.), sean lógicamente inconcebibles (como se expuso en entradas anteriores), sino porque es igualmente erróneo que veamos nada así. Más bien parece que lo vemos. Nuestra experiencia sensible es pura ilusión. ¿O hay alguien por ahí que reconozca haber visto el espacio o el tiempo?

Ahora bien supuesto que el mundo que nos parece ver es ilusión, ¿no es REAL esta ilusión como tal ilusión? Si así fuera, el monismo sería falso: la absoluta unidad tendría que compartir realidad con eso que llamamos ilusión o apariencia. ¿Puede escapar el monismo a esta objeción? Veamos (quiero decir, pensemos).

¿Qué realidad tiene la apariencia? El monista replica: realmente, ninguna. Lo aparente es lo que “parece ser”, no “lo que es”. ¿Y esta apariencia de ser no es de algún modo? Sí, repite el monista: es de modo aparente, es aparentemente apariencia. Y así hasta... La apariencia es siempre apariencia de ser, luego nunca es de verdad. Desde la perspectiva de un conocimiento perfecto (y absolutamente verdadero) la apariencia, el error, no existen. ¿Pero entonces existe el conocimiento imperfecto y erróneo? ¿Existen distintas perspectivas (una perfecta y otras imperfectas)?... La respuesta del monista es idéntica: realmente, no. Desde la única perspectiva absolutamente verdadera, toda perspectiva diferente no existe, salvo como parte de la única (como verdad parcial)… ¿Entonces existe la parcialidad? ¿Cómo va a haber partes en lo único?...Parece que el monista tuviera que aceptar que la apariencia, el error, lo parcial, es y no es. Es decir: es contradictorio, que es la manera de ser de lo imposible. Pero entonces lo imposible (lo contradictorio) es…

Sí y no (remata el monista). Lo imposible no es en sí mismo nada, sólo es en cuanto participa de lo posible. Del mismo modo, la apariencia sólo es en cuanto apariencia de lo real; y lo falso en cuanto participa de la verdad (en cuento es verdaderamente falso), etc.… En conclusión: la nada (lo imposible, la apariencia, lo falso, lo parcial…) es infinitamente relativa, porque, por supuesto, no puede ser ni siquiera absolutamente nada.

¿Es esto una solución aceptable? ¿O es un truco del monista para escabullirse de esta objeción?

miércoles, 22 de febrero de 2012

La educación para la ciudadanía no adoctrina como Dios manda.


No me resisto a copiar la respuesta que daba al comentario de una lúcida cavernícola en este mismo blog , y que es la siguiente:

Una de las más grandes faltas de respeto que se le puede tener a un ser humano (es decir, a un ser racional) es adoctrinarlo en creencias dogmáticas desde pequeño, antes de que desarrolle plenamente su capacidad crítica. Y si esto es una falta grave en muchas familias católicas (no en todas, algunas respetan más a sus hijos y les dejan decidir sin obligarles a nada), todavía es peor en una institución tan poderosa y con tanta influencia como la Iglesia católica, que cínicamente despotrica contra la asignatura de educación para la ciudadanía, por considerar que adoctrina a los alumnos, mientras que, a la vez, defiende con uñas y dientes su presunto derecho a adoctrinar en fe y moral católica a los niños de todo el país, insistiendo en mantenerse como asignatura optativa de obligada oferta en todos los colegios e institutos. ¡Tiene narices! Acusar de adoctrinamiento a educación para la ciudadanía (asignatura cuyo fin es transmitir y discutir racionalmente la validez de los principios y valores constitucionales comunes a todos) SIN TENER EL MÁS MÍNIMO ESCRÚPULO MORAL en inculcar en los niños, año tras año, sus dogmas religiosos, sin discusión ninguna (pues son dogmas) y antes de que esos niños desarrollen su capacidad crítica y puedan cuestionar (o asumir voluntariamente) tales creencias. Lo de la pederastia de algunos curas es una minucia al lado de esta VIOLENCIA INTELECTUAL DE LOS NIÑOS que practica la Iglesia desde hace siglos. Y aún hoy, en el instituto donde trabajo, en cuyas sesiones de evaluación (en las que se evalúa la educación de mis alumnos como personas racionales, científicamente formadas, ciudadanos de un país democrático, etc.) tengo que compartir mesa ¡con un cura!, es decir, por definición, con un dogmático para el que la razón es pecado excepto cuando confirma sus dogmas. ¡SI ESTO NO ES UNA BRUTAL INCOHERENCIA Y UNA FALTA DE RESPETO A LOS ALUMNOS QUE VENGA DIOS (PERO NO EL SUYO) Y LO VEA!



(...) creo que hay una gran diferencia, al menos teóricamente, en lo que pretende la asignatura educación para la ciudadanía y lo que pretende la asignatura religión católica. La primera informa de los principios legales y morales que democráticamente hemos decidido establecer para nuestra sociedad y, además, abre un debate sobre ellos, para analizarlos, discutirlos, ponerlos en cuestión, y celebrarlos si lo merecen. La segunda inculca a menores de edad (muchos de ellos sin apenas conciencia crítica) ciertas ideas y valores instituidos por la Iglesia (que afirma haberlos recibido de Dios) y que son declarados como dogmas o verdades de fe, por lo que solo cabe creerselas, no cuestionarlas racionalmente. Y de todos es sabido lo fácil que es hacer creer casi cualquier cosa a un niño (de ahí el insano interés que los miembros de la Iglesia tienen por las mentes vírgenes de los niños). Educación para la ciudadanía y religión católica son, pues, dos cosas muy diferentes. Una consiste en educar a seres racionales en el diálogo acerca de principios que se ha puesto a sí misma la sociedad (de forma argumentada y democrática). La otra consiste en crear adeptos de una secta religiosa y cuanto más jóvenes mejor (pues son más moldeables, claro).
Esto es lo que yo creo, al menos.

miércoles, 15 de febrero de 2012

Todos para Uno y Uno para todos. El monismo trascendentalista.


Toda realidad es forma, estructura. La pura materia como receptáculo o posibilidad de la forma (la “materia prima” aristotélica; la “energía” de los físicos) es inconcebible, pues ¿qué sería esa materia en sí, antes de recibir forma? No podría ser nada (no tendría “forma” de nada).
Si la materia en sí no es nada, la realidad no es una síntesis entre forma y materia (estructura y “relleno”, lo matemático y lo físico…), pues si la materia es nada, en nada puede contribuir a esa síntesis. Todo es forma (todo es estructura, todo es matemático…), como ya decían los pitagóricos, y algunos científicos actuales (como el que aparece en el siguiente video):


 Como se dice en el video: “(…) en el nivel más profundo de la realidad, nada es sólido, solo hay información, números adheridos a un conjunto de reglas que aún no entendemos (…). La única propiedad que tiene un electrón es un montón de números, los físicos tenemos nombres para ellos como espín o carga, pero en realidad son sólo números…”

Así que todo es forma (o fórmula). Pero esto también significa que todo lo real es codificable o traducible a información, es decir, explicable; o tal como decían algunos filósofos (pasados de moda): que “todo es racional”, que “ser y pensar son lo mismo”…Así pues, todo, además de forma, es una idea pensable.

¿Pero cuantas formas o ideas hay? Muchas, una por cada cosa o ser (pues las formas no son algo abstracto o general que luego se individualizan al materializarse –como la forma “ser humano” que al unirse a la materia daría lugar a Juan Pérez, Antonio García, etc.— ; si no hay materia, que no la hay, entonces Juan Pérez, Antonio García y todas las demás cosas individuales son también formas).

Ahora bien, si todo es forma: ¿cómo puede haber tantas formas distintas? ¿Qué las distinguiría unas de otras? ¿Otras formas? Esto no puede ser (es como si dijéramos que “todo es agua” y luego mantuviéramos que hay distintos tipos de agua: ¿Cómo distinguir o separar el agua del agua si todo es agua? ¿Con agua? Imposible).

Ahora bien, ¿son realmente muchas las formas o ideas? Observamos que las formas o ideas no constituyen un montón desordenado, sino un todo jerarquizado en el que las formas o ideas más fundamentales incluyen o comprenden a las menos fundamentales (tal como la forma o idea de “uno” incluye o comprende a la forma o idea de dos –“dos” no puede ser sin “uno”, pero “uno” sí puede ser sin “dos”—, o la forma o idea de Juan Pérez incluye a la forma o idea de su brazo o la de su primera comunión). Ahora: cuando una forma o idea incluye o comprende perfectamente a otra, esta segunda no puede ser realmente distinta de la primera. En eso consiste incluir o comprender: en unir (en descubrir como idéntico lo aparentemente distinto). Si yo, por ejemplo, comprendo perfectamente a alguien, lo hago parte de mí, lo convierto en una idea mía (o en una parte de mis ideas), lo hago lo mismo que yo. Así, desde la hipotética perspectiva de un conocimiento absoluto y perfecto solo podría haber una única forma o idea perfecta que incluyese o comprendiese a todas las demás, tan perfectamente que desapareciese la supuesta diferencia entre ellas… En conclusión: si todo es forma o idea, no puede haber (desde la perspectiva de un conocimiento perfecto) más de una forma o idea (es como decir: si todo es matemático, si llegáramos a un conocimiento matemático absoluto nos encontraríamos con una sola fórmula que incluyese o comprendiese a todas las demás –de hecho, esa única fórmula o ley final es el sueño confeso de la ciencia—).
 
Ahora: si no hay más que una forma o idea, ella no podrá ser forma o idea más que de sí misma, de manera que la idea que comprende a todas las demás es la idea de la idea, la forma de forma (el “ser que es”, diría el filósofo Parménides). Pero es que, además, esta idea estará tan absolutamente referida a sí misma, será tan transparente a su referencia, que se acabe por anular esa misma relación, y ésta se convierta en expresión de absoluta identidad. Así, la expresión de “idea de la idea” podríamos reducirla a “idea = idea” (o “forma de la forma” a “forma = forma”). Basta eliminar los miembros repetidos de la igualdad (que, por demás, representan una contradicción: lo mismo no puede estar en dos lugares a la vez) para quedarnos con la pura identidad (=). Así, para los filósofos más monistas y trascendentalistas, la realidad, el ser, es la Identidad misma, o como dicen a veces estos filósofos: lo Uno. No existe más que Uno.




¿Raro, eh? Pues a ver qué pega lógica le encontráis a esta lo(gi)ca teoría…

martes, 14 de febrero de 2012

Uno y uno no pueden ser dos. Los problemas del dualismo.


Hay  gente muy extraña (aunque sean casi todos) que piensan que no todo puede conocerse pensando, es decir: que algunas cosas hay que verlas (o experimentarlas con los sentidos) para saber cómo son. Ya sabéis: que los ciegos (de nacimiento) no pueden saber lo que es el color azul, por mucho que tú se lo expliques (porque hay cosas, claro, que no tienen explicación, aunque, aún así, uno sepa muy bien lo que son). 
En otras palabras, hay gente que cree que hay dos formas distintas de conocer: de un lado, la razón (las ideas, las matemáticas...), y del otro, los sentidos (los experimentos, las ciencias empíricas...). Estos mismos creen, en consecuencia, que hay DOS CLASES DE REALIDAD: la que se piensa y la que se ve, la que se concibe con fórmulas y la que se experimenta con los sentidos, la FORMA o estructura de las cosas (esa que es fija en el tiempo, incorpórea e indivisible), y la MATERIA de las cosas (esa que cambia en el tiempo y que ocupa espacio). A los que creen esto se les llama DUALISTAS. 
Naturalmente, hay dos tipos de dualismo. Aquél que considera que lo más fundamentalmente real es la forma o estructura de las cosas (pero que éstas no son plenamente reales sin ese “relleno” inexplicable -solo visible- que es la materia). Y aquél otro que afirma que lo más real es la materia (pero que esta no puede ser nada, ni se la puede conocer, sin una estructura que le de forma –una forma que emerge inexplicablemente de la materia--). Pero en ambos casos, el dualismo presenta los mismos problemas:

  1. ¿Cómo puede haber dos realidades diferentes? La diferencia entre ellas no podría ser real (pues entonces no podría diferenciarlas, igual que algo rojo no puede diferenciar dos tonos de rojo diferentes). El mismo dualista se contradice, sin querer, cuando dice que, en realidad (es decir en la única realidad que cabe concebir) hay dos realidades... Dicho más abstractamente: el dos es imposible, pues uno y uno son la misma cosa (y no dos).
  2. Suponiendo que hubiera dos realidades distintas, ¿cómo podrían relacionarse entre sí? ¿Cómo lo que es temporal y corpóreo (lo material) puede relacionarse con lo que no cambia en el tiempo ni ocupa espacio (lo formal)? ¿Qué diablos tienen que ver un tío haciendo footing con las leyes del movimiento? ¿Qué tienen en común una explosión atómica y una ecuación? Diríase que nada. Pero, entonces, ¿cómo pueden relacionarse realidades que no tienen nada en común?
  3.  Los problemas no son menos si el conocimiento tiene (como afirma el dualista) dos vías irreducibles la una a la otra (la experiencia y el razonamiento), pues ¿cómo reconocemos esa distinción -con la experiencia o con la razón-? ¿Y cómo es que las dos vías proporcionan igualmente conocimiento siendo tan distintas? ¿Pueden, de hecho, separarse (por ejemplo: podemos experimentar con los sentidos algo de lo que no tengamos, previamente, la idea en el pensamiento)?
  4. Todo dualismo ha de suponer que la realidad es, en parte (la parte de la materia), inexplicable por la razón (a lo sumo es experimentable por los sentidos). Es decir, que parte de la realidad no podemos reducirla a idea o concepto (tan solo a “visión” intraducible a un ciego). Esto significa múltiples problemas: si la realidad es en parte racional y en parte no, ¿qué de racional -o de irracional- tiene esa distinción? Si la distinción es racional, todo es racional (si comprendemos qué es lo supuestamente incomprensible, nada hay realmente incomprensible). Si no es racional la distinción, nada es racional. Así que, no es posible que  la realidad sea en parte racional y en parte no.
  5. Podemos decir lo anterior de otro modo: en la medida en que el dualista admite comprender que hay dos realidades, lo comprende con una misma lógica (con una misma mente, la suya). Luego, lógicamente, no hay diferencia ninguna entre estas dos realidades (todas sus diferencias, si las hubiera, serían ilógicas, o a-lógicas). 

lunes, 13 de febrero de 2012

¿Hay que respetar las creencias religiosas? Continua el debate...

Tal como estaba previsto, un alumno (Adolfo) nos presentó esta mañana en clase los motivos por los que, según él, habría que respetar las creencias religiosas (o más bien, las creencias cristianas –sector católico—, que era lo que más le interesaba). Lo que viene a continuación es un breve resumen de lo que dijo Adolfo y del posterior debate (si cometo algún error o inexactitud, o se me olvida algo importante, decídmelo por favor).

Según Adolfo, la religión (en concreto la Iglesia católica) es digna de respeto por:

1.    Fomenta la virtud del trabajo (Adolfo atribuyo este supuesto mérito, por error, al sector católico, cuando más bien pertenece al sector protestante, pero a efectos del argumento esto da lo mismo).
2.    Ayuda a los más desfavorecidos (Adolfo dio varios ejemplos: Cáritas, Teresa de Calcuta, etc.).

El resto de cavernícolas presentes en la clase (por ejemplo: Ana Paredes, Livia, Cristina, Alfonsina, Ana Cruz, Elena, Sergio, Alejandro y otros) le hicieron las siguientes objeciones a Adolfo:

(a)    La Iglesia católica contradice sus propios principios (pobreza, desprecio de las riquezas materiales, darlo todo por los más necesitados, etc.) al no renunciar a su rico patrimonio y al exhibirlo en sus ritos (los ricos trajes de los altos cargos eclesiásticos, las joyas y riquezas en los templos, etc.).  A esto respondió Adolfo afirmando que dicho patrimonio y riqueza era un signo histórico de identidad de la Iglesia y que los cargos eclesiásticos tenían que mostrar lo que eran (representantes de Dios en la Tierra) a través de esos costosos símbolos. ¡No se ensalza a Dios de cualquier manera!


(b) El evangelio predica la igualdad entre todos los hombres, pero contradice su mensaje de varias formas: estableciendo jerarquías en el seno de la propia Iglesia; no considerando igual de dignos a los que tienen otro credo religioso; etc. A esto respondió Adolfo diciendo que siempre hay jerarquía y que esta resulta necesaria.


(c) Como ampliación de la objeción anterior se comentó que la discriminación de los homosexuales por parte de la Iglesia (tratando de impedir, por ejemplo, las bodas civiles entre homosexuales), era otro ejemplo de falta de igualdad por parte de la Iglesia. A esto respondió Adolfo diciendo, en primer lugar, que no estaba muy de acuerdo con esta discriminación y, después, que el que es homosexual tiene todo el derecho a serlo, pero no a casarse por la Iglesia, que tiene sus propias normas al respecto.

(d)    Se criticó también que la Iglesia prohibiese el uso del preservativo, y las nefastas consecuencias que esta medida acarrean en países pobres y superpoblados.

(e)    Se objetó que la Iglesia había ocultado deliberadamente los múltiples casos de abusos sexuales a menores. Adolfo contesto que, tras la insistencia de la opinión pública, la Iglesia había reaccionado pidiendo perdón y apartando a los corruptos (En toda institución hay corrupción, dijo Adolfo).

(f) Una nueva objeción fue que el fomento de la (supuesta) virtud del trabajo no justifica a la Iglesia (en este caso a la protestante); también los nazis ensalzaban el trabajo y no por eso eran más buenos.

(g)    También se dijo que la Iglesia afirmaba sus ideas y valores con mucha contundencia sin tener nada muy claro en que apoyarse. Alguien comentó que en los cursos de cristiandad se imponían las cosas a la manera de una secta, exigiendo absoluta confianza.

Y por aquí nos quedamos… El debate sigue abierto. ¿Merece la Iglesia –o la religión— respeto? ¿Es perjudicial o beneficiosa? Vosotros tenéis la palabra.

domingo, 12 de febrero de 2012

¿Por qué diablos no hay que matar (por ejemplo) a los demás?

Estaba tomando café con unos amigos y se planteo este asunto: si estuvieras acorralado por un psicópata en un callejón sin salida, y éste te diera 15 minutos para que le convencieras de que no te mate, ¿qué podrías decirle?... Pensadlo un momento, como lo pensamos nosotros y veréis que no es nada fácil, en este caso, escapar a una muerte segura.

En primer lugar, de nada valdría apelar a ningún supuesto instinto social (que, según algunos mendrugos filosóficos –los sociobiologistas, los naturalistas éticos—, asegura en los animales sociales una tendencia natural al respeto por las vidas ajenas). Y no solo porque nuestro psicópata pueda carecer de el (claro, como está loco), sino porque, incluso si lo tuviera, podría preguntarse (como el resto de los cuerdos): ¿por qué diablos voy a dejarme llevar por mi instinto?

Tampoco serviría excitar sus buenos sentimientos (¡Ten compasión de mi!). Pues, de nuevo, en el caso de que el psicópata tuviera sentimientos (o sentimientos “normales”), podría preguntarte lo mismo que antes: ¿Compasión de ti? ¿Por qué motivo?... Uno de los contertulios dijo que él intentaría despertar cierto sentimiento de empatía que hay en las personas y que hace que nadie (o, al menos él) quiera ver en los demás el daño que a él mismo le resulta insufrible. Ahora bien –se le dijo— recurrir a los sentimientos es en este caso (¿y en cuál no?) algo muy incierto. El psicópata podría carecer de esa supuesta empatía universal (recordad que carece de emociones; el psicópata es pura razón, solo admite argumentos –es por eso, curiosamente, que le llaman loco—). Y aunque la tuviera, tal vez podría tener un sentimiento aún más fuerte y decisivo para su conducta, como el placer que siente destripando a la gente (en esto sería tan normal como todo el mundo, pues hace lo que le gusta, como todo el mundo ¿no?)…

Hablando de sentimientos, otra típica artimaña para desactivar al psicópata es anunciarle los terribles castigos que le esperan (si lo cogen). Pero descartando que sea masoquista (puestos a estar loco), el psicópata podría creerse inmune (y serlo, como muchos psicópatas poderosos, cuyo miedo a la “justicia” y la policía es inversamente proporcional al peso de su cartera o a su poder político), o incluso decirte que él actúa como un ser humano, por principios morales, y no por miedo al castigo, como un perro.

¿Y qué tal si le recordamos al psicópata el terrible sentimiento de culpa que va a experimentar si nos mata?... Esto tampoco vale, como vimos en seguida, pues presupone ya que el psicópata sabe lo MALO que es matar (solo así podría sentirse luego culpable). Y el problema es que él no lo sabe; lo tenemos que saber nosotros, para poder convencerle luego a él.

Otra opción sería acudir a los manidos argumentos utilitaristas. Mira –le diríamos— que si vas matando por ahí, un día te va tocar a ti. Si tú te crees con derecho a matar, todos los demás también, sería la ley de la selva, etc., etc… Ahora bien, con esto el utilitarista volvería a sentirse francamente decepcionado de nuestra capacidad argumentativa. Aparte de todo lo anterior (darle igual que le maten, creerse inmune –con toda la razón, insisto, la mayoría de los tiranos, mafiosos, etc., mueren tranquilamente de viejos— ), puede aducir, insisto (¡y esto sí que es grande!), que él actúa POR PRINCIPIOS MORALES y no por motivos utilitarios, y darnos además un discurso acerca de lo que es la moral (la moral es --nos diría-- actuar bien sin pensar en las nefastas consecuencias que ello suponga para ti…).

Por supuesto que, en la línea de lo anterior, tampoco nos valdría recordarle que él, como todo ser humano, necesita el aprecio y el respeto de los demás. De todos es sabido el amor y el respeto que generan muchos psicópatas entre los suyos (que llegan, en ocasiones, a morir con gusto por ellos). Muchos tiranos (mafiosos, narcotraficantes, estadistas…) no sólo mueren de viejos, sino rodeados del cariño y la gratitud de todos aquellos a los que ha beneficiado (al precio, confeso, de machacar a muchos otros).

¿Entonces? Entonces nos quedamos sin argumentos. Y la pregunta sigue abierta: ¿Por qué diablos no hay que matar (o explotar, abusar, humillar, etc., etc., ) a los demás?

Decía Dostoievsky (cuyo libro Crimen y castigo vendría muy al pelo) que en un mundo sin Dios, todo está permitido. Pero aparte de lo que signifique aquí “Dios” (¿Un policía al que nadie puede comprar, un castigo eterno ante el que no hay abogados que valgan?). ¿Es que no hay (¡por favor!) un solo argumento RACIONAL para poder convencer a nuestro psicópata de que no nos mate? ¿Alguien lo tiene?



Por cierto, dos buenas películas clásicas para discutir todo esto son La naranja mecánica, de S. Kubrick, y La soga, de A. Hitchcock (aunque desengañaos, en ninguna de ella se dan más razones para no matar que la sinrazón del miedo al castigo...)

viernes, 10 de febrero de 2012

La extraña idea de que existe el mundo de las ideas...


¿Qué es MÁS FUNDAMENTAL: la MATERIA o la FORMA, el “relleno” de las cosas, o la “estructura” que las define? Imaginemos, por ejemplo, la Giralda de Sevilla. ¿Qué es más fundamental para que ella exista: su materia (la piedra de que está hecha) o su forma? Si mañana un terremoto acabara con ella, ¿qué sería “más giralda” (o se parecería más a ella), el montón de piedras que quedaría sobre el suelo (su materia sin la forma), o el plano del arquitecto que se conserva en el museo (su forma sin la materia)?.. Pensemos en un ejemplo más complejo. ¿Con qué nos identificamos más nosotros mismos: con la materialidad de nuestro cuerpo o con nuestra forma de ser? Es obvio que la materia no nos distingue de ninguna otra persona o cosa, estamos hechos de lo mismo (las mismas partículas, fuerzas, etc.) que cualquier otro ser. Lo que nos distingue e identifica es nuestra forma de ser o comportarnos (y si nuestra materia cambiara –por ejemplo, si nos cambiaran cada uno de nuestros órganos físicos por otros mediante trasplantes, o incluso por algún tipo de aparato- seguiríamos siendo quienes somos mientras mantuviéramos nuestra forma de ser, ¿o no?).

¿Es entonces más fundamental la forma o estructura de las cosas que su materialidad? Parece que sí. Pero algunos filósofos van aún más lejos y afirman que incluso la materia no es otra cosa que forma. ¿Pues qué es la madera o el agua sino una forma de componerse sus átomos? ¿Y qué es un átomo sino una cierta configuración de partículas? ¿Y qué es una partícula sino cierta forma de comportarse perfectamente descrita, además, mediante fórmulas matemáticas?... No hay materia sin forma. Es más, para algunos filósofos y científicos, no hay, en el fondo, más que formas (expresables en fórmulas). “Todo es número”, decían los antiguos pitagóricos. “Todo es matemáticas”, dicen algunos físicos actuales (y decir que “todo es matemáticas” va mucho más allá que decir que “todo es describible por las matemáticas” – de hecho, si esta última frase es cierta, y TODO es describible por las matemáticas, entonces no hay más remedio lógico que concluir que TODO es de la misma naturaleza que las matemáticas-).

No hay materia sin forma (incluso podríamos decir que la materia no es, en el fondo, otra cosa que forma). ¿Pero puede haber forma sin materia? ¿Qué materia tiene, por ejemplo, la Giralda tal como la concibió el arquitecto antes de realizarla? Alguien podría decir que esa Giralda concebida existía en la “materia” del cerebro o la mente del que la imaginaba. Pero, ¿cómo? La mente consiste en procesos o sucesos en el tiempo (pensar, imaginar...son acciones en el tiempo). ¿Serían también las formas procesos en el tiempo? No puede ser: las formas son, justamente, lo que DA estructura al tiempo, luego no pueden ser ellas mismas tiempo... Pero lo más raro de todo es la conclusión a la que nos lleva todo esto: si la Giralda, como forma, no es un producto de la mente, entonces la Giralda formal tendría que existir antes e independientemente de que ninguna mente la concibiera... ¡Extraño, eh!...O no tanto. Pensemos en otras cosas, también muy formales, como el dos o como E=mc(2); ¿existían tales cosas antes de que hubiera cerebros lo suficientemente evolucionados como para comprenderlo y nombrarlo? ¿Es que dos átomos no eran dos átomos antes de que existieran seres inteligentes para darse cuenta y darle nombre?...  Algunos filósofos han concebido (¿o descubierto?) la extraña idea de que realidades como el dos y otras por el estilo no solo son independientes de la materia (¿es algo en algún sentido material el dos?), sino también de las mentes capaces de concebirlo. Han pensado, en suma, que son FORMAS PURAS o IDEAS (distinguiendo muy bien entre lo que es una idea y lo que es un pensamiento o concepto, que es nuestra forma de capturar ideas). Algunos, aún más ló(gi)cos, han llegado a pensar que también la Giralda, o Tú mismo, lector, o cualquier otro ser, no es, en el fondo, más que una idea o forma pura, independiente de su momentánea materialización en este mundo.

A estos últimos filósofos hiperló(gi)cos también se les llama, por cierto, platónicos…

¿Será cierto esto que dicen?

miércoles, 8 de febrero de 2012

¿Por qué diablos hay que respetar las creencias de los demás?




Esta mañana, en clase, explicaba a mis alumnos que lo trascendente, al materialista, le "apesta" a veces a religión. Al decir esto uno de mis alumnos se molestó y me pidió que fuera más respetuoso con él y con otros de la clase, pues ellos tenían creencias religiosas. A partir de aquí se originó un jugoso debate que paso a detallar y compartir con todos.

Dejando aparte el asunto de que la expresión que molestó al alumno ("lo trascendente, al materialista, le apesta a religión) refleja, a mi (discutible) juicio, un hecho verdadero, a saber: que el materialista denigra la religión, la considera nociva, etc., la cuestión va más allá. ¿Se debe ser respetuoso con las creencias de los demás? ¿Por qué? ¿Qué significa "ser respetuoso"?

En mi (de nuevo discutible) opinión, respetar algo significa, con bastante precisión, VALORAR POSITIVAMENTE aquello que decimos respetar, o que consideramos DIGNO DE RESPETO. De ahí mi confusión cuando oigo decir esa tópica frase: "debemos respetar todas las opiniones, creencias, etc." ¿He de respetar también aquellas opiniones o creencias que me parecen falsas o despreciables? Si un alumno expresara, por ejemplo, opiniones xenófobas o antidemocráticas, ¿deberían también ser respetadas dichas creencias?


Creo que el problema es que se CONFUNDE el respeto por algo (tan digno de respeto) como la libre elección y expresión de creencias, con el respeto por el contenido de dichas creencias. Desde siempre he dicho a mis alumnos que en el aula de filosofía todo el mundo puede decir lo que quiera, pero que, una vez dicha, su opinión será valorada como más o menos digna de crédito y respeto. ¿Cómo se valorará tamaña cosa? En un instituto de enseñanza de un país como el nuestro (y más aún en la clase de filosofía) el único criterio válido para respetar o no una opinión es la racionalidad de la misma. Si tras un diálogo común quedamos convencidos de la validez racional de una creencia esta será considerada valiosa y digna de respeto, si no, NO. Admitir otra cosa (como por ejemplo que las creencias religiosas --de los alumnos o de quien sea-- son valiosas y dignas de respeto sin más) sería ceder espacio al dogmatismo. Y eso (ceder espacio al dogmatismo) sí que me parece una falta de respeto a (la inteligencia y la dignidad de) mis alumnos.
He de añadir que el alumno que se quejó confeso públicamente al final de la clase que este análisis le parecía sensato, pero que, aún así, le parecía que se podían decir las cosas de "mejor manera", para no dañar la sensibilidad de algunos (por ejemplo, en vez de "la religión apesta", decir, "la religión es nociva, o es rechazable por el materialista", etc.). Después de que yo le preguntará si adornar nuestros juicios con eufemismos no era, en sí, una cierta falta de respeto a la verdad, vino, al fin, su GENIAL REACCIÓN. Prometió venir, el próximo día de clase, con argumentos suficientes para hacerme cambiar de opinión y aceptar así, junto con él, que la religión es digna de respeto. Con alumnos así uno se va a casa convencido de la utilidad de sus clases, del valor de la educación cívica (pues de eso se trata cuando se trata de en qué sentido debemos respetar la opinión de otros) y, si me apuran, de la existencia de Dios mismo.
Amén... ¿Amén?

lunes, 6 de febrero de 2012

¿Existe el más allá? De la necesidad (onto)lógica de la trascendencia.


Para muchos, no hay otra realidad que el “más acá”. Creen que la realidad consiste en una suma de cosas físicas (el universo que observamos) y psíquicas (nuestras misteriosas mentes, que para algunos, además, son una cosa física más: el cerebro). No hay más que eso (no hay más, por decirlo con Platón, que lo que vemos en la doble caverna, la exterior –la de mundo- y la interior –la del cráneo-, si es que no son una y la misma). ¿Es esto cierto?

Todas las cosas necesitan, para poder ser cosas, de cierta unidad. Es decir: necesitan un cierto límite (en el espacio) y una cierta permanencia (temporal); necesitan, en suma, una especie de “estructura” que resalte su identidad sobre el espacio y el tiempo. Pero dado que esta estructura ha de DISTINGUIR a la cosa del espacio y el tiempo, dicha estructura ha de ser DISTINTA a lo espacio temporal, es decir, carente, ella misma, de espacio y tiempo (si ella misma fuese espacio temporal necesitaría, tanto como las cosas, de algo que la delimitase y fijase en el espacio-tiempo).

Ahora bien: ¿en qué consiste esta estrafalaria “cosa” ajena al espacio y al tiempo? ¿Dónde está? ¿En qué sentido ocurre? Fijaos que no puede estar en ningún sitio (pues carece de espacio), ni puede ocurrir en ningún momento (pues carece de tiempo)… ¿Entonces?...

Algunos filósofos han pretendido demostrar que esta extraña “cosa” no es más que una suerte de “regularidad” en las cosas físicas. Pero una “regularidad” consiste en una misma manera de suceder ciertas cosas, y esa misma manera, ¿qué es sino un “patrón” o estructura sobresaliente al tiempo y destacable en el espacio?.. Otros han querido pensar que tales estructuras no son sino conceptos producidos por la mente. ¿Pero como la mente, que es un conjunto de procesos temporales, podría crear algo tan diferente de sí misma –es decir: algo tan absolutamente carente de temporalidad— como son estas "estructuras"?

Finalmente, otros tantos filósofos han tenido que reconocer que EXISTE EL “MÁS ALLÁ”, es decir, que existen “estructuras”, a las que a veces llaman FORMAS (o IDEAS), más allá de las realidades espacio temporales. Y que tales formas son las que prestan identidad al resto de las cosas, y también las que permiten conocerlas (formalizarlas con conceptos, describirlas mediante leyes y fórmulas)… Y que incluso si no existieran cosas físicas o psíquicas a las que dar forma, dichas formas o ideas continuarían existiendo igual, en ese más allá al que pertenecen.

A estos filósofos, por cierto, que admiten la realidad independiente de las formas, podemos denominarlos, en general, trascendentalistas, pues trascendente es la condición de todo aquello que no pertenece al dominio del espacio y el tiempo.

viernes, 3 de febrero de 2012

¿Tienen alma las piedras?



Decían antiguos sabios que el alma (Psique) era una especie de ENERGÍA QUE ANIMABA A LAS COSAS, dotándolas de movimiento y DIRIGIÉNDOLAS A UN FIN: ser ellas mismas lo más perfectamente posible.

El alma era así como una fuerza o DESEO AMOROSO (Eros) pues, según decían, las cosas se mueven por el deseo de unión con aquello que les falta para ser perfectas. ¡Y eso es el amor¡ ¿O no?

¿Pero cómo se puede desear lo perfecto sin tener una cierta "idea" de la perfección? El alma no sólo sería un deseo de lo mejor, sino también un cierto CONOCIMIENTO DE LO MEJOR...

Los viejos mitos religiosos decían que las almas eran seres divinos que por algún motivo (no muy claro, la verdad) "cayeron" a la Tierra encarnándose en los cuerpos, en los que están como prisioneras. Cuando esas almas empiezan a recordar de dónde vienen se sienten "fuera de sí", inquietas, e intentan lograr la perfección que como seres divinos les corresponde. Y esa inquietud o deseo es lo que caracteriza a las cosas...

Toda cosa consiste, pues, en un tipo de actividad dirigida por un fin o ideal de plenitud. Las cosas son un deseo de ser lo mejor posibles. Y ESE DESEO Y ESE IDEAL ES SU ALMA.

A la teoría que afirma que TODAS LAS COSAS TIENEN ALMA se le conoce como HILOZOÍSMO o PANSIQUISMO. Más filosóficamente, esta teoría viene a decir que TODAS LAS COSAS TIENEN FORMA. Es decir, que cada cosa se caracteriza por su forma de moverse o comportarse en orden a un fin. Esta forma de ser es lo que da identidad a las cosas y lo que permite explicarlas. ¿Pero en qué consiste esta forma o “alma” y de qué manera está en las cosas?

Pensemos en un objeto sencillo, como una piedra. Como diría un físico, cada partícula suya está incesantemente moviéndose. Pero este movimiento no es azaroso, más bien parece dirigirse a un fin: lograr que la piedra sea ella misma lo más perfectamente posible. El movimiento ordenado de sus átomos es la estructura de la piedra, su forma o identidad. Pero dicho movimiento no sólo está dirigido a la permanencia de la piedra (resistiendo al tiempo y a los factores que las desgastan); está, a su vez, orientado por un fin o ideal modélico (las leyes de la física) al que el comportamiento de la piedra tiende a ajustarse. Podríamos decir, incluso, que la actividad de la piedra expresa la forma más básica del amor: el amor de un cuerpo por sí mismo...



Veamos ahora el caso de un ser vivo, un animal, por ejemplo. El movimiento del animal es más complejo, pero se dirige al mismo fin que la piedra: mantener y perfeccionar su ser. Además de mantener la estructura corporal (autorregulación), el animal se mueve para duplicarla y mejorarla mediante la reproducción. Toda esta actividad está gobernada por un ideal o modelo (descrito por las leyes biológicas). El amor animal es el deseo de unión con lo que le mantiene y acrecienta (el alimento, etc.) y con lo que le permite permanecer y perfeccionarse a través de su descendencia (mediante la unión sexual con otros, por ejemplo)...

El caso del hombre es mucho más complicado, pero en esencia es lo mismo. El humano se mueve para realizarse plenamente como ser humano, según el ideal que representan sus principios morales (su ideal o modelo de persona). Para ello, más allá del amor corporal (autorregulación y reproducción), busca la unión con otras “almas” a través de proyectos comunes y, sobre todo, de la comunicación y las ideas compartidas. La identidad y perfección de lo humano está en la actividad cultural y las ideas, en la mente más que en el cuerpo. Según Platón, el hombre logra permanecer (venciendo al tiempo) y perfeccionarse en el contacto con lo eterno de las ideas. Este contacto es el conocimiento. Por ello, la actividad más propia del ser humano es el amor por el saber: la filosofía…

miércoles, 1 de febrero de 2012

El emergentismo. ¿Quién dijo que la ciencia no cree en milagros?


Érase una vez, cuando aún no existía ningún cuando y en algún lugar que no estaba en ningún sitio, había un punto y un instante de pura (?) ENERGÍA al que le dio por expandirse (¡Así: bang!). En cuanto comenzó esa expansión pasaron cosas aún más extrañas. Por ejemplo, esa energía adoptó en seguida distintas FORMAS y fueron apareciendo, así, las "cosas materiales" (partículas, átomos, galaxias, planetas...). A la vez, esas cosas se relacionaban entre sí de distintas FORMAS (se atraían o repelían según distintas fuerzas: la gravitatoria, la nuclear, la electromagnética...). Pero, al mismo tiempo, todo esto que os cuento siempre ocurría de la misma FORMA, es decir, según regularidades o leyes físico-matemáticas, estables y omnipresentes (las leyes de la naturaleza)... Vamos, que de lo que era un principio único -la energía- surgió lo múltiple -cosas, fuerzas, leyes-. O, en otro sentido, que dónde sólo había energía (algo "indefinido") al instante surgió la forma: la forma de las cosas, la forma en que estas se relacionaban (las fuerzas) y la forma o estructura que regulaba su comportamiento -las leyes-. ¿Raro, eh?...

Pero no acaba aquí la historia. Hasta entonces todo era materia inorgánica (no viva). Pero de pronto ocurrió algo increíble. En alguno de esos planetas algunos trozos de materia se volvieron tan complicados que dieron lugar a algo nuevo e impredecible: ¡la vida!...Es decir: que de la forma o estructura de la materia inorgánica brotó una forma nueva de organizarse esta misma materia, una forma con propiedades nuevas: la autorregulación, la autorreproducción, etc.; esto es: la materia ¡cobró vida!... ¿No es como un milagro?  

Y el cuento sigue. Estos seres vivos, al principio muy simples, dieron lugar, con el correr del tiempo y la evolución, a animales sociales con cerebros tan complejos como para ser capaces de generar sistemas simbólicos (lenguajes) y contar cuentos (perdón, teorías y saberes) como el que os acabo de contar muy resumidamente... Es decir, surgieron esas estructuras o formas tan complejas de organizar la información que son las representaciones mentales (ideas, pensamientos...) y, a partir de ellas, las estructuras simbólicas que llamamos teorías (matemáticas, físicas, filosóficas, etc.), teorías que, a su vez, pretenden reflejar la forma de comportarse de la realidad...Más raro todavía, ¿no?...

¿Os ha gustado el cuento? Os lo resumo: al principio eran la energía y la materia (con sus fuerzas y sus leyes); de allí surgió la vida; y de la vida surgieron el cerebro, el lenguaje, la cultura; y de allí las ideas, saberes y teorías con las que explicamos todo el proceso... O lo que es lo mismo: al principio era la energía (una sola realidad), pero de ella fueron surgiendo, gradualmente, realidades distintas en función de la forma, cada vez más compleja, que fue adoptando esta energía... ¡¿No es extraordinario?!.. Estas cosas nuevas, además, tenían propiedades nuevas. La energía era pura extensión en movimiento; pero la forma de las cosas o las fuerzas, y no digamos de las leyes, eran algo mucho más inextenso y estable (las leyes no cambian ni se mueven, no tienen extensión espacial; las fuerzas de la naturaleza son, también, siempre las mismas, y bastante invisibles; y la forma o estructura que presta identidad a las cosas parece difícil de concebir como algo variable o corpóreo)... ¿Y qué decir de los seres vivos? Estos cuentan con una forma de ser mucho más compleja, que les hace ser idénticos a sí mismos a la vez que cambian para adaptarse a las transformaciones del medio... ¿Y los pensamientos y otras representaciones mentales? Estos no solo tienen una forma estable (que los distingue unos de otros), sino también una existencia aparentemente inmaterial, de forma similar a las teorías, es decir, a las cosas que decimos, que son también increíblemente incorpóreas e invisibles... 

Por cierto, a esta teoría se la conoce como EMERGENTISMO. Sostiene que a partir de cierto grado de complejidad en la relación entre cosas de un determinado tipo pueden “emerger” cosas de otro tipo distinto (con otra forma) y con propiedades distintas. Así, de la relación compleja entre cosas materiales emergen los seres vivos; y de la relación entre seres vivos y entre neuronas emergen las representaciones mentales y las propias teorías científicas, matemáticas, etc... ¿Fuerte, eh? (Parece como lo de convertir el agua en vino, pero ¡a lo grande!)...

El emergentismo es una teoría ontológica complicada. Es inmanentista, por que afirma que todo, en el fondo (o en el origen), arranca de una realidad de carácter espacio temporal (extensa, cambiante), como es la energía, o la materia. Pero, a la vez, admite la existencia de otro tipo de realidad, no estrictamente material, sino formal, con características muy diferentes a la de la materia (inextensa, incorpórea, invariable en el tiempo). Pero eso sí, estas realidades formales --afirma-- EMERGEN de la materia, aunque sean DIFERENTES de ella. Por eso decimos que, en cierto modo, el emergentismo es una teoría DUALISTA (existen dos tipos de realidad en la Realidad), aunque no de un dualismo "simétrico": la realidad fundamental (de "donde" emerge la "otra") es la materia, lo inmanente, lo espacio temporal... 


¿Os convence el emergentismo? Intentad responder estas preguntas:
1. Dejando aparte el delicado asunto de cómo de un sola sustancia (energía) surgen tantas cosas y fuerzas distintas (o de cómo o por qué esa energía comienza a expandirse): ¿Podríais explicar cómo de lo que no está vivo (la materia) surge lo vivo? ¿O cómo de lo concreto y temporal (como un cerebro) emerge la idea (nada concreta ni temporal) del teorema de Pitágoras?
2. Si las teorías matemáticas o físicas surgen al final del proceso: ¿querrá eso decir que al principio la realidad carecía de propiedades matemáticas o leyes físicas? Antes de que apareciera Pitágoras: ¿no existía una cierta relación racional entre los lados de ciertos triángulos? ¿No había leyes físicas y matemáticas determinando el comportamiento de la naturaleza? ¿O es, sencillamente, que tales leyes aún no se habían descubierto?
3. Si la teoría emergentista fuese cierta, la física y la química serían el fundamento de la biología, la biología el fundamento de la sociología, la neurología y la psicología; y todas estas ciencias serían a su vez el fundamento de la matemática y la lógica? ¿Puede esto ser lógicamente cierto?

4. Es, en general, admisible (desde un punto de vista lógico) suponer que la Realidad contiene dos tipos diferentes de realidad. Y, de otro lado, si estas dos realidades (la materia y la forma, los hechos y las leyes, los cuerpos y las mentes, los objetos y las teorías...) fueran realmente diferentes, ¿podrían relacionarse de alguna manera, tal como parece que se relacionan? 

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