
Dado que parece posible una definición de “belleza”, podemos aspirar a teorizar sobre ella. Creo que las teorías posibles son estas (algunas, incoherentemente, insistirán en la imposibilidad de una definición objetiva de lo bello, ¡a la vez que teorizan sobre la belleza!). Los nombres, a veces, me los invento yo.
1. Naturalismo estético. Bello es lo placentero y útil desde un punto de vista biológico.
La imagen estética nos gusta (es bella) porque tiene un significado primario, natural, que por naturaleza o instinto nos resulta interesante (y placentero). La belleza, el gusto, se da como placer (y la fealdad, el disgusto, como displacer). Bello es lo que me place, lo que satisface los deseos propios a mi especie (mantenimiento, reproducción, etc.). Por ejemplo, un cuerpo bello sería el más adecuado para la reproducción. O ciertas combinaciones de colores o sonidos serían bellos en cuanto nuestro sistema nervioso está especialmente dispuesto para captarlos. Para el naturalismo, el arte es imitación de la naturaleza. Lo más bello es lo natural en cuento tal, sin “contaminar” por la cultura, la moral, etc… Objeciones: esto deja fuera muchas cosas que consideramos “arte”: la poesía, la música contemporánea, la belleza de un desierto o unas ruinas (¿qué utilidad tienen estos parajes desde un punto de vista biológico?). Además, los criterios de valor, utilidad, etc., no pueden ser naturales (en la naturaleza nada vale más que nada).
2. Convencionalismo. Lo bello es lo que se dice que es “bello”.
Lo bello responde a convenciones culturales. Una imagen o representación me gusta porque expresa ciertos patrones convencionales acerca de lo que es “bello”. Lo bello es aquí relativo a la cultura, la época, el grupo social, etc. Una imagen es “bella” en cuanto expresa lo que una sociedad y una época determinada establecen como valioso (en función de factores económicos, sociales, políticos, ideológicos). En una sociedad comunista, por ejemplo, se valorará más ciertas expresiones artísticas (danzas colectivas, arte realista y crítico, etc.); y en una sociedad liberal otras (obras originales, experimentales, abstractas, individualistas, etc.)… Objeciones. Si lo bello es pura convención, entonces cualquier cosa puede ser bella (basta con que así se convenga, o que varíen las circunstancias sociales e históricas). Pero entonces cualquier cosa puede ser bella y no serlo, etc. De nuevo todos los problemas del relativismo…
3. Emotivismo. Lo que nos gusta es lo que nos gusta.
Una imagen o representación nos gusta porque desencadena una fuerte gratificación emotiva, conmueve, etc. Este estado emotivo es privado, individual. El criterio del gusto es el propio gusto (que se tiene o no se tiene, sin más). Esta teoría es la más común en la cultura moderna. Este arte “burgués” se entiende como un generador de entretenimiento y goce emotivo… Objeciones: si el último criterio de lo bello es la emotividad subjetiva, lo bello vuelve a ser relativo, esta vez a cada individuo. De otro lado, habría que preguntarse por qué la emoción estética se despierta ante ciertas imágenes y no ante otras. Según el emotivismo, no hay razón alguna para ello: el motivo es irracional, subjetivo, personal. Esto quiere decir que la belleza, en el fondo, es algo irracional. Pero entonces, ¿cómo podría saber el sujeto que es “belleza”, y no otra cosa, lo que siente?
4. Ética y estética. Lo bello es lo bueno.
La imagen o representación nos gusta por su significado moral: refleja un ideal, indica cómo debería ser el mundo. La belleza (y la emoción del gusto) se da cuando la imagen representa lo que debe ser, lo bueno. Bello es lo que merece ser amado, lo digno, lo noble. El arte sería aquí educativo. Un arte “aristocrático” cuyo objeto es la virtud, la emulación, la acción heroica. Prima la finalidad, la moraleja, etc… Objeciones: se dice que algo puede ser a la vez bello y malo, por ejemplo un crimen (¿pero cómo algo que despreciamos moralmente nos puede a la vez gustar?); de otro lado: ¿cómo sabemos lo que es bueno? La voluntad (que es la facultad de querer lo bueno) está sometida al entendimiento (queremos lo que “creemos” que es bueno), por lo que si lo bello depende de lo bueno, depende antes del conocimiento de lo bueno. Esto nos remite a la siguiente y última teoría.
5. Intelectualismo. Lo bello es lo verdadero.
La imagen o representación nos gusta porque desvela como son las cosas, nos da a conocer el mundo (sensible) de forma más unitaria, completa, coherente, buscando una perfección ideal en el ámbito de lo sensible… Lo bello es lo que refleja plásticamente lo verdaderamente real. Bella es la imagen que expresa la forma “sensible” de lo real. El gusto ante esta belleza es puramente estético (no está condicionado por placeres, convenciones sociales, emociones ni ideales morales)… El entendimiento busca la verdad por la vía sensible y por la vía lógica. Por la vía sensible utiliza la percepción y la imaginación. La percepción une los datos de los sentidos bajo cierta forma. Esta forma son las imágenes. Las imágenes son esquemas sensibles en que los datos aparecen ordenados en estructuras mayores de significado (un árbol, un bosque en otoño, una batalla, etc.). Las imágenes las pone la imaginación. La imaginación tiene un momento más pasivo, por el cual asimila los datos a las imágenes con que cuenta la mente; esta actividad es la de la memoria. En su momento más activo, la imaginación genera imágenes o esquemas novedosos (realidades sensibles posibles) con las que ordenar los datos más unitaria y armónicamente. Esta última actividad es la imaginación propiamente dicha. Para la imaginación, la verdad se muestra como perfección de lo sensible, y eso es la belleza: la perfección imaginaria de lo sensible. A través del arte (los mitos, etc.) generamos esos mundos de imágenes perfectas (al menos, más perfectas que las del mundo percibido)… Ahora bien: ¿cómo obtienen la imaginación y la memoria la forma sensible o imagen con que configuran los datos? (Esto sería equivalente a preguntar: ¿de dónde obtienen su “inspiración” los artistas?). Esta imagen perfecta no proviene de los datos, ni la crea la imaginación por sí misma; pues ni los datos ni la mente tienen la unidad, perdurabilidad y perfección que tienen estas imágenes. Las imágenes que construye nuestra mente se refieren a algo que está más allá de ellas (y de los datos que ellas configuran): a las ideas. Lo que nos imaginamos depende de lo que sabemos, es decir, de nuestros modelos teóricos sobre el mundo. Parece entonces claro que el arte y la belleza son la ilustración plástica (imaginativa) de las teorías, y que el arte tiende a la verdad del mismo modo que las teorías que lo inspiran.