Este artículo fue originalmente publicado en el Correo Extremadura
Durante estos días,
nuestra inteligencia ha sido insistentemente agredida con argumentos
falaces por boca de prácticamente todos los líderes políticos,
pero el más repetido, con diferencia, y el más relevante, dadas las
circunstancias, es el que han repetido hasta el hartazgo los
dirigentes y portavoces del PSOE. “O estás con nosotros, y apoyas
nuestro acuerdo con Ciudadanos, o estás con Rajoy”. Es es el falso
dilema, falacia que consiste en presentar la situación como si
solo existieran dos opciones excluyentes cuando, de hecho, hay más.
Sería más acorde con los resultados electorales, por ejemplo, un
acuerdo PSOE / Podemos / Compromís /IU (más la abstención de
Ciudadanos, que ha tenido menos votos que Podemos). Esta opción no
la ha contemplado en ningún momento el PSOE, cuando es igual de
legítima (o más, en términos electorales e ideológicos) que la
escogida. Y podría haber seguido, con respecto a ella, la misma
estrategia: negociar un acuerdo con Podemos y sus confluencias
templando algunos aspectos del programa de la formación morada, y
pedir la abstención a Rivera y Ciudadanos, acusándolos de perpetuar
a Rajoy en caso de que se negaran.
Otro sofisma, no menos
burdo que el anterior, es el de la “pinza”: Sánchez denuncia la
connivencia política de Podemos y del PP al votar, ambos, en contra
de su investidura, y Rivera la confluencia del PP con Podemos y los
partidos independentistas, al hacer lo mismo. Todo esto es, de nuevo,
falaz: dos partidos pueden tomar una misma decisión política (votar
si o no a una investidura) por muy diversas razones (exactamente
igual que podemos apreciar a una persona en aspectos diferentes, o
visitar una ciudad por distintos motivos) y, de hecho, nada tienen
que ver las razones del PP y las de Podemos para negarse a secundar
el pacto de Sánchez y Rivera.
Un tercer ardid
consiste en exhibir una serie de opiniones y valoraciones interesadas
como si fuesen datos objetivos incontestables. Por ejemplo: “el
acuerdo PSOE/Ciudadanos supone un programa político progresista y de
cambio para España”; “el pacto de izquierdas es imposible (sin
poner en peligro la integridad del Estado y las relaciones con la
UE)”; “Podemos no tienen ninguna voluntad de negociar, odia al
PSOE y quiere acabar con él”; etc. Pero todo esto no son, en el
mejor de los casos, sino opiniones políticas muy discutibles (en el
peor, argucias retóricas que casi nada tienen que ver con la
verdad). Que el programa fruto del acuerdo PSOE/Ciudadanos sea un
programa progresista y de cambio depende, de entrada, de lo que
se entienda por “cambio” y por “progresar”; en ese programa,
por ejemplo, no hay cambios sustanciales en política económica –
algo que era previsible en el PSOE, e inevitable para su socio
Ciudadanos – , lo cual compromete, de paso, la posibilidad de
cambios significativos en política social. En cuanto a la
imposibilidad de un pacto de izquierdas, esto es directamente
falso; ese pacto es posible, y no implica necesariamente la “ruptura
de España” (otra cosa es que en el PSOE exista la clara consigna
interna, como parece que hay – y más bien por motivos de política
económica que por “la salvaguarda de la unidad de España”– de
no intentarlo siquiera). Por último, se alude a la falta de voluntad
de Podemos para negociar, pero esto se comprende muy poco. La gente
sabe que Podemos fue el primer partido que propuso al PSOE – bien
es cierto, que de forma muy brusca – abrir negociaciones para
formar gobierno, con un documento de propuestas programáticas encima
de la mesa, y a condición de un reparto equitativo de poder (algo,
esto último, que se quiso sobredimensionar mediáticamente y que
sentó mal, pese a que solo consistió en declarar abiertamente lo
que todo el mundo sabe que es moneda común en las negociaciones: el
reparto de poder y cargos). Finalmente, que Podemos quiera acabar con
el PSOE no es sino una manera tendenciosa de decir que un partido
político quiere obtener más apoyos o votos que otro, lo cual no
debería representa nada anormal (lo anormal sería lo contrario) que
impida una negociación.
En suma: intentar
confundir y manipular, de esta manera, a la opinión pública es
impropio de políticos que, como Sánchez y Rivera, dicen representar
un modo nuevo de hacer las cosas. Tal vez el electorado no sea tan
torpe o perezoso como suponen y se lo haga notar a ambos en una
nuevas elecciones. Opción esta última, por cierto, a la que parece
abocarnos la falta de coraje de las élites del PSOE para liderar un
gobierno de izquierdas. Élites cuya principal consigna,
sospechosamente parecida a la de la oligarquía económica y
mediática de este país, es una sola y muy clara: “Podemos,
no”. Así, en lugar de apostar por lo improbable y, tal vez,
quién sabe, por pasar a la historia, Sánchez parece haber
elegido algo mucho más seguro: que la historia le pase por encima –
y, a poco que se descuide, a todo el partido con él –.
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