Este artículo fue originalmente publicado por el autor en El Periódico Extremadura
Corría hace días un meme que afirmaba que
el problema de los incendios forestales se resolvía con «más cabras en los montes y menos cabrones en los despachos». Se trata de una ingenua o malintencionada cretinez que, como cualquier otro meme, tenía el éxito asegurado entre quienes se impacientan por leer más de dos frases seguidas. Pero veamos por qué se trata de una simpleza.
En primer lugar es dudoso que el
incremento de los incendios se deba a un exceso de legislación «ecologista» presuntamente culpable de despoblar los campos y multiplicar la masa forestal,
como viene a decir el tal meme (y algunos políticos y representantes de
organizaciones agrarias). Hace treinta o cuarenta años, con leyes
medioambientales menos restrictivas, más población rural y menos masas
forestales, se quemaban el doble de hectáreas (miren las estadísticas). Y si
los incendios han disminuido a la mitad parece que es, precisamente, gracias a
esas políticas forestales que, sin ser perfectas, son el doble de buenas que lo
que había. El problema de los incendios no es, pues, que haya demasiadas leyes,
¡sino que no se cumplan! La «ecologista» Ley de Montes, en vigor desde 2003, ya obligaba a la limpieza de
montes durante todo el año. Otra cosa es que los dueños del cortijo (el
territorio forestal es en su inmensa mayoría propiedad privada) y las CC. AA.
competentes hagan lo que les toca. Por cierto: ¿serán las comunidades donde hay más incendios «por culpa de las leyes ecologistas» las que menos respetan las «leyes ecologistas»?
Por otra parte, controlar el nivel de
maleza del monte ayuda, pero solo después de que se haya producido el incendio, que es
lo que hay que evitar. Los bosques tienen malezas y sotobosque desde el principio de los
tiempos, y no siempre se queman. Para que ardan hay que prenderles fuego. Y
desengáñense, el rayo o el pirómano loco representan un porcentaje mínimo:
la mayoría de los incendios son provocados por negligencias humanas, sobre todo
por el uso ilegal del fuego en actividades agrícolas y ganaderas (vuelvan a mirar
las estadísticas). Si a esta inveterada tradición rural de «la quema», más otros
descuidos y negligencias humanas, le unimos el cambio climático global – sí,
ese que demuestran miles de científicos de todo el mundo y niega una porción de
demagogos de barra de bar con aspiraciones políticas – nos encontramos con lo
que tenemos: gigantescos incendios casi imposibles de parar.
La solución no es, pues, soltar cabras
por el monte (curiosamente, los incendios más graves se dan en las CC. AA.
donde hay más ganadería extensiva), sino que personas verdaderamente expertas
trabajen –y perdón por la expresión – «como cabrones» en los despachos generando estrategias de gestión forestal no basadas en bulos o
en el quimérico retorno a una falsa arcadia rural, sino en el cumplimiento de
las leyes, la identificación de los delincuentes, la dignificación de los
trabajadores forestales y la coordinación entre expertos, profesionales y
autoridades para prevenir, reducir y extinguir con mayor eficacia los
incendios. Si nos dejamos de memes y actuamos responsablemente como ciudadanos
(no votando, por ejemplo, a quienes niegan lo evidente y reniegan de las leyes
que protegen nuestros recursos forestales), tal vez evitemos que nuestros
nietos hereden un pedregal desértico donde no puedan vivir ni las cabras.