jueves, 1 de febrero de 2018

Arte y maldad

En cierto modo vivimos en una época más moralizante que la de nuestros padres. Una generación de jóvenes «snowflakes» (blancos, de clase media-alta, bien educados) con la piel finísima, aliados a una izquierda que alguien ha llamado con guasa «monocular» (más preocupada del sexismo en los anuncios que del cierre de las fábricas), insisten en pedir que se prohíba todo lo que parezca ofensivo a ciertas minorías étnicas, mujeres, homosexuales y pueblos del mundo. De momento se han cebado con la cultura popular: canciones de reggaeton, humoristas, youtubers, series de TV (lo último, la crítica –por homófoba, machista y racista, la tríada completa– a la serie Friends). Pero algunos ya han metido también la cabeza en los museos (hace poco exigían retirar un cuadro del Metropolitano de N.Y. porque incitaba –decian– a la pederastia), y no creo que falte mucho para que lo hagan en las bibliotecas (la mayor parte de la literatura clásica contiene dosis intolerables de sexismo, belicismo, etnocentrismo...)... De todo esto trata nuestra última colaboración en El Periódico Extremadura. Para leer el artículo completo pulsar aquí.

5 comentarios:

  1. ¿Filosofía? ¡pero si esto no es más que un lloro amargo por los cuatro que sí se preocupan en cuestionarse el sistema! a muchos parece escoceros más unos comentarios en Twitter que un sistema desigual que sigue cometiendo injusticias. Por cierto, a Woody Allen se le acusa de abusos sexuales a una menor de edad, ¿ahora también vamos a defender eso? ¡malditos sean los filósofos que no se cuestionan las relaciones de poder! ¡más crítica de las ideologías y menos Javiermarianismo!

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  2. Hola Víctor.

    Muy interesante la parte del artículo donde abordas la relación entre el arte y el mal. Me parece fascinante el problema de si algo moralmente reprobable puede ser bello. En mi caso, creo que llevo metida muy dentro la concepción socrática/platónica de que lo bueno es bello y lo malo es feo, de tal forma que me chirría que algo pueda ser considerado obra de arte cuando se relaciona con el mal.

    El resto del artículo me ha generado algunas dudas que te quería consultar. Cuando mencionas a la generación de jóvenes "snowflakes" y vienes a señalar a modo de crítica que es una generación más preocupada por denunciar los anuncios sexistas que los abusos del capitalismo, no entiendo por qué eso no está bien. Según lo has escrito parece que tiene menos valor denunciar el sexismo que el cierre de una fábrica. Dando por hecho que una persona o grupo de personas no siempre tienen la capacidad para denunciar todas las injusticias que ocurren, ¿qué tiene de malo que se centren, por ejemplo, en el ámbito del sexismo?

    Por otro lado, boicotear a un artistas por su comportamiento no en todos los casos tiene por qué ser un acto vengativo y carente de reflexión. Si el artista ha aprovechado el poder y el reconocimiento social que le da su profesión para cometer un delito, creo que es legítimo, por ejemplo, no pagar por ver sus películas, ya que estas le reportan un beneficio económico causado por el ámbito gracias al cual delinque.

    Imagínate, por ejemplo, que un actor pederasta abusa de los niños actores con los que trabaja. ¿No sería legítimo que colectivos de padres y de niños que han sufrido abusos lo denuncien públicamente y se pongan de acuerdo para boicotear el trabajo en el que ha desplegado su comportamiento abusivo? Si trasladamos este mismo caso al acoso y abuso de mujeres, me parece exactamente igual. ¿No es más que razonable que las mujeres actrices se nieguen a seguir aguantando el acoso de directores, productores y compañeros, y decidan tomar medidas para defenderse? No veo aquí un comportamiento visceral y vengativo; más bien una valiente denuncia de víctimas que han sufrido durante mucho tiempo una injusticia manifiesta.

    Por favor, Víctor, corrígeme si me equivoco, pero a veces me da la sensación de que si este tipo de denuncia la hace un colectivo de mujeres, se las critica y expone al juicio muchísimo más que si lo hiciera cualquir otro colectivo. Creo que casi nadie cuestionaría el ejemplo que he puesto del colectivo de padres cuyos hijos han sufrido abuso si hicieran lo mismo que está haciendo el movimiento MeToo. Pero parece que hay cierta resistencia a reconocer el valor que tiene que las mujeres se empoderen y denuncien una situación de injusticia y sufrimiento, y se prefiere buscar aquello que sirva para cuestionarlas.

    Muchísimas gracias por tu atención y perdona por la extensión de este comentario.

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  3. Hola, Desbordamientos puntuales, gracias a ti por tus interesantes reflexiones. Paso a responderte en lo que pueda.
    - A mi también me chirría esa posible relación entre belleza (o arte) y mal; de hecho, no creo que sea posible, aunque exponer y sustentar esta creencia era demasiado para un artículo tan breve.
    - La crítica a la actitud (de jóvenes “snowflakes” y de cierta izquierda) de denunciar el sexismo pero no el capitalismo tiene dos vertientes. Una es la defensa, ante todo, de la libertad de expresión, separar arte de moral, etc. Y la otra es un crítica estratégica: que la izquierda (y esa generación de jóvenes “snowflakes” ligado a ella) centre sus reivindicaciones en asuntos morales como el sexismo, la ecología, la defensa de minorías, etc., (qué basicamente procupa a una élite educada y bien situada) en lugar de plantear alternativas socioeconómicas viables para las clases populares les resta muchas posibilidades de triunfo electoral, en tanto esas clases populares no entienden bien esas sofisticaciones morales (ecofeminismo, etc.) pero sí que entienden que se quedan en paro, ganan mucho menos, etc., por todo lo cual acaban renegando de la izquierda y se entregan al populismo de derechas. Esto no quiere decir que se deje de denunciar el sexismo o defender el medioambiente, ni que todo esto no sea importante, sino que las propuestas de la izquierda no se centren en eso (a la vez que contemporizan con el mercado y el capitalismo), si es que quiere, alguna vez, tener opciones para cambiar realmente las cosas.

    En cuanto al boicot de artistas, sigo sin estar de acuerdo. Entiendo lo que dices, y también abogo (se dice en el artículo) por arrebatarle al abusón el poder o el dinero que le permite cometer abusos. Pero esto no tiene porque afectar a su arte (se le puede embargar, despojar de cargos sensibles, vigilar su trato con niños o actrices, etc., sin forzar que deje de hacer películas o escribir libros). Por otro lado, si alguien es realmente un artista, impedir que desarrolle su arte es un castigo para todos (incluyendo sus víctimas), porque la belleza quizás esté reñida con el mal en cuanto a aquello que representa (igual no puede ser bello maltratar a un toro, etc.), pero no con la mala conducta del artífice. Las obras de arte son patrimonio de todos, no solo del artista que las “trae al mundo”. De otro lado, el que yo defienda que las medidas a adoptar para evitar abusos no impliquen la censura o boicot de obras de arte no quiere decir que no admire el valor de las mujeres que denuncian la situación de acoso crónico que sufren (en el ámbito del cine y en mil más); simplemente creo que no tiene que ver lo uno con lo otro.
    - En el último párrafo, no lo sé. Tal vez la gente, como dices, sea mucho más sensible a los casos de pederastia. Aunque mi impresión es que cada vez es más sensible, también, al acoso y el maltrato a las mujeres; no todo lo suficiente, desde luego, pero cada vez más. En cualquier caso, si la denuncia la hubiera hecho un colectivo de padres sobre delitos de pederastía yo, al menos, diría exactamente lo mismo: que las medidas a tomar deben ser sobre la persona como entidad jurídica y moral (castigos, multas, rechazo a la conducta de esa persona...), no sobre su obra.
    Un cordial saludo

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    1. Muchísimas gracias por tu respuesta, Víctor. Has aclarado por completo mis dudas.

      Me parece muy razonable tu crítica a la izquierda; desde luego, debería ser central para ella defender a las personas de los abusos del neoliberalismo y, sí, estoy muy de acuerdo en que quizá le fuera un poco mejor si consiguiera conectar un poco más con los ciudadanos a través de trabajar a fondo en los temas que más les afectan.

      Y también me ha quedado mucho más clara tu postura sobre no censurar una obra o no impedir a un artista crear cuando su comportamiento es moralmente reprobable. Creo que has acabado convenciéndome. Sobre todo lo he visto claro con la distinción que haces entre la obra como objeto y el comportamiento moral del artista. Es verdad que son dos cosas que no tienen nada que ver. La obra puede ser buenísima y su autor un cretino, y no por eso deja de tener valor. Aunque no puedo evitar que se me revuelvan las tripillas cuando veo que determinados artistas gozar de un prestigio social muy alto y luego se comportan tan horriblemente.

      ¡Muchas gracias otra vez, Víctor!

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    2. A ti por provocar una conversación tan interesante. Un cordial saludo.

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