Este artículo fue publicado originalmente por el autor en El Periódico Extremadura.
¿Es censurable que la FIFA haya organizado el Mundial de
fútbol en Qatar, un país sin libertades democráticas y en el que se saltan a la
piola los derechos humanos, ningunean a las mujeres, encarcelan a los
homosexuales y explotan hasta la muerte a los trabajadores migrantes?
Pues en cierto modo se podría decir que no. Al fin y al
cabo, la FIFA y su Mundial de fútbol no son más que una empresa cuya finalidad no
consiste en promover el progreso social, sino en ganar poder y sumas
gigantescas de dinero vendiéndole entretenimiento y «pan y circo» a la gente. A
esa misma gente, por ejemplo, que se ha dejado literalmente la piel
construyendo estadios y hoteles de seis estrellas para exhibir y justificar el
régimen de un puñado de oligarcas milmillonarios. ¿Qué sería de estos
espectáculos sin ellos?
Por lo demás es falso, y un pretexto patético, afirmar que
celebrar el Mundial en Qatar vaya a servir para mejorar los derechos de los trabajadores,
las mujeres o los homosexuales de ese país. En cuanto se vayan las cámaras se
volverá a las andadas con el refuerzo y la autoridad que otorga el haber sido
organizadores de un Mundial. Junto a esto, el que algunos equipos lleven o no
un brazalete con la bandera LGTBI (cosa que, además, no piensa permitir la
FIFA) es una gota en el océano de ese reconocimiento internacional comprado a
precio de oro por la monarquía catarí. Realmente, para que esos gestos
mediáticos sirvieran mínimamente para algo, los equipos y sus federaciones
tendrían que desafiar de verdad a la FIFA y al país sobornador, cosa para la
que no parece que tengan lo que hay que tener (quizá para tenerlo haya que ser
iraní, y saber de verdad lo que es vivir bajo una dictadura).
Tampoco sirve aquello de «exportar los valores del fútbol» o
«del deporte» (el Mundial no es, como dicen los más cursis, una «invasión
pacífica del apetito de libertades», ni de nada por el estilo). Más allá de los
valores propios al mundo del espectáculo, ¿cuáles serían esos valores que
transmite el futbol?... ¿El trabajo en equipo? ¿El sacrificio?
¿La lealtad y la confianza hacia quienes te dirigen?... Tal vez. Pero tales valores no son en sí
mismos distintivos de nada moralmente valioso. También se puede trabajar en
equipo, esforzarse y ser leal vendiendo seguros o gaseando a la gente. Mucho me
temo, además, que esos valores (trabajo en equipo, sacrificio, lealtad…)
son exactamente los mismos que exigen los patronos catarís a sus trabajadores
esclavos…
El deporte en general está moralmente sobrevalorado. Su
presunto valor moral se reduce, de hecho, al de promover una vida sana (y aún
eso con excepciones) y a cuatro o cinco generalidades (el compañerismo, la
cooperación, el afán de superación…) que, como hemos dicho, lo mismo sirven
para ganar un partido que para vender seguros. No sé de dónde se ha sacado
nadie que hacer deporte o contemplarlo es una actividad superior. ¿Será
la tan cacareada crisis de valores? Lo dudo, pues la cosa viene de antiguo. Ya
en la Grecia clásica, el filósofo Jenófanes se extrañaba de que personas sin
más mérito que saltar o correr un poco más o menos que los demás, fueran
erigidas como modelos de virtud para la ciudadanía. «No por tener un excelente
luchador o alguien imbatido en la carrera – decía – la ciudad estará mejor
gobernada». Pues eso.
Desde luego que el deporte y el fútbol, si no valores
morales o políticos, sí que poseen grandes valores estéticos. La épica del
juego es emocionante, y contemplar un ejercicio atlético o una jugada brillante
puede ser estéticamente muy satisfactorio (esa encarnación precisa de la
inteligencia y la voluntad en el cuerpo y las acciones del atleta es de una
belleza innegable). Pero aun así no es nada que no se deje plasmar en otras
ocupaciones humanas, ni que pueda soñar con hacer sombra a la más modesta de
las actividades artísticas.
… ¿Qué hacer, en fin, con lo de Qatar? A los que el fútbol
nos importa muy poco, aguantar con infinita paciencia la multiplicación del
espacio y el tiempo, ya de por sí abusivo, que socialmente se le dedica. Y a
los que les gusta, ellos sabrán. Podrían hacer boicot, como se hace con las
empresas cuando explotan a la gente o colaboran con regímenes criminales (se ha
hecho con las empresas rusas tras la agresión a Ucrania, por ejemplo). Un
boicot, además, de lo más sencillo, y que consistiría en apagar el televisor en
cuanto aparecieran esos larguísimos spots publicitarios que son los partidos.
Pero no creo que los futboleros tengan balones de hacerlo. Así que, con
toda probabilidad, este Mundial va a servir fundamentalmente para «pasarle la
pelota» a ese país tan simpático y acogedor (y tan rico en gas y petróleo) –
además de tiránico, misógino, homófobo, racista y cuasi esclavista – que es
Qatar. ¡Menudo gol nos han metido!
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